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Blas Piñar Pinedo
pular- y la Casa Real sabían que con el suicidio del agente y
con el asesinato del escritor que intentaba publicar aquella
tesis de los años setenta, se habían tapado dos bocas muy
peligrosas para la continuidad del régimen político nacido
del oscuro consenso de la Transición…
Toledo, 18 horas del 22 de septiembre de 2011
El padre Gabriel cogió el ticket de la máquina e inmediatamente
se levantó la barrera de entrada al parking del Corralillo
de San Miguel, en Toledo. Durante el trayecto desde Madrid
–que le había llevado hora y media por culpa del tráfico
en la M-30 y por su miedo a los radares-, el sacerdote estuvo
meditando en todo lo que había hablado con su compañero
de colegio. Si le sorprendió que le llamara para invitarle a comer,
mucho más le impresionó el asunto por el que quería
verle: estaba escribiendo un libro sobre las investigaciones de
su padre acerca de hechos inquietantes de la historia reciente
de España y le pedía su opinión sobre la profunda transformación
de la Iglesia española durante los años sesenta y setenta…
No recordaba que a su amigo le hubiera fascinado tanto la
historia; ni podía imaginarse que a su antiguo compañero le
inquietara la de la Iglesia concretamente. Es más, le perdió la
pista cuando se fue al seminario y él se matriculó en aquél centro
de estudios financieros. No podía creerlo: le llamaba para
completar un capítulo en el que la Iglesia era una parte fundamental.
Conspiraciones, masonería, un asesinato en 1939
que tenía que ver con la Transición… Interesante, sin duda.
Su compañero de colegio era sorprendente. Llevaba años sin
verle: él en Nueva York, dedicado al mundo de las finanzas y
yo estudiando, para servir a los pobres de todo tipo, pensaba.
Y de pronto le llama: tengo que hablar contigo urgentemente.
En un principio, el sacerdote pensó que se trataría de una
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