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itmo / nueva época LA HISTORIA DE UN CEREBRO 7 Arnold Zuboff 8 I imaginación y crítica Trad. Gerardo Contreras 9 Versión para Elena, Alicia, Laura, Noemí, Adriana y el doctor Álvaro Vargas. Por todas las horas de humor y reflexión conjunta. Érase una vez, un amable joven que disfrutaba de muchos amigos y una gran fortuna, que se enteró que una descomposición horrible estaba abarcando todo su cuerpo, salvo su sistema nervioso. Amaba la vida; amaba tener experiencias. Por lo tanto estaba intensamente interesado cuando sus amigos científicos de asombrosas habilidades le propusieron lo siguiente: “Tomaremos el cerebro de tu pobre cuerpo en descomposición y lo mantendremos saludable en un baño nutriente especial. Lo tendremos conectado a una máquina que es capaz de inducirle cualquier patrón de todos los estímulos neuronales y, por ende, es capaz de aportarte cualquier clase de experiencia total que es posible que la actividad de tu sistema nervioso cause o sea”. La razón de esta última disyunción de los verbos causar y ser fue que, aunque los científicos estaban convencidos de la teoría general que llamaban “la teoría neuronal de la experiencia”, no estaban de acuerdo en la formulación específica de esta teoría. Todo lo que sabían era de los innumerables casos en que era apenas obvio que el estado de cerebro, el patrón de su actividad, de alguna manera hacían que un hombre experimentara esto en vez 7 Título original: Zuboff, Arnold. Story of a brain. En Hofstadter, Douglas R., Dennett, Daniel C. eds. The Mind’s I. Fantasies and Reflections on self and soul. Nueva York, Bantam Books, 1982. 8 Arnold Zuboff es filósofo y profesor en la Universidad de Londres, Inglaterra. 9 Gerardo Contreras hizo estudios de matemáticas aplicadas, antropología e idiomas. Ha sido un meritorio maestro de francés del Colegio de Ciencias y Humanidades. Gerardo Contreras ha encontrado en la docencia y la traducción un modo de vida y de realización personal. Ritmo13.indd medio oficio.indd 25 14/08/2009 12:19:40 p.m. 25
itmo de aquello. Les parecía razonable que todo aquello que, a fin de cuentas, era lo que controlaba decisivamente cualquier experiencia de un hombre –controlaba si existía y qué parecía– era el estado de su sistema nervioso, y más específicamente, lo que esas áreas del cerebro que la investigación cuidadosa había descubierto que estaban involucradas en varios aspectos de la conciencia. Esta convicción fue lo que había empujado su propuesta a su joven amigo. En lo que no estaban de acuerdo, era acerca de si una experiencia consistía sencillamente en, o estaba causada por, la actividad neuronal era irrelevante para su creencia en tanto que el cerebro de su amigo estuviera vivo y funcionando bajo su control, ellos podían mantenerlo para que tuviera su amada experiencia indefinidamente, tal como si estuviera caminando e involucrándose en las varias situaciones que, en una manera más natural, habrían estimulado cada uno de los patrones de desempeño neuronal que ellos lograrían artificialmente. Si de hecho él tuviera que haber atisbado a través de un hoyo en una poza helada cubierta de nieve, por ejemplo, la realidad física le habría hecho experimentar lo que Thoreau describió: “la apacible estancia de los peces, permeada por luz suave, como a través de una ventana de vidrio en el suelo, con su piso arenoso tal como en verano”. El cerebro yacente en su baño, despojado de su cuerpo y lejos de la poza, si tuviera que comportarse precisamente como lo haría naturalmente bajo las circunstancias del agujero en la poza, habría sentido para el joven la mismísima experiencia. 26 Bueno, el joven consintió con el concepto y procuró su ejecución. Y apenas un mes después de que oyera por vez primera el asunto que se le propuso, su cerebro estaba flotando en la calidez del baño nutriente. Sus amigos científicos mantenían una investigación atareada, por medio de sujetos pagados, de cuáles eran los patrones de estímulos neuronales que eran semejantes a las respuestas neuronales naturales a las mismas situaciones placenteras; y, por medio del uso de una máquina de electrodos compleja, seguían induciendo sólo estas actividades neuronales al cerebro de su querido amigo. Entonces hubo problema. Una noche el vigilante había estado bebiendo, y, vagando embriagado en el cuarto donde permanecía el baño, se tropezó de modo que su brazo derecho entró en la tina y de hecho partió al pobre cerebro en sus dos hemisferios. El cerebro de los amigos científicos estaba muy maltrecho la mañana siguiente. Habían estado listos para alimentar en el cerebro un nuevo bloque de maravillosas experiencias, cuyos patrones neuronales apenas habían descubierto recientemente. “Si dejamos que el cerebro de nuestro amigo se repare luego de poner los dos hemisferios juntos”, dijo Fred, “debemos esperar dos buenos meses antes que esté lo suficientemente curado, de manera que podamos divertirnos alimentándolo con estas nuevas experiencias. Desde luego, no sabrá acerca de la espera, ¡pero seguramente nosotros sí sabremos! E infortunadamente, como todos sabemos, dos mitades separadas de un cerebro no ritmo / nueva época Ritmo13.indd medio oficio.indd 26 14/08/2009 12:19:42 p.m.
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