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Walter

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La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica<br />

(Traducción: Luis Miguel Isava)<br />

8<br />

algo extraordinariamente cambiante. Una estatua antigua de Venus, por ejemplo, estaba<br />

en un contexto tradicional diferente entre los griegos, que hacían de ella objeto de culto,<br />

que entre los clérigos medievales, que veían en ella un ídolo maléfico. Pero lo que a unos<br />

y a otros les salía al encuentro de igual modo era su singularidad, o dicho con otra<br />

palabra: su aura. El tipo original de la inserción de la obra de arte en el contexto de la<br />

tradición encontró su expresión en el culto. Las obras artísticas más antiguas, como<br />

sabemos, surgieron al servicio de un ritual primero mágico, luego religioso. Es de<br />

decisiva importancia que el modo aurático de existencia de la obra de arte jamás se<br />

desligue por completo de la función ritual. 7 En otras palabras: el valor único de la<br />

«auténtica» obra artística tiene su sustento en el ritual en el que tuvo su valor de uso<br />

primero y originario. Este estará todo lo mediado que se quiera, incluso en las formas<br />

más profanas del culto a la belleza resulta todavía reconocible como ritual secularizado. 8<br />

El culto profano a la belleza, que se desarrolló en el Renacimiento y siguió vigente por<br />

tres siglos, permite reconocer con claridad, en la primera sacudida grave que<br />

experimentó al final de ese período, aquellos fundamentos. Cuando con el surgimiento<br />

del primer medio de reproducción verdaderamente revolucionario, a saber la fotografía<br />

(al mismo tiempo que la irrupción del socialismo), el arte sintió la proximidad de la<br />

crisis, que al cabo de otros cien años resulta inequívoca, éste reaccionó con la doctrina de<br />

«l'art pour l'art», que es una teología del arte. De ella se originó además directamente<br />

una teología negativa en la forma de la idea de un arte «puro» que rechaza no sólo toda<br />

función social, sino además toda determinación por medio de un contenido<br />

7 La definición del aura como «la manifestación única de una lejanía, por cercana que ésta pueda estar» no<br />

representa otra cosa que la formulación del valor cultual de la obra artística en categorías de percepción<br />

espacio-temporal. Lejanía es lo contrario que cercanía. Lo esencialmente lejano es lo inaproximable. Y<br />

serlo es de hecho una cualidad capital de la imagen cultual. Según su naturaleza sigue siendo «lejanía, por<br />

cercana que pueda estar». La proximidad que uno pueda obtener de su materia, no afecta la lejanía que<br />

preserva en su manifestación.<br />

8 A medida que se seculariza el valor cultual de la imagen, las representaciones del sustrato de su<br />

irrepetibilidad se hacen más indeterminadas. En la imaginación del receptor la irrepetibilidad de la<br />

manifestación que prevalece en la imagen cultual se ve desplazada cada vez más por la irrepetiblidad del<br />

artista [Bildners] o de su productividad artística [bildenden]. Por supuesto, nunca de manera absoluta; el<br />

concepto de autenticidad [Echtheit] nunca cesa de tender más allá del de la auténtica adscripción. (Esto se<br />

evidencia de manera particularmente patente en el coleccionista que conserva siempre algo del fetichista y<br />

que comparte con su posesión de la obra de arte su fuerza cultual.) No obstante, la función del concepto<br />

de lo auténtico [Authentischen] sigue siendo inequívoca en la consideración del arte: con la secularización<br />

de este último la autenticidad remplaza al valor cultual.

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