mar. 1915 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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I 30<br />
EVOLUCIÓN'<br />
Seguían inmediatamente los amigos y admiradores de Miranda,<br />
formando un cortejo numerosísimo.<br />
LOS DISCURSOS<br />
Llegado el cortejo al Cementerio Central, hizo uso de la palabra,<br />
en la portada de la necrópolis, el doctor Juan Antonio Buero, en nombre<br />
de la Cá<strong>mar</strong>a de Representantes. Siguióle el doctor Francisco Simón,<br />
quien pronunció un sentido discurso, por el Consejo Penitenciario,<br />
cuya presidencia desempeñaba con singular dedicación el doctor<br />
Miranda.<br />
Seguidamente hablaron el doctor Adolfo Berro García, el bachiller<br />
Rafael Capurro, por la Oficina Internacional Universitaria Americana,<br />
el bachiller Antonio Grompone, por la Federación de Estudiantes, el señor<br />
Roberto Mibelli. el señor Hermenegildo Sabat, el señor Daniel Herrera<br />
y Thode y el señor J. José Peuza; estos últimos por diversas agrupaciones<br />
y clubs partidarios.<br />
El bachiller Tomé, <strong>del</strong>egado por la Federación de Estudiantes, conjuntamente<br />
con el bachiller Grompone, no pudo hacerlo por inconve"<br />
nientes de última hora.<br />
Publicamos a continuación algunos de los discursos pronunciados<br />
en el Cementerio Central.<br />
DEL DOCTOR JUAN A. BUERO<br />
La Cá<strong>mar</strong>a de Representantes se inclina ante Héctor Miranda, el<br />
primero de los jóvenes de América; el primero en la pujanza mental,<br />
el primero en la invencible osadía, el primero en el corazón magnánimo;<br />
y en la voluntad realizadora, y en el sentimiento <strong>del</strong>icado y en<br />
la adivinación <strong>del</strong> porvenir, siempre el primero; ojos centelleantes bajo<br />
la frente augusta, brazo infatigable, espíritu alerta, cerebral y sentimental,<br />
poeta de la acción, esteta <strong>del</strong> verbo, ágil e impecable, enérgico<br />
y acometivo, dinámico y exuberante, derrochando el talento, prodigando<br />
el cariño, haciendo vibrar triunfalmente la lira de hierro y la<br />
lira de oro, siempre sereno, siempre superior, siempre el primero en<br />
el gesto y en el pensamiento; así vivió coronado de rosas este peregrino<br />
que pasó por el mundo encantando las almas, conquistando las<br />
voluntades, renovando rimas heroicas, embelleciendo la vida de los que<br />
le a<strong>mar</strong>on, como si por un prodigio divino le hubiese sido otorgado<br />
el don de irradiar la ventura, la alegría y la gracia sobre estas generaciones<br />
que sufren y que dudan, agitadas en la absurda angustia <strong>del</strong><br />
Vivir sin esperanza.<br />
Héctor Miranda- sobre el plinto de su obra <strong>mar</strong>mórea—es el tipo<br />
definitivo de la juventud perfecta.