El <strong>Popol</strong> <strong>Vuh</strong> 24 Entonces los Xibalbá se dijeron <strong>en</strong>tre sí: “Que ninguno coja sus frutas. Que ninguno v<strong>en</strong>ga al pie d<strong>el</strong> árbol”; [así] dijeron todos los Xibalbá, vedándose mutuam<strong>en</strong>te, prohibiéndose mutuam<strong>en</strong>te. Desde <strong>en</strong>tonces la cabeza de Supremo Maestro Mago no se descubrió ya más; no formó más que un todo con las frutas d<strong>el</strong> árbol llamado Calabacero. Pero una jov<strong>en</strong> oyó ese gran r<strong>el</strong>ato, y he aquí, pues, que contaremos su av<strong>en</strong>tura. <strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> www.sama<strong>el</strong>gnosis.net
El <strong>Popol</strong> <strong>Vuh</strong> 25 Y he aquí la historia de una jov<strong>en</strong>, hija de un jefe llamado Reúne Sangre. Y he aquí que una jov<strong>en</strong>, hija de un jefe, oyó. Reúne Sangre, [era] <strong>el</strong> nombre de su padre. La de la Sangre, [era] <strong>el</strong> nombre de la jov<strong>en</strong>. Cuando oyó la historia de las frutas d<strong>el</strong> árbol, que le fue contada por su padre, se maravilló grandem<strong>en</strong>te de tal r<strong>el</strong>ato. “¿Por qué no iría yo a ver ese árbol d<strong>el</strong> cual se habla? Por lo que oigo decir, esas frutas son verdaderam<strong>en</strong>te agradables”, se dijo <strong>el</strong>la. Entonces partió sola, [y] llegó al pie d<strong>el</strong> árbol plantado <strong>en</strong> medio d<strong>el</strong> Juego de P<strong>el</strong>ota de los Sacrificios. “¡Ah, ah! ¿Son ésas las frutas d<strong>el</strong> árbol? ¡Cuan agradables las frutas de ese árbol! ¿Moriré, me perderé si cojo algunas?”, dijo la jov<strong>en</strong>. Entonces <strong>el</strong> hueso que estaba <strong>en</strong> medio d<strong>el</strong> árbol habló. “¿Qué deseas? Estas bolas redondas <strong>en</strong> las ramas de] árbol no son más que huesos”, dijo la cabeza de Supremo Maestro Mago, hablándole a la adolesc<strong>en</strong>te. “¿Las deseas todavía?”, añadió. “Ése es mi deseo”, dijo la jov<strong>en</strong>. “¡Muy bi<strong>en</strong>! Exti<strong>en</strong>de solam<strong>en</strong>te <strong>el</strong> extremo de tu mano”. “Sí”, dijo la adolesc<strong>en</strong>te, alargando su mano que ext<strong>en</strong>dió ante <strong>el</strong> hueso. Entonces <strong>el</strong> hueso lanzó con fuerza saliva <strong>en</strong> la mano ext<strong>en</strong>dida de la jov<strong>en</strong>; ésta, al instante, miró con mirada curiosa <strong>el</strong> hueco de su mano, pero la saliva d<strong>el</strong> hueso ya no estaba <strong>en</strong> su mano, “En esa saliva, esa baba, te he dado mi posteridad. He aquí que mi cabeza no hablará ya más; ya no es más que un hueso descarnado. Así son igualm<strong>en</strong>te las cabezas de los grandes jefes. Sólo la carne vu<strong>el</strong>ve bu<strong>en</strong>a la cara, de donde [provi<strong>en</strong>e], cuando muer<strong>en</strong>, <strong>el</strong> terror de los hombres a causa de las osam<strong>en</strong>tas. Lo mismo pasa con los hijos, cuyo ser es como la saliva, la baba, la cual, sea de hijos de jefes, sea de hijos de Sabios, de oradores, no se pierde sino que se exti<strong>en</strong>de, se continúa, sin que se extinga, sin que se aniquile la faz d<strong>el</strong> jefe, d<strong>el</strong> Varón, d<strong>el</strong> Sabio, d<strong>el</strong> Orador. Tal como pasa con los hijos que vi<strong>en</strong><strong>en</strong>, así he hecho contigo. Sube, pues, a la tierra sin morir. Que <strong>en</strong> ti p<strong>en</strong>etre mi Palabra68. Que así sea”, dijo la cabeza de Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago. Ahora bi<strong>en</strong>, esta Magia la habían hecho <strong>el</strong>los por la Palabra de Maestro Gigante [R<strong>el</strong>ámpago], Hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> R<strong>el</strong>ámpago, Espl<strong>en</strong>dor d<strong>el</strong> R<strong>el</strong>ámpago. La jov<strong>en</strong> volvió <strong>en</strong>tonces a su casa, habiéndole sido hechas numerosas advert<strong>en</strong>cias69. Y al instante, solam<strong>en</strong>te por la saliva, sus hijos nacieron <strong>en</strong> su vi<strong>en</strong>tre. Tal fue <strong>el</strong> <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drami<strong>en</strong>to de Maestro Mago, Brujito. La adolesc<strong>en</strong>te llegó a su casa. Seis lunas se acabaron. Entonces <strong>el</strong>la fue examinada por su padre; Reúne Sangre, nombre de su padre. Después d<strong>el</strong> exam<strong>en</strong> de la jov<strong>en</strong> por <strong>el</strong> padre, éste vio que allí había un hijo. Entonces los jefes Supremo Muerto, Muerto Principal, juntaron toda su sabiduría con la de Reúne Sangre. “Oh, jefes, he aquí que por fornicación mi hija ti<strong>en</strong>e un hijo”, dijo Reúne Sangre, al llegar junto a los jefes. “¡Y bi<strong>en</strong>! Cava su boca70. Si no habla que se la sacrifique, que se vaya a sacrificarla lejos de aquí”. “Muy bi<strong>en</strong>, oh grandes jefes”, respondió él. Entonces [le] preguntó a su hija: “Oh, hija mía, ¿cuál es <strong>el</strong> posesor d<strong>el</strong> hijo [que hay] <strong>en</strong> tu vi<strong>en</strong>tre?71”. Ella respondió: “Oh, padre mío, ahí no hay hijo; no hay ningún hombre d<strong>el</strong> cual yo conozca la faz”. Él respondió: “¡Perfectam<strong>en</strong>te! ¡Verdaderam<strong>en</strong>te! ¡Oh fornicadora!” “Que se la llev<strong>en</strong>. Oh Consejeros de los Varones, sacrificadla, recoged su corazón <strong>en</strong> una copa. Volved hoy al lado de los jefes”, dijo él a los Búhos. Entonces [los] cuatro [Búhos] fueron a coger la copa, caminaron, transportando a la adolesc<strong>en</strong>te <strong>en</strong> sus brazos, llevando <strong>el</strong> Blanco Pedernal72 para sacrificarla. “Oh m<strong>en</strong>sajeros, no haríais bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> matarme, pues sin fornicación [concebí] lo que está <strong>en</strong> mi vi<strong>en</strong>tre, que se <strong>en</strong>g<strong>en</strong>dró cuandro fui a admirar la cabeza de Supremo Maestro Mago, que está <strong>en</strong> <strong>el</strong> Juego de P<strong>el</strong>ota de los Sacrificios. Así, pues, no me sacrifiquéis, oh M<strong>en</strong>sajeros”, dijo la adolesc<strong>en</strong>te, “hablándoles. “¿Qué pondremos <strong>en</strong> cambio <strong>en</strong> tu corazón? Nos ha sido dicho por su padre: «Recoged su corazón, volved al lado de los jefes; cumpliréis, [y] después manifestaréis <strong>el</strong> cumplimi<strong>en</strong>to; traed prontam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una copa, colocad <strong>en</strong> <strong>el</strong> fondo de la copa <strong>el</strong> corazón». ¿No nos habló así? ¿Qué pres<strong>en</strong>taremos, pues, <strong>en</strong> la copa? 13 <strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> www.sama<strong>el</strong>gnosis.net
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