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políticas de integración de las minorías, de movilización ciudadana y de alianzas<br />
externas para influir positivamente sobre la opinión pública española.<br />
VI. El dilema del soberanismo vasco es que tiene que redefinir su estrategia y sus<br />
alianzas políticas en una situación en la que no existen condiciones a corto plazo<br />
para abrir unm proceso de reforma o ruptura democrática del Estado.<br />
El desencuentro entre “socialistas” y “abertzales” sigue siendo el dato más relevante<br />
de la política vasca, aunque la extrema confrontación del período precedente<br />
comienza a ser sustituida por nuevas políticas de diálogo y de distensión entre<br />
ellos. El nuevo talante socialista es pródigo en gestos de distensión con las dos ramas<br />
del nacionalismo vasco, en la misma medida en que ellas lo son con él. Es así<br />
como hay que entender la desactivación del conflicto de competencias con el gobierno<br />
vasco, el acuerdo sobre el cupo, o el compromiso de inversiones del Estado<br />
en el proyecto vasco de alta tecnología y en la red ferroviaria de alta velocidad (la<br />
“Y” vasca). También se explica así, y por los mismos motivos, el compromiso adquirido<br />
en las Cortes españolas para abrir el diálogo y la negociación con ETA a<br />
partir del momento en que callen las armas. Tampoco pasa desapercibido el nuevo<br />
tono de mesura que han adoptado los socialistas vascos en la crítica del nacionalismo,<br />
pues sin llegar a desaparecer del todo la sal gruesa del discurso españolista, lo<br />
cierto es que han comenzado a sustituirlo por el discurso del consenso para la reforma<br />
del Estatuto en el marco de la Constitución.<br />
En correspondencia con este cambio de talante, los nuevos discursos del PNV y de<br />
Batasuna, reproducen a su vez la misma mesura que se aprecia en los socialistas. El<br />
primero de ellos ha abandono la radicalidad discursiva del período precedente, y se<br />
aprecia en él la renuncia explícita a la movilización ciudadana (rechazo de la propuesta<br />
de ELA), en tanto que la izquierda abertzale parece disociar las ideas de paz y<br />
soberanía en su nueva estrategia política, abriendo así espacios de distensión política.<br />
Quienes han seguido de cerca la política vasca habrán apreciado que entre esta<br />
nueva estrategia y la política de atentados mortales contra los socialistas vascos,<br />
hay una ruptura bastante radical con el papel que se asignó a la lucha armada en la<br />
historia de ET, pues no se le atribuye ya ninguna función en la resistencia nacional<br />
ni en la acumulación de fuerzas políticas. Sólo así se entiende la función que la izquierda<br />
abertzale atribuye a las dos mesas de diálogo que ofrece, pues al separar la<br />
mesa de la paz (la negociación entre ETA y el Estado) de la mesa entre partidos<br />
para la reforma del Estatuto, está abriendo una vía de salida a la violencia sin condiciones<br />
políticas. Este diseño parece querer responder a la realidad política y a la<br />
exigencia de los partidos para disociar paz y soberanía. Los necesarios pactos para<br />
un cambio de modelo en las relaciones de Euskadi con el Estado dejarían así de estar<br />
tutelados por la organización militar. El final de la lucha armada dejaría de tener<br />
así el precio político que se exigió en el pasado para pasar a ser una cuestión entre<br />
el Gobierno y ETA; o lo que es lo mismo, el intercambio de presos por armas.<br />
VIENTO SUR Número 83/Noviembre 2005 87