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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MARZO 2014<br />

Octavio es hoy el alto mando<br />

en la poesía de México, es el poeta<br />

de las fértiles vigilias, el hombre de<br />

la eléctrica angustia<br />

— EFRAÍN HUERTA<br />

519


519<br />

Águila<br />

EDITORIAL<br />

y sol<br />

3<br />

7<br />

9<br />

11<br />

13<br />

15<br />

18<br />

21<br />

23<br />

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26<br />

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31<br />

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36<br />

37<br />

37<br />

Delicia<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Recorrer el laberinto<br />

RAFAEL VARGAS<br />

La crítica en Paz:<br />

abstracción y erotismo<br />

RUBÉN GALLO<br />

La lucha con el lenguaje<br />

ANTHONY STANTON<br />

Arenas movedizas<br />

PACHECO<br />

El tiempo de Piedra de Sol:<br />

pasado porvenir<br />

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA<br />

Trivio de Octavio Paz<br />

RAMÓN XIRAU<br />

La modernidad de la tradición<br />

japonesa y el Renga de Octavio Paz<br />

MAKOTO OOKA<br />

Aigle ou Soleil ?<br />

ANDRÉ PIEYRE DE MANDIARGUES<br />

Sor Juana y su “figura del mundo”<br />

LUIS VILLORO<br />

La hora de Octavio Paz<br />

EFRAÍN HUERTA<br />

Y el mantel olía a pólvora<br />

ENRIQUE KRAUZE<br />

Octavio Paz<br />

GUADALUPE DUEÑAS<br />

Crítica incandescente<br />

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES<br />

Serge, el rescate de un náufrago<br />

CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL<br />

Vasconcelos y Paz<br />

:<br />

contrapuntos y paralelismos<br />

MARTHA ROBLES<br />

CAPITEL<br />

NOVEDADES<br />

MARZO DE 2014<br />

Al final de este mes se cumple un siglo del<br />

nacimiento de Octavio Paz. El martes 31 de marzo<br />

de 1914 comenzó la vida de un irrepetible hombre<br />

de letras que definió en gran medida la fisonomía<br />

literaria del México del siglo xx, y durante todo<br />

el año en curso tendremos ocasión y pretexto<br />

para descubrirlo o releerlo. Fue un autor precoz y<br />

longevo, que dedicó casi siete décadas a escribir y<br />

pensar, a paladear y estudiar, a debatir y explicar.<br />

Este número de La Gaceta es un tributo a su obra<br />

y un acercamiento en muchas direcciones a su existencia (y un muestrario<br />

de las ediciones conmemorativas, del Fondo y otros editores, que verán la<br />

luz durante el año del centenario, así como algunas piezas entresacadas de<br />

libros publicadas hace tiempo; las fotos provienen de la iconografía paciana<br />

que publicaremos en septiembre).<br />

Aunque murió a los 84 años, Octavio Paz vivió más de un siglo. Al menos<br />

más que el “siglo xx corto” que postuló Eric Hobswawm, ese lapso que<br />

se extendió entre 1914 y 1991 y que el historiador inglés denominó “era<br />

de los extremos”. Nacionales y mundiales, tales extremos marcaron la<br />

biografía de Paz y lo colocaron en el ojo de diversos huracanes, personales<br />

unos, globales otros. Niño de la Revolución mexicana, adolescente<br />

vasconcelista, deslumbrado lector preparatoriano, apenas muchacho entre<br />

los republicanos españoles, surrealista tardío, diplomático certero y digno,<br />

crítico del poder omnímodo, atizador de pasiones editoriales, hedonista del<br />

cuerpo y la mente, poeta siempre, Paz tuvo una vida larga y fértil que con<br />

justicia será motivo este año de homenajes, evocaciones, polémicasacaso<br />

lo que más le habría gustado, lecturas y relecturas.<br />

Hemos querido aquí dar una vuelta de tuerca al título de uno de sus<br />

libros más extraños¡contiene incluso algunos cuentos! para calificar<br />

sintéticamente dos elementos esenciales de su producción y quizás incluso<br />

de su persona. Más que como las meras caras de una moneda, el ave y el<br />

astro pueden funcionar de síntesis de nuestra nación: el águila, retratada<br />

en el dinero; el sol, deidad milenaria. Octavio Paz fue como ambas, un poco<br />

aquilino —solitario, buen cazador, dueño de una mirada penetrante— y un<br />

mucho solar —arrojó luz, dio cobijo, provocó incendios.<br />

Esta Gaceta es por ello una invitación a volar alto y a deslumbrarse<br />

en compañía de Octavio Paz. W<br />

José Carreño Carlón<br />

DIRECTOR GENERAL DEL FCE<br />

Tomás Granados Salinas<br />

DIRECTOR DE LA GACETA<br />

Ricardo Nudelman, Martha Cantú,<br />

Adriana Konzevik, Susana López,<br />

Alejandra Vázquez<br />

CONSEJO EDITORIAL<br />

León Muñoz Santini<br />

ARTE Y DISEÑO<br />

Andrea García Flores<br />

FORMACIÓN<br />

Juana Laura Condado Rosas,<br />

María Antonia Segura Chávez,<br />

Ernesto Ramírez Morales<br />

VERSIÓN PARA INTERNET<br />

Impresora y Encuadernadora<br />

Progreso, sa de cv<br />

IMPRESIÓN<br />

39<br />

Sobre la literatura joven<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Suscríbase en<br />

www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/<br />

lagaceta@fondodeculturaeconomica.com<br />

www.facebook.com/LaGacetadelFCE<br />

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica<br />

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,<br />

Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado<br />

de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y<br />

Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto<br />

Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal,<br />

Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />

FOTOGRAFÍA DE PORTADA: ©ENRIQUE DÍAZ, 1939. AGN.<br />

2 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: POESÍA ÁGUILA Y SOL<br />

En Al calor de la amistad, el volumen que reúne la correspondencia entre Octavio Paz<br />

y José Luis Martínez que ha llegado hasta nuestros días, se rescatan tres momentos de esta<br />

exploración lírica del mar, del tiempo, del goce. Como evidencia del proceso de refinación<br />

de una idea poética, con sus síntesis y podas, presentamos aquí estas vivísimas líneas<br />

de Octavio Paz revisadas en momentos distantes entre sí casi dos décadas<br />

Delicia<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Como en el mar desierto surge, de entre las olas,<br />

una que se sostiene,<br />

estatua repentina,<br />

sobre las verdes, líquidas espaldas<br />

de las otras, las sobrepasa,<br />

vértigo solitario, y a sí misma,<br />

a su caída y a su espuma,<br />

se sobrevive, esbelta,<br />

y hace quietud su movimiento,<br />

reposo su oleaje,<br />

tú, delicia, imprevista criatura,<br />

brotas entre los ávidos minutos,<br />

alta quietud erguida, suspensa eternidad.<br />

Entre conversaciones o silencios,<br />

lenguas de trapo y de ceniza,<br />

entre las reverencias, dilaciones,<br />

las infinitas jerarquías<br />

los escaños del tedio, los bancos del tormento,<br />

naces, poesía, delicia,<br />

y danzas, invisible, frente al hombre.<br />

El presidio del tiempo se deshace.<br />

¿Cómo tocarte, impalpable escultura?<br />

¿Cómo, si sólo movimiento,<br />

quedas así, tensa y estable, inmóvil?<br />

Si música, no suenas; si tiempo, no transcurres;<br />

¿qué te sostienes, líquida?<br />

¿de qué alma brotaste, venganza del hastío,<br />

flor del horror, del tedio, de la nada?<br />

Por ti, delicia, poesía,<br />

breve como el relámpago,<br />

el mundo sale de sí mismo<br />

y se contempla, puro, desasido del tiempo.<br />

Pueblas la soledad del solitario<br />

y en el arrobo aíslas al hombre encadenado.<br />

Y los sentidos palpan<br />

la rumorosa forma presentida<br />

y ven los ojos lo invisible<br />

y en círculos concéntricos el sonido se ahonda<br />

hasta clavarse en el silencio,<br />

flecha que retrocede hacia su origen...<br />

El tiempo muestra sus entrañas huecas:<br />

de su insomne vacío<br />

surges, perdido paraíso,<br />

sepultado secreto de este mundo.<br />

1942<br />

Tomado de A la orilla del mundo, México,<br />

Poesía Hispanoamericana, 1942, pp. 148-149.<br />

Como surge del mar, entre las olas,<br />

una que se sostiene,<br />

estatua repentina,<br />

sobre las verdes, líquidas espaldas<br />

de las otras, las sobrepasa,<br />

vértigo solitario, y a sí misma,<br />

a su caída y a su espuma,<br />

se sobrevive, esbelta,<br />

y hace quietud su movimiento,<br />

reposo su oleaje,<br />

tú, delicia, imprevista criatura,<br />

brotas entre los ávidos minutos,<br />

alta quietud erguida, suspensa eternidad.<br />

Entre conversaciones o silencios,<br />

lenguas de trapo y de ceniza,<br />

entre las reverencias, dilaciones,<br />

las infinitas jerarquías,<br />

los escaños del tedio, los bancos del tormento,<br />

naces, poesía, delicia,<br />

y danzas, invisible, frente al hombre.<br />

El presidio del tiempo se deshace.<br />

¿Cómo tocarte, impalpable escultura?<br />

¿Cómo, si sólo movimiento,<br />

quedas así, tensa y estable, inmóvil?<br />

Si música, no suenas; si tiempo, no transcurres:<br />

¿qué te sostiene, líquida?<br />

¿de qué sima brotaste, venganza del hastío,<br />

flor del horror, del tedio, de la nada?<br />

Por ti, delicia, poesía,<br />

breve como el relámpago,<br />

el mundo sale de sí mismo<br />

y se contempla, puro, desasido del tiempo.<br />

Pueblas la soledad del solitario<br />

y en el arrobo aíslas al hombre encadenado.<br />

Y los sentidos palpan<br />

la forma presentida<br />

y ven los ojos lo que inventan<br />

y en círculos concéntricos el sonido se ahonda<br />

hasta clavarse en el silencio.<br />

El tiempo muestra sus entrañas huecas:<br />

de su insomne vacío<br />

surges, perdido paraíso,<br />

sepultado secreto de este mundo.<br />

1960<br />

Tomado de Libertad bajo palabra, México, FCE, 1960,<br />

Letras Mexicanas, pp. 59-60.<br />

A José Luis Martínez<br />

Como surge del mar, entre las olas,<br />

una que se sostiene,<br />

estatua repentina,<br />

sobre las otras, las sobrepasa,<br />

vértigo solitario, y a sí misma,<br />

a su caída y a su espuma,<br />

se sobrevive, esbelta,<br />

y hace quietud su movimiento,<br />

reposo su oleaje,<br />

brotas entre los áridos minutos,<br />

imprevista criatura.<br />

Entre conversaciones y silencios,<br />

lenguas de trapo y de ceniza,<br />

entre las reverencias, dilaciones,<br />

las infinitas jerarquías,<br />

los escaños del tedio,<br />

los bancos del tormento,<br />

naces, delicia, alta quietud.<br />

¿Cómo tocarte, impalpable escultura?<br />

Inmóvil en el movimiento,<br />

en la fijeza, suelta.<br />

Si música, no suenas;<br />

si palabra, no dices:<br />

¿qué te sostiene líquida?<br />

Entrevisto secreto:<br />

El mundo desasido se contempla,<br />

ya fuera de sí mismo, en su vacío.<br />

1979 W<br />

Tomado de Poemas (1935-1975), Barcelona, Seix Barral, 1979,<br />

pp. 39-40.<br />

MARZO DE 2014 3


Fotografía: ©SERGIO DORANTES. LATINSTOCK/SERGIO DORANTES/CORBIS. EN SU ESTUDIO, EN JULIO DE 1986.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

4 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

DOSSIER<br />

Águila y sol<br />

Esta lección de ornitología versa sobre<br />

cómo se construyó El laberinto de la soledad.<br />

Y sobre las lecturas pacianas de Freud.<br />

Sobre su experimentación con la prosa poética,<br />

tibiamente recibida en México, con afecto en<br />

Francia. Sobre por qué leer sus poemas extensos<br />

y sus juegos a varias manos. Sobre la visión de Paz<br />

de la Nueva España. Y también hay lecciones<br />

de astronomía: sobre el apogeo y las trayectorias<br />

vitales, los epiciclos políticos,<br />

algunas órbitas paralelas.<br />

Octavio Paz: ave y astro<br />

MARZO DE 2014 5


Fotografía: © FRED R. CONRAD. GETTY IMAGES. CON MARIE-JOSÉ EN SU HABITACIÓN EN EL HOTEL DRAKE, EN NUEVA YORK, EL 11 DE OCTUBRE DE 1990, AL DÍA SIGUIENTE DE LA NOTICIA DE LA OBTENCIÓN DEL PREMIO NOBEL<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

6 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

ENSAYO<br />

Recorrer<br />

el laberinto<br />

RAFAEL VARGAS<br />

Octavio Paz aplicaba el principio de publicar para dejar<br />

de corregir: severo crítico de sí mismo, sus obras fueron<br />

transformándose con cada nueva revisión. Destaca en ese<br />

hábito la transformación a que sometió El laberinto de la<br />

soledad antes de ser publicado por vez primera por el Fondo.<br />

Presentamos aquí una sucinta muestra de esa importante<br />

intervención, con un útil correlato gráfico preparado<br />

por Yael Weiss<br />

MARZO DE 2014 7


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

RECORRER EL LABERINTO<br />

IEl laberinto de la soledad fue<br />

publicado por vez primera<br />

en 1949, bajo el sello de la revista<br />

Cuadernos Americanos,<br />

creada por el economista e<br />

historiador Jesús Silva Herzog<br />

ocho años antes. Como el<br />

propio Silva Herzog recuerda<br />

en Una vida en la vida de México,<br />

conoció a Octavio Paz en<br />

París, en mayo de 1948, cuando el economista estuvo<br />

en esa ciudad durante un mes para participar en una<br />

conferencia convocada por la unesco. En ese encuentro<br />

empieza la historia editorial de El laberinto,<br />

que Paz comenzó a redactar a finales de 1947.<br />

Es probable que en esos días Paz, tercer<br />

secretario de la embajada de México en Francia, le<br />

comentara a Silva Herzog de las cosas que escribía,<br />

y que recibiera una invitación para colaborar en<br />

Cuadernos. En todo caso, sabemos, gracias a la<br />

espléndida edición de la correspondencia entre<br />

Alfonso Reyes y Octavio Paz, preparada por<br />

Anthony Stanton, que el 7 de julio de 1949 Paz<br />

redactó el borrador de una carta dirigida a Reyes<br />

en la que solicitaba su consejo para encontrarle un<br />

editor a El laberinto. Pero, como también quiere<br />

contarle de su urgencia por ver impreso otro<br />

importante libro suyo —Libertad bajo palabra, cuya<br />

primera edición comenzará a circular dos meses<br />

más tarde, gracias a la generosa gestión de Reyes<br />

ante el Fondo de Cultura Económica—, sin duda<br />

sintió que era inapropiado distraer una vez más a<br />

don Alfonso con tales asuntos (“Perdone que abuse<br />

tanto de su buena disposición…”, le dice en la carta<br />

que sí envía, con la fecha del día siguiente).<br />

En el borrador descartado, Paz quería informarle<br />

a Reyes que había enviado a Cuadernos Americanos<br />

el primer capítulo de un largo ensayo por concluir.<br />

Lo hará sólo dos cartas más tarde, el 26 de julio,<br />

preguntándole a Reyes si acaso sabe algo del<br />

envío que le hizo a Silva Herzog. “No he recibido<br />

contestación.” (Paz fue durante toda su vida un<br />

gran redactor de cartas. Y siempre se quejó de la<br />

pereza de sus corresponsales. Si se revisan sus<br />

epistolarios se verá que la mayoría de las veces<br />

reprochaba a su interlocutor no haber respondido.)<br />

El 2 de agosto Reyes le recuerda que Silva Herzog ha<br />

estado muy enfermo, de ahí su silencio.<br />

A finales de septiembre Reyes y Paz celebran la<br />

aparición de Libertad bajo palabra y, a mediados de<br />

octubre, éste le cuenta a Reyes su alegría porque<br />

Silva Herzog ha decidido publicar El laberinto, cuyo<br />

primer capítulo, “El pachuco y otros extremos”,<br />

acaba de imprimirse en el número 5 de Cuadernos,<br />

correspondiente al bimestre septiembre-octubre<br />

de 1949.<br />

Es una gran época para Paz. Después de tres años<br />

de buscarle editor, ve la luz el que él mismo considera<br />

como su primer verdadero libro de poemas: Libertad<br />

bajo palabra; acaba de escribir otro, que se publicará<br />

en 1951, con el título ¿Águila o sol?, y el 15 de febrero<br />

de 1950 acabará de imprimirse El laberinto de la<br />

soledad en los talleres de la Editorial Cvltvra, de los<br />

hermanos Loera y Chávez.<br />

II<br />

Hoy, que El laberinto de la soledad tiene casi 65 años<br />

de edad, y se ha convertido en un libro canónico,<br />

una obra clásica de la cultura mexicana, es natural<br />

pensar que debe haber sido inmediatamente bien<br />

recibido por la crítica especializada y los lectores en<br />

general, pero —como el propio Paz le contó a Claude<br />

Fell en una entrevista publicada en 1975 en la<br />

revista Plural— no fue así: “Mucha gente se indignó;<br />

se pensó que era un libro en contra de México. Un<br />

poeta me dijo algo bastante divertido: que yo había<br />

escrito una elegante mentada de madre contra los<br />

mexicanos.” Quizás eso explica que haya tardado<br />

tanto en reeditarse: nueve años —diez, en realidad,<br />

si se toma en cuenta que la segunda edición, hecha<br />

por el Fondo de Cultura Económica, acabó de<br />

imprimirse el 15 de octubre de 1959.<br />

El Fondo contrató la segunda edición de El<br />

laberinto el 2 de abril de 1959, lo que permite<br />

suponer que desde febrero deben haberse dado<br />

acercamientos entre el autor y la editorial. No<br />

existen documentos que permitan saber si Paz<br />

propuso su libro al Fondo o si Orfila se lo pidió, pero<br />

si se observa que, para 1959, Paz ya había publicado<br />

seis títulos con esta casa (incluidos Libertad bajo<br />

Paz entregó al Fondo un<br />

ejemplar desencuadernado<br />

de El laberinto lleno de<br />

indicaciones, correcciones<br />

ortotipográficas, párrafos<br />

y oraciones tachonados y<br />

fragmentos de cuartillas en<br />

los que apuntó adiciones<br />

y notas más o menos<br />

extensas<br />

palabra, El arco y la lira y La estación violenta), y<br />

dentro del propio sello era considerado como un<br />

autor importante, cabe suponer que él mismo haya<br />

sugerido hacer una nueva edición de su libro.<br />

El poeta y crítico Manuel Durán cuenta que en<br />

1951, “a pocos meses de publicarse El laberinto<br />

de la soledad, tuve una larga conversación con<br />

Octavio, en París, en la que hablamos de muchos<br />

temas, incluso de su último libro. Me dijo que no<br />

lo consideraba definitivo, que le habían quedado<br />

muchas cosas por decir, y que esperaba ampliarlo<br />

algún día.” 1<br />

Esa segunda edición le brindó la oportunidad<br />

de hacerlo. Paz entregó al Fondo un ejemplar<br />

desencuadernado de la edición de El laberinto<br />

impresa por Cuadernos Americanos llena de<br />

indicaciones, correcciones ortotipográficas, párrafos<br />

y oraciones tachonados y fragmentos de cuartillas<br />

en los que apuntó adiciones y notas más o<br />

menos extensas que debían intercalarse atendiendo<br />

a las flechas y asteriscos con que él señalaba su<br />

lugar dentro del libro. Ese “original” no puede ser<br />

descrito exactamente como un palimpsesto, aunque<br />

está cerca de serlo. Es un objeto interesantísimo<br />

que brinda una buena idea de la manera en que Paz<br />

se leía y se autocriticaba, así como de su sentido<br />

práctico para enfrentar el trabajo editorial.<br />

Paz era un escritor proclive a corregir y rescribir<br />

sus textos. Como le dijo al profesor e investigador<br />

norteamericano Alfred Macadam, durante la<br />

entrevista que sostuvieron en 1991, “Reviso<br />

siempre lo que escribo, sobre todo los poemas.<br />

¿Inseguridad? Sin duda. También insensato deseo<br />

de perfección. Ya te dije que cada poema y cada<br />

texto en prosa tiene vida propia, independiente<br />

de aquel que lo escribe. El poema no expresa al<br />

poeta: expresa a la poesía. Por esto es lícito revisar<br />

y corregir un poema. Sí, hay que respetar al poeta<br />

que lo escribió; subrayo: al poeta, no al hombre<br />

que fuimos. Ese poeta fui yo pero también fue otra<br />

persona esa figura de la que hablamos antes. El<br />

poeta es el servidor de sus poemas.” 2<br />

“¿Cuánto revisas? ¿Has llegado a sentir que<br />

una obra está terminada, o es abandonada?”, le<br />

pregunta Macadam. “Corrijo sin cesar. Algunos<br />

críticos dicen que demasiado. Tal vez tengan razón.<br />

Observo, no obstante, que si corregir es peligroso,<br />

lo es más no corregir. Creo en la inspiración; creo<br />

también que hay que ayudarla, constreñirla y aun<br />

contradecirla. Nunca he creído que he terminado<br />

realmente un poema; simplemente me resigno, no<br />

puedo ir más allá.”<br />

En el caso específico de El laberinto de la soledad,<br />

el trabajo de corrección es notablemente menor<br />

a las adiciones que enriquecen y transforman el<br />

conjunto. Más que por un sentido estético de la<br />

escritura, que le llevaría a sustituir aquella palabra<br />

por esta, o a buscar la expresión más nítida y<br />

1 Manuel Durán, “El laberinto de la soledad y Postdata: una aventura<br />

del pensamiento”, p. 39, Anuario de la Fundación Octavio Paz, núm. 3,<br />

México, 2001.<br />

2 “Tiempos, lugares, encuentros”, entrevista con Alfred Macadam, en<br />

Vuelta 181, diciembre de 1991, p. 19.<br />

elegante de una idea, como seguramente lo hacía al<br />

escribir un poema, el interés que parece prevalecer<br />

en la nueva versión del libro es que la exposición<br />

de una idea sea lo más completa posible, que sus<br />

argumentos sean sólidos.<br />

Más que la belleza de la escritura, importa la<br />

solidez discursiva. Por ejemplo, en la primera<br />

edición, al hablar sobre los pachucos, le había<br />

bastado con apuntar: “Cuando se habla con ellos<br />

se advierte que su sensibilidad se parece a la del<br />

péndulo, un péndulo que ha perdido la razón y que<br />

oscila con violencia y sin compás. Este estado de<br />

espíritu —o de ausencia de espíritu— ha engendrado<br />

lo se ha dado en llamar el ‘pachuco’. ¡Extraña<br />

palabra que no tiene significado preciso…” En la<br />

edición del Fondo este párrafo queda prácticamente<br />

igual excepto porque justo después de la palabra<br />

pachuco se inserta un texto de prácticamente<br />

media cuartilla que entrega un detallado perfil<br />

psicológico de dicho personaje, además de una nota<br />

al pie de página referida a las bandas de jóvenes que<br />

descienden de los “pachuchos” de la posguerra. El<br />

lector curioso podrá ver la diferencia entre el breve<br />

párrafo anterior y la extensa versión que de ese<br />

mismo párrafo quedó en la segunda edición. Me<br />

parece que la versión más asequible de El laberinto,<br />

si se quiere hacer esa compulsa, es la que el Fondo<br />

publicó en el 2009, reuniendo en un solo volumen<br />

El laberinto…, Posdata y Vuelta a “El laberinto de la<br />

soledad”, la extensa entrevista que Claude Fell le<br />

hizo a Paz en 1975. Por cierto que al comienzo de esa<br />

entrevista Fell pregunta cuáles son las diferencias<br />

esenciales entre la primera edición, publicada<br />

en 1950, y la segunda, de 1959, y Paz le contesta:<br />

“Yo no creo que haya ninguna diferencia esencial<br />

entre las dos ediciones. Las correcciones más<br />

importantes tienden a poner el libro al día. Además,<br />

hay correcciones secundarias, una tentativa por<br />

darle mayor precisión, mayor concisión. Hay cosas<br />

un poco naïves de la primera edición que traté de<br />

corregir... Pero fundamentalmente es el mismo<br />

libro.” Es fundamentalmente el mismo libro, sí,<br />

pero mientras la primera edición tiene 176 páginas,<br />

la segunda tiene 191. Todo sumado, Paz añade poco<br />

más de cincuenta cuartillas a la edición que el<br />

Fondo ha manejado desde que incluyó el título en su<br />

catálogo.<br />

La segunda edición es superior a la primera<br />

sobre todo por esas nuevas páginas. Las mejores<br />

entre ellas no sólo precisan puntos o remedian<br />

carencias: presentan y desarrollan nuevas ideas. Es<br />

especialmente fascinante ver cómo la experiencia<br />

que Paz ha adquirido en el curso de una década<br />

modifica de manera sustantiva su percepción de las<br />

mujeres. Y es muy probable que una de las muchas<br />

razones por las que los lectores de hoy continúan<br />

leyendo con enorme gusto las páginas de El<br />

laberinto es por las ideas destellantes que Paz vierte<br />

sobre el amor y sobre la situación de las mujeres en<br />

nuestro país.<br />

El cambio más notable que el lector puede<br />

registrar en la segunda edición es el que supone<br />

la inclusión de un nuevo capítulo: “La inteligencia<br />

mexicana”, que implica un reordenamiento<br />

de buena parte del último tercio del libro y la<br />

introducción de muchas ideas políticas que Paz<br />

sostuvo y debatió a lo largo de su vida.<br />

Hoy El laberinto de la soledad es un libro<br />

que los mexicanos no podemos dejar de leer,<br />

independientemente de la vigencia de sus<br />

planteamientos. Estamos, claro, en un país y en una<br />

época muy diferentes de los que Paz intentó asir<br />

con ese centenar y pico de páginas escritas, en su<br />

mayor parte, cuando tenía 35 años de edad. Es fácil<br />

darse cuenta de que su interés se debe a que muchas<br />

de esas páginas contribuyeron a configurar el país<br />

y el tiempo que habitamos, y a que su invitación a<br />

pensar qué somos nunca dejará de ser actual. W<br />

Rafael Vargas está preparando la iconografía de<br />

Octavio Paz que publicaremos en los meses finales de<br />

este año.<br />

8 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Asimiladas al punto de resultar casi intrascendentes, las ideas de Freud brillaron<br />

en su momento con toda su revolucionaria novedad. Rubén Gallo es autor de un trabajo<br />

detectivesco sobre cómo se leyó en México al padre del psicoanálisis; estas páginas<br />

se detienen en particular en la posible influencia del postrer libro de Sigmund en<br />

El laberinto de la soledad, pues Octavio Paz fue lector atento del médico austriaco<br />

Fotografía: © AL FENN. TIME & LIFE PICTURES/GETTY IMAGES. CON MANUEL FELGUÉREZ, EN LA UNIVERSIDAD DE CORNELL, NUEVA YORK, ADMIRANDO UN CUADRO DE LILIA CARRILLO, 1966.<br />

ENSAYO<br />

La crítica en Paz:<br />

abstracción y erotismo<br />

RUBÉN GALLO<br />

Freud escribió alguna vez que su<br />

obra Moisés y la religión monoteísta<br />

“lo atormentaba como un<br />

fantasma en pena”, y después<br />

de su muerte el libro siguió asediando<br />

a muchos otros intelectuales.<br />

Un Octavio Paz muy<br />

joven se topó con el Moisés de<br />

Freud y se propuso crear una<br />

nueva obra inspirada por esta<br />

lectura. El diálogo que Paz entabló con Freud culminó<br />

con la publicación de El laberinto de la soledad, en 1950.<br />

Hay tres conceptos clave que Paz toma del ensayo de<br />

Freud: el complejo de Edipo; el concepto de Geistigkeit<br />

(es decir, la idea de que hay un avance en la intelectualidad),<br />

y, por último, la teoría del malestar en la cultura.<br />

Freud dedicó el tercer ensayo de Moisés y la religión<br />

monoteísta a la cuestión de la intelectualidad.<br />

La sección que lleva como título “Der Fortschritt in<br />

der Geistigkeit” argumenta que el avance de la intelectualidad<br />

que culminó con el desarrollo del pensamiento<br />

abstracto fue una de las contribuciones judías<br />

más importantes a la civilización, superada sólo<br />

por la introducción del monoteísmo. Freud ve este<br />

desarrollo como una consecuencia directa de la prohibición<br />

mosaica contra las imágenes. Esa interdicción<br />

generó la “compulsión de venerar a un dios que<br />

no es posible ver” y subordinó “la percepción sensorial<br />

a una idea decididamente abstracta”. El resultado<br />

fue un cambio de registro, de lo visible a lo invisible<br />

y de los sentidos a la razón. 1 Para la civilización,<br />

esto significó “un triunfo de la intelectualidad sobre<br />

la sensualidad y, estrictamente considerada, una<br />

renuncia a los instintos, con todas sus consecuencias<br />

psicológicamente ineludibles”.<br />

Freud consideró la Geistigkeit como un avance sobre<br />

la Sinnlichkeit: la intelectualidad como un triunfo<br />

sobre la sensualidad. Pensar requiere de una “renuncia”<br />

a los sentidos, y por eso Freud consideró que<br />

la forma más alta de actividad intelectual es la que<br />

no puede ser verificada por los sentidos. El tránsito<br />

de la sociedad matriarcal a una patriarcal aceleró el<br />

desarrollo de la intelectualidad, ya que “la maternidad<br />

es demostrada por el testimonio de los sentidos,<br />

mientras que la paternidad sólo es un supuesto<br />

construido sobre una premisa y una deducción”. En<br />

la historia del judaísmo, las percepciones sensoriales<br />

pasaron a ser asociadas con las “actividades psíquicas<br />

inferiores” hasta que quedaron relegadas a un lugar<br />

secundario, junto con la sexualidad. 2<br />

“La religión que comenzó con la prohibición de<br />

formarse una imagen de Dios —escribe Freud— evo-<br />

1 Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, op. cit., p. 3 309.<br />

2 Freud recalca que el desarrollo del judaísmo requería no sólo de la<br />

renuncia a la Sinnlichkeit, sino también a la sexualidad: “No es que [el judaísmo]<br />

exija la abstinencia sexual; se conforma con una limitación sensible<br />

de la libertad sexual. Sin embargo, Dios es apartado completamente de<br />

la sexualidad y exaltado a un ideal de perfección ética.” Y la ética, escribe<br />

Freud, “equivale a una limitación instintual” (ibid., p. 3 312).<br />

luciona cada vez más en el curso de los siglos, hasta<br />

convertirse en una religión de la renuncia instintual.”<br />

En este sentido —nos dice—, la cultura judía<br />

difiere de aquella de la Grecia clásica, que logró armonizar<br />

la intelectualidad con la sensualidad. Pero<br />

por lo menos, concluye Freud, el judaísmo optó por<br />

“lo más valioso”, es decir, por lo intelectual. La renuncia<br />

de la sensualidad a favor de la intelectualidad<br />

trajo consigo beneficios muy valiosos para los judíos,<br />

incluyendo una autoestima muy alta (cada individuo,<br />

explicó Freud, podía participar de la grandeza<br />

del dios invisible, de la misma manera que los británicos<br />

se identifican con la grandeza de su nación). 3 Gracias<br />

a estos “dones” el pueblo judío ha logrado sobrevivir<br />

a tantas catástrofes: “El privilegio que durante<br />

unos dos mil años gozaron los anhelos espirituales<br />

del pueblo judío no dejó de tener consecuencias: contribuyó<br />

a restringir la brutalidad y la propensión a<br />

3 Freud usa la analogía de un patriota británico para explicar cómo la<br />

creencia en un dios poderoso incrementa la autoestima: “Quizá no sea<br />

evidente para un incrédulo, pero se podrá comprenderlo más fácilmente<br />

recordando la sensación de seguridad de que está imbuido un ciudadano<br />

británico en un país extraño agitado por revueltas, confianza que le falta<br />

por completo al natural de cualquier pequeña nación del continente.<br />

Ello se debe a que el inglés cuenta con que su Government despachará un<br />

buque de guerra si tan sólo le tocan un pelo —cosa que los revoltosos tendrán<br />

bien presente—, mientras que aquella nación pequeña ni siquiera posee<br />

buques de guerra. De modo que el orgullo por la grandeza del British<br />

Empire también arraiga en la conciencia de la mayor seguridad, la mayor<br />

protección que ofrece a cada uno de sus súbditos. Algo semejante puede<br />

suceder con la representación del dios grandioso” (ibid., pp. 3 308-3 309).<br />

MARZO DE 2014 9


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

la violencia que suelen aparecer cuando el despliegue<br />

de la fuerza muscular se convierte en ideal del<br />

pueblo”.<br />

Estas páginas sobre el avance de la intelectualidad<br />

deben de haber impresionado mucho a Octavio<br />

Paz, un escritor que siempre valoró la vida de la mente<br />

y que dedicó buena parte de su vida a defender el<br />

papel del intelectual. El laberinto de la soledad es un<br />

homenaje a la razón, una celebración de las virtudes<br />

de la reflexión. Después de detallar meticulosamente<br />

los muchos errores, simulaciones y decepciones<br />

que han atrapado a los mexicanos en un “laberinto<br />

de soledad”, Paz propone el ejercicio del pensamiento<br />

crítico —la crítica— como el hilo que puede sacarnos<br />

del laberinto. 4<br />

Paz dedica un capítulo de El laberinto, titulado “La<br />

inteligencia mexicana”, a un análisis de la crítica, un<br />

concepto que, como la Geistigkeit de Freud, es una<br />

actividad intelectual basada en la abstracción. Paz<br />

también considera el desarrollo de la intelectualidad<br />

como un paso clave en la historia de la civilización: El<br />

laberinto resalta el papel que han tenido escritores e<br />

intelectuales en la historia de México. Freud asoció<br />

la Geistigkeit con la invención de la literatura, y Paz<br />

relaciona la crítica con el desarrollo de una filosofía<br />

mexicana. El primero atribuye poderes enormes a la<br />

intelectualidad —la Geistigkeit permitió a los judíos<br />

sobrevivir a dos mil años de expulsiones, pogromos,<br />

discriminación y otras tragedias— y el segundo le<br />

otorga virtudes semejantes a la crítica, a la que presenta<br />

como una cura para la perenne soledad mexicana.<br />

Según Paz, “la reflexión filosófica se vuelve así<br />

una tarea salvadora […] deberá ofrecernos una solución<br />

concreta, algo que dé sentido a nuestra presencia<br />

en la tierra”. A pesar de que Paz presenta un análisis<br />

laico de la historia de México, su discusión de los<br />

poderes redentores de la crítica está tan cargada de<br />

matices religiosos como el relato freudiano de la intelectualidad<br />

judaica. Paz escribió alguna vez que para<br />

Alfonso Reyes “la literatura es algo más que una vocación<br />

o un destino: una religión”, y lo mismo podría<br />

decirse sobre la crítica en la experiencia de Paz.<br />

Tanto Freud como Paz lamentaron el ocaso de la<br />

intelectualidad: Freud, que escribió su Moisés en los<br />

años inmediatamente anteriores a la segunda Guerra<br />

Mundial, es el más pesimista de los dos. Advirtió<br />

que el gran avance intelectual que los judíos habían<br />

brindado a la civilización estaba en proceso de<br />

desmoronarse: la primera regresión de la Geistigkeit<br />

ocurrió con la aparición del cristianismo, una religión<br />

que rompió la prohibición contra las imágenes,<br />

reinstauró una forma velada de politeísmo (el culto<br />

de los santos) e incluso regresó a una forma de matriarcado<br />

(el culto a la Virgen). Esta regresión histórica<br />

se volvió más aguda en la Alemania nazi, una<br />

cultura que privilegiaba una forma retrógrada de satisfacción<br />

de los instintos. “Comprobamos asombrados”,<br />

escribió Freud en una de las notas preliminares<br />

a Moisés, cómo el “pueblo alemán [ha caído] en<br />

una barbarie casi prehistórica”.<br />

A Paz le tocó vivir en tiempos mucho menos bárbaros<br />

cuando escribió El laberinto de la soledad: la<br />

guerra había terminado hacía varios años y París, su<br />

nuevo hogar, era un núcleo efervescente de actividad<br />

literaria y filosófica. México también estaba pasando<br />

por un renacimiento intelectual, y el gobierno había<br />

designado a muchos artistas y escritores —entre<br />

ellos el mismo Paz— a puestos diplomáticos importantes<br />

y en el gabinete. Pero a pesar del optimismo<br />

generalizado que lo rodeaba, Paz sentía que la vida<br />

intelectual estaba en peligro. La dependencia de los<br />

escritores de empleos gubernamentales y becas había<br />

comprometido su integridad: “han perdido independencia<br />

y su crítica resulta diluida, a fuerza de<br />

prudencia o de maquiavelismo”. En uno de los momentos<br />

más pesimistas del libro, Paz se pregunta:<br />

“¿no ha dejado de ser ‘inteligencia’, es decir, no ha renunciado<br />

a ser la conciencia crítica de su pueblo?”<br />

A diferencia de Freud, Paz concluye su libro con<br />

una nota optimista: la primera edición de El laberinto<br />

de la soledad cierra con una invitación a los lectores<br />

a que usen su intelecto para luchar contra lo<br />

inauténtico. “Tenemos que aprender a mirar cara a<br />

cara la realidad —escribe Paz—. Pensar es el primer<br />

deber de la ‘inteligencia’. Y en ciertos casos, el úni-<br />

4 El concepto de simulación es decisivo a lo largo de El laberinto. Paz lo<br />

define como “una actividad parecida a la de los actores […] entre su personaje<br />

y [el actor] se ha establecido una complicidad que nada puede romper,<br />

excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte<br />

en el fondo último de su personalidad.”<br />

LA CRÍTICA EN PAZ: ABSTRACCIÓN Y EROTISMO<br />

co.” Es posible recuperar el terreno perdido y volver<br />

a la intelectualidad —una posibilidad ausente en<br />

Moisés y la religión monoteísta.<br />

Pero hay una diferencia importante entre la crítica<br />

de Paz y la Geistigkeit de Freud. Paz cree que las<br />

ideas abstractas no siempre han tenido un papel positivo<br />

en la historia mexicana. La Reforma y el Porfiriato,<br />

por ejemplo, fueron épocas marcadas por una<br />

proliferación de ideas políticas inauténticas que a<br />

fin de cuentas hicieron más daño que bien. La Constitución<br />

de 1857, las Leyes de Reforma y las doctrinas<br />

positivistas del régimen de Díaz estaban tan alejadas<br />

de la realidad mexicana que se volvieron gestos<br />

intrascendentes y vacíos. “Las ideas —escribe Paz<br />

sobre estos periodos— enmascaran la realidad en lugar<br />

de desnudarla o expresarla.” Paz denuncia estas<br />

ideas decimonónicas como teorías demasiado abstractas,<br />

desconectadas de la realidad del país.<br />

A diferencia de Freud, que celebró incondicionalmente<br />

el poder de las abstracciones intelectuales,<br />

Paz cree que las ideas solamente son útiles cuando<br />

están afincadas en la realidad. El laberinto subraya<br />

la importancia de la autenticidad —un concepto que<br />

Paz tomó de Jean-Paul Sartre— y lamenta la ausencia<br />

de este valor en la historia mexicana. Paz critica<br />

la ideología de la Reforma porque “ignora una mitad<br />

del hombre: esa que se expresa en los mitos, la comunión,<br />

el festín, el sueño, el erotismo”. Si Freud propuso<br />

que la Geistigkeit requería una renuncia a los instintos,<br />

Paz pensó que las ideas carecían de valor si no<br />

estaban animadas por los sentidos.<br />

El ideal de Paz nunca fue la abstracción pura —<br />

como lo fue para Freud—, sino una vida intelectual<br />

activada por el erotismo. Eros y Logos son perfectamente<br />

compatibles, y El laberinto propone una vida<br />

intelectual animada por la sensualidad como el mejor<br />

remedio para la soledad mexicana. Paz concibe la<br />

crítica —junto con la poesía, los festivales y los mitos<br />

que analiza en El laberinto— como una actividad que<br />

conjuga el cuerpo y la mente, las ideas y las percepciones,<br />

el pensamiento y el deseo. Ésta es quizá la diferencia<br />

más importante entre El laberinto de la soledad<br />

y Moisés y la religión monoteísta: mientras que<br />

para Freud la intelectualidad era incompatible con la<br />

sensualidad, Paz abogó por una síntesis entre la vida<br />

de la mente y la vida de los sentidos, una Geistigkeit<br />

suplementada por la Sinnlichkeit.<br />

Paz, al igual que muchos lectores de Freud, debe<br />

de haberse extrañado al ver que Freud defendía la<br />

noción de Geistigkeit como razón pura, despojada<br />

de todos sus elementos sensuales —algo que Carl<br />

Schorske consideró una teoría casi puritana—. 5 Es difícil<br />

reconocer a Freud en estas aseveraciones: ¿acaso<br />

no fue el analista vienés el primero en proponer<br />

que la literatura, el arte y todas las grandes creaciones<br />

culturales surgen de una sublimación de la sexualidad<br />

y por eso tienen una base de Sinnlichkeit?<br />

André Breton y los surrealistas celebraron los textos<br />

de Freud precisamente porque revelaban los poderes<br />

dionisiacos de la sexualidad que la sociedad burguesa<br />

se empeñaba en reprimir. Pero entonces, ¿por<br />

qué Freud, arqueólogo del deseo sexual, hizo de su último<br />

libro un rechazo del cuerpo y de los sentidos? 6<br />

Las razones de este rechazo freudiano de la Sinnlichkeit<br />

en el Moisés son un misterio, aunque no es difícil<br />

entender por qué un anciano exiliado y enfermo de<br />

cáncer hubiera querido apartarse del cuerpo y de los<br />

sentidos, que a su edad sólo le producían dolor, para<br />

refugiarse en la vida de la mente. En esos últimos<br />

años, mientras batallaba por terminar su libro, Freud<br />

tuvo que olvidarse de su propio cuerpo, que se había<br />

convertido en una fuente constante de malestar.<br />

Paz, en cambio, estaba en plena juventud cuando<br />

escribió El laberinto: su cuerpo era fuerte y sano, y le<br />

brindaba más placer que dolor. No sorprende que Paz<br />

quisiera incorporar los sentidos, el cuerpo y el erotismo<br />

5 Carl E. Schorske, “Freud’s Egyptian Dig”.<br />

6 Schorske señala que, en el desarrollo del concepto de Geistigkeit,<br />

Freud no sólo daba la espalda a muchas de las creencias que tenía al inicio<br />

de su carrera, sino que también iba en contra de muchos de los hallazgos<br />

más provocadores de sus fuentes. Freud se refiere a Akenatón como el<br />

creador original de la Geistigkeit, y lo presenta como un gobernante estricto<br />

y puramente racional que inventó leyes y el concepto abstracto de Dios.<br />

Schorske demuestra que una de las fuentes principales de Freud, James<br />

Henry Breasted, había escrito bastante acerca del carácter sensual del<br />

reinado de Akenatón. “En el recuento de Freud no aparece nada del lado<br />

sensual de la cultura en tiempos de Akenatón descrito por Breasted”, nos<br />

dice Schorske. “Freud seleccionó del libro History de Breasted sólo aquello<br />

que conectaba el fulgor egipcio con la Geistigkeit que él veía en los judíos.<br />

En su propio ejemplar de la historia de Breasted, Freud marcó sólo los pasajes<br />

que sustentaban este tema. Lo demás —y la cuantiosa información<br />

acerca de la cultura sensorial del reinado de Akenatón en The Dawn of<br />

Conscience— lo ignoró.”<br />

a su visión de la vida intelectual. Un joven no tiene por<br />

qué olvidarse de su cuerpo, y Paz celebró con entusiasmo<br />

los placeres de los sentidos y de la carne. El erotismo<br />

fue una de las chispas que encendieron la obra de<br />

Paz, desde sus primeras letras hasta las últimas publicaciones.<br />

El laberinto presenta el cuerpo como una<br />

fuente de alegría, como uno de los antídotos a la soledad:<br />

“No nos da miedo ni vergüenza nuestro cuerpo;<br />

lo afrontamos con naturalidad y lo vivimos con cierta<br />

plenitud”. La crítica, esa síntesis entre la Geistigkeit y<br />

la Sinnlichkeit, recuerda el ideal griego de la armonía<br />

perfecta entre la mente y el cuerpo, un ideal que según<br />

Freud le había sido negado a los judíos.<br />

En el análisis sobre Frida Kahlo que hago en Freud<br />

en México especulo que éste habría criticado la versión<br />

pictórica del Moisés por tratarse de una imagen<br />

que proponía un regreso a la sensualidad. Paz nunca<br />

escribió sobre esta pintura de Kahlo: posiblemente<br />

nunca se enteró de su existencia (aunque podemos<br />

imaginar la extraordinaria conversación que Paz y<br />

Kahlo hubieran podido sostener en torno a Moisés y<br />

la religión monoteísta: “Pero, querido Octavio, ¿cómo<br />

entra la Coatlicue en el esquema de Freud?” “No es<br />

la Coatlicue sino la Malinche la que me interesa, estimada<br />

Frida”). Paz dedicó varios ensayos a la pintura<br />

—y uno a la obra de Frida Kahlo—, y seguramente<br />

lo hubiera intrigado la propuesta de una traducción<br />

pictórica de las ideas freudianas. 7<br />

Pero, sorprendentemente, El laberinto reafirma<br />

la convicción freudiana de que el desarrollo del intelecto<br />

requiere un rechazo de las imágenes en favor<br />

de la abstracción. En “Crítica de la pirámide”, un ensayo<br />

escrito en 1969 e incorporado en ediciones subsecuentes<br />

del libro, Paz critica la museografía de las<br />

salas del Museo de Antropología. En su lectura, este<br />

recinto presenta una falsa narrativa en la que los aztecas<br />

aparecen como la culminación de las civilizaciones<br />

prehispánicas. Paz asegura que esto es totalmente<br />

falso —los mayas, por ejemplo, sobrepasaron a<br />

los aztecas en muchos aspectos— y lo denuncia como<br />

una estrategia del pri para crear un mito de origen<br />

(en los años posteriores a la Revolución el pri se presentó<br />

como heredero del México precolombino: como<br />

si la Conquista, la Colonia y el Porfiriato hubieran<br />

sido interrupciones de una narrativa precolombina<br />

que renace después de la Revolución). Para propagar<br />

esta falsa visión de la historia nacional, el museo<br />

se vale de las imágenes. “La glorificación de México-<br />

Tenochtitlan en el Museo de Antropología —escribe<br />

Paz— es una exaltación de la imagen de la pirámide<br />

azteca”, una imagen que condensa el engaño, la entropía<br />

y la muerte: “[…] todas las imágenes —concluye<br />

Paz— padecen la fatal tendencia a la petrificación”.<br />

Al igual que Freud, Paz asocia las imágenes con la<br />

complacencia intelectual: lo visual bombardea los<br />

sentidos con un exceso de información y deja muy<br />

poco a la imaginación. Por momentos, el argumento<br />

de Paz contra las imágenes parece incluso más fuerte<br />

que el de Freud: una de las conclusiones de El laberinto<br />

es la celebración de la crítica como “el ácido que<br />

disuelve las imágenes”. El pensamiento crítico es<br />

el antídoto contra las imágenes manipuladoras del<br />

Museo de Antropología, y escribir libros como El laberinto<br />

de la soledad es un remedio contra la historia<br />

petrificada propuesta por políticos populistas.<br />

Frida Kahlo quiso traducir el argumento de Freud<br />

a una serie de imágenes. Paz, en cambio, sostuvo la<br />

crítica freudiana contra lo visual en su teoría de la<br />

crítica intelectual. A fin de cuentas, el Moisés de<br />

Kahlo no hubiera resistido al ácido de Paz. (“Mi querido<br />

Octavio —habría objetado esa hipotética Frida—,<br />

tú siempre tan cáustico.”) W<br />

Rubén Gallo, académico de la Universidad de Princeton,<br />

es autor de Las artes de la ciudad (Colección Popular,<br />

2010) y Freud en México (Vida y Pensamiento<br />

de México, 2014); está por publicarse Proust’s Latin<br />

Americans (Johns Hopkins University Press<br />

7 Octavio Paz, “Frida y Tina: vidas no paralelas”, Vuelta, núm. 82 (septiembre<br />

de 1983), p. 42.<br />

10 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Tenemos en preparación El río reflexivo: poesía y ensayo en Octavio Paz (1931-1958),<br />

que pretendemos publicar en coedición con El Colegio de México, institución a la que está<br />

adscrito Stanton. En este adelanto el autor se pregunta por el estruendoso silencio que siguió<br />

a la publicación de un libro clave en la biografía autoral de Paz, explicable tal vez<br />

por el reto que significó para sus lectores<br />

Fotografía: © RICARDO SALAZAR. IISUE / UNAM / COLECCIÓN RICARDO SALAZAR. DURANTE UN PASEO POR MIXCOAC, 1958.<br />

FRAGMENTO<br />

Una lucha con el lenguaje<br />

ANTHONY STANTON<br />

Desde que se publicó por<br />

primera vez en 1951,<br />

¿Águila o sol? ha gozado de<br />

un extraño estatuto como<br />

el libro menos estudiado<br />

de un autor muy célebre.<br />

La primera edición tuvo<br />

una nula recepción en México<br />

y en prácticamente<br />

todo el mundo hispánico,<br />

fenómeno que contrasta notablemente con la recepción<br />

más amplia y positiva que tuvo, años después,<br />

cuando salió en traducción en Francia y en los Estados<br />

Unidos. A continuación, en un primer momento<br />

repaso brevemente la prehistoria del libro, tal como<br />

se desprende de las cartas intercambiadas entre el autor<br />

y Alfonso Reyes, reflexiono sobre la recepción del<br />

libro en distintos ámbitos y trato de averiguar hasta<br />

qué punto el silencio crítico inicial se debe al problema<br />

del género (se trata de un libro de poesía en prosa).<br />

En un segundo momento, analizo algunos de los textos<br />

más importantes de la primera parte del libro.<br />

Cuando está a punto de editarse Libertad bajo palabra,<br />

Paz le escribe a Reyes en febrero de 1949 para<br />

hablarle de “un pequeño libro de poesía en prosa que<br />

escribo ahora y que pienso terminar dentro de poco”. 1<br />

Cinco meses después amplía la información y hasta<br />

menciona un título provisional: “A pesar de la rutina<br />

burocrática, escribo, trabajosamente, en mis cuartos<br />

de hora, un librito de poemas en prosa: ‘Arenas movedizas’.<br />

Quizá lo publique aquí, si tengo un poco de<br />

dinero.” 2 El título general mencionado se desechará<br />

después para emplearse exclusivamente para la segunda<br />

parte del libro, la de los textos más narrativos.<br />

Ya para noviembre de 1950 Paz le habla de su futuro<br />

libro en estos términos: “Se trata de unas 75 páginas<br />

poemas en prosa, cuentecillos, etc..” 3 Además de<br />

preguntarle si el libro podría publicarse en Tezont-<br />

le (como fue el caso de Libertad bajo palabra), le dice<br />

que se da cuenta de que va a ser un libro de venta difícil<br />

y ofrece pagar la mitad del costo de la edición y<br />

le anuncia que cuenta con “algunos dibujos de Tamayo,<br />

de modo que podría hacerse una bonita edición”. 4<br />

En efecto, Rufino Tamayo hizo cuatro ilustraciones<br />

originales para ¿Águila o sol?: tres en el interior y la<br />

cuarta la del “volado” en la portada. Sobre las afinidades<br />

de entonces con Tamayo, Paz opinó en una<br />

entrevista con Rita Guibert: “Nuestras tentativas se<br />

cruzaron, aunque sólo durante un corto espacio de<br />

tiempo. Es curioso que precisamente en el momento<br />

en que Rufino Tamayo se propone, en un lenguaje<br />

muy personal, descubrir las relaciones plásticas entre<br />

la pintura moderna y el arte prehispánico de México,<br />

es curioso que en ese momento yo haya tenido<br />

preocupaciones semejantes. A esta etapa corresponden<br />

poemas como ‘Himno entre ruinas’ y otros que<br />

serían recogidos más tarde en La estación violenta.<br />

También ¿Águila o sol?, un pequeño libro en el que<br />

aflora el mundo precolombino como parte de mi propio<br />

subsuelo psicológico.” 5<br />

La alianza con Tamayo también se traduce en varios<br />

ensayos escritos a partir de 1950, en los cuales<br />

Paz defiende la pintura del oaxaqueño en contra del<br />

nacionalismo programático, la pintura anecdótica,<br />

la retórica dogmática y la concepción ideologizada<br />

del arte que sostenían muchos de los miembros de la<br />

Escuela Mexicana de Pintura. “Ser natural”, uno de<br />

los poemas en prosa de ¿Águila o sol?, es un emotivo<br />

homenaje al pintor, cuyo universo plástico recrea en<br />

un estilo encendido.<br />

Por último, por medio de Tamayo, Paz le envía a<br />

Reyes el manuscrito de ¿Águila o sol? y le comenta:<br />

“Como usted verá al leerlo, se trata de un ‘volado’,<br />

en el que se apuestan muchas cosas.” 6 Efectivamente,<br />

el título adopta el lenguaje coloquial mexicano.<br />

El volado invoca los temas de la apuesta y del azar. El<br />

águila y el sol son las dos caras de la moneda antigua<br />

y funcionan como emblemas míticos o fundacionales<br />

del país. Mientras gira en el aire, la moneda deja<br />

vislumbrar sus dos caras, pero son dos lados de la<br />

misma moneda. Así se plantea otro tema fundamental<br />

del libro: la dualidad que pugna por ser unidad;<br />

la unidad que se fractura en dualidad. El tema tiene<br />

expresiones tanto lingüísticas como psicológicas y<br />

mítico-culturales.<br />

Escrito en París entre 1949 y 1950, ¿Águila o sol?<br />

es un libro que coincide con la militancia surrealista<br />

del autor: los textos son contemporáneos de varios de<br />

los poemas de Semillas para un himno (1954), de las<br />

composiciones “Himno entre ruinas”, “Máscaras del<br />

alba”, “Fuente” y “Repaso nocturno” de La estación<br />

violenta (1958), y de “El prisionero” (su homenaje a<br />

Sade) y del poema en prosa “Libertad bajo palabra”<br />

del libro del mismo nombre. También son contemporáneos<br />

de El laberinto de la soledad, escrito en el verano<br />

de 1949. Todos estos textos conforman un ciclo<br />

que marca su acercamiento peculiar y heterodoxo al<br />

surrealismo. Sus textos más surrealistas suelen ser<br />

sus textos más mexicanos. Lejos de ser una ideología<br />

exótica que lo aleja de sus raíces, el surrealismo<br />

es, en el caso de Paz, una herramienta que le permite<br />

explorar su propia identidad personal y cultural. De<br />

hecho, el mismo autor declaró que “¿Águila o sol? me<br />

parece ser el libro mío más cercano al surrealismo”. 7<br />

José Emilio Pacheco confesó en 1984 que no había<br />

encontrado una sola reseña del libro en el año de<br />

su aparición. 8 Además de opinar que ¿Águila o sol? es<br />

“uno de los grandes libros poéticos de Paz”, el autor<br />

de Tarde o temprano aventura la idea de que aquel libro<br />

constituye un “punto de partida o heraldo de la<br />

nueva prosa narrativa hispanoamericana”. 9 Piensa,<br />

seguramente, en las fascinantes correspondencias<br />

que existen entre ¿Águila o sol? y los cuentos fantás-<br />

1 Carta de Paz a Reyes, fechada el 23 de febrero de 1949, en Correspondencia<br />

Alfonso Reyes / Octavio Paz, Anthony Stanton (ed.), Fundación Octavio<br />

Paz-Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 75.<br />

2 Carta fechada el 26 de julio de 1949, en ibid., p. 97.<br />

3 Carta fechada el 16 de noviembre de 1950, en ibid., p. 133.<br />

4 Idem.<br />

5 Obras completas de Octavio Paz, 2ª ed., vol. 8 (Miscelánea: primeros escritos<br />

y entrevistas), Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona,<br />

2005, pp. 1108-1109.<br />

6 Carta de Paz a Reyes, fechada el 29 de enero de 1951, en Correspondencia<br />

Alfonso Reyes / Octavio Paz, p. 137.<br />

7 “Convertimos en muladar el lugar más hermoso del planeta”, La Onda,<br />

suplemento de Novedades, núm. 92 (16 de marzo de 1975), p. 7.<br />

8 José Emilio Pacheco, “¿Águila o sol? ”, Proceso, núm. 393 (14 de mayo<br />

de 1984), p. 49.<br />

9 Idem.<br />

MARZO DE 2014 11


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

UNA LUCHA CON EL LENGUAJE<br />

ticos de Cortázar en Bestiario (1951) y en Final del<br />

juego (cuya primera edición fue publicada por Juan<br />

José Arreola en Los Presentes en 1956) y también<br />

podríamos agregar aquí el primer libro de cuentos<br />

de Carlos Fuentes, Los días enmascarados (1954). La<br />

aseveración de Pacheco sobre la nula recepción inicial<br />

del libro de Paz sigue siendo cierta, aunque habría<br />

que dejar constancia de dos tempranos textos<br />

desconocidos hasta ahora. 10 En julio de 1951 René<br />

Avilés publicó en El Nacional un comentario anecdótico<br />

que no llega a constituir una reseña porque<br />

el libro todavía no se había publicado. 11 De más interés<br />

es la nota que publicó en 1953 en el semanario<br />

Marcha de Montevideo el entonces joven uruguayo<br />

Emir Rodríguez Monegal, destinado a ser uno de los<br />

grandes críticos de la literatura latinoamericana. En<br />

la sección “Crónica de libros” da a conocer una breve<br />

reseña que destaca el tema central de la lucha con<br />

la palabra y termina su nota elogiando la madurez<br />

y la autenticidad de la escritura del mexicano: “Con<br />

este libro el fino poeta […] alcanza una rara madurez:<br />

madurez del lenguaje y madurez de la actitud. A diferencia<br />

de tantos otros intentos aforísticos, de tantas<br />

prosificaciones de la experiencia poética como<br />

se dan en las letras hispánicas, estas páginas de Octavio<br />

Paz no parecen juego ni pastiche. Nacen envueltas<br />

todavía de la conmoción en que se gestaron,<br />

muestran la huella de su creación, se cumplen (como<br />

él mismo apunta) a expensas del poe[t]a. Si no otro,<br />

tienen el alto valor de su autenticidad.” 12<br />

Pero queda la pregunta: ¿cómo se explica el silencio<br />

casi total que rodea la aparición del libro en 1951?<br />

El problema se vuelve más enigmático todavía si<br />

pensamos en la recepción positiva que el libro tuvo<br />

en sus traducciones al francés y al inglés. En 1957 se<br />

publicó en Francia Aigle ou soleil?, que no es una traducción<br />

del libro de 1951 sino una antología de poemas<br />

provenientes de A la orilla del mundo, Libertad<br />

bajo palabra, Semillas para un himno y ¿Águila o sol?,<br />

en versiones de Jean-Clarence Lambert. Los dos comentarios<br />

más interesantes se deben a las plumas de<br />

Josep Palau y André Pieyre de Mandiargues. 13* Sobre<br />

la parte de la antología que nos interesa, el gran poeta<br />

y crítico de arte catalán opina que “¿Águila o sol?,<br />

conformado exclusivamente por poemas en prosa,<br />

corresponde a un momento en que el autor intenta<br />

acercarse lo más posible al surrealismo”, y se fija<br />

en el sentido de la imagen y en el carácter abierto, en<br />

movimiento, de la obra de Paz. 14 Pieyre de Mandiargues,<br />

muy cercano a los surrealistas, va más lejos todavía<br />

y afirma con contundencia que “Octavio Paz es<br />

un poeta surrealista, y que pertenece al grupo que<br />

lleva ese nombre. Es más: hay que reconocer que es<br />

el único gran poeta surrealista activo en el mundo<br />

moderno”. 15 No sólo considera a Paz como el mayor<br />

poeta surrealista vivo sino que elogia su poder rítmico,<br />

sus imágenes explosivas y su peculiar combinación<br />

de automatismo y lucidez que lo acercan a ratos<br />

a Breton y a Éluard, para terminar aseverando que<br />

“Trabajos forzados” es un gran poema en prosa que<br />

es nada menos que “la versión mexicana de Una temporada<br />

en el infierno”. 16 Cuando el libro fue traducido<br />

al inglés por primera vez en 1970 por Eliot Weinberger,<br />

las reseñas y los comentarios críticos fueron<br />

también muy positivos, tal como se esperaría en un<br />

país (los Estados Unidos) donde el poema en prosa<br />

había sido cultivado por muchos de los grandes poetas<br />

y donde un lector culto no tenía grandes dificultades<br />

en identificar la forma.<br />

Libros como A la orilla del mundo (1942), Libertad<br />

bajo palabra (1949) y sobre todo El laberinto de la<br />

soledad (1950) despertaron interés y tuvieron cierta<br />

recepción. ¿Por qué causó desconcierto ¿Águila o<br />

sol? incluso entre los amigos más cercanos del poeta?<br />

Como afirma Pacheco, “la dificultad radica en el<br />

género”. 17 A pesar de las prácticas de escritura hí-<br />

10 No están recogidos, por ejemplo, en el repertorio más completo realizado<br />

por Hugo J. Verani, Bibliografía crítica de Octavio Paz (1931-1996), El<br />

Colegio Nacional, México, 1997.<br />

11 René Avilés, “México en París. ¿Águila o sol? de Octavio Paz, un poético<br />

‘volado’ en prosa…”, El Nacional (22 de julio de 1951), pp. 3 y 5. Según<br />

el colofón de la primera edición, ¿Águila o sol? se imprimió el 6 de noviembre<br />

de 1951. Avilés había tratado a Paz en París y eso explica su conocimiento<br />

del futuro libro.<br />

12 E.R.M. [Emir Rodríguez Monegal], “Octavio Paz: ¿Águila o sol? ”,<br />

Marcha (Montevideo), año 14, núm. 668 (2 de mayo de 1953), p. 15.<br />

13<br />

*<br />

Véase la página 23 de esta edición de La Gaceta<br />

14 Josep Palau, “Aigle ou soleil? par Octavio Paz”, Les Lettres Nouvelles,<br />

núm. 54 (noviembre de 1957), p. 645.<br />

15 André Pieyre de Mandiargues, “Aigle ou soleil”, La Nouvelle Revue<br />

Française, vol. 6, núm. 62 (1 de febrero de 1958), p. 325.<br />

16 Ibid., p. 327.<br />

17 José Emilio Pacheco, “¿Águila o sol? ”, art. cit., p. 49.<br />

brida y de mezclas formales que son comunes en la<br />

época moderna a partir del romanticismo, muchos<br />

lectores seguían y siguen identificando poesía y<br />

verso. La verdadera oposición se da entre verso y prosa,<br />

pero el poema en prosa es el mejor ejemplo de que<br />

prosa y poesía no se excluyen.<br />

Para acercarnos a este problema es instructivo<br />

reflexionar sobre la lenta y compleja aclimatación<br />

del género del poema en prosa en Hispanoamérica<br />

y, especialmente, en México. Invención de la modernidad,<br />

el género fue forjado en Francia por Aloysius<br />

Bertrand en su Gaspar de la Nuit (1842) y canonizado<br />

de manera definitiva por Baudelaire en Le Spleen<br />

de Paris (1869), colección que tiene un subtítulo revelador:<br />

Petits poèmes en prose. Si el poema en prosa<br />

tuvo cultivadores posteriores tan renombrados<br />

en Francia como Rimbaud y Mallarmé, en Hispanoamérica<br />

tuvo un proceso más lento de naturalización.<br />

En 1887 Julián del Casal inicia la publicación de<br />

sus traducciones de los “Pequeños poemas en prosa”<br />

de Baudelaire y al año siguiente, en la primera edición<br />

de Azul, Rubén Darío hace convivir en un mismo<br />

libro poemas en verso, cuentos y otros textos que<br />

se acercan al modelo del poema en prosa. Durante<br />

el modernismo abundan ejemplos de prosa poética,<br />

prosa artística y prosa poemática, pero es difícil<br />

Las palabras llegan o<br />

más bien irrumpen en<br />

la vida cotidiana como<br />

objetos fantásticos, figuras<br />

con rasgos humanos<br />

y animales, visitantes<br />

agresivos<br />

identificar en Martí, Darío, Silva, Lugones, Herrera<br />

y Reissig, Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón, Nervo o Tablada<br />

muestras acabadas y autónomas de poemas en<br />

prosa. ¿Por qué se tardó tanto en aclimatarse en México<br />

y en Hispanoamérica el poema en prosa? Tal vez<br />

por el prestigio del verso y por cierto apego tradicional<br />

a las formas canónicas de expresión.<br />

Al menos en el caso de México es relativamente<br />

fácil observar que es en el periodo llamado posmodernista,<br />

en la segunda década del siglo xx, cuando<br />

se producen los primeros ejemplos incontrovertibles<br />

de textos que podemos identificar con plena certeza<br />

como poemas en prosa. Efectivamente, en esa década<br />

escriben textos de esta naturaleza Alfonso Reyes,<br />

Julio Torri y Ramón López Velarde, por dar los tres<br />

ejemplos más brillantes. Ninguno de ellos publica<br />

un libro hecho exclusivamente de poemas en prosa,<br />

pero cada uno tiene una clara idea de la forma. En<br />

Ensayos y poemas (1917) Torri combina libremente<br />

ensayos, cuentos y poemas en prosa. Por su parte,<br />

en el exilio madrileño Reyes escribe en 1916 “El<br />

descastado”, autorretrato irónico y ejemplo singular<br />

del nuevo prosaísmo coloquial de lo que décadas<br />

después será conocido como la antipoesía. En las primeras<br />

versiones publicadas, “El descastado” fue un<br />

conjunto de cuatro poemas en prosa, aunque años<br />

después Reyes reescribió el texto en versículos. 18 En<br />

su década madrileña Reyes publicó varios libros de<br />

prosas heterogéneas e inclasificables, como El cazador<br />

(1921). Por último, en los mismos años López Velarde<br />

da a conocer en periódicos y revistas de México<br />

algunos de los textos que sólo serán reunidos en<br />

forma de libro póstumamente en El minutero, editado<br />

en 1923 para conmemorar el segundo aniversario<br />

de su muerte. Torri, Reyes y López Velarde mezclan<br />

prosas de varios tipos y de características distintas:<br />

pueden convivir en el mismo libro ensayos, cuentos,<br />

crónicas, narraciones, relatos de viaje, prosas poemáticas,<br />

discursos, semblanzas, divagaciones, retratos<br />

y viñetas, además de poemas en prosa. Después<br />

vendrían los experimentos más vanguardistas de los<br />

18 Para una lectura más detallada de este texto, véase Anthony Stanton,<br />

“Poesía y autobiografía en un momento de la obra de Alfonso Reyes<br />

(1908-1916)”, Nueva Revista de Filología Hispánica, vol. 61, núm. 2 (2013),<br />

pp. 521-556.<br />

poemas en prosa de Gilberto Owen en Línea (1930).<br />

Todo esto indica que Paz no partía de cero: tenía conocimiento<br />

no sólo de la gran tradición francesa sino<br />

también de la hispánica y de la mexicana.<br />

Existen varios núcleos centrales que atraviesan el<br />

libro: la lucha con el lenguaje, que conlleva un proceso<br />

violento de destrucción y purificación; la exploración<br />

del lado oscuro y nocturno del yo, asediado por<br />

potencias irracionales, oníricas o fantásticas; el impulso<br />

lúdico; los recuerdos de la infancia mexicana,<br />

y una recreación imaginativa de la mitología precolombina<br />

de México. Como sucede con Libertad bajo<br />

palabra, el texto inicial es un poema en prosa que<br />

comparte el título del libro y ofrece un resumen de<br />

algunos de los núcleos. En “¿Águila o sol?” la escritura<br />

se ubica en un momento de crisis (“Comienzo y recomienzo.<br />

Y no avanzo.”) mientras el yo se encuentra<br />

escindido entre el pasado y el presente. Por un<br />

lado, se invoca un ayer dominado por una escritura<br />

natural que se daba sin esfuerzo y que captaba grandiosas<br />

imágenes transparentes de la luminosidad del<br />

valle de México: “El otoño pastoreaba grandes ríos,<br />

acumulaba esplendores en los picos, esculpía plenitudes<br />

en el valle de México, frases inmortales grabadas<br />

por la luz en puros bloques de asombro.” 19 Pero<br />

esta visión idealizada de la adolescencia contrasta<br />

con un presente agobiado por la duda y por la incertidumbre<br />

acerca del poder significativo de la palabra<br />

y acerca de su propia relación con el lenguaje: “Hoy<br />

lucho a solas con una palabra. La que me pertenece, a<br />

la que pertenezco: ¿cara o cruz, águila o sol?” Ayer y<br />

hoy, adolescencia y madurez, fluidez y esterilidad: la<br />

moneda está en el aire mostrando alternativamente<br />

sus dos caras y el poeta es el campo de batalla.<br />

El libro se divide en tres partes con características<br />

propias. La primera, titulada “Trabajos forzados” en<br />

la edición original y rebautizada después como “Trabajos<br />

del poeta”, consta de 16 textos numerados, de<br />

los cuales sólo dos rebasan el límite de una página.<br />

La secuencia completa se publicó por primera vez en<br />

la revista Sur de Buenos Aires, donde está fechada<br />

“París, febrero-julio de 1949”. 20 Una versión en francés<br />

fue publicada como “Travaux forcés” en la revista<br />

Le Surréalisme, Même en 1957. 21 Estamos ante los<br />

ejercicios preparatorios del poeta: sus búsquedas,<br />

experimentos, encuentros y desencuentros con las<br />

palabras y con la Palabra. El lenguaje es coloquial<br />

con muchos toques de falsa seriedad, burla y brotes<br />

de humor e ironía. Todo puede entrar en el texto:<br />

fantasías, divagaciones, sueños, reflexiones, neologismos,<br />

ocurrencias, recuerdos, juegos, confesiones,<br />

deseos, parábolas. Conviven la narración, el canto<br />

y la reflexión. La primera secuencia comienza con<br />

el relato de la llegada de esos seres extraños, criaturas<br />

alegóricas que parecen ser personificaciones o<br />

materializaciones paródicas de los siete pecados: “A<br />

las tres y veinte como a las nueve y cuarenta y cuatro,<br />

desgreñados al alba y pálidos a medianoche, pero<br />

siempre puntualmente inesperados, sin trompetas,<br />

calzados de silencio, en general de negro, dientes feroces,<br />

voces roncas, todos ojos de bocaza, se presentan<br />

Tedevoro y Tevomito, Tli, Mundoinmundo, Carnaza,<br />

Carroña y Escarnio.”<br />

Las palabras llegan o más bien irrumpen en la<br />

vida cotidiana como objetos fantásticos, figuras con<br />

rasgos humanos y animales, visitantes agresivos<br />

(que ciertamente se parecen a los cronopios cortazarianos)<br />

que son los protagonistas de una batalla<br />

lúdica: “me defiendo, apaleo a los visitantes, corto<br />

orejas, combato a brazo partido […] Crujir de dientes,<br />

huesos rotos, un miembro de menos, uno de más,<br />

en suma un juego si logro tener los ojos bien abiertos<br />

y la cabeza fría.” No hay abandono al sueño sino<br />

una vigilancia lúcida, la necesidad de someter todo<br />

a la conciencia. El poeta acepta las reglas del juegosimulacro.<br />

Hay múltiples descripciones divertidas<br />

de estas criaturas fantásticas, pero lo que sigue siendo<br />

un misterio insondable es su origen, la fuente de<br />

donde vienen: “¿Son los enviados de Alguien que no<br />

se atreve a presentarse o vienen simplemente por su<br />

voluntad, porque les nace?”<br />

La tercera secuencia relata en un tono narrativo e<br />

inicialmente realista la anécdota del poeta que sale<br />

19 Obras completas de Octavio Paz, 2a ed., vol. 7 (Obra poética (1935-<br />

1998)), Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2004, p. 165.<br />

En adelante todas las referencias se darán en el texto señalando volumen<br />

y página de esta edición.<br />

20 “Trabajos del poeta”, Sur (Buenos Aires), núm. 178 (agosto de 1949),<br />

pp. 28-37.<br />

21 “Travaux forcés”, Le Surréalisme, Même, núm. 5 (1957), pp. 33-36.<br />

12 MARZO DE 2014


Ilustración: ©GABRIEL PACHECO, ADELANTO DE SU VERSIÓN ILUSTRADA DE ARENAS MOVEDIZAS<br />

Éste es un ejemplo<br />

de las ilustraciones<br />

que Gabriel Pacheco prepara<br />

para una edición de<br />

Arenas movedizas<br />

MARZO DE 2014 13


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OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

UNA LUCHA CON EL LENGUAJE<br />

de su casa en la noche a comprar una cajetilla de cigarros.<br />

Camina por la calle rumbo a un café cercano<br />

cuando es sorprendido por la aparición súbita, huidiza,<br />

de la Palabra, pero no es capaz de detenerla:<br />

“Recorrí dos calles más, tiritando, cuando de pronto<br />

sentí no, no sentí, pasó, rauda, la Palabra. Lo inesperado<br />

del encuentro me paralizó por un segundo,<br />

que fue suficiente para darle tiempo de volver a la<br />

noche. Repuesto, alcancé a cogerla por las puntas del<br />

pelo flotante. Tiré desesperadamente de esas hebras<br />

que se alargaban hacia el infinito.” Incapaz de atraparla<br />

(como si fuera una mujer inalcanzable), se queda<br />

“solo en mitad de la calle, con una pluma roja entre<br />

las manos amoratadas”.<br />

En estos encuentros y desencuentros con la Palabra,<br />

abundan los pasajes que son libres improvisaciones<br />

de un insomne a partir de cierta lógica<br />

automática dictada por aliteraciones, asonancias y<br />

asociaciones intuitivas: “es un ruido de cascos de caballo<br />

galopando en un campo de piedra; es un hacha<br />

que no acaba de derribar un árbol gigante; una prensa<br />

de imprenta imprimiendo un solo verso inmenso,<br />

hecho nada más de una sílaba, que rima con el golpe<br />

de mi corazón”. En varias secuencias, como la quinta,<br />

hay malabarismo lingüístico que goza acuñando<br />

neologismos, juegos de palabras, rimas basadas en<br />

el demonio de la analogía y trabalenguas que son un<br />

desafío para cualquier traductor: “Jadeo, viscoso aleteo.<br />

Buceo, voceo, clamoreo por el descampado. Vaya<br />

malachanza. Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te<br />

retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te rompo el pico,<br />

te refriego el hocico, te arranco el pito, te hundo el<br />

esternón. Broncabroncabrón. Doña campamocha se<br />

come en escamocho el miembro mocho de don campamocho.”<br />

Como en los albures o en las invenciones<br />

del nonsense verse, el lenguaje se vuelve materia sonora<br />

infinitamente moldeable, puro juego de sonido<br />

y sentido. A veces el sentido es subordinado a lo fónico:<br />

“El erizo se irisa, se eriza, se riza de risa.”<br />

Otros fragmentos exploran el camino negativo<br />

del desaprendizaje como un necesario paso previo<br />

a la purificación, para lograr el acceso a la receptividad,<br />

proceso que tiene ciertos paralelismos con la<br />

vía purgativa de los místicos. Después de romper los<br />

lazos con “el mundo, la razón y el lenguaje”, se abre<br />

el camino de la negación de todo lo impuesto por las<br />

convenciones y costumbres de los demás: “Te atreves<br />

a decir No, para un día poder decir mejor Sí. Vacías<br />

tu ser de todo lo que los otros lo rellenaron: grandes<br />

y pequeñas naderías, todas las naderías de que está<br />

hecho el mundo de los otros […] Vaciado, limpiado de<br />

la nada purulenta del yo, vaciado de tu imagen, ya no<br />

eres sino espera y aguardar […] A veces, una tarde<br />

cualquiera, un día sin nombre, cae una Palabra, que<br />

se posa levemente sobre esa tierra sin pasado.” A partir<br />

de la doctrina surrealista de la rebelión social, se<br />

llega a rechazar el activismo racional y se busca una<br />

purificación casi ascética que permite que el poeta<br />

sea un canal pasivo de transmisión de lo maravilloso,<br />

de lo no contaminado.<br />

Varias de las secuencias son monólogos caprichosos,<br />

meditaciones de un insomne con sus fantasías<br />

descabelladas (como el fragmento viii, donde el poeta<br />

es a la vez la plaza, el matador y el toro en un ritual<br />

delirante). En el ix el poeta es el cirujano que corta<br />

las palabras y las echa al circo para divertirse con los<br />

resultados de sus violentas operaciones: “Llevado<br />

por el entusiasmo de los experimentos abro en canal<br />

a una, saco los ojos a otra, corto piernas, agrego brazos,<br />

picos, cuernos.” El poeta es el que crea su propio<br />

lenguaje en su laboratorio, violentando las normas<br />

convencionales con cierto humor negro: “En suma,<br />

en mi sótano se corta, se despedaza, se degüella, se<br />

pega, se cose y recose. Hay tantas combinaciones<br />

como gustos.”<br />

Una de las expresiones más violentas del rechazo<br />

del lenguaje domesticado y de las normas sociales y<br />

educativas se puede leer en la secuencia x: “Vómito<br />

de palabras, purgación del idioma infecto, comido<br />

y recomido por unos dientes cariados, basca donde<br />

nadan trozos de todos los alimentos que nos dieron<br />

en la escuela y de todos los que, solos o en compañía,<br />

hemos masticado desde hace siglos. Devuelvo todas<br />

las palabras, todas las creencias, toda esa comida fría<br />

con que desde el principio nos atragantan.” El asco es<br />

el primer paso, pero para acabar con la infección hay<br />

que inventar un lenguaje nuevo, destructivo, implacable:<br />

“Hoy sueño un lenguaje de cuchillos y picos, de<br />

ácidos y llamas. Un lenguaje de látigos […] Un lenguaje<br />

guillotina.” Sólo un nuevo lenguaje rigurosamente<br />

subversivo puede desafiar y desenmascarar las instituciones<br />

y las falsas verdades establecidas (la alusión<br />

al Terror de Robespierre no es fortuita). El formidable<br />

trabajo de demolición es necesario antes de poder<br />

construir algo más puro y auténtico.<br />

En otra alegoría de la creación o de la búsqueda<br />

de la Palabra, el poeta aparece como un “cazadorpescador”<br />

que busca su presa elusiva en “un inmenso<br />

lago salado”. La búsqueda es interior, mental, y el<br />

cazador sólo llega a vislumbrar la punta o el comienzo<br />

de la Palabra: “Sólo distingo su cresta orgullosa:<br />

Cri. ¿Cristo, cristal, crimen, Crimea, crítica, Cristina,<br />

criterio? Y zarpa de mi frente una piragua, con un<br />

hombre armado de una lanza.” Como el pez, la Palabra<br />

sólo se deja ver parcialmente por un instante en<br />

la superficie antes de sumergirse de nuevo en las oscuras<br />

profundidades del inconsciente. El primitivismo<br />

de la alegoría (“El cazador sopla el cuerno que lleva<br />

atado al pecho…”) es reforzado si pensamos que en<br />

Francia (donde se escribió el texto) la palabra cri significa<br />

“grito”, la articulación verbal más instintiva, la<br />

expresión más directa de la experiencia primordial<br />

de dolor o placer. Por eso, tal vez, el Cri es inaccesible<br />

en la superficie consciente y para tratar de acercarse<br />

el poeta-cazador tiene que buscar dentro de sí mismo<br />

en un viaje de exploración sin límites: “De cuando en<br />

cuando el Cri reaparece, deja ver su aleta nefasta y<br />

se hunde. El remero fascinado lo sigue, hacia dentro,<br />

cada vez más hacia dentro.” La primera persona del<br />

singular ha sido sustituida por la impersonalidad de<br />

la tercera persona, como si la misma búsqueda implicara<br />

una desubjetivación del poeta.<br />

Si la lectura anterior de la palabra Cri como grito<br />

parece forzada, conviene examinar la secuencia final<br />

de “Trabajos del poeta”. Se trata de una sola larga<br />

oración de estructura anafórica que celebra de<br />

manera triunfal la llegada de la Palabra como realidad<br />

total y epifánica. Después de todos los ejercicios<br />

preparatorios, después de las violentas purgaciones<br />

negativas, después de las podas implacables del “lenguaje<br />

guillotina” se liberan por fin la energía latente<br />

y el potencial reprimido de la Palabra en todo su esplendor:<br />

“como el pájaro que sube y el relámpago que<br />

desciende, batir de alas, pico que desgarra y entreabre<br />

al fin el fruto, tú, mi Grito, surtidor de plumas<br />

de fuego, herida resonante y vasta como el desprendimiento<br />

de un planeta del cuerpo de una estrella,<br />

caída en un cielo de ecos, en un cielo de espejos que<br />

te repiten y destrozan y te vuelven innumerable, infinito<br />

y anónimo”. El anonimato es experimentado<br />

aquí como liberación extática del yo y como fusión<br />

con el vasto sistema de analogías que constituye el<br />

universo (una cadena de ecos y espejos). 22 Al escribir<br />

“Grito” (con mayúscula) y al identificarlo con la palabra<br />

plena, total y originaria, se refuerza la lectura<br />

anterior de la secuencia xi. La Palabra se manifiesta<br />

como Grito que une los contrarios.<br />

¿Águila o sol? es un libro parteaguas en la obra de<br />

Paz. Representa las “pruebas” del poeta y marca un<br />

rito de pasaje. El conjunto de poesía en prosa fue un<br />

desafío a los lectores de la época. Las expectativas<br />

tradicionales dictaron que el libro tuviera una recepción<br />

casi nula. Sólo con el tiempo iba a ser evidente<br />

que era un paso necesario en la evolución poética<br />

de Paz. Hoy se puede afirmar que este libro muestra<br />

mejor que ningún otro su forma personal y heterodoxa<br />

de acercarse al surrealismo, su manera de apropiarse<br />

de algunos de los postulados más radicales del<br />

movimiento sin adoptar las doctrinas estilísticas y<br />

teóricas en su totalidad (su automatismo espontáneo<br />

casi nunca abandona la lucidez de la conciencia).<br />

A través de un proceso violento de destrucción, crítica<br />

y purificación, el poeta encuentra una libertad<br />

nueva. El descenso a lo oscuro permite el descubrimiento<br />

de “la salida” que es el poema. W<br />

Anthony Stanton es autor de Inventores de<br />

tradición: ensayos sobre poesía mexicana moderna<br />

(Tierra Firme, 1998) y tuvo a su cargo la edición de<br />

Correspondencia: Alfonso Reyes/Octavio Paz (1939-<br />

1959) (Vida y Pensamiento de México, 1998).<br />

22 Mi lectura coincide aquí con la de Jason Wilson, quien afirma: “This<br />

is the final loss of ego-consciousness and the discovery of being through<br />

a cleansed language. The poet becomes anonymous, and language-being<br />

takes over.” Octavio Paz: A Study of His Poetics, Cambridge University<br />

Press, Cambridge, 1979, p. 109.<br />

14 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Fotografía: PAZ, CA. 1950.<br />

ENSAYO<br />

El tiempo<br />

de Piedra de Sol:<br />

pasado porvenir<br />

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA<br />

Víctima de su propio éxito, Piedra de Sol es un poema paradójico:<br />

encarna la continuidad y la ruptura de una tradición (la del poema largo,<br />

densamente poblado de ideas), es ejemplo de los postulados del surrealismo<br />

y a la vez perfecta obra racional, manifiesta un hondo nacionalismo y es<br />

el clímax del cosmopolitismo. Aquí Mendiola, tras analizarlo, hace votos<br />

por que lo leamos con azoro, admiración, disfrute<br />

MARZO DE 2014 15


Fotografía: © EMERICK WEISZ. CORTESÍA ESTATE OF EMERICK WEISZ. .EN LA CASA DE JOSÉ LUIS CUEVAS CON SALVADOR ELIZONDO, MARÍA X, LEONORA CARRINGTON, Y M.A L. PAZ, 1967.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

a Jennifer<br />

IDesde la vista panorámica<br />

que nos ofrece Piedra<br />

de Sol, la poesía mexicana<br />

ha cambiado mucho.<br />

La ambición de crear un<br />

poema en contacto profundo<br />

con las corrientes<br />

de la poesía moderna y, a<br />

la vez, en comunicación<br />

con los recursos y las<br />

ideas del pasado no sólo parece raro sino la búsqueda<br />

de un camino incorrecto. Tampoco es frecuente<br />

encontrar un texto largo con una cuidadosa valoración<br />

de la arquitectura y el desarrollo, es decir, con<br />

una forma estricta, como había imaginado Edgar<br />

Allan Poe en su famoso ensayo “La filosofía de la<br />

composición”. 1 Y parece algo totalmente extravagante<br />

proponerse la creación de un texto en donde conviven<br />

la armonía del verso y la libertad de la prosa.<br />

¿Por qué un poema que parece haber sido escrito<br />

para el siglo xxi es visto como una pieza fija, congelada<br />

y sin interés, en términos de escritura, para los<br />

días que vivimos? Quizás una de las respuestas a esta<br />

interrogante es el hecho de que una parte importante<br />

de la poesía contemporánea mexicana ha roto con<br />

la matriz del pasado, desprecia el oficio y celebra el<br />

populismo del arte contemporáneo.<br />

Durante mucho tiempo Piedra de Sol fue, más que<br />

una aspiración, una referencia inevitable. Sin embargo,<br />

en los últimos años, entre los nuevos escritores<br />

el poema parece ser, si no olvidado, sí desatendido,<br />

objeto de una “admiración” exterior y desganada.<br />

En este contexto, podríamos muy bien repetir, a propósito<br />

de esta pieza, la frase de Xavier Villaurrutia<br />

acerca de López Velarde: “es más admirado que leído<br />

y más leído que estudiado”. 2<br />

Hace unos años, un poeta nuevo, Samuel Noyola,<br />

escribió: “Los poetas son como Edipo ciego. / Si no es<br />

la madre es el poder / lo que se cruza en su destino.”<br />

Sin embargo, el joven viejo Edipo de nuestros días no<br />

quiere saber nada de la madre ni del padre. No cree<br />

en el hijo víctima —también beneficiario— de la ma-<br />

1 Edgar Allan Poe, “La filosofía de la composición”, en El cuervo / The<br />

Raven, México, El Tucán de Virginia, 1998, p. 53.<br />

2 Xavier Villaurrutia, Obras, México, fce, 1974, p. 644.<br />

dre ni en el parricidio —a veces, robo y, a veces, regreso<br />

y apropiación inevitable—, pero sí en la indiferencia<br />

y en el ansia de olvido.<br />

II<br />

Es claro que Piedra de Sol (584 versos con todo y la<br />

repetición de las primeras líneas al final del poema),<br />

en diálogo con el surrealismo y con la tradición clásica,<br />

bajo el poder del endecasílabo y el tumulto de la<br />

prosa, lleno de alusiones a la mitología precolombina<br />

y a los mitos de la Grecia antigua y la Francia medieval,<br />

entre Perséfona y Melusina, entre el amor y<br />

la guerra, estableció un nivel altísimo de creación en<br />

la escritura, tanto en el ámbito de nuestro país como<br />

en el territorio de la lengua castellana.<br />

Piedra de Sol es comparable al Canto general de<br />

Pablo Neruda y a Altazor de Vicente Huidobro, pero<br />

posee una estructura más compleja y una visión<br />

crítica más fina porque, asumiendo los valores de<br />

la vanguardia, los articula con la tradición y, en esa<br />

medida, examina y objeta —quizá a pesar del propio<br />

Paz— el modernismo del siglo xx. Piedra de Sol,<br />

como el Canto general, posee una visión histórica y,<br />

como Altazor, una poética de la imaginación en una<br />

rebeldía estética y moral sin cuartel. Sin embargo,<br />

el poema de Paz opone al poema épico una profunda<br />

visión subjetiva y, al caos de las imágenes, un orden<br />

circular.<br />

Este gran poema echa mano de la libertad imaginativa<br />

del surrealismo y utiliza, al mismo tiempo,<br />

la fuerza de la tradición renacentista, por un lado,<br />

y la vigilia del pensamiento crítico, por el otro —lo<br />

que Villaurrutia había llamado la “atención más<br />

profunda”—. 3 Esta clase de empresa en los años cincuenta<br />

del siglo pasado era infrecuente en el espacio<br />

de la literatura hispanoamericana y en otras lenguas<br />

—con la excepción de la obra poética de Borges, que<br />

creó en miniatura complejas composiciones mixtas,<br />

y de Martín Adán, en Mi Darío—. Este poema<br />

tenía como antecedente inmediato, en el contexto<br />

de nuestra lírica, Muerte sin fin de José Gorostiza, y<br />

en el muy largo plazo, como vio de manera atinada<br />

Ramón Xirau, 4 Primero sueño de sor Juana Inés de<br />

3 Laurel. Antología de la poesía moderna en lengua española,<br />

introducción de Xavier Villaurrutia, México, Séneca, 1941, p. 26.<br />

4 Ramón Xirau, “Tres calas en la reflexión poética: sor Juana,<br />

Gorostiza, Paz”, en Poetas de México y de España, Madrid, José Porrúa<br />

Turanzas, 1962.<br />

la Cruz. Paz, igual que nuestra extraordinaria monja,<br />

se aprovechó, entre otras fuentes esenciales, del<br />

poder imaginativo de Góngora y lo llevó a un mundo<br />

hondo y nuevo tan insólito como el del cordobés. 5<br />

El poema de Paz también podría vincularse con La<br />

suave patria, ya que tanto López Velarde como Paz<br />

crearon sus poemas debatiéndose con ellos mismos<br />

y, a la vez, enfrentando los conflictos de su tiempo. 6<br />

Ambos poemas son, simultáneamente, críticas y coloridos<br />

frescos. Además, el autor de La sangre devota<br />

también tomó una gran ventaja de su lectura de Góngora,<br />

como él mismo nos hizo saber en el ensayo “La<br />

corona y el cetro de Lugones”.<br />

En el contexto de la poesía moderna en otras lenguas,<br />

Piedra de Sol está inevitablemente ligado con<br />

The Waste Land de T. S. Eliot. Roberto González<br />

Echevarría y Emir Rodríguez Monegal lo percibieron<br />

claramente cuando, en una entrevista en 1972,<br />

le pidieron a Paz que hablara de la relación entre su<br />

poema y el poema de Eliot. Tanto un texto como otro<br />

utilizan el recurso de la simultaneidad y articulan<br />

distintas voces creando una pieza lírica, pero al mismo<br />

tiempo dramática. Asimismo, en ambas composiciones<br />

el lector adivina la acción del pasado clásico<br />

en el tiempo moderno.<br />

III<br />

¿Por qué Paz dejó de hablar de manera especial del<br />

poema más conocido de su obra poética?<br />

Cuando el lector se aproxima a la poesía de este poderoso<br />

escritor y logra ver el conjunto, observa que los<br />

primeros grandes libros de Octavio Paz surgieron en<br />

los años cincuenta y que el más señalado fue, ni más ni<br />

menos, Piedra de Sol. Los lectores de esa época lo dijeron<br />

con toda claridad. Francisco Zendejas, el hoy olvidado<br />

crítico de la columna Multilibros de Excélsior,<br />

recibió la edición a unos días de aparecer a la luz pública<br />

con una certera intuición de su valor al decir: “El<br />

pequeño aliento lopez velardiano deja el sitio a una<br />

sensibilidad cosmogónica que abraza todo lo que puede<br />

llamarse articuladamente mexicano en la historia<br />

y en la pasión, en el tiempo y el espacio.” 7 Asimismo,<br />

5 En mi libro El surrealismo señalé la interacción entre los versos de<br />

Góngora y de Paz.<br />

6 Es extraño que Octavio Paz no haya visto la dimensión social del<br />

poema de López Velarde.<br />

7 Francisco Zendejas, Multilibros, Excélsior, México, 9 de octubre de<br />

1957.<br />

16 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

EL TIEMPO DE PIEDRA DE SOL: PASADO PORVENIR<br />

Tomás Segovia 8 y José Emilio Pacheco 9 no dudaron<br />

en llamar al nuevo poema una obra maestra, Pacheco<br />

en un entusiasmo crítico y Segovia con la suspicacia<br />

reflexiva que lo caracterizaba.<br />

El propio Paz, en una carta dirigida a Jean-Clarence<br />

Lambert, tenía una conciencia clara de lo<br />

que había hecho. A su amigo francés le confesó: “es<br />

lo mejor que he escrito”. 10 Pero al muy poco tiempo<br />

de haber enviado esa carta, Paz comenzó a evitarlo,<br />

a veces poniendo énfasis en otros textos y a veces<br />

haciendo un mohín de hartazgo por la frecuente<br />

alusión a esta pieza cuando alguien le preguntaba<br />

por el desarrollo de su obra. El cambio de actitud lo<br />

podemos observar en la entrevista que Paz concedió<br />

a Emmanuel Carballo 11 poco tiempo después de<br />

la publicación del La estación violenta. Este cambio<br />

de actitud también lo podemos ver en la entrevista<br />

de Paz con González Echevarría y Rodríguez Monegal.<br />

12 Desde luego, a lo largo de los años, Paz tuvo<br />

que hablar sobre este poema. Era inevitable. Pero lo<br />

que el lector nota en las intervenciones y respuestas<br />

del poeta acerca de una de sus obras más apreciadas<br />

es una reserva que se manifiesta en evasivas. Es extraño:<br />

todo debería haber contribuido para que él le<br />

otorgara un lugar especial. Es el poema que lo consagra,<br />

aunque no sea el primero de sus grandes poemas.<br />

Están varias composiciones anteriores increíbles.<br />

En primer lugar, “Himno entre ruinas”; en segundo<br />

lugar, la mayor parte de las piezas de ¿Águila<br />

o sol?, y, en tercero, “Semillas para un himno” y “El<br />

cántaro roto” 13 —texto que al ser publicado en Cuadernos<br />

de Literatura despertó de inmediato un escándalo<br />

y entusiasmo.<br />

Es fundamental decir que la mayor parte de los<br />

críticos de poesía habían ignorado, unos años antes,<br />

la publicación de ¿Águila o sol? Por ejemplo, Antonio<br />

Castro Leal, en la antología La poesía mexicana<br />

moderna, no mencionó este libro. En cambio el largo<br />

poema en endecasílabos fue, desde el principio,<br />

aclamado en todas partes, tanto en México como<br />

fuera del país. Quizá la distancia que Paz estableció<br />

con este poema provino del hecho de que Piedra de<br />

Sol acababa acoplándose de una manera forzada con<br />

la teoría de la ruptura y representaba para Paz el recuerdo<br />

de una época extraordinaria, pero muy conflictiva<br />

de su vida. Son los años en los que comienza<br />

a generarse una relación muy tensa con la izquierda<br />

mexicana y son los años también de la separación de<br />

Elena Garro y del encuentro con Bona Tibertelli de<br />

Pisis, con la que rompería más tarde en forma muy<br />

triste para él.<br />

Aunque en las décadas de los sesenta y setenta<br />

Piedra de Sol estaba en la boca de todos los lectores<br />

y de los jóvenes poetas, Paz no hizo, en general, un<br />

gran énfasis sobre el mismo y trató de que la tensión<br />

crítica en torno a su obra recayera sobre su libro y<br />

poema Blanco. Con ello apoyaba una estética ligada<br />

a la poesía del lenguaje y no a la operación híbrida de<br />

Piedra de Sol. Esta actitud de Paz coadyuvó a crear,<br />

entre los lectores, una relación ambivalente. Todos<br />

o casi todos creían que Piedra de Sol era una pieza<br />

única, pero Paz de algún modo la eludía. Sin embargo,<br />

gracias a las entusiastas lecturas de José Emilio<br />

Pacheco en sus artículos de “Inventario” en la revista<br />

Proceso y de Pere Gimferrer 14 en su ensayo Lecturas<br />

de Octavio Paz, esa notable pieza de los años cincuenta<br />

mantuvo su actualidad, por lo menos, entre<br />

los lectores avezados.<br />

IV<br />

Piedra de Sol tiene una relación íntima con los libros<br />

que le precedieron. No sólo fue la aparición de un nuevo<br />

desarrollo, sino que representó al mismo tiempo el<br />

retorno lírico a los textos anteriores. En primer lugar<br />

a ¿Águila o sol?; en segundo lugar a los libros de ensayos<br />

El arco y la lira y Las peras del olmo; y, en tercer<br />

lugar, a El laberinto de la soledad. Si Piedra de Sol es la<br />

8 Tomás Segovia “Una obra maestra: ‘Piedra de Sol’” en Revista<br />

Mexicana de Literatura, núm. 1, México, enero-marzo de 1959, p. 61.<br />

9 José Emilio Pacheco, “Octavio Paz, La estación violenta” en<br />

Estaciones, núm. 11, México, otoño de 1958, p. 335.<br />

10 Octavio Paz, Jardines errantes. Cartas a J.-C. Lambert, México, Seix<br />

Barral, 2008.<br />

11 Emanuel Carballo, “Octavio Paz, su poesía convierte en poetas a los<br />

lectores”, México en la Cultura, México, 25 de agosto de 1958.<br />

12 Octavio Paz, Miscelánea III. Entrevistas, México, fce-Círculo de<br />

Lectores, 2003, p. 514.<br />

13 El versículo de Paz con frecuencia es una suma de versos<br />

encabalgados de arte menor, sobre todo de heptasílabos, como se<br />

observa en “El cántaro roto”.<br />

14 Pere Gimferrer, Lecturas de Octavio Paz, Barcelona, Anagrama,<br />

1980, p. 37.<br />

imagen invertida, isómera, de ¿Águila o sol? y si es la<br />

puesta en práctica de las profundas reflexiones de El<br />

arco y la lira, este texto es también la realización renovada,<br />

más honda en la imaginación del pensamiento<br />

analógico, de la antropología que Paz había desarrollado<br />

en El laberinto de la soledad. En este sentido,<br />

la obra maestra, el poema de los 590 versos, la composición<br />

surrealista y al mismo tiempo clásica, es de alguna<br />

manera la piedra de toque de los otros libros o la<br />

síntesis apretada y beligerante de la capacidad creativa<br />

de Octavio Paz al terminar los años cincuenta. Algo<br />

que revela esta compleja red de correspondencias es<br />

la íntima y estrechísima relación orgánica que el lector<br />

puede observar entre los libros que Paz escribió<br />

en esa década. Si exageráramos podríamos decir que<br />

casi parecen un solo texto. En este sentido, quizás<br />

uno de los elementos que ha contribuido a una mirada<br />

menos interesada en la originalidad del poema derive<br />

de que al estar asociado en forma subterránea con El<br />

laberinto de la soledad, el creciente desinterés crítico<br />

sobre el ensayo haya proyectado una sombra sobre el<br />

largo poema. Sin embargo, podríamos muy bien preguntarnos:<br />

¿es El laberinto de la soledad efectivamente<br />

un texto anacrónico, colmado de generalizaciones,<br />

encerrado en una búsqueda ficticia? Algunos críticos<br />

han pensado que sí. Sin embargo, las intuiciones sobre<br />

la historia de México y el carácter del individuo<br />

en una sociedad como la mexicana a muchos lectores<br />

continúan ofreciéndoles la oportunidad de un acercamiento<br />

esencial a nuestro país. Tal vez este ensayo, a<br />

pesar de la oposición que ha sufrido, más tarde o más<br />

temprano, está destinado a resurgir como una visión<br />

honda. Piedra de Sol es una demostración palpable de<br />

las visiones profundas que Paz alcanzó en aquel libro.<br />

V<br />

¿Piedra de Sol es un poema muy diferente a los poemas<br />

del siguiente gran ciclo de la obra poética de<br />

Paz? ¿Qué clase de relación guarda con “Noche en<br />

claro”, Blanco y El mono gramático?<br />

De entrada hay una diferencia formal que salta a<br />

la vista: el verso, el uso del verso clásico para construir<br />

un poema en la manera clásica, es decir, un largo<br />

poema donde el recurso de construcción siempre<br />

emplea el mismo procedimiento. Ésta sería una diferencia<br />

radical en el terreno de la forma. ¿Hay otras<br />

diferencias? En términos de sentido, ¿hay cambios<br />

apreciables? Si pensamos en “Noche en claro”, las<br />

diferencias son obvias. Este último poema es mucho<br />

más corto, es más bien anecdótico y el verso no<br />

sigue un patrón regular. Sin embargo, tiene como<br />

elemento común esencial la presencia del surrealismo,<br />

tanto en el modo de proceder como en el relato<br />

del poema mismo. “Noche en claro” es un poema<br />

que pertenece, de una u otra forma, al ciclo en que<br />

se encuentra Piedra de Sol. Podríamos decir que es<br />

un poema hermano, en su espíritu, de “Himno entre<br />

ruinas”.<br />

¿Cuáles son las diferencias y coincidencias de Piedra<br />

de Sol con Blanco? Quizá todas. Blanco es un poema<br />

muchísimo más corto aunque, por la importancia<br />

que tiene en este texto la arquitectura espacial de<br />

la tipografía, este poema deviene, de una manera insólita,<br />

un poema largo. Por otro lado, aunque el poema<br />

tiene muchas veces como eje rítmico el heptasílabo<br />

y el endecasílabo, el flujo del poema está lleno<br />

de rupturas en favor de una profundización de la autonomía<br />

del lenguaje. En contraste con Piedra de Sol<br />

y en contraste incluso con “Noche en claro”, Blanco<br />

no sólo no es anecdótico, sino en cierta forma es<br />

un poema antianecdótico. Asimismo, Blanco no es,<br />

como Piedra de Sol, un desvarío de la conciencia. Es,<br />

más bien, un proceso de clarificación del lenguaje<br />

en el lenguaje mismo. Podemos leer ciertos versos o<br />

fragmentos de un modo realista, pero no son espejos<br />

de la realidad, son espejos del lenguaje. Si acaso son,<br />

de manera intermitente, reverberaciones del pensamiento.<br />

En este poema hay algo o mucho de eso que<br />

Haroldo de Campos llamó, bajo la influencia del propio<br />

Paz, una sintaxis rítmico-permutatoria. 15 Mientras<br />

que Piedra de Sol es un poema construido bajo<br />

el recuerdo de Muerte sin fin y Primero sueño, Blanco<br />

es un poema que necesariamente nos hace pensar en<br />

Un golpe de dados de Mallarmé. Piedra de Sol, a final<br />

de cuentas, impone un orden mitológico y cósmico;<br />

Blanco abre la puerta al azar. Son dos maneras muy<br />

15 Haroldo de Campos, “De la poesía concreta a Galaxias y<br />

Finismundo”, en Estudios brasileños, Horacio Costa, comp., México,<br />

unam, 1994, p. 137.<br />

distintas de hablar del universo. Una, cósmico-histórica;<br />

la otra, bajo la lingüística y la descomposición<br />

gráfica. Además, en el poema largo en endecasílabos<br />

escuchamos una alianza extraña entre los mitos occidentales<br />

y los mitos precolombinos; en cambio, en<br />

Blanco sentimos la presencia del oriente.<br />

¿Qué sucede con El mono gramático? Esta gran<br />

composición retorna al poema en prosa. Retoma<br />

de manera completamente nueva los caminos explorados<br />

en ¿Águila o sol? En este sentido El mono<br />

gramático es una nueva versión isómera del poema<br />

largo en endecasílabos. Quizá, desde la perspectiva<br />

de la prosa, roza, de una manera sui generis, a Piedra<br />

de Sol. El mono gramático, que tiene como figura<br />

central al simio héroe Hanuman, es un poema<br />

con un desarrollo y una estructura unitaria. Tiene<br />

tres centros: en primer lugar, el poeta que escribe<br />

ensimismado, rodeado de los jardines de la ciudad<br />

universitaria de Cambridge; en segundo, el relato<br />

de la visita a Galta con el polvoso camino, el palacio<br />

abandonado, en ruinas, y el descubrimiento de la<br />

pintura de Hanuman; y, en tercero, el amor haciacon<br />

Esplendor. En el poema, esos tres planos se suceden<br />

a veces alternativamente, a veces casi simultáneamente<br />

como en un cuadro. El poema viaja de<br />

la reflexión hacia el baile de la escritura; después<br />

corre hacia el ágape erótico, casi pornográfico, y<br />

gira, después, al espacio-tiempo de Galta. Rotación<br />

de signos, pero también rotación de los planos de la<br />

realidad humana. Pensamiento y anécdota. O abstracción<br />

y biografía. En el texto hay un desvarío en<br />

orden, de alguna manera, como lo que ocurre en<br />

Piedra de Sol. Tal vez podríamos decir que El mono<br />

gramático es el poema que cierra un tercer ciclo en<br />

el desarrollo de la obra de Octavio Paz y que coincide,<br />

de manera insospechada, con Piedra de Sol,<br />

ya que en ambos está la metáfora del hombre en un<br />

cuarto y el pensamiento del instante, el universo y<br />

el amor.<br />

VI<br />

Para la poesía moderna contemporánea, para la<br />

poesía de nuestros días, es esencial comprender<br />

cabalmente una composición como Piedra de Sol.<br />

En ella el lector encuentra una alta realización de<br />

la literatura mexicana y, a la vez, una compleja visión<br />

del tiempo. Pero este texto no es, como otros<br />

poemas del siglo xx, un callejón sin salida. En su<br />

forma circular, Piedra de Sol es una puerta a otros<br />

caminos. Nos indica claramente dos cosas: en primer<br />

lugar, la necesidad de criticar la poesía del siglo<br />

xx, dispersa, sin composición, vaciada de sentido y<br />

de vida; y en segundo lugar, la urgencia de recuperar<br />

un tiempo pasado que puede ser y es el futuro,<br />

nuestro tiempo verbal pasado porvenir. Si no somos<br />

capaces de leer los poemas Primero sueño, La suave<br />

patria, Muerte sin fin y Piedra de Sol como formas y<br />

significados que hablan a nuestra época, entonces<br />

el acto de escribir deviene una sombra pálida y una<br />

nada sin importancia. La desmemoria.<br />

Recuperar la tradición de la lírica mexicana, encontrar<br />

sus momentos de cierre y de apertura es<br />

una tarea de la nueva poesía. Por eso es interesante<br />

lo que dice el desaparecido poeta Samuel Noyola sobre<br />

esta cuestión en “La vanguardia es fresa o en el<br />

día del trabajo”: 16<br />

Los poetas son como Edipo ciego. / Si no es la<br />

madre es el poder / lo que se cruza en su destino. /<br />

No interesa la pregunta de la esfinge. / Si el sol es el<br />

sol el centro es todo, / verano derramado en un soneto,<br />

/ la nada cede ante el pífano de luz.<br />

Quizás es necesario encontrar de nuevo, precisamente,<br />

las preguntas de la esfinge. En México cada<br />

generación de escritores, cada generación de poetas,<br />

ha indagado en el origen y desarrollo de nuestra<br />

literatura, y cada generación, cada escritor con<br />

hambre de caminar hacia adelante, casi siempre<br />

bajo una luz solar —en soneto, en un verso novedoso<br />

o en una prosa apretada y lúcida—, ha dado una<br />

respuesta. Preguntar a la esfinge es un acto difícil y<br />

revelador. Un lugar para formular estas preguntas<br />

es Piedra de Sol. W<br />

Víctor Manuel Mendiola es autor de El surrealismo<br />

de Piedra de Sol, entre peras y manzanas (Letras<br />

Mexicanas, 2011).<br />

16 Samuel Noyola, El cuchillo y la luna. Poesía reunida, México, El<br />

Tucán de Virginia, 2011.<br />

MARZO DE 2014 17


Fotografía: CON ANDRÉS HENESTROSA, JOAQUÍN DÍEZ-CANEDO Y JOSÉ LUIS MARTÍNEZ EN LA FACULTAD DE FILOSOÍA Y LETRAS, UNAM, CA. 1967. AGN.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Hay mucho jugo filosófico que exprimir a la obra de Octavio Paz. Como evidencia<br />

de ello retomamos aquí el suculento ensayo que Xirau incluyó en un libro publicado por SEP<br />

Setentas en 1972 y que formará parte de Octavio Paz en El Colegio Nacional, en el que<br />

se presentan textos de miembros de la institución sobre el escritor; agradecemos<br />

las facilidades para reproducirlo en estas páginas<br />

ENSAYO<br />

Trivio de Octavio Paz<br />

RAMÓN XIRAU<br />

Tres momentos distintos y<br />

aun diversos de la obra de<br />

Octavio Paz constituyen el<br />

objeto de este comentario:<br />

Piedra de Sol (1957), a la vez<br />

síntesis de la obra primera<br />

de Paz y comienzo de una<br />

nueva época, poema tanto<br />

de la tradición como de la<br />

“ruptura”; Renga, poema<br />

cuádruple y aun múltiple no sólo porque está escrito<br />

cuádruplemente (Tomlinson, Sanguineti, Roubaud,<br />

Paz), sino porque la esencia misma del poema participa<br />

de la variedad y la multiplicidad; Conjunciones<br />

y disyunciones, donde interesaría analizar muchos<br />

y riquísimos asuntos aun cuando me limite aquí a<br />

considerar uno de los temas centrales: el de la naturaleza<br />

—o ausencia de ella— del hombre y del nohombre.<br />

1 ¿Análisis divergentes? Creo poder probar,<br />

al final del comentario, que esta divergencia tiene<br />

también por nombre: convergencia.<br />

I. PIEDRA DE SOL<br />

En la primera edición de Piedra de Sol, Octavio Paz<br />

hacía notar que el poema contiene 584 endecasílabos<br />

y que “este número de versos es igual al de la<br />

revolución sinódica del ciclo venusino”. Una de las<br />

primeras intenciones de Octavio Paz es lograr que<br />

Piedra de Sol se adapte, por lo menos en su forma, al<br />

tiempo cíclico de una de las culturas mayores de la<br />

meseta central prehispánica. Poema circular, Piedra<br />

de Sol repite, al final del poema, los seis versos con<br />

los cuales el poema se inicia. Piedra de Sol es, en primer<br />

lugar, un poema intencionalmente cíclico.<br />

En El mito del retorno escribe Mircea Eliade que<br />

el mito constituye “la aplicación, en planos diferentes,<br />

y en respuesta a necesidades diferentes, del mismo<br />

ademán arquetípico, a saber, la regeneración del<br />

1 He tratado de analizar la poesía de Octavio Paz en Octavio Paz: el<br />

sentido de la palabra (Joaquín Mortiz, México, 1970). Intento aquí no<br />

repetirme. La palabra trivio es una referencia-homenaje a Cuadrivio,<br />

ese extraordinario libro de crítica poética que escribió Octavio Paz. Al<br />

escribir este comentario todavía no ha aparecido la versión española de<br />

Renga; sigo la edición de Gallimard, París, 1970.<br />

mundo y de la vida por la repetición de la cosmogonía”.<br />

Mito de la creación y de la renovación infinita,<br />

permite, a la vez, entender la caída del mundo y su<br />

renovación, el ciclo de la vida, el movimiento de los<br />

astros, el nacimiento y la muerte del día. 2 Los seis<br />

versos que inician y terminan Piedra de Sol son, precisamente,<br />

versos de la inocencia y de la renovación<br />

purificada de un mundo que está hecho de esperanzas<br />

y caídas, de redenciones y desesperanzas. Seis<br />

versos paradisiacos, erguidos en su inocencia lúcida:<br />

“Un sauce de cristal, un chopo de agua, / un alto surtidor<br />

que el viento arquea, / un caminar de río que<br />

se curva, / avanza, retrocede, da un rodeo, / y llega<br />

siempre”. A esta paz inicial que es igualmente paz final<br />

se contrapone el mito de la caída y la redención<br />

del mundo, a lo largo del poema.<br />

Me limito, en este breve análisis, a considerar la<br />

evolución de los principales conceptos que el poema<br />

encierra: el amor —indicado ya en la alusión al ciclo<br />

venusino—, la sociedad humana, la soledad y la comunión,<br />

el tiempo y la eternidad.<br />

El amor se presenta, en primer término, como posibilidad<br />

de relación, deseo de contacto: “voy por tu<br />

cuerpo como por el mundo, / tu vientre es una plaza<br />

soleada. / tus pechos dos iglesias donde oficia /<br />

la sangre sus misterios paralelos”. Amor mítico, en<br />

un principio, se desmiembra en algunos nombres de<br />

mujeres: Melusina, Laura, Isabel, Perséfona, María.<br />

Esta primera forma del amor, impersonal por mítico,<br />

es todavía un amor indiferenciado: 3 “tienes todos<br />

los rostros y ninguno / eres todas las horas y ningu-<br />

2 El mito del eterno retorno es frecuente en todas las culturas. En<br />

Occidente nace para la filosofía en Heráclito, se desenvuelve en el<br />

estoicismo, reaparece en Nietzsche. El propio Octavio Paz se ha referido<br />

(Oriente y Occidente) varias veces al mito. Así, en Corriente alterna:<br />

“Aunque el origen de revolución sea el mismo que el de revuelta (volvere:<br />

rodar, enrollar, desenrollar) y aunque ambas signifiquen regreso, la<br />

primera es de estirpe filosófica y astronómica: vuelta de los astros a su<br />

punto de partida, movimiento de rotación en torno a un solo eje, ronda<br />

de las estaciones y las eras históricas.”<br />

3 Las referencias míticas de los seis nombres femeninos son claras.<br />

Interesa, ante todo, recordar a Melusina de Lusingan, a la vez mujer<br />

serpiente y mujer sedienta de purificaciones. Perséfona-Proserpina, hija<br />

de Ceres, es la del trigo; su simbolismo es también doble si la recordamos<br />

condenada a vivir la mitad del año con Plutón y liberada la otra mitad<br />

para que vuelva a vivir con su madre.<br />

na, / te pareces al árbol y a la nube, / eres todos los<br />

pájaros y un astro.” Al personalizarse, el amor entraña<br />

división, lucha, aislamiento, desilusión. Melusina<br />

deja de ser mujer para convertirse en “atroz escama”;<br />

su presencia vuelve ausencia: “no hay nadie, no eres<br />

nadie, / un montón de ceniza y una escoba, / un cuchillo<br />

mellado y un plumero.” Sin embargo, solamente<br />

en el instante amoroso parece adquirir sentido la<br />

eternidad: “el mundo cambia / si dos, vertiginosos y<br />

enlazados, / caen sobre la yerba”. A la apariencia primera<br />

de unidad, unidad indiferenciada viene a sustituirse<br />

el amor-caída a su vez sustituido por el amor<br />

encuentro.<br />

Hacia la mitad del poema, Octavio Paz toca directamente<br />

el tema social, tema que no ha dejado de<br />

sentir desde su juventud, desde que en España vio<br />

nacer a “otro hombre”. La referencia social más clara<br />

se inicia con una descripción cuasirrealista de aquel<br />

Madrid de 1937, herido de bombardeos: “en la plaza<br />

del Ángel las mujeres / cosían y cantaban con sus hijos,<br />

/ después sonó la alarma y hubo gritos, / casas<br />

arrodilladas en el polvo, / torres hendidas, frentes<br />

escupidas / y el huracán de los motores, fijo”. A esta<br />

imagen del desastre —que Octavio Paz ha imaginado<br />

(Nueva York, Londres, Moscú) en Himno entre<br />

ruinas— se sustituye un momento de calma. Nuevamente<br />

es aquí el amor el que reconcilia opuestos, el<br />

que va más allá de la vida y de la muerte: “los dos se<br />

desnudaron y se amaron / por defender nuestra porción<br />

eterna, / nuestra ración de tiempo y paraíso.”<br />

Unos versos más adelante precisa Octavio Paz: “porque<br />

las desnudeces enlazadas / saltan el tiempo y<br />

son invulnerables”. Podrá proseguir el desastre, podrá<br />

proseguir ruina y proseguir el aislamiento. Queda,<br />

eterno, el amor.<br />

De manera semejante se entretejen, en Piedra de<br />

Sol, la soledad y la comunión. En versos que conscientemente<br />

hacen eco a Muerte sin fin de Gorostiza,<br />

dice Paz: “no hay nada en mí sino una larga herida /<br />

una oquedad que ya nadie recorre, / presente, sin<br />

ventanas, pensamiento / que vuelve, se repite, se refleja,<br />

/ y se pierde en su misma transparencia”. A esta<br />

soledad radical, tan soledad como aquel “páramo de<br />

espejos” que era la inteligencia en Muerte sin fin, responden<br />

los mitos de la unión, los deseos de comuni-<br />

18 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

TRIVIO DE OCTAVIO PAZ<br />

dad. Algunas veces aparecen aisladamente en el poema:<br />

“todos los nombres son un solo nombre / todos<br />

los rostros son un solo rostro.”<br />

Si analizamos el poema con mayor atención, veremos<br />

que la unión nace siempre del amor. Cuando<br />

el amor se realiza, “no hay tú ni yo, mañana, ayer ni<br />

nombres”. En el curso del tiempo irreversible (“no<br />

vuelve atrás el tiempo, / los muertos están fijos en<br />

su muerte”), “todo se comunica y transfigura”, todo,<br />

por el amor, se convierte en el reino de los “pronombres<br />

enlazados”. La unión amorosa pone al tiempo<br />

en suspenso y lo convierte en eternidad: “el mundo<br />

nace cuando dos se besan”.<br />

¿Unión religiosa? ¿Unión mística? No es de creer.<br />

Octavio Paz habla de dios como de un “ser sin nombre”,<br />

un “ser sin rostro”. La unión amorosa es sagrada<br />

pero no mística. Como en los mitos que analiza<br />

Mircea Eliade, “una acción real […] suspende la<br />

duración, excluye el tiempo profano y participa del<br />

tiempo mítico”. Pero, ¿cuál es el mito que funda la<br />

realidad de Piedra de Sol y gran parte de la obra Octavio<br />

Paz hasta Piedra de Sol? Paz lo ha definido con<br />

precisión en el prólogo a Las peras del olmo: “Creo<br />

que los poetas de todos los tiempos han afirmado<br />

lo mismo: el deseo es un testimonio de nuestra condición<br />

desgarrada; asimismo, es una tentativa por<br />

recobrar nuestra mitad perdida. Y el amor, como la<br />

imagen poética, es un instante de reconciliación de<br />

los contrarios.”<br />

Esta vivencia doble —separación y soledad, busca de<br />

contacto y de unidad— constituye el eje que coordina<br />

todas las imágenes de Piedra de Sol. Somos mitad perdida:<br />

“caigo al fondo, / invisible camino sobre espejos /<br />

que repiten mi imagen destrozada”. Pero este caer a<br />

fondo es, amorosamente, imaginariamente, una forma<br />

del ascenso cuando puedo, “salir de mí, buscarme entre<br />

los otros, / los otros que no son si yo no existo, / los<br />

otros que me dan plena existencia”. Repito tres versos<br />

citados más arriba que ahora cobran —división y unidad<br />

a la vez— su verdadero sentido: “los dos se desnudaron<br />

y se amaron / por defender nuestra porción eterna,<br />

/ nuestra ración de tiempo y paraíso”.<br />

Toda mitología del eterno retorno se refiere a un<br />

centro del mundo: templo, imagen del cielo, árbol,<br />

eje del tiempo que, a su vez, es imagen de la eternidad.<br />

El tiempo se detiene como, al fin y al cabo, se detenía<br />

el río de Heráclito. Este centro se llama, en Piedra<br />

de Sol, amor: “todo se transfigura y es sagrado, /<br />

es el centro del mundo cada cuarto, / es la primera<br />

noche, el primer día, / el mundo nace cuando dos se<br />

besan”. Por el amor volvemos al “cauce de cristal”, al<br />

“chopo de agua”, al tiempo sagrado de la inocencia.<br />

II. RENGA<br />

El renga es una forma poética japonesa que, según<br />

los especialistas empezó a desarrollarse en el siglo<br />

viii. El renga de los primeros tiempos consiste en<br />

un tanka escrito por dos personas: la primera escribía<br />

los tres primeros versos del poema; la segunda,<br />

los dos últimos. Como el segundo debe prolongar<br />

y concluir el poema, su escritura constituía a la vez<br />

una demostración de habilidad y de arte poética.<br />

Durante los siglos xi y xii, el renga fue, ante todo,<br />

pasatiempo cortesano para, más tarde, llegar a ser<br />

pasatiempo nacional. En 1488, después de un lento<br />

periodo de elaboración, el renga adquirió plenitud<br />

artística cuando Sogi y otros poetas escribieron, en<br />

Minase, cien estrofas encadenadas.<br />

Del 30 de marzo al 3 de abril de 1969, el Hotel<br />

Saint-Simon, del Boulevard Saint-Germain, se convirtió<br />

en el Minase de Occidente al reunirse allí los<br />

poetas Octavio Paz, Jacques Roubaud, Edoardo Sanguineti<br />

y Charles Tomlinson. Por primera vez, Occidente<br />

ofrecía un sistema de poesía enlazada y encadenada:<br />

un renga.<br />

¿Cómo se escribió Renga de Paz-Sanguineti-<br />

Tomlinson-Roubaud?, ¿a qué tradición occidental<br />

se asemeja y responde?, ¿cuál es la intención de este<br />

poema plural y plurilingüe?<br />

La primera de estas preguntas se refiere a la mecánica<br />

de la escritura. La forma escogida fue la del<br />

soneto libre, es decir, del soneto ritmado pero ajeno<br />

a la rima y a la cuantificación silábica del verso.<br />

Al exacto ver de Octavio Paz, el soneto representa el<br />

modo de expresión acaso más típico y, sin duda, más<br />

universal, de la misma manera que el tanka es universal<br />

y es típico dentro de la expresión poética del<br />

Japón. El soneto, además, no es representativo de<br />

una sola lengua ni de una sola cultura, sino es general<br />

de la cultura del Occidente posrenacentista; así,<br />

más que un poema estrictamente nacional, el soneto<br />

es la expresión de una modalidad cultural. Escogida<br />

la forma, había que escoger la forma de presentarla.<br />

Durante los días en que los poetas estuvieron<br />

reunidos en Minase-Saint-Simon, decidieron escribir<br />

cuatro series de sonetos. Cada poeta dio el tono,<br />

no exactamente el tema, de uno de los sonetos. Los<br />

tres poetas restantes, alternativamente, escribían<br />

los cuartetos y los tercetos. Apuntamos que todos<br />

ellos, excepto Sanguineti, escribieron un soneto individual<br />

en la lengua del poeta y al final de cada una<br />

de las series. Sería fácil hablar aquí de combinatoria.<br />

Sería más exacto hablar de una combinatoria libre.<br />

No considero inútil reproducir el primer soneto de la<br />

primera serie iniciado por Octavio Paz:<br />

El sol marcha sobre huesos ateridos:<br />

en la cámara subterránea gestaciones:<br />

las bocas del metro son ya hormigueros.<br />

Cesa el sueño, comienzan los lenguajes:<br />

and the gestureless speech of things unfreezes<br />

as the shadow, gathering under the vertical<br />

raised lip of the columns’ floating, spreads<br />

its inkstain into the wrinkles of weathered stone:<br />

Car la pierre peut-être est une vigne<br />

la pierre où des fourmis jettent leur acide,<br />

une parole préparée dans cette grotte<br />

Principi tomba e toa, sollevavo salive di spettri:<br />

la mia mandibola mordeva le sue sillabe di sabbia:<br />

ero reliquia e clessidra per i vetro dell’occidente. 4<br />

¿Existen antecedentes occidentales de un poema<br />

escrito por varias personas? Existen, sin duda,<br />

en poemas de salón, reunión o fiesta popular tanto<br />

como burguesa o aristocrática. De manera no consciente<br />

existen en el anonimato de nuestra larga tradición<br />

de poesía épica (Ilíada, Odisea, Beowlf; acaso<br />

el Cantar del mío Cid o la Chanson de Roland) como<br />

existen en el anonimato de las catedrales góticas.<br />

Una catedral gótica no es solamente una estructura,<br />

es una construcción dinámica que, en más de un sentido,<br />

se comenta a sí misma. La libertad que se otorga<br />

al intérprete en la cadenza de un concierto para piano<br />

o violín podría verse como una necesidad de comentar<br />

y aun de demostrar una habilidad muy precisa,<br />

de manera semejante a la demostración de habilidad<br />

de que hacía gala el segundo poeta en los tanka<br />

del Japón. Pero es claro que el antecedente más claro<br />

de una poesía múltiple hay que encontrarla en el<br />

surrealismo. No en vano ni falsamente el Renga de<br />

Tomlinson-Roubaud-Paz-Sanguineti constituye un<br />

homenaje a André Breton. 5<br />

¿Cuál es el sentido de este homenaje? Es, a mi<br />

modo de ver, el sentido mismo que quiere y pretende<br />

tener el poema. Breton creyó en una poesía a la vez<br />

anónima y representativa de la vida interior cuando<br />

quiso que la poesía fuera manifestación del inconsciente,<br />

encuentro de los opuestos convertidos en<br />

imagen. De ahí la importancia que tuvieron para el<br />

surrealismo los sueños y la escritura automática.<br />

El yo, para Breton, como para Pascal, es odioso.<br />

No lo es menos para Roubaud-Sanguineti-Tomlinson-Paz.<br />

Pero a diferencia de los surrealistas, los<br />

cuatro poetas reunidos en París pretenden alcanzar,<br />

al mismo tiempo, una poesía anónima, lúcida e individual.<br />

Es probable que en varias de las formas de la<br />

cultura de Oriente —India y Japón, principalmente—<br />

el ejercicio y la disciplina ascético-místicas conduzcan<br />

a una negación del yo (o a una trascendencia<br />

del yo). Es probable también que esta negación (o<br />

trascendencia) se encuentre en algunos de los grandes<br />

místicos de Occidente —pienso en el maestro<br />

Eckhart, pienso en Jacob Boehme—. Con todo, el yo<br />

es parte integrante de la cultura de Occidente. De<br />

ahí el carácter a la vez anónimo y personal de cada<br />

una de las estrofas de Renga y aun de cada uno de los<br />

poemas de este Renga. 6<br />

Parecida intención debe encontrarse en las múlt-<br />

4 Interesante como es, este soneto aparece —tal vez por ser el<br />

primero— como algo más rígido que los demás. Los cuatro poetas<br />

adquirieron rápidamente mayor libertad y mayor sentido de la ironía, en<br />

los comentarios, entrecomentarios, referencias cruzadas.<br />

5 En el surrealismo, como en el texto de Renga, la idea de un arte<br />

múltiple es intencional. En el primer caso se postula que la asociación<br />

libre revelará un inconsciente auténtico e irracional; en el segundo,<br />

que el procedimiento poético es consciente y que sus resultados no son<br />

necesariamente irracionales.<br />

6 Paz ha llevado a cabo varias colaboraciones poéticas: con<br />

Vicente Rojo en Discos visuales; con Adja Yunkers con medios<br />

electrónico-musicales.<br />

iples referencias (referencias y también citas), dentro<br />

de este poema encadenado mirado con cuatro<br />

inteligencias y visto por cuatro pares de ojos sensibles.<br />

Referencias y citas de Donne, Sade, Baudelaire,<br />

Rimbaud, de las obras de los mismos poetas que<br />

escriben; comentarios irónicos y aun juego libre y<br />

sencillo de conversaciones entre los cuatro poetas.<br />

Esta variada red de referencias tiene dos aspectos:<br />

uno innegable, además de efectivo, está constituido<br />

por el aspecto lúdico de este poema, aspecto lúdico<br />

que la poesía muchas veces entraña si no quiere tornarse<br />

formal y aun solemne; otro, la vinculación de<br />

los cuatro poetas a toda una cultura que deja de ser<br />

pasada para, anónimamente y personalizadamente,<br />

hacerse contemporánea, actual y presente.<br />

Desaparece el tiempo; brillan las “correspondencias”<br />

entre obra y obra, frase y frase, poeta y mundo<br />

tanto natural como cultural. Anónimamente, la<br />

cultura de Occidente se personaliza, ironizada, comentada,<br />

vivida, más allá de las cuatro lenguas de la<br />

escritura o, por mejor decirlo, precisamente en la variedad<br />

unitaria de las cuatro escrituras. Las referencias,<br />

las “correspondencias”, se multiplican: de los<br />

trovadores a Mallarmé, de la Grecia clásica a Sanguineti,<br />

de México a los dragones legendarios o a Eros y<br />

Ceres míticos. El poema, la lengua, la cultura se convierten<br />

en lo que en este poema verdaderamente son:<br />

un sistema múltiple y flexible de referencias.<br />

¿Roubaud mediterráneo, preciso y cercano a las<br />

Geórgicas?, ¿Sanguineti hiriente y brusco?, ¿Paz<br />

unificador de opuestos?, ¿Tomlinson con reminiscencias<br />

shakespeareanas? Variedad que debe llevar<br />

el nombre de variación. Musicalmente, Renga es<br />

tema y variaciones, vivencia común y pasado actualizado.<br />

De esta vivencia y de este pasado son muestra<br />

las tres citas siguientes:<br />

The given is ground. You are bound by it (III, 1)<br />

Quand, plus-de-bleu plus-de-noir toi séquence de<br />

céréales<br />

nombre de puits de feuilles ouvres en tremblant<br />

(tremor<br />

at pitch of neve) ta lueur de louve (aloof!)<br />

sémillante (IV, 1)<br />

y Palabra una —convergentes transparencias (IV, 3)<br />

El ayer y el mañana se convierten en un continuado<br />

ahora. El tiempo de las imágenes, de los hombres,<br />

del mundo es —hay que decirlo con Octavio Paz—<br />

“conjunción” y “disyunción”.<br />

III. CONJUNCIONES Y DISYUNCIONES<br />

DEL HOMBRE Y EL NO-HOMBRE<br />

La naturaleza del hombre: saber que el hombre ha<br />

sido preocupación de los hombres desde que los<br />

hombres han pensado en el sentido de su vida, en el<br />

origen de su vida, en el destino de su vida. Contrariamente<br />

a lo que piensa el nuevo materialismo, la<br />

preocupación del hombre por el hombre subsiste,<br />

persiste porque los hombres no podemos dejar de<br />

preocuparnos por nosotros mismos.<br />

El nuevo materialismo constituye una negación<br />

del humanismo. En él el hombre se ha decidido<br />

a “disolver” la noción misma de hombre. Me<br />

refiero, al hablar de materialismo nuevo, a dos<br />

tendencias opuestas que han acabado por coincidir<br />

por lo menos en un punto: la negación del hombre,<br />

los hombres, la gente. La primera —primera cronológicamente—<br />

la representa extremosamente el<br />

conductismo que, con B. F. Skinner, nos dice que<br />

los hombres no pasan de ser máquinas complejas,<br />

condicionadas por el ambiente social, la religión,<br />

el Estado, las costumbres, los hábitos, los reflejos<br />

condicionados o no. Condicionados y condicionables,<br />

es decir, ayunos de libertad y ajenos a cualquier<br />

forma de la vida voluntaria o a cualquier manifestación<br />

del libre albedrío. 7<br />

La segunda está en buena parte representada por<br />

el pensamiento estructuralista en el cual, negado el<br />

hombre, negados hombre y gente, queda anulada la<br />

personalidad y la individualidad y el mundo humano<br />

7 La mejor crítica a Skinner la encuentro en Noam Chomsky. Skinner<br />

sostiene que el aprendizaje se realiza por multiplicación de “refuerzos”.<br />

Chomsky lo niega. Aprender una lengua no es sólo aprender lo que se nos<br />

dice sino saber mucho más de lo que se nos dice. Esto hace suponer la<br />

existencia de una “estructura profunda” en la cual el lenguaje poseería<br />

formas innatas. La vieja discusión Protágoras-Platón, nominalismorealismo,<br />

empirismo-racionalismo terminado. Creo que debemos<br />

inclinarnos, si queremos mantener un mínimo de libertad, a las<br />

interpretaciones platónicas-cartesianas. Lea el lector: Noam Chomsky,<br />

Cartesian Linguistics.<br />

MARZO DE 2014 19


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

TRIVIO DE OCTAVIO PAZ<br />

se reduce a un abstracto material de relaciones y de<br />

signos. 8<br />

No creo que Octavio Paz se oponga siempre al<br />

materialismo. Se opone a definir al hombre tanto de<br />

un punto de vista estrictamente materialista como<br />

de un punto de vista estrictamente idealista. ¿Cuál<br />

es, con mayor precisión, el concepto del hombre que<br />

ha desarrollado, de un libro a otro, Octavio Paz? Me<br />

parece que su idea del hombre es la idea de una doble<br />

realidad: realidad separada y reunible; es, sobre<br />

todo, la idea del hombre como ser capaz de diálogo:<br />

diálogo entre el cuerpo y el no-cuerpo.<br />

Directa o indirectamente, Octavio Paz se ha ocupado<br />

del problema de la naturaleza humana desde<br />

sus primeras obras y, en especial, a partir de dos<br />

textos fundamentales: Poesía de soledad y poesía de<br />

comunión y El laberinto de la soledad. La idea míticopoética<br />

que Paz se hacía del hombre es la de un ser<br />

solitario precisamente porque ha perdido su unidad<br />

primigenia. Huida o rehuida, la inocencia del<br />

hombre es aquella “mitad perdida” que solamente<br />

puede recuperarse momentáneamente —eternamente—<br />

en el amor, el poema, lo sagrado.<br />

En Conjunciones y disyunciones, Octavio Paz<br />

ahonda en el problema de la naturaleza humana y<br />

ahonda, al ahondar en él, en el problema de las separaciones,<br />

las “disyunciones”, el abandono de la totalidad<br />

que el hombre idealmente es. Porque el hombre<br />

es, aun cuando no quiera serlo: cuerpo y no-cuerpo.<br />

La filosofía griega se ocupó escasamente del cuerpo:<br />

habría que decir que lo daba por supuesto o que<br />

lo deseaba prescindible. Lo daba por supuesto en las<br />

filosofías de Heráclito o Aristóteles; quería prescindir<br />

de él —cuerpo, “prisión del alma”— en el pitagorismo<br />

y en el platonismo, ambos probables seguidores de los<br />

órficos; ambos seguramente precursores de la gnosis.<br />

El pensamiento cristiano proclama sagrado el<br />

cuerpo de tal manera y hasta tal punto que lo considera<br />

capaz de resurrección. Con el Renacimiento y,<br />

sobre todo a partir del siglo xvii, el hombre occidental<br />

empieza a preocuparse más por el no-cuerpo; así,<br />

el idealismo cartesiano hace imposible y prácticamente<br />

inconcebible la resurrección de los cuerpos<br />

(¿cómo y para qué serían aptos de vida permanente<br />

los cuerpos reducidos a modelos mecánicos?). Occidente<br />

tiende a descorporalizarse —no necesariamente<br />

a desmaterializarse— a partir de un materialismo<br />

que Descartes no previo ni deseó (por ejemplo:<br />

el idealismo materialista de El hombre máquina de<br />

La Mettrie) a partir también de este moralismo religioso<br />

que en buena medida es el protestantismo.<br />

Ha observado Paz, en Conjunciones y disyunciones,<br />

que Occidente (activista, pragmático-progresista)<br />

alcanza a construir una suerte de materialismo<br />

abstracto. Occidente, en lugar de elegir la<br />

conjunción del cuerpo y el no-cuerpo ha optado por<br />

el no-cuerpo. Ciertamente, la ciencia moderna —<br />

ciencia física o ciencia humana— quiere ser realista<br />

y materialista. Pero lo que está en crisis es precisamente<br />

la noción misma de materia, naturaleza, realidad.<br />

Las ciencias no buscan hoy ya tanto objetos<br />

como relaciones; no tanto entidades como energías<br />

—y en este sentido buena parte del pensamiento de<br />

Paz está con la ciencia moderna.<br />

Sin embargo, a partir de la mitad del siglo pasado,<br />

Occidente anda en busca de un nuevo cuerpo:<br />

cuerpo de la historia en Marx; principio del placer<br />

y corporalización del placer en Freud; causalidad<br />

fundada en la experiencia del cuerpo (“the witness<br />

of the body”), en A. N. Whitehead; sentido de la encarnación<br />

en Unamuno, Marcel, Emmanuel Mounier,<br />

Merleau-Ponty. La indagación de Octavio Paz<br />

responde a una urgencia similar por encontrarse,<br />

incorporadamente: “cuerpo”. El hombre completo<br />

es a la vez cuerpo y “no-cuerpo”; cuerpo y alma. 9<br />

El tema de nuestros tiempos sigue siendo un<br />

tema antiguo y fundamental: el de la relación entre<br />

mente y materia corporal. Pero: ¿qué entender por<br />

naturaleza humana? Piensa Octavio Paz que existen<br />

en nuestros días dos tentativas para analizar el<br />

significado de la palabra hombre. Escribe: “hasta la<br />

fecha nadie sabe qué sea realmente la ‘naturaleza<br />

8 Octavio Paz ha sido influido por Lévi-Strauss. Ello no impide que<br />

Paz caiga en la cuenta de que Lévi-Strauss deje sin resolver ni discutir<br />

asuntos apremiantes: básicamente el del “límite” que es la muerte.<br />

9 No todo lo que aquí se dice (sobre todo en relación a la historia<br />

occidental) del “cuerpo” y el “no-cuerpo” aparece en la obra de Paz.<br />

Creo, sin embargo, que lo aquí dicho y sugerido está en el espíritu de<br />

Conjunciones y disyunciones. Anoto también que sólo toco aquí uno de<br />

los temas —central— en este libro excelente y poco comentado. Todas las<br />

citas aquí hechas provienen del libro de Paz.<br />

humana’ porque nuestra ‘naturaleza’ es inseparable<br />

de la cultura; y es las culturas”. Tal es el punto<br />

de vista del antropólogo A. L. Kroeber, quien ha<br />

propuesto una “doble investigación”: 1] realizar “un<br />

inventario universal de los rasgos característicos<br />

—materiales, institucionales y simbólicos— de las<br />

distintas culturas y civilizaciones” y 2] “hacer otro<br />

inventario, ‘entre los animales subhumanos, de las<br />

formas de conducta semejantes a/o anticipatorias<br />

de las formas humanas culturales’”. Paz se da bien<br />

cuenta de que esta tarea podría ser prácticamente<br />

“infinita” y de que sólo podrían realizarla máquinas<br />

electrónicas excepcionalmente preparadas.<br />

Pero aun en este caso, ¿dónde está el “punto” que<br />

separa a lo humano de lo subhumano?<br />

La segunda tentativa por definir la palabra<br />

hombre la ha intentado la antropología estructural.<br />

Si el intento de Kroeber es inductivo, el de la<br />

antropología estructural es deductivo. Con el análisis<br />

estructural, coincide Octavio Paz al pensar que<br />

todo pensamiento es binario y procede “por pares”,<br />

pares que solamente adquieren sentido cuando se<br />

los ve en relación. “Los términos no son inteligibles<br />

sino en relación y no aisladamente considerados.”<br />

Este método podría llevar a una “sintaxis universal”.<br />

No pretende Octavio Paz ni que esta sintaxis<br />

haya sido establecida ni pretende establecerla. Pretende,<br />

mediante la oposición mutuamente requerida<br />

de los términos “cuerpo y no-cuerpo”, proporcionarnos<br />

su idea del hombre. Esta idea, vuelve a<br />

ser —por distintos que sean texto y contexto— la de<br />

la unidad de los opuestos que ya Paz anunciaba en<br />

sus primeras obras. El hombre reconciliado es a la<br />

vez cuerpo y no-cuerpo.<br />

¿Qué significado concreto tiene esta reconciliación?<br />

Este significado pueden darlo las palabras rebelión,<br />

amor, poema. La rebelión de los jóvenes es,<br />

para Octavio Paz —si “no se disipa en una sucesión<br />

de algaradas”— una forma de la “fiesta”; es decir,<br />

un deseo y un anhelo de realizar un tiempo que ya<br />

no sea el tiempo lineal del progreso, sino el tiempo<br />

cíclico del mito. La rebelión tiende a recuperar el<br />

cuerpo; de la misma manera tiende a recuperar el<br />

cuerpo, el arte y la poesía. Pero recuperar el cuerpo<br />

es recuperar el tiempo. ¿Qué clase de tiempo? Tanto<br />

la rebelión como la obra poética buscan el presente:<br />

“el presente no nos proyecta en ningún más allá —<br />

abigarradas eternidades del otro mundo o paraísos<br />

abstractos del fin de la historia— sino en la médula,<br />

el centro invisible del tiempo: aquí y ahora. Tiempo<br />

carnal, tiempo mortal: el presente no es inalcanzable,<br />

el presente no es un territorio prohibido.”<br />

Tensión de contrariedades, tejido de opuestos, el<br />

hombre es búsqueda de un pacto más alto —o, mejor<br />

dicho, más íntimo—: el de una tensa y continua<br />

presencia del espíritu.<br />

Escribe Octavio Paz al final de Conjunciones y<br />

disyunciones: “Por primera y última vez aparecen<br />

en estas reflexiones la palabra presencia y la palabra<br />

amor. Fueron la semilla de Occidente, el origen<br />

de nuestro arte y de nuestra poesía. En ellas está el<br />

secreto de nuestra resurrección.” A la vez cuerpo y<br />

no-cuerpo, el hombre podrá llegar a ser lo que fue<br />

—¿en un pasado más mítico que histórico?—: unidad<br />

de alma y cuerpo. 10<br />

IV<br />

Tres perspectivas hacia la obra de Octavio Paz: inocencia,<br />

caída, inocencia en el retorno eterno de Piedra<br />

de Sol; pluralidad de veces a la vez unánimes e<br />

individuales en Renga; búsqueda de la totalidad del<br />

amor y la presencia en Conjunciones y disyunciones.<br />

Afirmé al principio de este ensayo que creía poder<br />

probar que las tres experiencias poéticas —o conceptuales—<br />

tienen una misma intención y responden a<br />

una misma vivencia fundamental. Esta vivencia es<br />

clara: por una parte, Octavio Paz ha visto siempre<br />

al hombre como un ser a medias capaz de alcanzar<br />

su totalidad originaria, su totalidad inocente y más<br />

real que las formas irreconciliadas de nuestro vivir.<br />

Hemos visto que Octavio Paz intenta encontrar esta<br />

totalidad en la unidad dinámica del amor, del poema<br />

y de lo sagrado. En este sentido, la obra de Paz no ha<br />

variado profundamente. Más que de variación habría<br />

que hablar de plenitud. ¿Qué es aquello que permite<br />

la unidad de todos los opuestos? Nos lo ha di-<br />

10 Los términos alma, escritura, espíritu, no aparecen en la obra<br />

de Paz porque quiere encontrar en las palabras no-cuerpo un signo<br />

que englobe a todas las experiencias de orden espiritual. Sirva aquí la<br />

palabra espíritu como signo occidental del no-cuerpo.<br />

cho Paz en Conjunciones y disyunciones: el presente,<br />

la presencia, gracias al cual encarnan las imágenes,<br />

gracias al cual encarna el amor.<br />

Para entender lo que alguna vez he llamado “sentido<br />

de la presencia”, hay que volver, en la obra de<br />

Octavio Paz, a un poema-clave. Hermoso poema,<br />

rico de imágenes, rico de vida. El poema de la presencia<br />

absoluta se llama Viento entero.<br />

V<br />

Viento entero es el poema de la presencia. Ciertamente,<br />

Octavio Paz había escrito poemas donde<br />

la presencia daba sentido a la totalidad del poema.<br />

Así el “alto grito amarillo” del Sol, en Himno entre<br />

ruinas; así en los seis primeros y últimos versos de<br />

Piedra de Sol. Por otra parte, tanto los Topoemas —a<br />

la vez caligramas e ideogramas al modo de los que<br />

ha construido la poesía concreta— como el gran<br />

poema que es Blanco, son, respectivamente, poema<br />

del “lugar” (espacio presente) y de la “realidad de la<br />

mirada”. Pero si muchos poemas de Paz conducen a<br />

una presencia que unifica apariencias para que las<br />

apariencias mismas se conviertan en realidades,<br />

Viento entero es el poema de Octavio Paz que mejor<br />

describe la presencia; construido y tejido con un<br />

“ahora” continuo y continuado, Viento entero es,<br />

más que un vislumbre, una auténtica visión de la<br />

realidad.<br />

Explica Octavio Paz en las notas a Viento entero<br />

que “la primera estrofa se refiere al bazar de Cabul”<br />

y al “río que atraviesa la ciudad”; relata cómo Datia,<br />

el palacio construido por el emperador Jahangir,<br />

“jamás ha sido habitado, excepto por los murciélagos<br />

y las víboras”. Las explicaciones de Paz son<br />

útiles y son también poéticas. Nos sirven de mapa<br />

para seguir el sendero que el poema sigue. Pero<br />

el sentido último del poema está más allá de estas<br />

explicaciones. Este sentido se entrega desde el primer<br />

verso, verso repetido y verdadero tema del cual<br />

los demás versos son variaciones iluminadoras: “El<br />

presente es perpetuo.”<br />

¿Qué significa este presente? El hecho es que no<br />

significa lo mismo a lo largo del poema. El presente<br />

puede tener y acaba por tener un significado benéfico.<br />

Tiene también un significado maléfico: presente<br />

de lo muerto, lo establecido y lo estatuario: mundo<br />

estático y carente de vida. Existe este presente, el<br />

de la “hora diáfana”, el de “la muchacha real”, el de<br />

“la transparencia del mundo”. Existe también el<br />

presente de Santo Domingo donde “mueren nuestros<br />

hermanos”, mientras, impotentes, “nos roemos<br />

los codos”; existe también, en otras palabras, un<br />

presente (no menos real que el Presente deseado)<br />

que lleva por nombre: el mal.<br />

De un presente a otro, del presente al Presente,<br />

el poema traza puentes, relaciones, descripciones,<br />

hermosísimos paisajes dichos en pocos versos.<br />

Como todos los grandes poemas de Octavio Paz,<br />

Viento entero parece seguir el camino que lleva de<br />

la Presencia a la caída para regresar a la Presencia. 11<br />

Un presente nos angustia; otra presencia nos salva<br />

y esta presencia, más allá de las negaciones, las<br />

caídas, los infiernos de esta tierra y mundo y tiempo,<br />

se llama amor, se llama transparencia, se llama,<br />

en las palabras de Conjunciones y disyunciones: presencia<br />

amada.<br />

Termino con dos signos de esta Presencia, la de<br />

las resurrecciones. Dice Viento entero: “Tú lees y<br />

comes un durazno / Sobre la colcha roja / Desnuda /<br />

Como el vino en el cántaro de vidrio.” Dice también<br />

Viento entero, auténtico poema de amor: “La lluvia<br />

no te moja / Eres la llama de agua // La gota diáfana<br />

de fuego / Derramada sobre mis párpados / Yo<br />

veo a través de mis actos irreales / El mismo día que<br />

comienza // Gira el espacio / Arranca sus raíces el<br />

mundo // No pesan más que el alba nuestros cuerpos<br />

// Tendidos.” W<br />

Ramón Xirau es filósofo. Acabamos de publicar su<br />

Erich Fromm y la naturaleza humana (Centzontle,<br />

2014)<br />

11 Este que yo llamaría “ritmo” de los poemas de Paz —inocencia,<br />

caída, inocencia— aparece en Himno entre ruinas, Piedra de Sol, Blanco.<br />

Naturalmente: este ritmo es todo lo contrario de un ritmo mecánico.<br />

Imágenes de caída y salvación, de horror y deslumbramiento aparecen<br />

a lo largo de cada uno de estos poemas, verso tras verso. Con todo, este<br />

“ritmo” suele ser el movimiento general del poema, movimiento que<br />

corresponde a la idea e imagen que Octavio Paz tiene del mundo, de los<br />

hombres, de la vida.<br />

20 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Lúdica, exigente, incierta, la colaboración creativa entre poetas tiene una larga tradición<br />

en la literatura nipona. Aquí, un practicante de ese juego revisa la historia del renga y la liga<br />

con el ejercicio que, hace justamente 45 años, Paz y tres colegas realizaron en cuatro lenguas<br />

en torno al soneto. Este texto está incluido en Japón, el original volumen ideado por<br />

Aurelio Asiain para mostrar los nexos de Paz con esa nación asiática<br />

ENSAYO<br />

La modernidad de la tradición japonesa<br />

y el Renga de Octavio Paz<br />

MAKOTO OOKA<br />

Si habláramos de los intercambios<br />

culturales en términos de<br />

comercio internacional, Japón<br />

resultaría ser desde hace mucho<br />

tiempo, en sus relaciones<br />

con otros países, un gran importador.<br />

La civilización china<br />

comenzó a ejercer una influencia<br />

considerable en la de<br />

Japón ya en los siglos vii y viii.<br />

La misma escritura japonesa se constituyó a partir<br />

de los sinogramas, y el budismo, que llegó a Japón a<br />

través de China y de Corea, contribuyó de manera<br />

significativa a desarrollar la sensibilidad artística y<br />

la creación literaria. Posteriormente, en el siglo xvi,<br />

los misioneros católicos no sólo introdujeron una<br />

nueva religión, sino que también trajeron técnicas<br />

de impresión revolucionarias. La llegada del cristianismo<br />

no fue sino el preludio de la de medicina y las<br />

armas occidentales. La modernización del Japón había<br />

comenzado.<br />

En 1868, el shogunato Tokugawa, que había cerrado<br />

el Japón al mundo exterior durante dos siglos<br />

y medio, dio paso a lo que se conoce como la restauración<br />

de Meiji. El nuevo régimen imperial apresuró<br />

la modernización mediante el establecimiento de un<br />

programa ambicioso basado en elecciones políticas<br />

a un tiempo contradictorias y complementarias: occidentalización<br />

por una parte, nacionalismo por la<br />

otra. Fue el comienzo de una serie de grandes experimentos<br />

en los campos político, militar, tecnológico,<br />

pero también artístico.<br />

La agitación resultante significó una dura prueba<br />

para la conciencia de los intelectuales japoneses que<br />

inesperadamente se veían frente a la modernidad. El<br />

entero sistema de valores tradicionales era demolido<br />

antes de ser pura y simplemente rechazado. Un sentimiento<br />

de nostalgia y hasta una sensación de completo<br />

desarraigo, que se expresaron de diversas maneras,<br />

estuvieron entre las consecuencias. Uno de<br />

los temas principales de la literatura moderna emergente<br />

fue por ello la pintura del pequeño mundo de<br />

los intelectuales que, viviendo un período de rápida<br />

transición, veía alejarse para siempre el pasado sin<br />

que nada anunciara la forma que podría tener el futuro.<br />

El poeta Sakutaro Hagiwara (1886-1942) representa<br />

muy bien esta época cuando escribe uno de sus<br />

poemas en prosa: “Los escenarios y los paisajes del<br />

pasado nos han abandonado sin que nuevas ciudades<br />

los reemplacen. […] Todo lo que veo me rompe el corazón,<br />

pero es precisamente porque no soy capaz de<br />

darle la espalda.” El yo dividido del poeta se entrega<br />

entonces a una especie de muy romántico mal del siglo<br />

al que termina por encontrarle gusto, vedándose<br />

por eso mismo la conquista de la identidad y la armonía<br />

tan ardientemente perseguidas. Desde la década<br />

de 1890 hasta los primeros años de la de 1970, y con<br />

el paréntesis de la segunda Guerra Mundial, la historia<br />

de la literatura japonesa, estuvo marcada por la<br />

traducción de un gran número de obras extranjeras.<br />

Esta apertura, sumada al problema de identidad que<br />

he mencionado, hizo aún más fuerte la atracción ya<br />

irresistible que la literatura japonesa moderna sentía<br />

por las concepciones románticas europeas.”<br />

Nunca se había prestado mayor interés, en la tradición<br />

japonesa, a la personalidad, al carácter excepcional,<br />

a la originalidad de genio que, desde el<br />

romanticismo, buscamos en cualquier “poeta maldito”.<br />

El mismo modelo estético había estado siempre<br />

en el centro de la tradición: las veintiún antologías<br />

oficiales de waka (los breves poemas japoneses<br />

por excelencia) compiladas por comisión imperial<br />

durante un periodo de más de cinco siglos, desde comienzos<br />

del x hasta mediados del xv. Esa estética<br />

había asimilado la poética —como gusto lo mismo<br />

que como valor— a una lengua refinada en extremo,<br />

expresión sensual y espiritual, que era de rigor en las<br />

utage: “banquetes” o “fiestas poéticas”.<br />

Los grupos de poetas que siguiendo a un maestro<br />

se reunían durante esas fiestas compartían las<br />

mismas maneras de vivir y de pensar. Practicaban<br />

las mismas técnicas de escritura sancionadas por la<br />

tradición, con numerosas frases fijas e imágenes establecidas<br />

que se transmitían de generación en generación.<br />

Reutilizar una vieja expresión no era signo<br />

de incapacidad personal, sino más bien una señal de<br />

respeto ante los “compañeros poetas” precedentes.<br />

Era un homenaje que, al mismo tiempo, daba prenda<br />

de la determinación de continuar la tradición. Lejos<br />

de expresar un malestar personal o un genio fuera de<br />

lo común, los poemas así compuestos eran más una<br />

conversación, un intercambio verbal amistoso entre<br />

participantes de una misma fiesta.<br />

Los desafíos poéticos como el renga, serie de poemas<br />

eslabonados, fueron una extensión natural de<br />

esta tradición convivial. El renga, en particular, tiene<br />

una larga y compleja historia. Aparece en los siglos<br />

vii y viii en forma de breves intercambios poéticos,<br />

se desarrolla con las elegantes obras impresionistas<br />

del monje Sogi (1421-1502) y otros maestros<br />

de la edad media y alcanza lo que fue quizá su apogeo<br />

con la serie compleja y dinámica de haikai encadenados<br />

de poetas como Basho a fines del siglo xvii y<br />

Buson a mediados del xviii. Nunca se ha dejado de<br />

escribir poemas encadenados en Japón, pero en la<br />

MARZO DE 2014 21


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

LA MODERNIDAD DE LA TRADICIÓN JAPONESA Y EL RENGA DE OCTAVIO PAZ<br />

última década 1 ha habido una significativa renovación<br />

de esta forma.<br />

En 1983 la Academia Sueca me invitó a leer y presentar<br />

mis poemas. Había preguntas al final de cada<br />

conferencia, y aún recuerdo lo difíciles que me resultaron<br />

las que se referían al renga. Había recorrido los<br />

Estados Unidos, Francia, China y estaba acostumbrado<br />

a las preguntas que los poetas y estudiosos extranjeros<br />

suelen plantear sobre el haiku, pero no fue<br />

poca la sorpresa que me llevé cuando me hicieron<br />

preguntas sobre el renga en la Universidad de Estocolmo.<br />

Mi interlocutor, como supuse desde el principio,<br />

había leído Renga, un libro colectivo de poemas<br />

escrito por cuatro poetas occidentales y publicado<br />

en París en 1971. Pero era el renga japonés propiamente<br />

dicho lo que le interesaba, y me pedía que le<br />

describiera su funcionamiento.<br />

Me sería imposible emprender ahora un análisis<br />

detallado de la forma del renga, pero puedo señalar<br />

por lo menos algunas cosas básicas.<br />

El tanka (o poema corto, también llamado waka)<br />

constaba tradicionalmente de 31 sílabas repartidas<br />

en cinco versos. El renga comenzó por separar los<br />

tres primeros versos de los últimos, creando así los<br />

dos eslabones iniciales de una serie. El encadenamiento<br />

de las estrofas alternadas de tres versos (de<br />

5 + 7 + 5 sílabas) y dos versos (de 7 + 7 sílabas) puede<br />

entonces continuar cuanto se quiera: en treinta<br />

y seis, cincuenta, cien, mil o diez mil estrofas. La<br />

secuencia renga es un poema colectivo, que deben<br />

componer al menos dos poetas, y se entiende que<br />

uno solo no puede escribir dos estrofas consecutivas.<br />

Hay muchísimas más reglas complejas que, lejos<br />

de aparecer como limitaciones, tienen más bien<br />

el propósito de propiciar continuas variaciones e introducir<br />

un elemento de azar en el juego de creación<br />

colectiva.<br />

El asunto no está nunca decidido, ni hay un tema<br />

particular que seguir de estrofa en estrofa. Esto es<br />

especialmente cierto a partir de Basho y sus seguidores<br />

que, hace casi tres siglos, compusieron series<br />

de treinta y seis o cien haikai no renga —haikai por<br />

la naturaleza del ingenio y la experiencia íntima del<br />

mundo— cuya forma encadenada traducía dinámicamente<br />

el movimiento cósmico universal. Un renga<br />

es efectivamente una estructura construida en<br />

torno a varios centros: las estrofas, aunque encadenadas,<br />

son a la vez independientes; aun cada verso es<br />

una unidad autónoma. Quien escribe la primera estrofa<br />

no tiene desde luego la menor idea de la dirección<br />

que tomará el poema colectivo ni de cómo terminará.<br />

Más todavía, la orientación que haya dado<br />

no puede sino desviarse de inmediato. Porque cada<br />

estrofa está ligada a la precedente y a la que la sigue,<br />

pero no simultáneamente, sino creando con cada<br />

una un universo poético separado. Y así sucesivamente.<br />

En ese proceso de transformación, que continúa<br />

a lo largo del renga, está el verdadero desafío y<br />

toda la atracción.<br />

Ya dije que el azar desempeña un papel esencial<br />

en la composición de estos poemas colectivos. De ahí<br />

que, considerándolo una forma de juego y un método<br />

de composición anticuado, los poemas encadenados<br />

apenas hayan llamado la atención de los críticos y los<br />

poetas japoneses modernos. Les gustaría que hubiera<br />

una relación lógica, un vínculo ético profundo entre<br />

el autor y sus obras, y que la expresión personal<br />

se apoyara en una concepción clara y racional de la<br />

poesía. Masaoka Shiki (1867-1902), que tuvo al iniciarse<br />

la época moderna una influencia decisiva sobre<br />

el tanka y el haiku, no tenía casi ningún interés<br />

en el renga. Mucho tiempo después del comienzo de<br />

la occidentalización, el renga seguía siendo subestimado<br />

y abandonado por todos, con la excepción de<br />

algunos aficionados, académicos o estudiantes.<br />

Sólo en el curso de los últimos veinte años la poesía<br />

tradicional japonesa ha sido objeto de una nueva<br />

revisión y, en consecuencia, de una revaloración. De<br />

ello ha resultado que resurgiera el interés por una de<br />

las formas de escritura premoderna más importantes:<br />

la creación poética colectiva. El haikai no renga<br />

(o, más brevemente, renku) de Basho y sus discípulos<br />

han sido objeto de análisis detallados y penetrantes,<br />

lo que ha dado lugar a numerosos descubrimientos y<br />

a una visión renovada de esos textos. Por mi parte, he<br />

1 Se refiere a la segunda mitad de los años setenta y la primera de los<br />

ochenta, pero hay que decir que la práctica de la poesía eslabonada cobró<br />

aún mayor vigor en los años siguientes. [N. del t.]<br />

buscado el sentido a la creación colectiva en nuestra<br />

época participando con otros poetas y novelistas en<br />

la escritura de varias secuencias de renku. He escrito<br />

además algunos ensayos en los que analizo el renga<br />

como un escenario de interacción dinámica en el que<br />

algunos rasgos colectivos relevantes de la fiesta poética<br />

tradicional entablan un diálogo con la parte de<br />

soledad personal que cada poeta puede aportar, y he<br />

ilustrado mis palabras con una amplia selección de<br />

poemas clásicos japoneses.<br />

No deja de ser interesante que precisamente<br />

cuando en Japón se iniciaba esta revaloración de<br />

la poesía tradicional se haya desarrollado en París<br />

una experiencia durante la cual cuatro poetas se reunieron<br />

para escribir un poema colectivo cuyo método<br />

y espíritu se inspiran directamente en el renga.<br />

Durante cinco días, del 30 de marzo al 3 de abril de<br />

1969, el mexicano Octavio Paz, el italiano Edoardo<br />

Sanguinetti, el inglés Charles Tomlinson y el francés<br />

Jacques Roubaud se reunieron en un hotel de la rive<br />

gauche para escribir una serie de poemas publicados<br />

luego con el título Renga.<br />

Buscando un equivalente europeo al tanka, esos<br />

poetas eligieron el soneto, una unidad de catorce<br />

versos en varias estrofas (dos cuartetas y dos tercetos,<br />

aunque no necesariamente), en lugar de cinco en<br />

dos estrofas. Un soneto se divide en secuencias significativamente<br />

más largas que las de un tanka, lo<br />

que permite asociaciones y encadenamientos más<br />

complejos. Paz y sus amigos escribieron pues veintisiete<br />

sonetos, todos de cuatro estrofas, cada una<br />

compuesta por un poeta diferente, que se expresaba<br />

en su propia lengua. El orden de intervención de<br />

los autores cambiaba en cada poema, y las estrofas<br />

podían tener de siete a cuatro versos. El conjunto se<br />

divide en cuatro secciones, las tres primeras de siete<br />

sonetos y la última de seis. Puesto que las cuatro secuencias<br />

se escribieron al mismo tiempo, empezando<br />

por el primer soneto de cada una, luego por el segundo,<br />

y así sucesivamente, el libro puede leerse en<br />

ese orden, al que llaman horizontal, lo mismo que en<br />

el orden vertical de su presentación final, secuencia<br />

tras secuencia.<br />

Si los veintisiete sonetos se recorren como un<br />

único poema largo, el universo que aparece resulta<br />

aún más caótico que el de cualquier poema japonés<br />

en cadena. Pese a ello, Renga sigue siendo un experimento<br />

apasionante. Me parece que hay ahí una increíble<br />

combinación de azares afortunados, de descubrimientos<br />

originales lo mismo que de pasajes vacíos,<br />

pero que trascienden las categorías demasiado<br />

fáciles del fracaso y el éxito analizable. El libro, en<br />

cualquier caso, se plantea algunos de los problemas<br />

cruciales de la literatura moderna, y para un japonés<br />

representa necesariamente una experiencia muy<br />

estimulante.<br />

No es casual que Renga esté dedicado a André<br />

Breton. Los surrealistas, como sabemos, se empeñaron<br />

en numerosos experimentos que tenían por fin<br />

subvertir las nociones de personalidad y originalidad<br />

consagradas por el romanticismo, para sustituirlas<br />

por la noción, superior y transindividual, de<br />

inspiración. Todo el pensamiento poético contemporáneo<br />

fue profundamente marcado por esos experimentos<br />

que se proponían nada menos que demoler<br />

la concepción, tan reconfortante como gratificante,<br />

de que el creador es el dueño de toda la materia de<br />

su obra. Ese sentido entendieron los poetas participantes<br />

en la composición del Renga que podría tener<br />

hoy los poemas eslabonados de la tradición japonesa:<br />

una creación colectiva que lleva al individuo a ir más<br />

allá de sí mismo.<br />

Octavio Paz aborda este punto en su prefacio,<br />

“Centro móvil”: “La práctica del renga implica la negación<br />

de ciertas nociones cardinales de Occidente,<br />

como la creencia en el alma y en la realidad del yo. El<br />

contexto histórico en que nació y se desplegó el renga<br />

ignoró la existencia de un dios creador y denunció<br />

al alma y al yo como ilusiones perniciosas. Con<br />

el mismo furor con que es monoteísta (o ateo), Occidente<br />

es individualista. En el Japón tradicional la célula<br />

social, la unidad básica, no era el individuo sino<br />

el grupo. Además, cada uno a su manera, el budismo,<br />

el confucianismo y el shintoísmo combatieron a la<br />

idolatría del yo. […] Por todo esto me imagino que el<br />

renga debe haber ofrecido a los japoneses la posibilidad<br />

de salir de sí mismos, y pasar del anonimato del<br />

individuo aislado al círculo del intercambio y el reconocimiento.<br />

También debe haber sido una manera<br />

de aligerarse del peso de la jerarquía. Aunque el renga<br />

está regido por reglas que no son menos estrictas<br />

que las de la etiqueta, su objeto no era imponer un<br />

freno a la espontaneidad personal sino abrir un espacio<br />

libre para que el genio de cada uno se manifestase<br />

sin herir a los otros ni herirse a sí mismo.”<br />

Estas conclusiones de Paz coinciden con las que<br />

yo mismo he sacado de mi participación en varias secuencias<br />

de renku. Paz comprendió con mucha precisión<br />

lo que es el renga, y supo compartirlo con sus<br />

amigos poetas. Pero reconoce que sufrió enormemente<br />

durante estos cinco días de creación colectiva:<br />

“Práctica que contradice las creencias de Occidente,<br />

para nosotros el renga fue una prueba, un pequeño<br />

purgatorio. Como no era ni un torneo ni una competencia,<br />

nuestra animosidad natural se encontró sin<br />

empleo: ni meta que conquistar ni premio que ganar<br />

ni rival que vencer. Un juego sin adversarios. Desde<br />

el primer día en el salón del subsuelo del Hotel Saint-<br />

Simon y durante todos los días siguientes, del 30 de<br />

marzo al 3 de abril de 1969, humillación del yo.”<br />

Cuando he compuesto renku con mis amigos, he<br />

experimentado exactamente la misma “sensación<br />

de desamparo”, “sensación de opresión”, “sensación<br />

de vergüenza”, “sensación de voyeurismo”, y todas las<br />

demás impresiones desagradables que Paz confiesa<br />

haber tenido. Mi explicación es que, aun habiéndome<br />

nutrido de tradiciones japonesas, soy ante todo<br />

un moderno; quiéralo o no, he tenido un sentimiento<br />

muy occidental de respeto a mi personalidad durante<br />

mi proceso creador consciente.<br />

Paz explica lo que entiende por “sensación de vergüenza”<br />

y observa: “escribo ante los otros, los otros<br />

escriben frente a mí. Algo así como desnudarnos en<br />

el café o defecar, llorar ante extraños. Los japoneses<br />

inventaron el renga por las mismas razones y de<br />

la misma manera que se bañan desnudos en público.<br />

Para nosotros el cuarto de baño y el cuarto en donde<br />

escribimos son lugares absolutamente privados, a<br />

los que entramos solos y en los que realizamos actos<br />

alternativamente infames y excelsos.”<br />

Esta confesión muestra cómo la creación colectiva<br />

sustrae al poeta de sus hábitos. Poco importa<br />

que para los japoneses la práctica del renga no tenga<br />

nada que ver con el hecho de desnudarse en los baños<br />

públicos, Paz ha advertido lo interesante de la experiencia<br />

y aborda un punto esencial cuando añade:<br />

“Nuestra tentativa se inscribe con naturalidad en la<br />

tradición de la poesía moderna de Occidente. Inclusive<br />

podría decirse que es una consecuencia de sus<br />

tendencias predominantes: concepción de la escritura<br />

poética como una combinatoria, atenuación de<br />

las fronteras entre traducción y obra original, aspiración<br />

a una poesía colectiva (y no colectivista).”<br />

Cierto. Pero al mismo tiempo, ¿no es más bien la<br />

extraordinaria universalidad de la tradición poética<br />

japonesa lo que aquí se revela inesperadamente, aunque<br />

por supuesto esta primera experiencia occidental<br />

difiere en muchos aspectos del renga tradicional?<br />

A fines de 1981, hice con el poeta americano Thomas<br />

Fitzsimmons otro experimento de escritura colectiva<br />

internacional. Dejando a un lado varias reglas,<br />

pero respetando fielmente la forma básica del<br />

renga, compusimos una secuencia de veinte poemas<br />

titulado Yureru kagami no yoake en japonés y Rocking<br />

Mirror Daybreak en inglés. Las impresiones que<br />

me dejó esa experiencia coinciden con las de Paz.<br />

Durante esas reuniones de composición colectiva<br />

es necesario en todo momento esforzarse en disolver<br />

la conciencia individual en el espacio del grupo. Pero<br />

hasta ahora, y éste es uno de sus aspectos más fascinantes,<br />

la creación colectiva descansa sobre una verdadera<br />

paradoja: el yo, que parece haberse sacrificado<br />

al grupo, no deja de afirmarse con toda claridad,<br />

como si la eliminación metódica de la conciencia de<br />

sí no hiciera sino asegurar una mejor irradiación,<br />

una mejor difusión de la personalidad. Tanto que<br />

la cualidad más importante para participar en una<br />

creación colectiva no es otra que el individualismo,<br />

y mejor mientras más absoluto. Ésa es la paradoja,<br />

pero ¿no descansa toda poesía en una paradoja vecina:<br />

dar nacimiento a una lengua a la vez individual y<br />

supra individual, un idiolecto universal? W<br />

Traducción de Aurelio Asiain<br />

Makoto Ooka es un poeta, ensayista, dramaturgo y<br />

crítico literario japonés.<br />

22 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

En febrero de 1958 apareció en el número 62 de la Nouvelle Revue Française<br />

esta entusiasta reseña de un libro que no debe confundirse con ¿Águila o sol?, pues<br />

era en realidad una antología de textos de Paz. Empieza a circular Una patria sin pasaporte,<br />

libro sobre la relación de Octavio con Francia preparado por Fabienne Bradu<br />

y Philippe Ollé-Laprune, del que hemos tomado este ejemplo de tan rico vínculo intelectual<br />

Fotografía: EN EL BALCÓN DE SU DEPARTAMENTO EN PARÍS, EN LA AVENIDA VICTOR HUGO, 1947. CORTESÍA DE M. J. PAZ.<br />

RESEÑA<br />

Aigle ou Soleil ?<br />

ANDRÉ PIEYRE DE MANDIARGUES<br />

Nunca dejaremos de asombrarnos<br />

al reflexionar<br />

sobre el feliz o el desgraciado<br />

destino de las<br />

lenguas. Una de las maravillas<br />

de nuestra época<br />

es la persistencia y vitalidad<br />

de la poesía que<br />

se expresa en el antiguo<br />

idioma castellano mientras<br />

que, desde el mismo punto de vista, las lenguas<br />

habladas por los pueblos más poderosos o los más ricos<br />

de la Tierra manifiestan una lamentable pérdida<br />

de tensión. Sin embargo, la suerte de la lengua española<br />

tiene un nombre: América Latina. Chilenos,<br />

argentinos, uruguayos, peruanos, mexicanos están<br />

ocupando el lugar de los andaluces, quienes antes de<br />

la Guerra Civil española formaban la mayor parte de<br />

la generación precedente.<br />

Y si hoy la voz de México es particularmente<br />

potente, gran parte del mérito es de Octavio Paz,<br />

cuyas recientes obras lo han colocado en la primera<br />

fila de los escritores en lengua española. Con gran<br />

justicia ese poeta por fin publica en París, 1 en donde<br />

ha vivido durante mucho tiempo (como diplomático),<br />

y en donde tuvo la revelación que lo marcó.<br />

Hablar de escuela resulta bastante superficial,<br />

sobre todo cuando se trata de escritores extranjeros.<br />

Sin embargo, hay que decir que Octavio Paz es<br />

un poeta surrealista, y que pertenece al grupo que<br />

lleva ese nombre. Es más: hay que reconocer que es<br />

el único gran poeta surrealista activo en el mundo<br />

moderno, en el que los demás casi han dejado de<br />

lanzar llamas y fuego. La comparación entre poetas<br />

y volcanes no es nueva, y para la mayoría no<br />

resulta halagadora, pero no hay nadie a quien se le<br />

pueda aplicar con tanta justicia como a Paz, cuyo<br />

oleaje verbal de ritmo acuciante y de imágenes explosivas<br />

podría acercarse sin miedo al ridículo a<br />

una inmensa erupción contemplada en medio de la<br />

noche. Diría también que la violencia y cierto automatismo,<br />

que aparecen con mayor frecuencia en<br />

los poemas anteriores, aquí poseen un contrapeso<br />

que entraña una extraordinaria lucidez, a veces hiriente<br />

como un cuchillo vuelto contra uno mismo.<br />

“Tienes los sueños demasiado claros, te hace falta<br />

una filosofía fuerte”, le dice a un poeta que se le<br />

parece como si fuera su hermano. Esta manera de<br />

cerrar el poema como con mirada retrospectiva,<br />

con una suerte de sonrisa apagada, recuerda obviamente<br />

a Rimbaud, y, efectivamente, sobre todo en<br />

sus primeros libros, los maestros reconocidos por<br />

1 Aigle ou Soleil ?, traducido por J.-C. Lambert, Les Éditions Falaize.<br />

el propio Paz son Rimbaud y Lautréamont, a los que<br />

publica en lengua española en la revista fundada<br />

por él en México, hace cerca de veinte años. En voz<br />

más baja, un eco de Nerval también se escucha a<br />

menudo, ya que lo que bien se ha leído y comprendido<br />

permanece en la memoria, y Paz se sintió unido a<br />

las Quimeras con un afecto inquebrantable. De André<br />

Breton, a veces encontramos reminiscencias de<br />

asociación libre; de Éluard, el de los primeros poemas<br />

(de amor), que probablemente se encuentran<br />

en el origen de las cascadas de imágenes sensuales<br />

que prodiga con generosidad, como en: “Tus ojos<br />

son la patria del relámpago y de la lágrima, / silencio<br />

que habla” y en lo que sigue después. Sin embargo,<br />

si tuvo modelos al inicio, Octavio Paz en la última<br />

parte de su obra, particularmente, los abandona<br />

lejos tras de sí y nos prodiga de su propia cosecha.<br />

Como es costumbre cuando se trata de poesía<br />

traducida, son las prosas las que mejor resisten el<br />

paso de una lengua a otra. Paz, quizás impulsado<br />

por el ejemplo de Iluminaciones, empleó mucho esta<br />

forma conveniente a su genio lapidario. Son inolvidables<br />

esos monumentos amenazadores, esas<br />

enormes piedras de temible sexo, esa “Mariposa de<br />

obsidiana”: “Toma mi collar de lágrimas. Te espero<br />

en ese lado del tiempo en donde la luz inaugura un<br />

reinado dichoso: el pacto de los gemelos enemigos,<br />

del agua que escapa entre los dedos y el hielo, petrificado<br />

como un rey en su orgullo. Allí abrirás mi<br />

cuerpo en dos, para leer las letras de tu destino.” O<br />

aquella “Dama huasteca”: “Pocos la han visto. Diré<br />

su secreto: de día, es una piedra al lado del camino;<br />

de noche, un río que fluye al costado del hombre.”<br />

El amor de la mujer y el destino revolucionario<br />

del mundo (en eso también, de manera espontánea,<br />

es completamente surrealista) son los dos polos<br />

entre los que se inscribe el pensamiento de Octavio<br />

Paz. Criado en la filosofía de los antiguos griegos y<br />

de los alemanes, mira el futuro sin ilusiones ni vanos<br />

lamentos, y en su corazón hay un sereno desasosiego<br />

al que también se podría definir como un<br />

optimismo trágico, con mucha ternura por todo lo<br />

bueno y lo bello de la tierra. No hace mucho todavía<br />

tuvo momentos de furiosa revuelta, cuyo testimonio<br />

es el gran poema en prosa Trabajos forzados,<br />

que es la versión mexicana de Una temporada en el<br />

infierno y que se puede encontrar en el número 3 de<br />

la revista Le Surréalisme, même. Ese poema, siendo<br />

admirable, fue excluido no sé por qué motivo del<br />

libro de poemas ¿Águila o sol?, publicado en París<br />

no como una traducción exacta del libro, sino como<br />

una selección de textos provenientes de A la orilla<br />

del mundo (1942), Libertad bajo palabra (1949) y<br />

¿Águila o sol? (1951), así como algunos inéditos que<br />

juntos no alcanzan a dar una idea de la obra de Paz.<br />

Esta obra es ya bastante considerable, si se piensa<br />

que Octavio Paz nació en 1914. Además de los<br />

tres libros citados, hay que incluir, en materia poética,<br />

Luna silvestre (1933), Raíz del hombre y Bajo tu<br />

clara sombra (1937), Entre la piedra y la flor (1941),<br />

Semillas para un himno (1954), y, en prosa, dos importantes<br />

ensayos: El laberinto de la soledad (1950)<br />

y especialmente El arco y la lira (1956); este último<br />

establece unos principios del lenguaje y de la poesía<br />

que rigen las letras hispánicas. Hay que añadir una<br />

selección de estudios y artículos, Las peras del olmo<br />

(fruto monstruoso), que apareció en 1957, así como<br />

diversas traducciones y adaptaciones (del francés,<br />

del inglés y del japonés).<br />

Eso no es todo. A mediados de octubre llegó hasta<br />

nosotros un poema extenso, Piedra de sol, la última<br />

creación de Octavio Paz, y que me parece su<br />

obra maestra. Se trata de un ciclo cerrado de 584<br />

versos endecasílabos, los seis primeros se repiten<br />

para cerrar el círculo, cuyo número corresponde<br />

a la duración (584 días) de la revolución sinódica<br />

del planeta Venus, el cual aparece como estrella<br />

de la mañana (Phosphorus) y como estrella de la<br />

noche (Hesperus). Esa dualidad (Lucifer y Vesper),<br />

nos dice el poeta, no ha dejado de impresionar a<br />

los hombres de todas partes, que han visto en ella<br />

un símbolo, una encarnación o la cifra de la ambigüedad<br />

esencial del universo. Asociada a la luna, a<br />

la humedad, al agua, a la vegetación naciente, a la<br />

muerte y a la resurrección de la naturaleza, Venus<br />

era para los pueblos antiguos del Mediterráneo un<br />

nido de imágenes y de fuerzas ambivalentes: Istar,<br />

la Dama del sol, la piedra cónica, la piedra que no ha<br />

sido tallada (que recuerda al “trozo de madera sin<br />

pulir” del taoísmo), Afrodita, la cuádruple Venus<br />

de Cicerón, la deidad doble de Pausanias, etcétera.<br />

Ambiciosamente, el tema de Piedra de sol es la medida<br />

del hombre son respecto a la dualidad universal,<br />

bajo los principales signos del tiempo, del agua,<br />

del fuego, del amor y de la muerte. Se podría decir<br />

al vuelo que el poeta triunfa y que la belleza del lenguaje<br />

poético, la violencia y la originalidad de la<br />

inspiración, la inmensa profusión de imágenes y el<br />

notable rigor del pensamiento no decaen en ningún<br />

momento entre el primer y el último verso (que es<br />

de nuevo el primero).<br />

Octavio Paz es uno de esos hombres raros por los<br />

que, sin temor a equivocarme, siento una admiración<br />

sin límites. W<br />

Traducción de María Virginia Jaua Alemán.<br />

André Pieyre de Mandiargues fue un escritor<br />

francés, contemporáneo de Octavio Paz, cuya obra<br />

tradujo.<br />

MARZO DE 2014 23


Fotografía: © BARCELONA: JOSEPH LLOPIS, 1693. SEGUNDO TOMO DE LAS OBRAS DE SOROR JUANA INÉS DE LA CRUZ, MONJA PROFESSA EN EL MONASTERIO DEL SEÑOR SAN GERONIMO EN LA CIUDAD DE MEXICO.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Mientras terminábamos la edición del número de La Gaceta que el lector tiene delante<br />

de sí, se conoció la triste noticia del fallecimiento de don Luis Villoro. Sirvan estos párrafos,<br />

tomados de En México, entre libros: pensadores del siglo XX como un homenaje y un modo<br />

de invitar al filósofo a este festejo por el centenario de un amigo, actores esenciales ambos<br />

en la arena intelectual del México vigesímico<br />

ENSAYO<br />

Sor Juana y su “figura del mundo”<br />

LUIS VILLORO<br />

Sor Juana Inés de la Cruz, o las<br />

trampas de la fe participa de diversas<br />

naturalezas: es fresco de<br />

una época, persecución de un<br />

personaje elusivo, revivencia<br />

de costumbres, fenomenología<br />

de un estilo literario, meditación<br />

sobre un destino colectivo,<br />

crítica. Sería impertinente<br />

pretender dar una idea de todas<br />

sus facetas. Me limitaré a dos temas que me suscitaron<br />

algunas reflexiones personales.<br />

El libro de Paz es también un intento de dar razón<br />

de una obra. Cada época ha mostrado preferencias<br />

distintas en la manera de explicar los productos<br />

culturales. La nuestra se ha inclinado por<br />

dos: gusta explicar una obra por sus condiciones<br />

sociales o bien por la dinámica psíquica de su autor.<br />

Influencia del historicismo, del marxismo, en<br />

el primer caso, de la psicología profunda, en el segundo.<br />

En ambos se trata de dar razón de la obra<br />

por ciertas causas, externas a ella, que la determinan.<br />

El objeto cultural es visto como un hecho<br />

histórico cuyo principal interés consiste en darnos<br />

a conocer otros hechos históricos, sean éstos<br />

sociales o psíquicos. Al explicarla, la obra cultural<br />

se disuelve; sólo ha servido para presentar un<br />

fragmento de sociedad o la dinámica de un alma.<br />

En verdad, ha perdido lo que le era más propio: su<br />

carácter otro respecto del mundo histórico del que<br />

partió. Porque toda obra cultural genuina no es<br />

sólo un hecho, es también la propuesta de un valor,<br />

que trasciende y a veces niega el mundo histórico<br />

dado.<br />

En el estudio de Paz se dan esas dos formas de explicación.<br />

Obra y vida, nos dice, “se despliegan en la<br />

sociedad, en la historia”, y él mismo presenta su ensayo<br />

como una “tentativa de restitución” de la vida<br />

y obra de sor Juana a su mundo histórico. A menudo<br />

los escritos del poeta quedan explicados por acontecimientos<br />

sociales o por rasgos de su personalidad<br />

íntima. Pero una y otra explicación están englobadas,<br />

me parece, en un marco explicativo más amplio:<br />

ése que Paz llama “espíritu y gusto de una época”, y<br />

que yo preferiría denominar la “figura del mundo”.<br />

Toda obra de cultura expresa un complejo de<br />

creencias acerca del hombre, del mundo y de lo que<br />

vale en él; éstas pueden ordenarse en dos tipos. La<br />

mayoría son creencias de las que el creyente puede<br />

dar razones, que se justifican en otras creencias o en<br />

experiencias vividas. Pero hay otras que creemos sin<br />

que se nos ocurran razones explícitas para sustentarlas,<br />

de tan evidentes que nos parecen. Son creencias<br />

heredadas de nuestra sociedad, compartidas por<br />

todos sus miembros, supuestas en todas las demás.<br />

Las creencias del primer tipo pueden ponerse en<br />

cuestión, sin cambiar, en lo esencial, nuestro mundo;<br />

las del segundo género, en cambio, no rueden rechazarse<br />

sin poner en cuestión todas las demás y sacudir,<br />

por ende, la totalidad de nuestro mundo. Para<br />

distinguir estos dos tipos de creencias, Ortega y Gasset<br />

había acuñado dos términos: llamó a las primeras<br />

“ideas” y reservó el nombre de “creencias” para<br />

las segundas. 1 Aquéllas —las “ideas”— son las opinio-<br />

1 Véase mi ensayo “La noción de creencia en Ortega”, en José Ortega y<br />

Gasset, México, fce, 1984.<br />

nes de las que podemos dar razones y que podríamos<br />

abandonar si éstas dejaran de convencemos; las segundas<br />

—las “creencias” propiamente dichas— son<br />

aquellas de las que no solemos dar razones explícitas<br />

pero están supuestas en todas las opiniones que tenemos.<br />

Con la imprecisión de su estilo metafórico,<br />

Ortega decía que mientras “tenemos” las ideas, “estamos”<br />

en las creencias; estas últimas, en efecto, nos<br />

constituyen y establecen nuestra manera de relacionamos<br />

con el mundo. Pero sería más exacto decir que<br />

se trata de tipos de creencias que se distinguen por<br />

la manera en que solemos justificarlas: las primeras<br />

se fundan en razones explícitas; las segundas, en<br />

cambio, las aceptamos espontáneamente, sin aducir<br />

razones, aunque en caso de ponerlas en cuestión podríamos<br />

indagar las razones implícitas por las que<br />

las aceptamos. Estas últimas son creencias colectivas,<br />

que solemos compartir con un grupo social o<br />

una clase; corresponden a una época histórica y están<br />

a la base de nuestras creencias individuales; suelen<br />

ser vagas y escasamente formuladas; versan acerca<br />

de cómo es y qué es la realidad, de cómo nos situamos<br />

en el mundo, y de qué es lo que en verdad vale en<br />

él. Son el supuesto, rara vez expresado, de todas las<br />

demás creencias. Constituyen, por lo tanto, el marco<br />

en el que se da a cada quien el mundo, la forma y manera<br />

como se le presenta. Según sean esas creencias<br />

básicas, el mundo se le figura de una u otra manera<br />

a una sociedad, en una época determinada. Podemos<br />

llamarlas, pues, la “configuración” del mundo o, por<br />

mor de la brevedad, la “figura del mundo” de una sociedad<br />

en una época.<br />

Pues bien, hay otra manera de explicar una obra<br />

cultural: comprenderla por la figura de un mun-<br />

24 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

SOR JUANA Y SU FIGURA DEL MUNDO<br />

do. El estudio de Paz sobre sor Juana puede verse<br />

como un ejemplo logrado de una explicación de esa<br />

índole.<br />

Una figura del mundo está integrada por creencias<br />

de distintos niveles, conectadas entre sí de manera<br />

compleja. Su núcleo sería unas cuantas creencias<br />

básicas acerca del género de realidades que<br />

damos por existentes y el tipo de valores que aceptamos;<br />

lo que en la germanía filosófica se llamaría<br />

los “compromisos ontológicos y valorativos”. La<br />

configuración del mundo de sor Juana era diferente<br />

a la nuestra. Suponía una doble realidad: la corpórea,<br />

material, y la transmaterial. Una y otra no<br />

se le figuraban a sor Juana del mismo modo que a<br />

nosotros. La dimensión transmaterial era la realidad<br />

“sustancial”, la de mayor valor; comprendía lo<br />

más alto: el alma y el orden sobrenatural. La materia<br />

tampoco tenía la consistencia que se nos figura<br />

a nosotros; a sor Juana se le mostraba como un tejido<br />

de signos, de relaciones ocultas, de alegorías, de<br />

anuncios. El signo formaba parte del mundo real.<br />

“El mundo mismo era un jeroglífico”, escribe Octavio<br />

Paz. Esto nos permite entender temas centrales<br />

en la obra de sor Juana, en que ocupan un lugar<br />

tan importante las duplicaciones y los señalamientos,<br />

como el eco, el retrato, el reflejo y, aun, el amor<br />

platónico. Todas las relaciones con los otros y con el<br />

propio cuerpo quedan teñidas por ese carácter del<br />

mundo, dual y transido de signos.<br />

Sobre este núcleo de creencias básicas se estructura<br />

un tipo de lenguaje, específico de una cultura,<br />

que intenta expresar ese mundo. Hay lenguajes ligados<br />

a figuras del mundo. Están constituidos por<br />

un repertorio usual de signos, por un código, sin límites<br />

precisos, de imágenes, símbolos, emblemas,<br />

analogías, que sirven para expresar las relaciones<br />

fundamentales en que se configura la realidad. El<br />

uso de ese código manifiesta un estilo de pensar común<br />

a una época, por el que se piensa una figura del<br />

mundo y no otra. Para mi gusto, las páginas más esclarecedoras<br />

del estudio de Paz son las que exhiben<br />

el código del lenguaje culto de la época de sor Juana,<br />

al través del cual puede leerse la configuración<br />

de su mundo.<br />

La figura de la realidad se manifiesta en un tercer<br />

nivel de creencias. El tipo de realidades y de valores<br />

aceptados determina el ámbito de lo permitido<br />

y lo vedado. Hay, pues, creencias básicas colectivas,<br />

de las que no se dan razones expresas, acerca de<br />

los mores de una sociedad. Dan lugar a formas codificadas<br />

de comportamiento, que constituyen verdaderos<br />

rituales acordes con la visión que una clase<br />

social tiene de su mundo. Las páginas del trabajo de<br />

Paz dedicadas a recrear las formas de la cortesanía<br />

o del amor galante muestran cómo se conectan los<br />

estilos de comportamiento social con una figura del<br />

mundo. Sin esa conexión no se entiende gran parte<br />

de la poesía de la época (“El orden cortesano es<br />

el orden cósmico —apunta, por ejemplo, Paz— y la<br />

poesía no hace más que reproducir la doble jerarquía<br />

del universo y la sociedad”).<br />

Esta forma de dar razón de una obra literaria difiere<br />

de las dos vías que mencionamos al principio.<br />

No consiste en establecer una conexión causal entre<br />

el hecho cultural y otros hechos (sociales o psicológicos).<br />

La obra, conjunto de signos expresivos,<br />

se explica por remisión a las condiciones que hacen<br />

posible su funcionamiento como tales signos. La<br />

condición última que permite que sea justamente<br />

esos signos, y no otros, es lo que llamamos la “figura<br />

del mundo”. La figura del mundo no causa el poema,<br />

lo hace posible, en cuanto signo; está supuesta en él.<br />

En efecto, las creencias básicas, que configuran un<br />

mundo, no son necesariamente mencionadas en la<br />

obra literaria, pero están implícitas en toda mención;<br />

no son dichas en la poesía, se muestran en lo<br />

que ella dice. La figura del mundo traza el marco de<br />

lo que puede decirse con sentido en una sociedad y<br />

en una clase. Estamos, pues, ante una forma diferente<br />

de explicación: a partir de la obra literaria tratamos<br />

de revelar su supuesto implícito, la figura del<br />

mundo que la hace posible. En esa operación la obra<br />

cultural queda conectada con el marco de creencias<br />

que sostiene y engloba la totalidad cultural de la<br />

que la obra forma parte. Al referirse a esa totalidad,<br />

la obra singular se vuelve comprensible. Por ello, tal<br />

vez no deberíamos llamar, a esta forma de dar razón<br />

de una obra, “explicación” sino “comprensión”,<br />

pues el primer término indica relación de un hecho<br />

con sus causas y el segundo, conexión de una parte<br />

significante con un todo.<br />

La obra literaria se comprende al verla como expresión<br />

del conjunto de creencias básicas que configuran<br />

un mundo. Pero éstas no son intemporales.<br />

Toda figura del mundo está condicionada por un<br />

orden social. Y Octavio Paz no deja de señalar ciertas<br />

características de la sociedad de sor Juana que<br />

permiten que su concepción del mundo sea precisamente<br />

ésa y no otra. En este sentido, podríamos<br />

hablar de “ideología”, como, por otra parte, hace el<br />

propio Paz. Pero mucho cuidado: “ideología” tiene<br />

muchos sentidos. Podríamos aplicar el término a<br />

una figura del mundo con tal de distinguir este sentido<br />

amplio de “ideología” de otro más estrecho que<br />

suele designar el conjunto de creencias de un grupo<br />

social que favorecen su poder político. En el primer<br />

sentido, la ideología es común a un orden social<br />

en una época determina da y está supuesta en las<br />

“ideologías” específicas de los distintos grupos sociales<br />

que forman parte de ese orden.<br />

La obra literaria se conecta, así, con el orden social,<br />

pero no puede verse como su producto directo.<br />

La relación entre ambos está mediada por la figura<br />

del mundo; ésta constituye la base ideológica de<br />

la sociedad y, a la vez, configura esa sociedad en el<br />

mundo. Pero si la obra expresa la ideología supuesta<br />

en un orden social, ¿queda con necesidad encerrada<br />

en ella? Esta pregunta nos lleva al segundo tema<br />

que quería anotar.<br />

“No quiso ser más de lo que era: una conciencia<br />

lúcida”, dice Octavio Paz de sor Juana. En esa frase<br />

se condensa la relación del poeta con su sociedad.<br />

Sor Juana está situada en su sociedad, inmersa en<br />

la ideología que la configura. Al expresar el mundo<br />

tal como se le figura a su sociedad, su obra confirma<br />

un orden histórico que lo condiciona. ¿Es eso todo?<br />

Al ser consciente y lúcida,<br />

la obra del intelectual, a la<br />

vez que expresa la figura<br />

del mundo, la hace patente,<br />

de latente que era<br />

En modo alguno. Una figura del mundo no sólo presenta<br />

el mundo tal como conviene a un orden social,<br />

también permite —para quienes la comparten— ver<br />

efectivamente la realidad, interpretarla y comprenderla<br />

dentro de un marco conceptual determinado.<br />

Nadie puede llegar a la realidad si no es al través<br />

de esa figura. Así, por una parte, las creencias<br />

básicas de una época, que constituyen su ideología,<br />

conforman el mundo según las necesidades de un<br />

orden social determinado; por la otra, son la única<br />

ventana hacia la realidad. ¿Cómo puede alcanzarse<br />

ésta al través de una forma ideológica? Sólo si se<br />

vuelve consciente, es decir, si las creencias básicas<br />

y el código de signos que se aceptan sin dar razón<br />

de ellos se vuelven explícitos, presentes, acceden<br />

a la reflexión. Sólo si llega a ser lúcida, esto es, si el<br />

autor es capaz de poner a la luz, de clarificar los supuestos,<br />

de tal manera que dejen de estar ocultos.<br />

Al ser consciente y lúcida, la obra del intelectual, a<br />

la vez que expresa la figura del mundo, la hace patente,<br />

de latente que era; al hacerla patente, puede<br />

ponerla a prueba. ¿No es éste un primer paso para<br />

cuestionarla?<br />

Un intelectual que comparte una figura del mundo<br />

puede tener dos actitudes ante ella. La primera<br />

es reiterar las convenciones con que usualmente se<br />

expresa, repetir su discurso usual, sin hacerlo consciente<br />

ni ponerlo a prueba. La segunda es ponerla a<br />

la luz, objetivarla. Para ello es menester explorar sus<br />

posibilidades, ensayar, sin salir de ella, formas y maneras<br />

nuevas, recrear sus modalidades posibles, hasta<br />

que se hagan patentes sus posibilidades y sus limitaciones.<br />

En ambos casos, el intelectual confirma la<br />

figura de su mundo, pero el sentido de su confirmación<br />

es distinto. En aquel caso hace uso de ella, dejándola<br />

como un supuesto intocado; en éste, la pone<br />

a la luz y descubre sus límites; en el primer caso, el<br />

autor queda absorbido por su mundo, en el segundo,<br />

empieza a establecer frente a él una distancia.<br />

Si Octavio Paz logra situar la obra de sor Juana<br />

es, a mi ver, porque establece su distancia exacta de<br />

la ideología de su época. La distancia no es aún la<br />

disrupción, la ruptura con la figura del mundo, sino<br />

su momento previo: la puesta a prueba de los supuestos.<br />

La distancia no es la negación, sino un paso<br />

anterior: la “lucidez de la conciencia”.<br />

Sor Juana mantiene su discurso en “el código de<br />

lo decible”; en su obra se explayan los juegos de señales,<br />

de analogías, de emblemas, del lenguaje culto<br />

de su época. Pero dentro de esos juegos, explora,<br />

como ningún otro autor de su tiempo, las posibilidades<br />

formales del lenguaje. Ninguna otra obra,<br />

piensa Paz, presenta las innovaciones y la variedad<br />

de recursos formales de la suya. Explorar las posibilidades<br />

y límites de un estilo colectivo, ¿no es la<br />

mejor manera de hacerlo consciente?<br />

Semejante actitud se da en el campo de las relaciones<br />

humanas. También aquí sor Juana se mueve<br />

dentro de las formas y convenciones aceptadas,<br />

pero explora sus límites. Sus expresiones, amorosas,<br />

por ejemplo, se mantienen dentro de las reglas<br />

admitidas en el amor cortés, pero las obliga a dar<br />

de sí a tal extremo que se vuelven inquietantes. Su<br />

ejercicio del estado religioso no transgrede costumbres<br />

toleradas, pero sor Juana lo lleva a un límite<br />

que suscita prevenciones. Está situada en su<br />

mundo, pero alcanza sus bordes y, al llegar a ellos,<br />

los vuelve conscientes. Cuando es acosada, puesta<br />

a prueba, empieza a dejar oír una voz distinta: la<br />

conciencia de los límites ha abierto la posibilidad de<br />

transgredidos. Entonces, escribe Paz, “por su voz<br />

habla la otra voz; la voz réproba, su verdadera voz”.<br />

En su lenguaje, igual que en su pensamiento, piensa<br />

lo que permite su figura del mundo. Pero la manera<br />

en que se presenta su visión del mundo no es<br />

la tradicional, sino que se sitúa en los límites de lo<br />

permitido. Paz nos descubre cómo siguió sor Juana<br />

una interpretación hermética y neoplatónica del<br />

mundo que, proveniente del Renacimiento, anuncia<br />

la primera ruptura con el pensamiento tradicional.<br />

En ella se expresa una postura nueva ante la naturaleza,<br />

un afán por conocer sus secretos que está<br />

en el umbral de la concepción moderna del mundo.<br />

En una ocasión, el juicio de Paz llega más lejos: por<br />

primera vez aparece en el pensamiento hispánico,<br />

afirma, “una actitud realmente moderna ante la<br />

naturaleza”. El pensamiento de sor Juana alcanza,<br />

también aquí, un límite.<br />

Pero donde se manifiesta con mayor fuerza la<br />

distancia exacta de sor Juana ante su mundo, es en<br />

su obra más acabada, el Primero sueño. Tanto por su<br />

forma como por sus temas el poema obedece a los<br />

parámetros del siglo. En un sueño, se vuelve consciente<br />

la figura del mundo de sor Juana. Al hacerse<br />

patente, se muestra como un todo limitado que no<br />

puede rebasarse; la conciencia lúcida del mundo lo<br />

revela como prisión. El intento de rebasar sus límites<br />

fracasa. El ascenso de Faetón hasta los bordes<br />

de su mundo y su caída son el símbolo de esa pasión<br />

frustrada. La lucidez ha conducido al anhelo de<br />

transgresión y éste al castigo.<br />

La interpretación de Paz nos deja la impresión de<br />

un descubrimiento; nos da la pieza que faltaba en<br />

el rompecabezas: la situación precisa de una obra<br />

dentro de su mundo. La obra de sor Juana refleja su<br />

imagen del mundo, da testimonio de sus creencias<br />

básicas, pero no se limita a reiterarlas. En su obra,<br />

esa imagen del mundo se vuelve conciencia, al llevarla<br />

hasta sus límites. Hacer consciente una prisión<br />

mental es el primer paso para incitar a abandonarla.<br />

Pero sor Juana no podía saltar sobre su propia<br />

figura del mundo; para ello hubiera tenido que<br />

apoyarse en el vislumbre de otra figura alternativa,<br />

y su sociedad estaba del todo cerrada a ella. En su<br />

intento, como Faetón, sucumbe. Su fracaso es signo<br />

de un orden social sin porvenir, sin salida. Pero<br />

en su fracaso, pone a la luz las barreras de su propio<br />

mundo y señala la posibilidad de rebasarlas. Porque<br />

sor Juana no fue más, pero tampoco menos, de<br />

lo que era. Hacer consciente con lucidez la configuración<br />

de su mundo es ya trascenderlo; y ésa podría<br />

ser la función del verdadero intelectual. Al descubrir<br />

la situación de sor Juana en su mundo, ¿no nos<br />

ha propuesto también Octavio Paz una alegoría del<br />

destino del intelectual en la sociedad? W<br />

Luis Villoro, filósofo e historiador, fue miembro de<br />

nuestro comité editorial de filosofía.<br />

MARZO DE 2014 25


Fotografía: © GAMMA-KEYSTONE VIA GETTY IMAGES. EN LA BIBLIOTECA DE LA EMBAJADA DE MÉXICO EN FRANCIA, 1959.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

SEMBLANZA<br />

La hora de Octavio Paz<br />

EFRAÍN HUERTA<br />

De El otro Efraín, una reunión de textos no poéticos<br />

de El Gran Cocodrilo, preparada por Carlos Ulises Mata,<br />

hemos tomado esta coloquial y emocionada valoración<br />

de Octavio Paz escrita a finales de los años sesenta,<br />

en la que, con afecto y camaradería, Huerta describe<br />

los méritos de su contemporáneo, se ríe de sus críticos<br />

y vaticina, en una humorada certera, que el Premio<br />

Nobel recaería alguna vez en el autor<br />

de Libertad bajo palabra<br />

26 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

LA HORA DE OCTAVIO PAZ<br />

PRELUDIO A MANO ABIERTA<br />

A nuestro país llegó, aquí vivió sus últimos, fructíferos<br />

años, un escritor español. Por allá del año de 1951, El<br />

Colegio de México le publicó a este hombre de España<br />

un libro titulado Los autores como actores, donde viene<br />

un capitulo: “Un ensayo de quirosofía”. Entre la mano<br />

pequeña y fuerte de labriego de José Vasconcelos y la<br />

mano grácil, indolente, “mano de bibliófico y de recatado<br />

y pulcro catador de Venus” de Julio Torri, José Moreno<br />

Villa, actor y autor de Los autores como actores, intercala<br />

una mano que sugiere todo, menos dinamismo.<br />

Es la mano derecha de Octavio Paz.<br />

José Moreno Villa era un malagueño siempre en estado<br />

de gracia. Enemigo del tedio, dibujaba o escribía.<br />

Su ensayo sobre quirosofía está ilustrado por él mismo,<br />

y por eso vemos esa mano apretada, como de niño<br />

que empieza a conocer la O por lo redondo. La mano de<br />

Octavio Paz, tan diferente a la de Vasconcelos ya la de<br />

Torri. En su ensayo, José Moreno Villa llama a Octavio<br />

Paz “gran esperanza de la lírica mexicana” y hace notar<br />

su audacia, como escritor y como dibujante, para “escribir<br />

de los escritores que no han desarrollado todavía<br />

su cuerpo literario. No obstante, como la sensibilidad<br />

de Paz me parece legítima por las muestras dadas, le dibujé<br />

la mano.”<br />

(Las “muestras dadas” por Paz eran las siguientes: el<br />

librito, o plaquetita Luz silvestre, de 1933; ¡No pasarán!,<br />

de 1936, en formidable edición de 3 500 ejemplares;<br />

Raíz del hombre, de 1937; Bajo tu clara sombra en las<br />

ediciones española y mexicana; Entre la piedra y la flor,<br />

de 1941; A la orilla del mundo de 1942, y Libertad bajo<br />

palabra, de 1949. Con estas muestras le bastó el buen<br />

Moreno Villa para redondear su botón.)<br />

Prosigue Moreno Villa leyendo en la mano de Paz:<br />

“En ella no se acusa al horticultor. [Pepe se refiere a la<br />

mano de Vasconcelos, que era, según decían, muy inclinado<br />

a sembrar y cosechar en cercado ajeno]. Es blanda,<br />

suave y muy singularmente pequeña. Parece mano<br />

de adolescente, casi de niño. Cosa que se acentúa con la<br />

manera de agarrar la pluma. La postura del índice es<br />

casi dolorosa de contemplar, y es un vestigio infantil un<br />

vicio no corregido en la escuela primaria. [Sobre este<br />

particular, he consultado a Rafael Solana; pero Rafael<br />

no conoció a Octavio en primaria, sino en la secundaria.]<br />

Tal postura no es dinámica. Aunque quizá sea eso<br />

lo que le convenga al poeta cuidadoso de sus vocablos,<br />

medidor de sus intuiciones. Quién sabe si por esa torpe<br />

postura ha escrito versos como éstos, entresacados de<br />

sus libros:<br />

Una rosa en la mano y en la otrael dulce peso de los<br />

cielos quietos<br />

Discípula de pájaros y nubeshace girar el cielo<br />

lentamente<br />

Bajo el desnudo y claro Amor, que danza,hay otro<br />

negro amor, callado y tenso.<br />

Moreno Villa tomó al azar estos versos de Paz, y los<br />

acomodó a sus dibujos; poemas que, por otra parte,<br />

también pudieron ser escritos si Paz tuviera las manos<br />

más finas del mundo. Pero, mano torpe o mano ágil, allí<br />

están.<br />

Ahora sigamos, a mano abierta, situando a Octavio<br />

Paz. En 1955, Rafael del Río publicó en Torreón,<br />

Coahuila, sus ensayos Poesía mexicana contemporánea.<br />

Allí dice: “considerado [Paz] como el mejor y más capacitado<br />

del grupo [Rafael del Río habla del grupo de Taller],<br />

empieza haciendo una poesía en la que predomina<br />

la exaltación de los orígenes y de lo erótico buscados<br />

en su propia raíz. Así Raíz del hombre quiere justificar<br />

aquella teoría de Lawrence que preconiza la vuelta a los<br />

ritos simples del amor y del sexo. Y en su creciente ambición<br />

por el dominio de los elementos expresivos, pasa<br />

por las sucesivas manifestaciones cada vez más perfectas<br />

de una lucha entre el hombre y la palabra, para fijarse<br />

profunda y victoriosamente en su libro Libertad bajo<br />

palabra, con una amplitud indiscutible.”<br />

Disiento amablemente de lo expuesto por Rafael del<br />

Río. Siguiendo una línea estrictamente, líricamente<br />

octaviana, en vez de decir “el dominio de los elementos<br />

expresivos”, yo hubiera dicho “el demonio de los elementos<br />

expresivos”. Octavio, por amarlas, por amar las<br />

palabras, se desata en improperios contra ellas (“cógelas<br />

del rabo”, “sórbeles sangre y tuétano”, “desplúmalas,<br />

destrípalas”) y mentando la Madre de las palabras,<br />

con su libertad de expresión bajo su palabra de honor<br />

de poeta le mienta la madre a las palabras con palabras<br />

sacadas, oh, no se sabe de qué cielo, de qué infierno.<br />

El mismo año de 1955, Jesús Arellano, uno de los dos<br />

tigrillos de Metáfora, tuvo una de sus típicas humoradas:<br />

publicó un librito muy ameno titulado Poetas jóvenes<br />

de México, encabezado por tres poetas que, de vivir<br />

aún uno de ellos, hoy formaríamos una pintoresca tercia<br />

de cincuentones. Alberto Quintero Álvarez, que en<br />

la paz de su poesía descanse, nació un 12 de enero de<br />

1914; Octavio Paz acaba de cumplir 50 años, pues nació<br />

el 31 de marzo de 1914. El otro no era menos joven: nació<br />

también en 1914 y cumple años el 18 de junio.<br />

Jesús Arellano no escuchó razones, y su libro ostenta<br />

a tres poetas que, en aquel 1955, cumplían los<br />

fatídicos cuarenta y un años de azarosa existencia. ¿A<br />

qué vino esto? Ah, pues ocurre que Arellano dice sobre<br />

Paz en el prólogo a su amable libro: “es, por ahora,<br />

la voz más completa y llena de inquietudes; inquietudes<br />

que lo han llevado, el tiempo lo decidirá, a un retroceso<br />

respecto de su obra anterior; obra ésta de grandes proyecciones<br />

y mejores enfoques líricos, despierta a todas<br />

las trascendencias humanas”. En seguida, al glosar un<br />

texto de José Luis sobre Octavio, la honrada malicia, el<br />

desinterés arellanesco llega a estos extremos: que Octavio,<br />

queriendo sostener la armoniosa, velada y profunda<br />

verdad de la poesía, cae en inexplicable pirotecnia<br />

y dislocado metaforismo. Al final, Jesús Arellano<br />

conmina a Octavio a no retroceder.<br />

Al año siguiente, 1956, Margarita Michelena publica<br />

sus “Notas en torno a la poesía mexicana contemporánea”,<br />

y escribe sobre Octavio: “Octavio Paz, en cambio,<br />

se significa, merced no sólo a sus facultades innatas<br />

de gran poeta, sino a una persistente conducta poética,<br />

con todas las graves obligaciones que ésta entraña,<br />

como la figura más esclarecida de las jóvenes letras<br />

mexicanas.”<br />

(Deseo explicar dos palabras con que arranca el intachable<br />

párrafo de Margarita Michelena: las dos palabras,<br />

“en cambio”. Antes de hablar de Paz, Margarita<br />

ha escrito unas líneas sobre otro poeta mexicano y de<br />

él dice: “un poeta poderoso, generosamente dotado, de<br />

original timbre elegiaco, se ha ido eclipsando en la tan<br />

peligrosa obligación de servir, antes que al hombre y a<br />

la poesía, a lo contingente y transitorio de un dogma<br />

político…” Octavio Paz, en cambio, etc.)<br />

Pero entonces vino lo bueno: en 1958, ese hombre<br />

primitivo a quien me ha unido siempre una singular,<br />

una fraternal enemistad, Rubén Salazar Mallén, publicó<br />

Las ostras o la literatura (por cerebración inconsciente,<br />

había escrito “Las otras…”). En la página 49, luego<br />

de insistir en lo que ya sabe hasta el más mediocre<br />

scholar norteamericano, Rubén dice que las publicaciones<br />

literarias proliferaron en forma alarmante. Cita<br />

Letras de México, El Hijo Pródigo, Taller, Tierra Nueva,<br />

Ábside, América, Fuensanta… Y luego surge el inefable<br />

desliz, ¿o será el gran acierto? Este Salazar Mallén es<br />

ahora uno de los más severos críticos literarios. Ni la<br />

más firme amistad ni la más tierna enemistad lo conmueven.<br />

Pero en 1958, los deslices, falsas profecías, vaticinios-<br />

frustrados o las simples apreciaciones apresuradas,<br />

estaban a la orden del día.<br />

Después del estado de atonía olfateado por Salazar<br />

Mallén, remacha el clavo en los siguientes términos:<br />

“Había venido, sí, de Barandal, una revista estudiantil,<br />

Octavio Paz, que prometía ser un poeta extraordinario.<br />

Lo fue, en efecto; pero su astro se agotó en Raíz<br />

del hombre, publicada en 1937. A partir de entonces, Octavio<br />

Paz no ha producido [recuérdese que Las ostras…<br />

está fechada en 1955] sino obras de inferior calidad, y<br />

su fama, viva todavía, es un reflejo de Raíz del hombre.”<br />

Pocas notas, concisas notas, contradictorias notas.<br />

No a todos les va bien en la feria poética, y los ojos y la<br />

mente no llegan jamás a advertir lo mismo, ni aun tratándose<br />

de un escritor de conducta recta, de intachable<br />

línea, o, como hoy se dice, de un escritor vertical. Pero,<br />

¿a qué apresurarnos hasta un cercano 1958, si nuestra<br />

primera obligación es manifestar un testimonio? Retornemos,<br />

pues, al tiempo en que Octavio firmaba con<br />

su doble apellido: Paz Lozano.<br />

Uno de mis antiguos amigos, acaso el más querido,<br />

traza esta imagen juvenil de inquietud intelectual, o de<br />

bien mezcladas pedantería y ambición: “Las revistas<br />

brotan, en cierto momento, tan inevitablemente como<br />

los barros en la cara, en la mente de los estudiantes; a<br />

los dieciocho años se sueña, no con participar en una<br />

revista ya existente, y cuyos colaboradores entonces<br />

nos parecen venerables o ridículas momias, sino en sacar<br />

una propia, llena de novedad y de nuestra personalidad<br />

explosiva.”<br />

Era el año de 1931, cuando apareció la revista<br />

Barandal.<br />

EL RESPLANDOR<br />

Fuimos espectadores alucinados de Barandal y de los<br />

cuatro admirables que en él se acodaban, mirándonos<br />

como a pisoteables hormigas: López Malo, rubio y espigado,<br />

sarcástico e insolente, hijo del autor de “La bestia<br />

de oro” (“que cave hondos abismos la tierra a nuestros<br />

pies, / antes que ver las barras con las turbias estrellas /<br />

flotar sobre el antiguo palacio de Cortés”); Arnulfo<br />

Martínez Lavalle, que finalmente dejaría la literatura<br />

por la abogacía; Salvador Toscano, tan seguro de sí,<br />

tan noble y tan leal, y Octavio Paz, quien publicó en diversos<br />

números su poesía inmadura pero promisoria:<br />

“Poema del retorno”, por ejemplo, y “Nocturno de la<br />

ciudad abandonada”. En el primero, Paz habla de cómo<br />

recobró la poesía; cómo, para él, la poesía volvió a ser,<br />

“en la frontera exacta de la luz y la sombra”. En marzo<br />

de 1932, Octavio tenía dieciocho años. ¿Cómo, un joven<br />

de dieciocho años podía haber perdido la poesía? Se<br />

trataba, sin duda, de un toque al fino y nostálgico estilo<br />

de un Juan Ramón Jiménez, porque, a sus dieciocho<br />

años, Octavio marchaba apenas a la conquista de la palabra<br />

y de la imagen con la palabra.<br />

(No era ya posible, para nadie en el México de aquella<br />

generación, ni de las anteriores y posteriores, crear<br />

“Las iluminaciones” y “Una temporada en el Infierno”<br />

antes de cumplir los veinte años.)<br />

“Octavio se había reunido con otros jóvenes de su<br />

mismo año, y se acercaba un poco a los que eran mayores<br />

que él; pero jamás dirigió una mirada hacia abajo,<br />

hacia nosotros los que le parecíamos, un año menores<br />

que él, niños; y quizás todavía lo éramos un poco.” Cierto<br />

que Octavio y amigos nos miraban así, pero los años<br />

pasarían y un día ellos y nosotros, o nosotros y ellos, habríamos<br />

de vernos de igual a igual y casi al mismo nivel.<br />

De todos los números de Cuadernos del Valle de México,<br />

es justo destacar un poema, “Tres partes de un<br />

diario”, uno de los más bellos frutos poéticos de los<br />

últimos años, tan actual entonces como hoy. En la imposibilidad<br />

de llamarlo poema moderno o poema romántico,<br />

lo clasificaremos como contemporáneo. Todo<br />

su corte es impecable. Su autor es Rafael López Malo,<br />

quien, desoyendo el consejo que su padre le diera en<br />

un soneto (“A Valéry destina principal reverencia, / sin<br />

dejar en sus perlas la guija de tu yo”), pudo escribir un<br />

poema que tiene todo el derecho a los honores antológicos,<br />

al lado de otros López: don Rafael, claro, y luego<br />

José López (Bermúdez), Gregorio López (y Fuentes),<br />

Clemente López (Trujillo) y Ramón López (Velarde);<br />

que el autor de aquel poema ya no ejerza la poesía, ¿es<br />

suficiente razón para ignorarlo? ¿Cuántos poetas no<br />

han vivido, como los toreros de una sola faena, de un<br />

solo poema?<br />

Al surgir los Cuadernos, el difunto Rafael Heliodoro<br />

Valle, con uno de sus doscientos seudónimos, “Orosmán<br />

Rivas”, escribió un artículo que se reprodujo en<br />

varias publicaciones y dice de Paz, López y Toscano —<br />

ignorando totalmente a Enrique Ramírez y Ramírez<br />

y a José Alvarado—: “No se sabe de dónde se allegan la<br />

pecunia para hacer ediciones elegantes, pero lo que sí<br />

se sabe es que son universitarios que viven y comprenden<br />

su tiempo, que se identifican bravamente a la tragedia<br />

mexicana —que para ellos es problema de cultura,<br />

de limpieza en la conducta— y que elevan el tono de<br />

las controversias, aun a través del poema de vanguardia.”<br />

Y al concluir: “La poesía pura es la pasión de Paz<br />

Lozano.” Heliodoro Valle simplemente debió haber dicho:<br />

“La Poesía, con mayúscula, es la pasión de Octavio<br />

Paz.” Así ha sido, así lo hemos visto y entrevisto en medio<br />

de un resplandor que cegó a testigos y extraños.<br />

“Muy pocos, poquísimos, poetas modernos de México<br />

han sabido guardar con más limpieza esta capacidad<br />

creadora de la esencia poética. Octavio Paz es uno<br />

de ellos. De ahí que su obra pueda reducirse a un solo<br />

estado poético. Iba a decir a un solo poema. […] Hoy<br />

Octavio es el poeta; pero sólo el poeta. Esto no basta.<br />

Un poeta que sólo es poeta es como una mujer que sólo<br />

es mujer. Grave error. Una mujer es completa cuando<br />

es capaz de amar y es capaz de crear el hijo que la<br />

vincula al hombre. Octavio está en la prisión transitoria<br />

que él mismo se ha fabricado: la de su poesía. Mas<br />

por los intersticios del infinito se abren las brechas de<br />

los luceros. Por ahí baja la mano de dios para subirnos<br />

a su poder. La mano de dios se posa en el corazón de<br />

Octavio porque conoce la honradez poética de que es<br />

capaz.”<br />

Las palabras anteriores forman parte del cuerpo<br />

de un retrato, el más conciso, acaso el más frío y el<br />

más calculado de todos los que Ermilo Abreu Gómez<br />

puso en su famosa “Sala”. Más que una fotografía, es<br />

una nota crítica que hoy sería el orgullo de una solapa:<br />

en las Obras completas de Octavio Paz (Fondo de<br />

Cultura Económica, 1967, o sea cuando ya Octavio<br />

sea el primer Premio Nobel mexicano). Diríamos que<br />

al retrato de Paz le falta el toque humano que vemos<br />

en la foto de ovalito de la nota de Heliodoro Valle, o la<br />

rebuscada sencillez de las otras fotos: las de Francia,<br />

Japón, Suiza, Delhi, etc.<br />

MARZO DE 2014 27


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

LA HORA DE OCTAVIO PAZ<br />

Muchos jóvenes que lo admiran no lo conocen; para<br />

ellos es un mito. Un poco el B. Traven de la poesía.<br />

Cuando pasó por México la última vez, un grupo de<br />

poetas se confabuló para rendirle un homenaje. Ocurrió<br />

en la casa de Xavier Wimer. Pero no fue suficiente.<br />

Entonces, habría que retratarlo diciendo algo sobre su<br />

belleza física: sus claros ojos, su boca de finos labios,<br />

su nariz casi recta, su ancha y sabia frente, y su cabello<br />

pajizo y ondulado. Ya en la Prepa y en Leyes, Octavio<br />

era comparado con un Lord Byron. ¿No le llamamos<br />

alguna vez el Lord Byron de Mixcoac? ¿No le hicimos<br />

chistes terribles, comparándolo con personajes de La<br />

montaña mágica y de A la sombra de las muchachas en<br />

flor? A estas horas, ya es sumamente difícil —si no imposible—<br />

hacer un chiste a costa de Octavio Paz.<br />

En 1936 y 1937, dos poemas le bastaron para crearse<br />

un prestigio internacional; a esos dos poemas se<br />

agrega un libro, Raíz del hombre, y el poeta alcanza su<br />

instante, su momento, su resplandor.<br />

Ya puestos en el mismo nivel, juntos en las mismas<br />

antologías en inglés y en español, pudimos mirar a Octavio<br />

en la mayor cercanía fraternal. ¿Qué era y cómo<br />

era? Era fervor puro, inquietud pura; era un alucinado,<br />

un impetuoso, un hombre ardiendo, un poeta en<br />

llamas. Era un hombre animado por una pasión, consumido<br />

por una pasión. Cuando trabajaba en Hacienda<br />

—nunca supe en qué y para qué—, íbamos por él y<br />

lo esperábamos en el patio arbolado que da a Corregidora;<br />

Octavio tenía un amigo matemático, y las matemáticas<br />

eran para él en ese momento una obsesión.<br />

De matemáticas nos hablaba cruzando un Zócalo con<br />

flores y prados; como un matemático, hacía temblar a<br />

los pedantes filósofos que Europa nos había arrojado<br />

para amargarnos los años de 40 a 45.<br />

Yo diría que Octavio es un hombre tembloroso.<br />

¿Lo han oído hablar en público? De sus labios brotan<br />

quebradas palabras; tartamudea y vacila, como si las<br />

palabras le quemaran. Aprieta las palabras entre los<br />

dientes, balbucea; es un niño buscando la imagen. Un<br />

hombre-niño que quisiera decirlo todo al mismo tiempo.<br />

Todo de un golpe, como una maldición —la más terrible<br />

del mundo—, como una bendición —la más alta<br />

del mundo—. Y este balbucear, esta emoción, este fuego<br />

incontenible, lo convirtieron en nuestro capitán en<br />

los tiempos aciagos en que ya la revista Taller no pudo<br />

ser una revista mexicana.<br />

De esta última línea pasaríamos a la página más<br />

amarga de la revisión que en Bellas Artes hizo Rafael<br />

Solana de los últimos días de la revista Taller, en la que<br />

habla de los escritores y pintores llegados con la emigración<br />

de 1939. Dice Rafael: “Taller dejó de ser lo que<br />

había sido y lo que había deseado ser, y se convirtió,<br />

o muy poco le faltó para ello, en una revista española<br />

editada en México…” “Escritores, poetas, pintores,<br />

cuyos nombres no llegaron a vincularse con México, y<br />

cuya evocación […] parece la de intrusos, o pasajeros, o<br />

fantasmas […] Y así, a los doce números de vida, murió<br />

Taller, de lo que con una frase un poco fuerte podríamos<br />

llamar ‘influencia española’.”<br />

Poco después, Octavio iniciaba su peregrinaje por<br />

esos mundos, y su producción, en verso y en prosa,<br />

sería incesante. La última vez que nuestros nombres<br />

aparecieron juntos fue en 1943, en la revista de la Universidad<br />

de Nebraska, Prairie Schooner, en el número<br />

de verano; el estudio y la traducción los hizo Lloyd<br />

Hallan, y de Octavio aparece la traducción de la famosa<br />

“Elegía a un compañero muerto en el frente de<br />

Aragón”, y de mí el “Poema del desprecio”. A los pocos<br />

años, Octavio nos sacaba a todos, pero a todos, una<br />

ventaja que ya no perdería nunca y que los hermanos<br />

aficionados a la poesía contemplan con azoro y con<br />

positivo deslumbramiento.<br />

(Hace treinta años, era hermoso ocupar los últimos<br />

sitios en las antologías; hace veinte, un tanto desolador<br />

verse en el último tercio del volumen; hoy es<br />

angustioso y casi agónico hallarse a la mitad de los<br />

libros. Hoy mandan los que tienen de veinte a treinta<br />

años ¿Cómo oponerse a ellos?)<br />

Cuando Octavio Paz ganó el Gran Premio Internacional<br />

de Poesía 1963, antesala del Premio Nobel, su<br />

poderosa personalidad se encontró en la cima, en lo<br />

alto de la pirámide, en la cumbre del Cerro de la Estrella.<br />

Eran ni más ni menos que treinta años efectivos de<br />

poesía, y treinta años, amigos, es mucho, mucha poesía<br />

para un latinoamericano.<br />

Por allá de 1949 Paz escribió a Alí Chumacero una<br />

carta muy serena, a manera de intervención en la enésima<br />

polémica sobre la crisis de la poesía joven. La<br />

controversia no tuvo mayor trascendencia. Pero la antología<br />

La poesía mexicana moderna de Castro Leal,<br />

aparecida en 1953, sí sacó a Octavio de su paz. Su extensa<br />

nota la publicó Novedades, y Octavio la incluyó<br />

en Las peras del olmo con una discreta y diplomática<br />

aclaración: “Al recoger este texto he procurado atenuar<br />

su tono polémico, hasta donde la eliminación de<br />

ciertas frases, demasiado ásperas, no comprometía el<br />

fondo del pensamiento.” A Octavio le importaba tanto<br />

descifrar la frase de Castro Leal sobre él: “Poco a poco,<br />

acaso por la influencia que el superrealismo tuvo sobre<br />

él durante sus años de París, su poesía ha ido perdiendo<br />

esta dimensión” (la simpatía “por las causas<br />

sociales y la solidaridad de los hombres”); le importaba<br />

a Octavio desbaratar esa apreciación, tanto como<br />

reprocharle a Castro Leal indistintas mutilaciones y<br />

omisiones.<br />

De todas formas, Octavio le probaba a su legión de<br />

enemigos personales que no era un desarraigado, ni<br />

un poeta con sus raíces humanas fuera de la tierra<br />

mexicana. Ya nos había dado, en 1950, su espléndido<br />

libro El laberinto de la soledad, volumen de ensayos<br />

preñados de erudición, de ansia, de anhelo y de inspiración.<br />

Pero como México no dejará de ser México,<br />

aunque se lo esté llevando eso que Octavio analiza en<br />

su ensayo “Los hijos de la Malinche” (la palabrota, sí,<br />

la palabrota); como México es el caos más equilibrado<br />

que existe, el libro desató la natural y lógica controversia:<br />

Paz fue acusado de haber plagiado algunas<br />

ideas; no muchas, sólo algunas. Paz contestó, y su contestación<br />

fue aprovechada de inmediato por la fiera<br />

con piel de cordero que es Salazar Mallén. Todo giró<br />

en torno al adjetivo malinchista. Octavio Paz, en su<br />

respuesta, fue un prodigio de sinceridad: “Unos artículos<br />

de Salazar Mallén, que nadie recuerda, y un libro<br />

de Samuel Ramos, que todo el mundo conoce, son<br />

mis fuentes secretas.” Salazar Mallén, a quien nadie<br />

recordaría si no hubiera sido citado aquí varias docenas<br />

de veces, recordó la dedicatoria que puso Samuel<br />

Ramos en su libro El perfil del hombre y la cultura en<br />

México: “Para el amigo y compañero Rubén Salazar<br />

Mallén, descubridor del ‘complejo de la Malinche’.”<br />

He preferido no glosar poemas de Octavio Paz. Ya<br />

el crítico inglés J. H. Cohen lo ha destacado en forma<br />

notable en el breviario Poesía de nuestro tiempo. Me<br />

hubiera sido muy fácil desglosar estrofa tras estrofa<br />

y llenar cincuenta cuartillas. ¿No lo hacen así el buen<br />

Frank Dauster y no lo hace así el buen señor Cohen, el<br />

hombre que olvidó, en la poesía mexicana, a Ramón<br />

López Velarde, a Carlos Pellicer y a José Gorostiza?<br />

He intentado más que nada dar una imagen del hombre<br />

y de cómo buscó y halló su momento. Su poesía, la<br />

conocen todos.<br />

Y… y una lectura reciente de Libertad bajo palabra<br />

(la primera edición) me hizo reflexionar seriamente<br />

en lo que dijo Rodolfo Usigli en la solapa de El laberinto<br />

de la soledad: “Octavio Paz tiene ante sí un largo camino.<br />

Si llegará a su término, si dejará de ser un buen<br />

poeta para convertirse en un gran poeta, si alcanzará<br />

a ser el gran poeta mexicano, es cosa que escapa por<br />

completo a mis precarias dotes proféticas. Octavio<br />

Paz se busca. Buscarse es ya en sí un acto poético precursor<br />

del acto de conciencia y del acto de luz en que<br />

el poeta se encuentra y se estremece en una sacudida<br />

más terrible que la del espasmo, en un impulso vertical<br />

más dinámico que el del nacimiento, en un descendimiento<br />

más profundo que el de la muerte.” Usigli escribió<br />

esto a fines de 1949.<br />

Octavio Paz ya escribió Piedra de Sol y “El cántaro<br />

roto”, para no citar sino lo más representativo de su<br />

hora, las dos luces más cegadoras de su obra. Hay que<br />

releer, amigos, Libertad bajo palabra (la edición de 49);<br />

hay en el libro mucho material que podría desconsolar,<br />

así como en la edición de 1960 —alto ejemplo de revisión<br />

y administración—, hay un aliento de absoluta<br />

seguridad, aunque todavía aparezcan muchos de los<br />

poemas menos apreciados, pero con la gratísima sorpresa<br />

de hallar allí, de nuevo, la famosa “Elegía”.<br />

Los estudiantes que en un futuro no muy lejano se<br />

enfrasquen en tesis sobre Paz —como ahora se ahogan<br />

en el mar cristalino, cristalino pero polarizado,<br />

de los sonetos de Jorge Cuesta— padecerán el hecho<br />

de que, en la edición de 1960, los poemas siguen sin<br />

orden cronológico, o el desorden es mayor; que los<br />

poemas están allí y así, en atención más bien a las<br />

afinidades de tema, color, ritmo, entonación y atmósfera.<br />

Supongamos que se abre el libro en “Vigilias”;<br />

debajo del título de esa parte del libro hay una<br />

fecha que abre y cierra: 1931-1934; en el cuerpo de<br />

“Vigilias”, dos sonetos titulados “La caída”, escritos<br />

“A la memoria de Jorge Cuesta”. Pero el estudiante<br />

verá en su manual, o en su breviario quizá ya para<br />

entonces no tan económico, que Jorge Cuesta murió<br />

en 1942. Sí, claro que la observación parece ingenua,<br />

pero no lo sería tanto si el poeta —y sus editores— no<br />

estuviesen tan subordinados a la entonación, el color,<br />

el tema, etc. Ni qué decir en qué parte de Libertad<br />

bajo palabra está colocada la “Elegía a un compañero<br />

muerto en el frente de Aragón”, un poema que debería<br />

abrir franca, rotunda y valientemente la obra<br />

completa de Paz. En general, un poema que podría<br />

inaugurar una antología de la poesía mexicana de los<br />

últimos treinta años.<br />

Mala, muy mala señal cuando el aspirante a la<br />

maestría y al doctorado en letras escoge a un poeta:<br />

el poeta ya está muerto o es ya un poeta anticuado.<br />

A Ramón López Velarde lo han partido por la mitad,<br />

abierto en cruz y en canal, pulverizado, vuelto de revés<br />

como un frac sin destino; lo han abrumado con ensayos<br />

y tesis, con estudios deliciosamente pedantes.<br />

Ah, pero cuando parece que ya nada, pero nada más<br />

se puede decir sobre el poeta zacatecano, he aquí que<br />

todavía llega a nuestros ojos un ensayo sobre López<br />

Velarde y resulta sencilla, llana y maravillosamente<br />

un ensayo extraordinario; y es extraordinariamente<br />

asombroso que quien ha escrito ese ensayo llamado<br />

“El camino de la pasión”, se llame ni más ni menos:<br />

Octavio Paz. Como para que el machetero, sobrecargado,<br />

ampuloso y tiernamente erudito mister Allen W.<br />

Phillips se tire de cabeza desde lo alto de la parroquia<br />

de Jerez…<br />

Octavio Paz, en pleno ejercicio de su libertad bajo<br />

palabra, de su poesía, ha querido ser mostrado aquí en<br />

su preludio, en su resplandor, en su fervor, en su pasión<br />

y en su maestría. Considérese todo lo escuchado<br />

aquí, y escrito, y lo recordado a martillazos de memoria,<br />

como un esbozo de algo que podría llegar a ser una<br />

visión de Paz y su hora, pero, eso sí, en el tono menos<br />

académico del mundo. Lo académico distorsiona la<br />

imagen, trunca una realidad cercana; marca, señala,<br />

sella, encasilla.<br />

Octavio Paz, como poeta nacido en México, tiene<br />

en México sus más feroces y despiadados detractores,<br />

a la par que sus adoradores más fanáticos. Ni una<br />

ni otra cosa le hacen bien a Paz. Negarlo tercamente<br />

es tan dañino como venerarlo. Octavio Paz no es un<br />

monstruo sagrado; es un hombre de una conmovedora<br />

sencillez. “¿Cómo está eso de que no tienes tiempo<br />

para escribir?”, me echó en cara cuando nos vimos<br />

en 1950 en París (de paso, me regañó porque no había<br />

leído El laberinto de la soledad). “Siempre hay tiempo<br />

para escribir y para leer”, agregó. Era el mismo de diez<br />

años antes; en 1940 casi lloraba cuando Solana, o yo, o<br />

Beto Quintero, le llevábamos para Taller una nota, un<br />

ensayito, un poema…<br />

(Aquella tarde, en París, Octavio nos recordaría, a<br />

Gabriel Figueroa y a mí, que Carlos Pellicer decía que<br />

la Plaza de la Concordia “está hecha de aire”. Los castaños<br />

de los bulevares serían para Octavio un elemento<br />

tan valioso en su instrumental poético como las espadas,<br />

el verbo tender (“Tendida estás…”), las gargantas,<br />

los espacios, las orillas, las raíces… Y en muchos de<br />

esos poemas habría un trasunto noblemente pelliceriano,<br />

pues fue Pellicer uno de los poetas más admirados<br />

por él, entonces en la hora de su triunfal juventud<br />

como ahora en la hora de su espléndida madurez.)<br />

Rodolfo Usigli habló de “un descendimiento más<br />

profundo que el de la muerte”, al hablar del acto de<br />

luz en que el poeta se encuentra. Si alguien se muestra<br />

más inconforme con la poesía de Paz, ése es Octavio<br />

Paz. Su rigor no conoce límites; su hora es ilimitada:<br />

“cada minuto el tiempo abre las puertas / a un expirar<br />

sin fin”.<br />

Así este Octavio, cuando es romántico, modernista<br />

y surrealista; cuando es pelliceriano y gramático —o<br />

crucigramático—; cuando nos recuerda a Manuel José<br />

Othón en el uso generoso de los “envíos” —tan gratos<br />

a las reinas de los Juegos Florales—; cuando el ámbito<br />

de Paz se inunda de soles, piedras, dioses, guitarras,<br />

putas y mariguana; así nuestro Octavio, que todo lo<br />

enaltece y todo lo multiplica —hombre que multiplica<br />

el pan de la poesía— es hoy el alto mando en la poesía<br />

de México, es el poeta de las más fértiles vigilias, el<br />

hombre de la eléctrica angustia. Octavio ha cumplido<br />

cincuenta y tres años. En estos segundos, en su hora,<br />

en su tiempo, es el más joven entre todos nosotros, sus<br />

más fieles contemporáneos; es el más joven entre los<br />

jóvenes, y el más poeta entre todos los poetas de su<br />

tiempo. W<br />

Efraín Huerta fue poeta, periodista, crítico literario<br />

y cinematográfico. Además de El otro Efraín,<br />

preparamos una nueva edición de su Poesía completa,<br />

una iconografía y una antología de poemas ilustrados<br />

por Dr. Alderete.<br />

28 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Basado en un artículo aparecido en Vuelta en 1996, este recorrido por momentos clave<br />

de la existencia de Paz forma parte de Vidas mexicanas. Diez biografías para entender<br />

a México, volumen de próxima aparición en que miembros de la Academia Mexicana<br />

de la Historia retratan a una decena de mexicanos eminentes. Krauze presenta<br />

aquí al combativo Octavio que supo reinventarse en más de una ocasión<br />

SEMBLANZA<br />

Fotografía: © IRENEO PAZ, ENRIQUE CÁRDENAS DE LA PEÑA, MIL PERSONAJES EN EL MÉXICO DEL SIGLO XIX. 1840-1870, T. III, MÉXICO, BANCO MEXICANO SOMEX, 1979, P. 68.<br />

Y el mantel olía a pólvora<br />

ENRIQUE KRAUZE<br />

De tal estirpe de intelectuales<br />

combatientes, procede Octavio Paz<br />

josé vasconcelos<br />

A<br />

mitad del siglo y en el centro<br />

del mundo, un poeta<br />

mexicano escribe un libro<br />

sobre México.<br />

Tiene 35 años de edad y<br />

un largo itinerario de experiencias<br />

poéticas y políticas<br />

tras de sí. Luego de cumplir<br />

con sus labores diplomáticas<br />

(era segundo secretario<br />

de la embajada de México en París) dedica a su obra<br />

las tardes de los viernes y los fines de semana. Aunque<br />

extraña “el sabor, el olor de las fiestas religiosas<br />

mexicanas, los indios, las frutas, los atrios soleados<br />

de las iglesias, los cirios, los vendedores”, no lo mueve<br />

sólo la nostalgia. Su íntima tristeza no es reaccionaria.<br />

Sus sentimientos en torno a su lejano país son<br />

complejos y contradictorios. No lleva la x en la frente<br />

sino en las entrañas. Su pasión mexicana es original<br />

y secreta. Es un buzo en las aguas vitales del país, las<br />

aguas subterráneas y las aguas del pasado. Mejor aún,<br />

es un alquimista en busca de esa “invisible sustancia”,<br />

la “mexicanidad”.<br />

Asimismo, adivina que en México, en sus hombres<br />

y mujeres, hay “un pasado enterrado pero vivo, un<br />

universo de imágenes deseos e impulsos sepultados”.<br />

Desde muy joven lo embarga un agudo sentimiento de<br />

soledad y una duda sobre la propia identidad: “la angustia<br />

de no saber lo que se es exactamente”. De pronto,<br />

pensó que su biografía íntima confluía en la historia<br />

colectiva, la expresaba y se expresaba en ella. Por<br />

eso ha querido “romper el velo y ver”:<br />

Me sentí solo y sentí también que México era un<br />

país solo, aislado, lejos de la corriente central de la<br />

historia […] Al reflexionar sobre la extrañeza que es<br />

ser mexicano, descubrí una vieja verdad: cada hombre<br />

oculta un desconocido […] Quise penetrar en mí mismo<br />

y desenterrar a ese desconocido, hablar con él.<br />

Aquel libro, revelador de mitos, llegaría a ser en sí<br />

mismo un mito, el espejo fiel que había anticipado López<br />

Velarde, la piedra filosofal de la cultura mexicana.<br />

Tan deslumbrantes fueron sus hallazgos, tan compartidos,<br />

que ocultaron su carácter de “confesión”,<br />

de “confidencia”, y a los ojos del público lector sepultaron<br />

y enterraron vivo, al otro, al desconocido. Y sin<br />

embargo, el poeta habló con él. Es el secreto personaje<br />

de El laberinto de la soledad, autobiografía tácita, laberinto<br />

de su soledad.<br />

“Los mexicanos debemos reconciliarnos con nuestro<br />

pasado.” Fórmula para la integración moral de<br />

México, la frase es, asimismo, una declaración sobre<br />

la vida del poeta. El tiempo comienza en aquella casona<br />

de campo en Mixcoac a donde se ha ido a vivir<br />

la familia Paz. Un Settembrini y un Naphta de tierras<br />

mexicanas disputan sobre el destino del país ligado<br />

dramáticamente al de sus propias vidas. No un joven<br />

como Castorp, sino un niño, el futuro poeta, es testigo<br />

mudo de las diferencias. “El mantel olía a pólvora”,<br />

y seguiría oliendo a pólvora por muchos años, porque,<br />

a diferencia de Castorp, don Ireneo Paz y Octavio Paz<br />

Solórzano, el liberal y el revolucionario que cruzarían<br />

la conciencia histórica del niño, no eran sólo figuras<br />

emblemáticas o tutelares, eran su abuelo y su padre,<br />

el centro mismo de la familia, “figura que se bifurca<br />

en la dualidad de patriarca y de macho. El patriarca<br />

protege, es bueno, poderoso, sabio. El macho (el caudillo)<br />

es el hombre terrible, el chingón, el padre que se<br />

ha ido, que ha abandonado mujer e hijos.”<br />

En 1910, el patriarca presintió la vuelta del pasado<br />

telúrico, el del país y el suyo propio. Aunque su primera<br />

reacción fue reprobar la “estúpida revolución” de<br />

Madero, el recuerdo de sus propias campañas antirreeleccionistas<br />

al lado de Porfirio Díaz contra Juárez<br />

y Lerdo y la memoria de los años en que dejó trabajo<br />

y familia para lanzarse a la aventura política, despertaron<br />

al caudillo que corría en sus venas. En 1911, La<br />

Patria (diario que él editaba desde 1877) tomó sus distancias<br />

del dictador y atacó a los “científicos”. A sus 75<br />

años, don Ireneo tuvo las agallas de pasar a la oposición<br />

y sufrir un largo confinamiento en la cárcel de<br />

Belén. El 7 de junio de 1911, día de la entrada de Madero<br />

a la ciudad de México, La Patria anunciaba en un<br />

gran titular, con la foto del apóstol: Ecce homo, “tenía<br />

que triunfar y triunfó”.<br />

Pero una cosa era la renovada esperanza en la libertad<br />

y otra, muy distinta, la amenaza de la revolución<br />

zapatista. Acaso don Ireneo la vinculaba en su memoria<br />

con las huestes indígenas del Tigre de Alica, protagonistas<br />

de una sangrienta guerra étnica en el occidente<br />

de México. Para La Patria, Zapata era el “tristemente<br />

célebre Atila del Sur” y sus soldados “chusmas<br />

alzadas”, “gruesas bandas de endemoniados” de las<br />

que el “suelo patrio” debía “purgarse”. Al sobrevenir<br />

la caída de Madero, aquellas páginas editoriales llegaron<br />

a una convicción escéptica: “el pueblo mexicano<br />

no comprendió la libertad, ni acertó a disciplinar su<br />

carácter”. Sólo la educación liberal resolvería a largo<br />

plazo el problema político del país; entre tanto, no había<br />

más remedio que “acogerse al huertismo”.<br />

El 31 de marzo de 1914, mientras en Torreón luchaban<br />

encarnizadamente las fuerzas federales y las villistas,<br />

cuando en la ciudad de México corrían rumores<br />

sobre la “muerte casi segura del feroz Emiliano<br />

Zapata”, la redacción de La Patria recibe una noticia<br />

que anunciaría al día siguiente “con toda felicidad”: el<br />

“primer alumbramiento de la esposa del Lic. Octavio<br />

Paz, hijo de nuestro director, dando a luz un robusto<br />

infante”. Se llamaría Octavio, como su padre, y pasaría<br />

su infancia al lado del octogenario patriarca.<br />

Al sonoro rugir de un clarín, don Ireneo congregaba<br />

a su familia en el patio. Aunque cultivaba como Cándido<br />

hortalizas, inquieto siempre, a veces se ausentaba.<br />

Su nieto lo acompañaba en algunas de esas campañas:<br />

una visita a Mimí Derba —la actriz de moda— o el cobro<br />

de algunas rentas. Otro lugar de encuentro era la<br />

biblioteca, que contenía joyas de historiografía sobre la<br />

Revolución francesa y álbumes con imágenes de sus héroes<br />

políticos y literarios: Mirabeau, Danton, Lamartine,<br />

Victor Hugo y Balzac. Tal vez fue en ese altar cívico,<br />

entre retratos de Prim, Castelar, Napoleón, donde el<br />

nieto lo escuchó hablar de Juárez y de Porfirio, de los<br />

zuavos y los plateados. Había sido certero con la pluma<br />

y con la espada. Rebelde, revoltoso, revolucionario, el<br />

título de uno de sus punzantes periódicos lo describía<br />

a la perfección: El Diablillo Colorado. Después de muerto,<br />

su nieto no lo confinó al olvido: a través de los años<br />

leyó con indulgencia sus novelas, poemas, leyendas históricas;<br />

hojeó con regocijo al malévolo Padre Cobos, se<br />

MARZO DE 2014 29


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Y EL MANTEL OLÍA A POLVORA<br />

sorprendió ante las mil vicisitudes que narra en algunas<br />

de sus campañas y al cabo de medio siglo, al poner<br />

el pasado en claro, escribió:<br />

Mi abuelo a sonreír en la caída<br />

y a repetir en los desastres: a lo hecho, pecho.<br />

(esto que digo es tierra<br />

sobre tu nombre derramada: blanda te sea).<br />

La libertad y el poder fueron los temas de su vida.<br />

Desde 1884 había apoyado a Díaz el “gobernante que<br />

ha sabido sacar, de entre los escombros casi, una nacionalidad<br />

respetable”; al final rompió con él, creyó<br />

fugazmente en el maderismo, temió que el zapatismo<br />

fuese una guerra de castas, apoyó a Huerta y terminó<br />

sus días pensando que “la Revolución había sustituido<br />

la dictadura de uno, el caudillo Díaz, por la dictadura<br />

anárquica de muchos: jefes y jefecillos”. Su fluctuación<br />

reflejaba una duda genuina sobre la madurez<br />

cívica del pueblo mexicano y un miedo de que el país<br />

—que personas como él habían reformado, defendido<br />

y construido— volviese a los días de la desintegración<br />

y la anarquía.<br />

En los obituarios, la prensa olvidó sus años porfiristas<br />

y lo recordó como lo que era, “el decano del periodismo”,<br />

“uno de los más esforzados paladines del<br />

liberalismo”. Había vivido el ciclo entero: de la guerra<br />

a la paz, de la paz a la guerra. El último sobreviviente<br />

de su época, el último liberal.<br />

Octavio Paz Solórzano decía que su padre no entendía<br />

la revolución. Nacido en 1883, condiscípulo de<br />

Antonio Caso y José Vasconcelos en la Escuela de Leyes,<br />

quería para sí un destino de leyenda, como el del<br />

patriarca. A principios de 1911, cuando ascendía apenas<br />

la estrella de Zapata, el “Güero Paz” viaja por la<br />

zona de Zumpango. Quiere ver los hechos de primera<br />

mano. Es el anuncio de su posterior incorporación a<br />

la Revolución del Sur. El triunfo del maderismo parecía<br />

el presagio de una vida tranquila para el joven<br />

abogado: en 1911 Paz Solórzano publica un “Novísimo<br />

manual del elector”, consolida su despacho (Relox 23,<br />

Teléfono Ericsson 1622), se casa con Josefina Lozano<br />

(“Pepita”, la hermosa española del rumbo de Mixcoac),<br />

y con ella viaja a Ensenada, donde ocupa varios<br />

puestos dependientes del ministro de Justicia, Jesús<br />

Flores Magón. Pero ni los tiempos ni el carácter del joven<br />

abogado propician la vida pacífica. Ha tenido pleitos<br />

casi a muerte con el prefecto de Mixcoac y volverá<br />

a tenerlos con algún cacique de Ensenada. Es hombre<br />

de armas tomar. En mayo de 1914, recién nacido su<br />

hijo, “se va a la Revolución”.<br />

Sobre los pasos de su amigo, el abogado anarquista<br />

Antonio Díaz Soto y Gama, llega a pie hasta el campamento<br />

zapatista. El 5 de agosto de 1914, don Ireneo<br />

condesciende a publicar un “gran documento para la<br />

historia”: el Plan de Ayala. Tres semanas más tarde,<br />

aparece el último número de La Patria, el 11 767. Nuevo<br />

evangelista, Paz Solórzano recoge testimonios de<br />

la Revolución del Sur. En abril de 1916, Zapata lo comisiona<br />

como agente de la revolución en los Estados<br />

Unidos. Era tarde para su causa, pero Paz Solórzano<br />

no lo sabía. Sus despachos, escritos a salto de mata,<br />

desde sitios y circunstancias inverosímiles, son un<br />

compendio de estoicismo y candidez:<br />

me quedé sin comer en varias ocasiones e hice el<br />

recorrido a pie [escribía a Zapata desde Chautzinca,<br />

en los dominios del general Domingo Arenas,<br />

agregando] la situación militar es muy favorable<br />

a nosotros, pues los carrancistas sólo tienen en su<br />

poder las vías férreas, los puertos y las capitales<br />

[…] se anuncia por todas partes que salen Carranza,<br />

Obregón y Luis Cabrera […] Wilson no sabe qué<br />

hacer y está dando palos de ciego […] se aproxima<br />

nuestro anhelado triunfo.<br />

Volvió a vivir las peripecias, los riesgos, las privaciones<br />

de su padre, pero no tuvo su fortuna. En San<br />

Antonio conspiró incansablemente por un año. Sus<br />

cartas a Soto y Gama trasminaban frustración, desconcierto,<br />

amargura, casi desamparo. No faltó quien<br />

informara al cuartel general de su súbito alcoholismo.<br />

En 1918, se estableció como editor en Los Ángeles,<br />

desde donde escribió a Jenaro Amezcua: “yo he<br />

estado en este país, enteramente solo y sin recursos<br />

de ninguna clase y en varias ocasiones atado de pies<br />

y manos”. Y sin embargo, empeñado como estaba en<br />

buscar la unidad de los exiliados revolucionarios, pidió<br />

ayuda para sacar de la cárcel a Ricardo Flores Magón<br />

y siguió creyendo “en el triunfo de la revolución,<br />

de la verdadera revolución”.<br />

Durante los años veinte, Paz Solórzano intentó por<br />

varias vías construir una carrera política. Por desgracia,<br />

sus apuestas, hijas todas de la convicción zapatista,<br />

fueron o resultaron equivocadas. Ligado al Partido<br />

Nacional Agrarista, la caída de Obregón fue también<br />

su caída. Es entonces cuando retorna francamente la<br />

vocación intelectual de don Ireneo: publica en diarios<br />

y revistas las leyendas históricas de su revolución y<br />

escribe una Historia del periodismo en México. Sus temas<br />

eran muy distintos a los de su padre: no el poder<br />

y la libertad sino la justicia y la igualdad. Su generosa<br />

pasión era seguir siendo el abogado del pueblo, defender<br />

a sus amigos, los campesinos de Santa María<br />

Aztahuacán, a los de Santa Marta Acatitla, a los del<br />

rumbo de los Reyes, seguir con ellos la fiesta, la borrachera<br />

interminable de la revolución, subirse al tren,<br />

hombrearse con la muerte y quizá morir entre ellos,<br />

como se moría en la revolución. La revolución lo había<br />

arrebatado en 1914, ¿había vuelto alguna vez? Muchos<br />

años más tarde, su hijo describiría su sino:<br />

Del vómito a la sed,<br />

atado al potro del alcohol,<br />

mi padre iba y venía entre llamas.<br />

Por los durmientes y los rieles<br />

de una estación de moscas y de polvo,<br />

una tarde juntamos sus pedazos.<br />

A su madre la tuvo presente<br />

siempre, aún en la distancia:<br />

ella mitigaba el desamparo,<br />

la zozobra, el hueco,<br />

la carencia<br />

La firma del poeta Octavio Paz se parece a la de su<br />

padre: la misma O característica, abierta y sin remate;<br />

el mismo ritmo, la misma inclinación. ¿Cuántas<br />

veces habrán visto esa rúbrica en los papeles de O.<br />

Paz editores? “Después de muerto lo confiné al olvido.<br />

Aunque olvido no es la palabra exacta. Lo tuve<br />

presente pero aparte, como un recuerdo doloroso.” A<br />

su madre la tuvo presente siempre, aún en la distancia:<br />

ella mitigaba el desamparo, la zozobra, el hueco,<br />

la carencia. “La mujer es la puerta de reconciliación<br />

con el mundo”: no sólo su madre, también su tía (la<br />

amiga de Gutiérrez Nájera, que lo inició en la literatura)<br />

y, años más tarde, las mujeres que amó. Ellas<br />

—múltiples caras de Ariadna— le abrieron la puerta<br />

hacia su pasión más profunda, la poesía, y lo salvaron<br />

del laberinto. El padre, en cambio, no era puerta de<br />

salida sino muro de silencio. El hijo hubiera querido<br />

compartir su soledad, comulgar con él, poner la vida<br />

en claro. Era difícil:<br />

Yo nunca pude hablar con él.<br />

Lo encuentro ahora en sueños,<br />

esa borrosa patria de los muertos.<br />

Hablamos siempre de otras cosas.<br />

Y sin embargo, había sido testigo de su vida y por momentos,<br />

como al abuelo, lo acompañaba. De ambos<br />

abrevó la pasión política. Fue él quien lo acercó al<br />

“verdadero México”, el de los campesinos zapatistas,<br />

y quien lo inició en el conocimiento de la otra historia<br />

de México, enterrada pero viva:<br />

“Cuando yo era niño visitaban mi casa muchos viejos<br />

líderes zapatistas y también muchos campesinos<br />

a los que mi padre, como abogado, defendía en sus<br />

pleitos y demandas de tierras. Recuerdo a unos ejidatarios<br />

que reclamaban unas lagunas que están —o<br />

estaban— por el rumbo de la carretera de Puebla: los<br />

días del santo de mi padre comíamos un plato precolombino<br />

extraordinario, guisado por aquellos campesinos:<br />

‘pato enlodado’ de la laguna, rociado con<br />

pulque curado de tuna.”<br />

El legado mayor estaba implícito: si el patriarca había<br />

sido un rebelde liberal y el padre un revoltoso<br />

zapatista, el nieto debía inventar para sí un “sino de<br />

relámpago”, buscar por cuenta propia a “la gran Diosa,<br />

la Amada eterna, la gran Puta de poetas y novelistas”,<br />

la que en su modesta variante mexicana fue<br />

y vino por todo el país: “alborotando los gallineros<br />

femeninos y arrancando a los jóvenes de la casa paterna:<br />

es la Revolución, la palabra mágica, la palabra<br />

que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría<br />

inmensa y una muerte rápida”.<br />

“De joven [recordaría muchos años más tarde]<br />

quise ser revolucionario, héroe, fusilado, libertador.”<br />

Son los fervorosos años treinta. Lo arrastra “el<br />

viento del pensamiento, el viento verbal”. Cree que el<br />

porvenir está en Rusia, donde la humanidad ha comenzado<br />

a vivir el destino que Marx le tenía prometido.<br />

En las revistas que funda o en las que participa,<br />

“revolución” y “poesía” son vasos comunicantes.<br />

Tras la muerte de su padre en 1936, abandona la casa<br />

paterna. ¿Qué busca en Yucatán, como maestro en<br />

una escuela para campesinos? Es un cardenista social,<br />

pero también un naródnik anacrónico, como su<br />

padre. ¿Qué despierta en él la Guerra Civil española?<br />

El mismo entusiasmo que en tantos intelectuales de<br />

Occidente y una esperanza íntima: hallar en esa “espontaneidad<br />

creadora y revolucionaria”, en esa “intervención<br />

directa y diaria del pueblo”, una secuela<br />

ampliada y venturosa de aquella otra revuelta poética<br />

e histórica, la del sur, la de México.<br />

La Revolución [descubre Paz en su Laberinto] es<br />

una súbita inmersión de México en su propio ser…<br />

Es un estallido de la realidad: una revuelta y una comunión,<br />

un trasegar viejas sustancias dormidas, un<br />

salir al aire muchas ferocidades, muchas ternuras<br />

y muchas finuras ocultas por el miedo a ser. ¿Y con<br />

quién comulga México en esta sangrienta fiesta?<br />

Consigo mismo, con su propio ser. México se atreve<br />

a ser. La explosión revolucionaria es una portentosa<br />

fiesta en la que el mexicano, borracho de sí mismo,<br />

conoce por fin, en abrazo mortal, a otro mexicano.<br />

En El laberinto de la soledad la historia de México<br />

a partir de 1821 y aun antes, durante la Colonia,<br />

es una máscara impuesta sobre un rostro auténtico.<br />

La Independencia y la Reforma son una triple negación<br />

del pasado (indígena, cristiano y español) y una<br />

imposición de ideas europeas. El porfirismo es una<br />

simulación de orden y progreso. Sólo la revolución,<br />

palabra mágica, remueve la máscara: es un advenimiento<br />

que deja entrar la luz y el aire, libera, reconcilia,<br />

recobra, expresa.<br />

¿Y con quién comulga Octavio Paz, a quién abraza,<br />

en esa descripción casi teofánica? Comulga con<br />

Octavio Paz, “el que se fue por unas horas / y nadie<br />

sabe en qué silencio entró”. Abraza a Octavio Paz,<br />

el otro, el mismo. Árbol adentro, su revolución es la<br />

mexicana, la igualitaria, la utópica, la comunitaria,<br />

la verdadera, la zapatista. A partir de ese origen, de<br />

ese encuentro, Paz será siempre, en el sentido literal<br />

de la palabra, un hijo de la Revolución mexicana.<br />

El movimiento hacia ella ha sido un acto poético de<br />

amor y filiación. Pero esto no podía bastarle, porque<br />

en el sentido inverso, árbol afuera, necesitaba encontrar<br />

su propia revolución, aquella en la que él fuese<br />

protagonista. ¿Una revolución violenta? Sus armas<br />

personales —lo sabía ya muy bien— eran otras. Había<br />

roto con el sino de su estirpe, pero no con su estirpe<br />

ni con la voluntad de participar en un cambio radical<br />

de los destinos humanos.<br />

Por largos años esperó su advenimiento. Hacia<br />

1950, al conocer y denunciar la existencia de los campos<br />

de concentración en la Unión Soviética, transfirió<br />

su esperanza a “la oleada revolucionaria de los<br />

países de la periferia”. Al ceder ésta, la vio alzarse en<br />

la “espléndida actitud” de los jóvenes de Occidente,<br />

nuevos nómadas de la era industrial, reinventores<br />

del neolítico, desdeñosos del futuro, idólatras del<br />

instante, y en la no menos promisoria de los jóvenes<br />

del Este, no desengañados, hastiados del marxismo.<br />

En el verano de 1968, desde un hotel en los Himalaya,<br />

escuchó con “emoción increíble” las noticias sobre<br />

la rebelión de los estudiantes parisinos y vio en<br />

la posible fusión del movimiento estudiantil y la clase<br />

obrera el cumplimiento de la profecía de Marx, el<br />

principio de la Revolución en Occidente.<br />

La buscó también en los libros y sus reverberaciones.<br />

En los poseídos de la literatura rusa, en los<br />

textos canónicos de Marx y Lenin, en los textos heréticos<br />

de Trostki; en las polémicas entre Sartre y<br />

Camus que dividieron los tiempos modernos; en la<br />

poesía subversiva y la subversión poética, “hinchada<br />

la lengua de política”; en el Café París de la ciudad<br />

de México o en algún bar de París (como el “México<br />

City” que refiere Camus en La caída); con José Revueltas<br />

o con Kostas Papaioannou, Paz quiso encontrar<br />

la clave de la historia, y con ella el perfil de la in-<br />

30 MARZO DE 2014


minente revolución. Se enamoró de esa idea, es verdad,<br />

pero, a diferencia de toda su generación, esperó<br />

despierto, denunciando públicamente desde 1950 las<br />

simulaciones y los crímenes de los gobiernos revolucionarios<br />

del siglo xx. Poco a poco, logró devolver la<br />

transparencia a las palabras, deslindar la “revuelta”<br />

y la “rebelión”, “voces de libertad, de la revolución”,<br />

voz del poder, “doctrina armada”. No renunciaba aún<br />

al mito rector de su pasión política, pero lo sometía<br />

a juicio. Entonces escribió su “Canción mexicana”,<br />

donde recordó a su abuelo y su padre. Ellos le hablaban<br />

de grandes episodios nacionales, héroes de verdad,<br />

“y el mantel olía a pólvora”:<br />

Yo me quedo callado:<br />

¿de quien podría hablar?<br />

De pronto, los vientos de Occidente trajeron olor a<br />

pólvora. Al estallar el movimiento estudiantil mexicano,<br />

Paz entiende que el error ha sido esperar. Esta<br />

vez no espera: actúa. Sus despachos (inéditos) al ministro<br />

de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo<br />

Flores, son un testimonio que lo honra. El 6 de septiembre<br />

le escribe:<br />

Aunque a veces la fraseología de los estudiantes […]<br />

recuerde a la de otros jóvenes franceses, norteamericanos<br />

y alemanes, el problema es absolutamente<br />

distinto. No se trata de una revolución social —aunque<br />

muchos de los dirigentes sean revolucionarios<br />

radicales— sino de realizar una reforma en nuestro<br />

sistema político. Si no se comienza ahora, la próxima<br />

década de México será violenta.<br />

El 3 de octubre escribe el poema epitafio: “México:<br />

olimpíada de 1968”. Tras hacer un “examen de conciencia”,<br />

el 4 de octubre envía una larga carta reprobatoria<br />

de la política gubernamental y presenta su<br />

renuncia como embajador en la India: “No estoy de<br />

acuerdo en absoluto con los métodos empleados para<br />

resolver (en realidad: reprimir) las demandas y problemas<br />

que ha planteado nuestra juventud.”<br />

Bien visto, era su primer acto “en la arena de la política”,<br />

después del fugaz intento de la Guerra Civil<br />

española. Pero esta vez la rebelión, la espontaneidad,<br />

la iniciativa eran suyas: hijas de su biografía y de su<br />

libertad. Porque en ese acto valeroso que recorre el<br />

mundo, Paz cumplía también con un ciclo íntimo, la<br />

promesa inscrita en su linaje: irse a la revolución. En<br />

comunión con la revuelta estudiantil, el rebelde se va<br />

a su revolución en el acto de romper con una revolución<br />

petrificada. Con un poema y una renuncia en la<br />

plaza pública de Tlatelolco, Octavio Paz se convirtió<br />

en protagonista de su propia “Canción mexicana”.<br />

Posdata es el manifiesto de su revolución personal.<br />

Pero, ¿se trata de una revolución? En el momento<br />

de su mayor radicalidad democrática, Paz descubre<br />

una veta profunda de la historia mexicana: la Reforma.<br />

El adversario no es el orden colonial sino su<br />

sucedáneo: la pirámide del poder —que es a un tiempo<br />

realidad tangible y premisa subconsciente—, y en<br />

particular el Partido Revolucionario Institucional<br />

(pri): “cualquier enmienda o transformación que se<br />

intente exige, ante todo y como condición previa, la<br />

reforma democrática del régimen”. La reconciliación<br />

con el pasado ocurre ahora con la herencia liberal a<br />

través del ejercicio cotidiano de la crítica:<br />

La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su<br />

segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía<br />

y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica<br />

nos dice que debemos aprender a disolver los<br />

ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros<br />

mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño de<br />

libertad.<br />

Era la segunda vuelta de Paz a México. Libre de<br />

ataduras oficiales, llegaba en 1970 a deshacer todos<br />

los equívocos, pero se encontró con el mayor equívoco<br />

de todos: la revolución, no la libertaria sino la otra,<br />

la “Gran Diosa”, la “Amada eterna”, la “Gran puta”, había<br />

embrujado a la generación juvenil del 68. Ellos no<br />

querían remedios contra la fantasía ni disolvencias<br />

de ídolos e idolatrías, no querían ser aire sino “viento<br />

verbal”, “héroes, libertadores, fusilados”, guerrilleros<br />

en todas sus variantes: en la sierra o en la calle, en el<br />

aula o el café, en la estación de radio o la redacción del<br />

periódico, en la voz o en el papel. Algunos esperaban<br />

que Paz encabezara un partido de izquierda. Él tenía<br />

en mente una enmienda intelectual y moral de México,<br />

y contribuirla a ella como escritor independiente.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Y EL MANTEL OLÍA A POLVORA<br />

Los papeles se habían cambiado. En un eco remoto de<br />

las discusiones de Mixcoac, volvió la lucha de generaciones:<br />

revolucionarios contra liberales.<br />

Mientras Occidente descubría o confirmaba en<br />

el Archipiélago Gulag de Solzhenitsin (1973) que el<br />

mito abstracto de la revolución había costado decenas<br />

de millones de vidas concretas, los caminos de<br />

Paz y los jóvenes del 68 se bifurcaban para no encontrarse<br />

más. “Ahora sabemos —escribió— que ese resplandor,<br />

que a nosotros nos parecía una aurora, era el<br />

de una pira sangrienta.” Nadie en la izquierda lo escuchó.<br />

El sueño de comunión se disipaba en un alud<br />

de excomuniones. Con un puñado de amigos, en 1971<br />

Paz fundó Plural y en 1976, Vuelta. Sus trincheras de<br />

editor militante, como su padre, como su abuelo. En<br />

ellas condenó sin descanso ni omisión a los gorilas de<br />

América Latina, pero su pasión crítica se concentró<br />

en la más impopular de las causas: abrir los ojos a la<br />

izquierda mexicana sobre la realidad de la revolución<br />

rusa y, por extensión, de todas las revoluciones<br />

marxistas del siglo xx. Más allá del encono, la ingratitud<br />

o las pulsiones parricidas, el rechazo de los jóvenes<br />

del 68 al hombre que los había defendido tuvo<br />

un aspecto doloroso: la incomprensión. Paz entablaba<br />

su polémica con los representantes de la izquierda<br />

mexicana (académica, partidaria e intelectual)<br />

porque seguía creyendo en el socialismo: “es quizá la<br />

única salida racional a la crisis de Occidente”. En esa<br />

medida, urgía a la izquierda a hacer el mismo examen<br />

de conciencia que practicaban otras izquierdas<br />

de Occidente. No había salida política ni moral sin<br />

poner el pasado en claro: culpables eran todos, desde<br />

los comisarios hasta los inocentes espectadores:<br />

Y lo más vil: fuimos<br />

el público que aplaude o<br />

bosteza en su butaca<br />

La culpa que no se sabe culpa,<br />

la inocencia,<br />

fue la culpa mayor.<br />

Él asumió la culpa, ellos no. A partir de 1989, la historia,<br />

cuyo oráculo había interrogado tantas veces,<br />

le dio por fin la razón. A ellos no. Una revuelta de los<br />

pueblos oprimidos, una rebelión de los escritores disidentes<br />

acabó con “el mito sangriento” de la revolución<br />

comunista. Ellos se quedaron callados. ¿De<br />

quién podrían hablar?<br />

A mediados de los setenta, Paz hizo la crítica del<br />

Estado mexicano: trazó su génesis patrimonialista,<br />

analizó la sociología de sus grupos, y reveló su anatomía<br />

política y moral. Su célebre ensayo, “El ogro<br />

filantrópico”, salva al Estado mexicano bajo la condición<br />

de que propiciase la pluralidad política. En 1984,<br />

al cumplir los 70 años, Paz confesaba una omisión en<br />

su propio ideario personal: “En México hemos tenido<br />

muchas revoluciones, pero hay una revolución inédita:<br />

la maderista.” El año del terremoto sobre la ciudad<br />

de México publica “pri: hora cumplida”, y tras el fraude<br />

de Chihuahua, remacha: “Soy uno de los que creen<br />

que la democracia puede enderezar el rumbo histórico<br />

de México y ser el comienzo de la rectificación de<br />

muchos de nuestros extravíos históricos.” De pronto,<br />

el antiguo revolucionario revalora al siglo xix y la herencia<br />

liberal: es “una verdad que debemos recobrar.<br />

La salvación de México está en la posibilidad de realizar<br />

la revolución de Juárez y Madero.” Como en un<br />

poema circular escrito por Octavio Paz, Octavio Paz<br />

descubría en él, intactos, los temas políticos de su<br />

abuelo don Ireneo. Los temas y los dilemas.<br />

Bajo esa luz hay que ver su posición política en los<br />

últimos años de su vida. Más vigoroso aun que su<br />

abuelo, rebelde y revoltoso como su padre, fiel a su estirpe<br />

combatiente, Paz siguió en la trinchera. Pero al<br />

mismo tiempo, con todo el siglo de experiencia a cuestas,<br />

vio a México desde un mirador distinto al nuestro,<br />

un mirador patriarcal. ¿Qué encontró Octavio Paz,<br />

desde el fondo de su historia, que es la nuestra?<br />

Desatender su visión no sería sólo un acto de insensatez<br />

sino de soberbia. Sus contemporáneos se<br />

han ido. Sólo queda él, pero ya no está solo. Parricidio<br />

al revés, carta de creencia, pacto de sangre, su<br />

vida ha sido una metáfora, no de la ruptura, sino de la<br />

tradición. En ella se abrazan liberales y revolucionarios.<br />

La obra de Paz es un milagro aún mayor: en ella<br />

comulgan las generaciones de México. W<br />

Enrique Krauze, historiador, es autor Biografía del<br />

poder, una exitosa serie de recorridos por la vida de<br />

los protagonistas de la Revolución que pronto haremos<br />

circular de nuevo.<br />

Octavio Paz<br />

GUADALUPE DUEÑAS<br />

S<br />

i me preguntaran qué rostro debe tener un<br />

poeta, respondería, sin rodeos, como el de<br />

Octavio Paz. Es la imagen perfecta del predestinado.<br />

En los archivos del cielo existe<br />

el cliché concebido para el músico, el pintor, el bailarín<br />

y para las demás que sean ramas artísticas. Allí<br />

guardan el de Octavio.<br />

No conocí en su juventud a los “tres Octavios”.<br />

Me cuentan que armaban descalabros con su gallardía.<br />

Puedo decir que los tres, en la edad madura,<br />

conservaron su prestancia: Novaro, Barreda y Paz.<br />

La belleza física es siempre fascinante, pero<br />

cuando la posee un poeta se convierte en ideal:<br />

muestra tu rostro al fin para que vea<br />

mi cara verdadera, la del otro,<br />

mi cara de nosotros siempre todos,<br />

cara de árbol y de panadero,<br />

de chofer y de nube y de marino,<br />

cara de sol y arroyo […]<br />

cara de solitario colectivo.<br />

La poesía es como tener un rostro y no tenerlo.<br />

Cada quien encuentra en la poesía su hora cero.<br />

De esa negación rotunda saldrán los rasgos de todos.<br />

No se sabe si es más por tener semblante que<br />

por no tenerlo. Parece decirlo todo y no dice nada,<br />

porque tiene sólo un estigma existencial. Es como<br />

desleer las cosas, sólo una sensación. “El mundo no<br />

se presenta como realidad que hay que nombrar,<br />

sino como palabra que debemos descifrar.” Por su<br />

significado múltiple no tiene uno preciso. Simbólicamente<br />

sustituye al mundo. Es negación continua.<br />

De la delirante materia verbal las vibraciones son<br />

tan intensas que alcanzan la blancura absoluta que<br />

es la misma nada.<br />

El artista, en su afán de depuración, suprime líneas,<br />

trazos, colores, hasta concretar el ideal y topar<br />

con lo absoluto. Lo contradictorio no existe ya;<br />

es solamente armonía donde los contrarios recuperan<br />

su equilibrio, su permanencia, su individualidad.<br />

“Dime cómo hablas y te diré quién eres.”<br />

Quizá el poeta, al llegar a la atroz lucidez del infinito,<br />

se da de bruces contra el escepticismo en un<br />

“más allá” en el que no caben ya medidas, ni fórmulas<br />

ni horizontes, por decirlo de algún modo; la nada<br />

es el rompimiento que colinda con la infinitud. “El<br />

salto es al vacío o al pleno ser”, ya que “la otra orilla”<br />

está en nosotros mismos.<br />

En un momento lleno de angustia, Paz escribió<br />

en quince palabras una existencia abatida:<br />

No lo que pudo ser:<br />

es lo que fue<br />

Y lo que fue está muerto.<br />

Tenemos en preparación las obras completas de<br />

Guadalupe Dueñas. En Imaginaciones, libro<br />

publicado por Jus en 1977, apareció este breve pero<br />

emocionado retrato de Paz.<br />

W<br />

Fotoggrafía: DURANTE UNA EXCURSIÓN A CHILAPA, GUERRERO, 1932. CORTESÍA DE M. J. PAZ.<br />

MARZO DE 2014 31


Fotografía: © ROGELIO CUÉLLAR. TOMÁS SEGOVIA, GABRIEL ZAID, MARIE-JOSE PAZ, ALEJANDRO ROSSI, JOSÉ DE LA COLINA, SALVADOR ELIZONDO. ABAJO: OCTAVIO PAZ, JUAN GARCÍA PONCE, MICHELLE ALBÁN, KAZUYA SAKAI. CIUDAD DE MÉXICO, 1975.<br />

Octavio Paz fue la presencia<br />

intelectual y literaria<br />

más destacada de<br />

México en el siglo pasado.<br />

Su actividad influyó<br />

en muy distintos órdenes<br />

de la vida colectiva<br />

y, aunque nunca se afilió<br />

a ningún partido, ni<br />

ocupó cargos políticos<br />

relevantes, sus opiniones en la materia generaron<br />

intuiciones, despertaron controversia y se convirtieron<br />

en una guía de la agenda pública de las últimas<br />

décadas del siglo xx.<br />

Desde su juventud, Paz fue un ciudadano muy activo<br />

que expresó simpatías y adoptó posturas ante<br />

los acontecimientos de su tiempo. Aunque, particularmente<br />

en sus últimas décadas de vida, Paz dedicó<br />

mucho tiempo al debate y la reflexión política, estuvo<br />

lejos de convertirse en un especialista: era un poeta<br />

que hablaba de política no por competencia profesional,<br />

sino por obligación moral. Pese a no ser un especialista,<br />

ni un político profesional, Paz logró combinar<br />

en sus textos un enfoque filosófico, una voluntad<br />

de equilibrio y realismo y una buena dosis de estilo<br />

chispeante y polémico. En efecto, Paz fue, al mismo<br />

tiempo, un pensador, un analista y un polemista: un<br />

pensador que abrevaba en corrientes, como el romanticismo,<br />

el socialismo utópico y el humanismo liberal<br />

y cuyas posturas tenían un alto sentido del ideal; un<br />

analista, y hombre práctico, que trabajó por muchos<br />

años en el servicio exterior y que disponía de una gran<br />

capacidad para examinar coyunturas políticas, establecer<br />

analogías históricas y rutas estratégicas, y un<br />

polemista que intervenía de manera audaz y apasionada<br />

en muy diversos episodios.<br />

En sus intervenciones en torno a la política, Paz<br />

no se limitó al ámbito nacional, sino que fue un observador<br />

atento de la evolución de la geopolítica de<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

¿Qué lugar ocupa el ensayo sobre asuntos políticos en la obra de Octavio Paz, ese poeta,<br />

crítico literario, historiador de las ideas, editor de revistas, estudioso de las artes plásticas,<br />

incluso narrador? La Cámara de Diputados y el Consejo Nacional para la Cultura<br />

y las Artes han preparado la antología Itinerario crítico, que reúne el pensamiento<br />

político de Paz; del texto introductorio tomamos este fragmento<br />

ENSAYO<br />

Crítica incandescente<br />

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES<br />

su tiempo y fue un lector adelantado de los desafíos<br />

y oportunidades de la alta modernidad. De hecho,<br />

a partir de los años setenta del siglo pasado, Paz se<br />

convirtió en uno de los intelectuales públicos más<br />

prominentes, activos y atendidos en el ámbito internacional,<br />

por lo que el Premio Nobel, que le fue otorgado<br />

en 1990, únicamente reconoció una ascendencia<br />

literaria e intelectual, ganada décadas antes.<br />

Octavio Paz creció en una época de convulsiones que<br />

convocaba a la participación pública y su generación<br />

se incorporó tempranamente a la política. La generación<br />

de Paz (a la que pertenecen sus amigos Efraín<br />

Huerta y José Revueltas) es la primera que crece en<br />

el ambiente de la Revolución mexicana y se enfrenta<br />

a coyunturas nacionales e internacionales decisivas.<br />

Las secuelas de la primera Guerra Mundial, el enfrentamiento<br />

ideológico entre el capitalismo y el socialismo,<br />

los conflictos en Europa y el preludio de la<br />

segunda Guerra Mundial constituyen un clima donde<br />

se desarrollan hondas vocaciones políticas, militancias<br />

heroicas y apostolados laicos.<br />

En México, el poder político emanado de la Revolución<br />

aún vive su etapa de consolidación y los jóvenes<br />

intelectuales se debaten entre el humanismo, el<br />

nacionalismo revolucionario y la retórica socialista.<br />

En particular, la generación de Paz es marcada por la<br />

campaña presidencial de José Vasconcelos, las querellas<br />

en torno a la educación socialista, el enfrentamiento<br />

entre el presidente Cárdenas y el ex presidente<br />

Calles y el discurso izquierdista de este último. El<br />

joven Paz ingresa a la preparatoria de San Ildefonso,<br />

que es un centro de ebullición política donde se confrontan<br />

diversas ideologías, desde el fascismo y el comunismo<br />

hasta el anarquismo. No es extraño que el<br />

hiperactivo Paz se ocupe de los asuntos artísticos e<br />

intelectuales más diversos.<br />

Paz, como muchos de su generación, piensa que se<br />

encuentra en una etapa auroral, en la que es inminente<br />

una revolución social, pero sobre todo una revolución<br />

espiritual, que concilie opuestos. Con todo,<br />

Paz es entusiasta en sus militancias, pero también<br />

escéptico y, a la vez que abriga un ferviente ánimo de<br />

cambio social, profesa un respeto instintivo por las<br />

libertades individuales y por su propia independencia.<br />

Paz se empapa en el activismo estudiantil: funda<br />

revistas y se suma a manifestaciones políticas y a<br />

trabajos sociales, como brindar clases de alfabetización<br />

para campesinos y obreros. Igualmente, el joven<br />

poeta observa con alarma el avance de los fascismos<br />

en Europa, abraza la causa republicana en la Guerra<br />

Civil española y aboga por una comunión latinoamericana<br />

sobre bases realistas.<br />

Si bien la inclinación política de Paz es de izquierda,<br />

no milita en ningún partido y sus gustos poéticos<br />

no encajan ni en la estética nacionalista, ni en<br />

el realismo socialista imperantes en esos círculos.<br />

Por eso, aunque oscilante en su discurso, Paz trata<br />

de mediar entre una literatura pura y una literatura<br />

de compromiso, pues deplora el simple artificio estético,<br />

pero no concuerda con que el arte sea un mero<br />

instrumento de adoctrinamiento. Por eso, entiende<br />

que un arte significativo y transformador requiere<br />

un esfuerzo ético, pero sobre todo estético.<br />

En suma, Paz vive su adolescencia con intensidad<br />

y hondura, descubre su vocación, goza y sufre su soledad,<br />

discute, escribe, trasnocha, se enamora y busca<br />

insertarse en esa historia con mayúsculas que llama<br />

perentoriamente a los jóvenes de su generación. En<br />

1936 la trágica muerte de su padre en un accidente implica<br />

un giro drástico: Paz deja la carrera de abogado<br />

ya casi terminada y, en 1937, viaja a Yucatán a trabajar<br />

en una escuela para obreros y campesinos. En esa<br />

estancia, el joven Paz, que había padecido él mismo<br />

privaciones económicas, descubre la miseria y las desigualdades<br />

más crudas y reafirma su conciencia social.<br />

Ese mismo año es invitado al Congreso de Escritores<br />

Antifascistas en Valencia. Este encuentro es el<br />

32 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

CRÍTICA INCANDESCENTE<br />

gran bautismo social y político del escritor mexicano:<br />

acude al epicentro de la historia de su tiempo, se<br />

codea con los principales escritores e intelectuales<br />

de su época, pero descubre, también, la intolerancia<br />

y el encono entre las distintas facciones de izquierda,<br />

el lenguaje de la solidaridad contrastado con la realidad<br />

de las purgas. Este descubrimiento resulta perturbadoramente<br />

cercano: su gran amigo de la secundaria,<br />

el anarquista catalán José Bosch, lo encuentra<br />

una noche y lívido le dice que es perseguido y que su<br />

vida corre peligro. Nunca más vuelve a saber de él.<br />

Tras su estancia de algunos meses en España y<br />

otros países, Paz regresa a México y sigue con una<br />

activa vida intelectual: participa en la fundación de<br />

revistas emblemáticas, colabora en diarios y sigue<br />

nutriendo su obra creativa. Pese a su productividad<br />

intelectual y artística, el ambiente de polarización<br />

política que, ante hechos como el pacto nazi-soviético<br />

o el asesinato de Trotsky, exige callar y mantener<br />

la disciplina, abruma al escritor, que es un cada vez<br />

más reticente compañero de ruta del comunismo.<br />

En 1943 surge la oportunidad de gozar de un cambio<br />

de aires y permanecer un tiempo en Estados<br />

Unidos: obtiene una beca Guggenheim y, luego, un<br />

puesto transitorio en el consulado de México en San<br />

Francisco. Con estos ingresos y los que obtiene por<br />

trabajitos diversos y excéntricos (como componer<br />

una canción que interpretó Jorge Negrete o realizar<br />

una magnífica serie de reportajes sobre la fundación<br />

de la onu), Paz se mantiene en un territorio nuevo y<br />

fascinante. Al empaparse de otras influencias literarias<br />

(la gran tradición de la poesía moderna en lengua<br />

anglosajona) y atmósferas intelectuales (el liberalismo<br />

de izquierda), Paz adquiere un perfil intelectual<br />

y una perspectiva política más complejas.<br />

En 1945, Paz logra un puesto menos provisorio en<br />

el servicio exterior y comienza a trabajar en la embajada<br />

de México en Francia. Se trata de otro revulsivo<br />

intelectual que contribuye a su madurez. Paz despliega<br />

su curiosidad en un París de la posguerra que<br />

ofrece el repertorio político y creativo más amplio<br />

de la época: omnívoro y curioso, Paz frecuenta todo<br />

tipo de círculos desde los republicanos españoles<br />

que viven en Francia hasta los surrealistas pasando<br />

por los exiliados de la periferia europea. La distancia<br />

resulta constructiva, y también el contacto con las<br />

más variadas tendencias intelectuales; Paz madura<br />

como poeta y ensayista, comienza a plasmar su respuesta<br />

a la larga y demandante pregunta por México<br />

en El laberinto de la soledad y, sobre todo, consolida<br />

sus convicciones libertarias.<br />

La ruptura definitiva de Paz con las corrientes<br />

más ortodoxas de izquierda culmina en 1950, en<br />

París, cuando buena parte del mundo intelectual se<br />

conmociona con las revelaciones puntuales, hechas<br />

en un célebre libro de David Roussett, El universo<br />

concentracionario, sobre la represión sistemática y<br />

los campos de concentración que existen en la urss,<br />

bajo el régimen de Stalin. Ante la evidencia, la intelectualidad<br />

se polariza: muchos niegan la realidad;<br />

otros la aceptan como inevitables externalidades del<br />

camino al socialismo, otros más sienten la necesidad<br />

de deslindarse. Paz traduce y publica en español, con<br />

un comentario suyo, parte de esos testimonios, lo<br />

que basta para marcar su divorcio de muchos de sus<br />

antiguos camaradas.<br />

La transición de los años cincuenta es fundamental<br />

y ha sido mal entendida: con su denuncia Paz no<br />

abjura de los ideales de transformación social, ni declina<br />

su postura de izquierda, simplemente señala la<br />

contradicción esencial entre el discurso de un régimen<br />

y la barbarie que ejerce. Hay varias razones que<br />

explican este matiz: su conocimiento directo de la<br />

manera en que las revoluciones amparadas en una<br />

teoría de la historia mesiánica devenían en sistemas<br />

totalitarios; su observación de los movimientos de<br />

cambio en el entonces llamado Tercer Mundo, que<br />

no se adaptan a los presupuestos de la teoría marxista<br />

y podían cristalizar en vías alternativas; pero, sobre<br />

todo, esa convicción de que ningún discurso justiciero<br />

auténtico puede basarse en la conculcación<br />

de las libertades.<br />

Los años cincuenta y sesenta son un preludio libertario<br />

en el mundo y se ajustan al temperamento<br />

del escritor: el socialismo ha mostrado su rostro más<br />

crudo y el capitalismo reproduce su dinámica enajenante,<br />

por lo que muchos pensadores y artistas buscan<br />

una vía de cambio más humana. Paz restituye<br />

sus ideas de juventud y profundiza, mucho antes de<br />

que estas nociones se popularicen, en temas como<br />

la liberalización de los sentidos y las costumbres, la<br />

democratización no sólo de la política sino de muy<br />

diversos ámbitos de la vida social, la crítica al culto<br />

mecánico al progreso y la reivindicación de formas<br />

creativas de convivencia y autogestión.<br />

Paz observa con simpatía el clima de agitación<br />

juvenil de los años sesenta y, aunque con prudencia<br />

hacia sus excesos, se adhiere a muchas de las reivindicaciones.<br />

Sus escritos de esa época, desde sus ensayos<br />

sobre la vanguardia hasta su gran himno a la<br />

libertad y el hedonismo que es Piedra de sol, son característicos<br />

de este estado de ánimo. En particular,<br />

sus análisis ya en la víspera del 68, sobre los alcances<br />

y límites de los movimientos estudiantiles en el<br />

mundo, sobre sus aspectos moralmente ejemplares,<br />

sus defectos y sus dificultades prácticas son representativos,<br />

al mismo tiempo, de un espíritu idealista<br />

y de un agudo criterio analítico.<br />

En los hechos, pues, la ruptura con el izquierdismo<br />

más ortodoxo no implica una renuncia a sus ideales<br />

de un socialismo humano y democrático, y Paz<br />

se mantiene en la órbita de la izquierda progresista.<br />

Aunque no es un político militante, adopta posturas<br />

ante los más diversos acontecimientos y, aun siendo<br />

miembro del servicio exterior mexicano, mantiene<br />

una audaz independencia política. Así, por mencionar<br />

algunos ejemplos, Paz promueve entusiastamente<br />

Los olvidados, la película de Buñuel repudiada<br />

por el gobierno mexicano, o se baja de sus oficinas de<br />

Relaciones Exteriores para apoyar las manifestaciones<br />

de ferrocarrileros que le parecen justas, o manifiesta,<br />

ciertamente con mayor cautela que sus colegas,<br />

simpatía inicial por la Revolución cubana o publica<br />

libros con un editor, como Arnaldo Orfila, que<br />

había sido proscrito por el régimen. En 1968 ocurre<br />

el acontecimiento crucial que consolida, de manera<br />

un tanto azarosa, la vocación política de Paz: a raíz<br />

de la represión estudiantil en Tlatelolco, el poeta renuncia<br />

a la embajada de México en la India y se convierte,<br />

acaso sin quererlo, ni esperarlo, en un personaje<br />

central de la política mexicana. Paz es el único<br />

funcionario mexicano que renuncia por ese motivo y<br />

el arrojo e integridad de su gesto genera importantes<br />

expectativas en los segmentos políticos juveniles.<br />

No resulta fácil, sin embargo, mantener el breve<br />

idilio entre Paz y parte de la juventud más radical. El<br />

México ulterior al 68 es un país polarizado, en el que<br />

los intelectuales y cuadros políticos llegan a dividirse<br />

entre aquellos que creen en la posibilidad de modificar<br />

desde el interior del sistema y aquellos que<br />

consideran inevitable una revolución y que no dudan<br />

en prescribir la vía armada. Paz se sitúa en una posición<br />

equidistante: analiza y critica las inercias y rémoras<br />

que obstaculizan la reforma del sistema, pero<br />

de ninguna manera apoya la ruptura violenta.<br />

Paz regresa a México en 1971 y valora la posibilidad<br />

de participar en la formación de un partido político<br />

de izquierda; sin embargo, elige que su trinchera<br />

sea la generación y difusión de pensamiento crítico<br />

sobre la cultura y la política. Acepta la oferta de dirigir<br />

una revista mensual, Plural, patrocinada por el<br />

periódico Excélsior, y desde ahí comienza una renovación<br />

de los hábitos editoriales y polémicos. Cuando<br />

Plural desaparece por la maniobra contra el diario<br />

Excélsior, surge Vuelta como una revista independiente<br />

que impulsan Paz y un grupo de amigos.<br />

De esta manera, Paz no sólo genera polémica con sus<br />

escritos, sino con la línea editorial de sus revistas y<br />

promueve debates a menudo ríspidos, pero vistos en<br />

retrospectiva, profundamente fecundos.<br />

Tanto por la posición prominente que ha consolidado<br />

en la escena pública, como por los desencuentros<br />

con muchos actores políticos, Paz comienza a escribir<br />

y debatir de manera más frecuente sobre política. Sus<br />

escritos se distinguen de los de los especialistas y también<br />

de los de los militantes: Paz es ajeno a las teorías o<br />

los programas y no es afecto a la jerga de muchos científicos<br />

sociales. Sus escritos son claros, tienen un sólido<br />

sustento histórico y defienden, más que tesis abstractas,<br />

libertades concretas y derechos inalienables.<br />

Cabe preguntarse por qué las opiniones de un escritor,<br />

que a menudo busca conciliar opuestos y aboga<br />

por la gradualidad, generaron tanta polémica.<br />

Además del clima de efervescencia y radicalización<br />

de la época, acaso la no pertenencia de Paz al campo<br />

académico provoca recelo de los nuevos especialistas<br />

que copan el campo de la opinión y propicia que<br />

muchas de sus apreciaciones sean rebatidas o desdeñadas.<br />

Precisamente por este peso en la opinión, las<br />

opiniones de Paz se convierten en el eje central de la<br />

conversación y, a veces, la querella pública.<br />

En los setenta, en el ámbito nacional, Paz analiza<br />

la naturaleza del sistema político mexicano y su endurecimiento<br />

autoritario; respalda una reforma política<br />

que fortalezca el sistema de partidos y la pluralidad;<br />

condena el radicalismo político de algunos<br />

segmentos de la izquierda y reflexiona sobre la responsabilidad<br />

crítica del intelectual en la transición.<br />

En el ámbito internacional, critica la traslación del<br />

conflicto Este-Oeste a los territorios de los países<br />

subdesarrollados y denuncia constantemente la falta<br />

de libertades en los países totalitarios. Los temas<br />

específicos que generan controversia son muchos: su<br />

concepción de la historia en Posdata, su postura de<br />

condena en el caso del encarcelamiento en Cuba del<br />

poeta disidente Heberto Padilla o sus apreciaciones<br />

sobre las vías del cambio violento en América Latina.<br />

El lugar común reza que, en los años setenta, Paz<br />

pasa de su izquierdismo juvenil a profesar un furibundo<br />

antiizquierdismo. Ciertamente, por las circunstancias<br />

de efervescencia de la época y porque<br />

el estamento intelectual más activo es la izquierda,<br />

Paz tiene sus debates más frecuentes, y fructíferos,<br />

con esta corriente. Sin embargo, Paz nunca dejó de<br />

considerarse a sí mismo de izquierda moderada y democrática.<br />

Por lo demás, su crítica es más amplia: es<br />

una crítica del sistema y de la cultura política, que alcanza<br />

a todos los ángulos del espectro político. Por<br />

ejemplo, del pri de esos años critica su cerrazón ante<br />

la democracia, pero reconoce su pragmatismo capaz<br />

de evadir regímenes dictatoriales comunes en muchos<br />

otros países; de la izquierda de ese entonces denuncia<br />

rasgos dogmáticos, aunque reconoce su fibra<br />

moral; del pan critica su falta de un proyecto nacional<br />

y su poco empuje intelectual, aunque reconoce<br />

su vena ciudadana y su vocación democrática.<br />

En particular, las discrepancias con la izquierda<br />

de su época pueden resumirse en pocos aspectos:<br />

Paz no admite la noción de un determinismo histórico,<br />

ni de un mesianismo laico; denuncia la falta de<br />

libertad y las atrocidades humanas que se incuban<br />

en los regímenes totalitarios; critica la escasa cultura<br />

democrática de izquierda y cuestiona la probidad<br />

y realismo de los revolucionarios de cubículo.<br />

En los años ochenta, además de los temas candentes<br />

que vienen desde la década pasada, en México<br />

se vuelven temas perentorios el papel y el tamaño<br />

del Estado; la velocidad y las características de<br />

la transición democrática y los movimientos revolucionarios<br />

en Centroamérica. Por eso, durante esa<br />

década los textos más polémicos de Paz son aquellos<br />

dedicados al crecimiento inmoderado del Estado,<br />

a la defensa de la normalidad democrática y a los<br />

temas de geopolítica internacional.<br />

En los años noventa, surgen nuevos temas de<br />

controversia, sobresalen en el ámbito nacional los<br />

debates sobre modernidad y tradición a raíz de un<br />

impulso reformista y, en el internacional, la discusión<br />

sobre el fin del socialismo, la conformación<br />

geopolítica de un mundo postsocialista y los nuevos<br />

peligros de los nacionalismos y los integrismos religiosos.<br />

Paz, pese a su edad avanzada, sigue siendo<br />

un participante activo en el debate: organiza discusiones,<br />

analiza la coyuntura y, en especial, el surgimiento<br />

del zapatismo.<br />

No hay en Paz una teoría sistemática, pero sí un<br />

pensamiento consistente, que busca conciliar y<br />

ponderar los matices. Así, Paz desde El laberinto de<br />

la soledad aboga por la modernización del país, pero<br />

crítica el culto ciego al progreso y la división mecánica<br />

entre el ala desarrollada y subdesarrollada; entiende<br />

las diferencias culturales, pero advierte de<br />

los peligros de su reivindicación política; reconoce<br />

el peso del pasado en la vida de los individuos, pero<br />

apela a la crítica como remedio para la petrificación<br />

en el recuerdo. Hasta el final de su vida, Paz fue un<br />

observador apasionado, pero con voluntad de equilibrio.<br />

Por supuesto, es probable que, en ocasiones,<br />

al calor de los acontecimientos, se haya equivocado<br />

en sus apreciaciones o se haya dejado llevar por el<br />

furor de la batalla; sin embargo, la mayoría de las<br />

veces generó enfoques reveladores y esgrimió posturas<br />

ejemplares. Esta faena política constituye un<br />

extraordinario legado crítico, que requiere ser leído<br />

con mayor distancia de las circunstancias fragorosas<br />

en que se gestó. W<br />

Armando González Torres, ensayista, es autor<br />

de Las guerras culturales de Octavio Paz.<br />

MARZO DE 2014 33


Fotografía: VICTOR SERGE, MEXICO, 1944.<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

Adelantamos aquí un fragmento de Octavio Paz en su siglo, biografía que verá la luz<br />

en los próximos meses. Se trata de un libro escrito desde la proximidad y la afinidad, con<br />

el ánimo de trenzar las hebras literaria, política y vivencial de quien, desde Plural y Vuelta,<br />

abrió la puerta a una generación de jóvenes críticos, entre los que se cuenta el propio<br />

Domínguez Michael, a quien agradecemos esta oportunidad<br />

FRAGMENTO<br />

Serge, el rescate de un náufrago<br />

CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL<br />

Pero quedaba un epílogo en forma<br />

de revista, El Hijo Pródigo,<br />

aparecida en abril de 1943, y<br />

una relación casi secreta con el<br />

revolucionario ruso y escritor<br />

en lengua francesa Victor Serge<br />

y su círculo. Serge, convertido,<br />

tras el asesinato de Trotski, en<br />

el último testigo, en posesión de<br />

su libertad de conciencia, de la<br />

revolución bolchevique, llegó a México el 4 de septiembre<br />

de 1940. Lo hicieron, tras estar ambos presos en La<br />

Martinica, con su hijo Vlady Kibalchich, ya entonces<br />

un notable dibujante y más tarde un significativo pintor<br />

mexicano (y un dibujante excepcional), además de<br />

guardián de la memoria de su padre. 1<br />

Empecemos con El Hijo Pródigo, para Sheridan la<br />

mejor de las revistas literarias que hasta ese momento<br />

se habían realizado en México por la confluencia<br />

de generaciones en ella verificada pero que a Paz, en<br />

el recuerdo, nunca le causó tanta ilusión como Taller.<br />

En las páginas de El Hijo Pródigo, dirá Paz, “nos reunimos<br />

escritores de dos generaciones y tres revistas:<br />

Contemporáneos, Taller y Tierra Nueva. Fue una tentativa<br />

más rigurosa para preservar la independencia de<br />

la literatura.” 2 Sheridan dibuja esa confluencia en esta<br />

revista, más orientada que ninguna de las anteriores a<br />

la poesía, a su teoría y a su crítica, que abre, como era<br />

de rigor, con un ensayo de Reyes, al cual le sigue, como<br />

se iba haciendo costumbre, con algo de Eliot, un ensayo<br />

de Gaya, una traducción de John Donne… De los amigos<br />

comunistas de Paz, aparecen, como narradores,<br />

José Revueltas y Herrera Petere, y de los poetas españoles<br />

aparecerán en El Hijo Pródigo Cernuda, Gil-Albert,<br />

Altolaguirre, Jorge Guillén, Prados. Las reseñas, a<br />

cargo de Paz, Martínez, Chumacero y Moro, “tienen un<br />

1 Susan Weissman, Victor Serge. A Political Biography, Verso, 2013.<br />

Por desgracia esta biografía de Serge es descorazonadoramente pobre en<br />

información sobre la vida del escritor revolucionario en México.<br />

2 Octavio Paz, Obras completas III. Generaciones y semblanzas.<br />

Dominio mexicano. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe.<br />

nivel de rigor, justicia y energía que sería difícil volver a<br />

encontrar en otras revistas anteriores o posteriores.” 3<br />

Roto el nexo con Neruda, sus amigos injuriaron a<br />

la nueva revista, con la colaboración de Rivera, quien,<br />

acobardado por el asesinato de quien había sido su<br />

huésped, abjuraba de su trotskismo y soñaba con regresar<br />

al pcm. Entre los colaboradores de El Hijo Pródigo<br />

cuenta Paz a varios escritores “con olor a azufre”<br />

como Victor Serge, Jean Malaquais o Benjamin Péret,<br />

así como al poeta peruano César Moro, quien “publicó<br />

textos valerosos y nosotros defendimos la libertad de<br />

las letras contra todas las censuras, fuesen de derecha<br />

o de izquierda”. 4 Paz lamentaría que los redentores de<br />

El Hijo Pródigo volvieron a ser amedrentados, como los<br />

de Taller, por los estalinistas, pese a que durante la Segunda<br />

Guerra habían disminuido las presiones.<br />

Paz se empeñó, sin éxito, en atraer a las nuevas estrellas<br />

de Sur, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares,<br />

hacia El Hijo Pródigo, una revista en la que, hasta su ida<br />

a los Estados Unidos, era notoriamente la principal figura<br />

mexicana. Ello sucedía por primera vez de manera<br />

indiscutible: basta ver su presencia en el primer número,<br />

varios poemas y un ensayo de Sánchez Barbudo<br />

sobre su poesía. Sus últimas reseñas, antes de partir,<br />

fueron sobre Los presocráticos, de Juan David García,<br />

Bacca, y sobre Historias e invenciones de Félix Muriel, de<br />

Rafael Dieste. Ya en su ausencia, en 1945, se publica allí<br />

la última entrega de sus ya viejas Vigilias. Diario de un<br />

soñador.<br />

Aunque el último periodo de El Hijo Pródigo, tras la<br />

partida de Paz, es más bien flojo, no queda nada claro,<br />

revisando los índices, qué pudo haber molestado políticamente<br />

a Paz de lo publicado en la revista. En las cartas<br />

que ya desde Berkeley, en el invierno 1943-1944, le<br />

envía a Barreda, comenta con su “habitual encarnizamiento”<br />

el contenido de El Hijo Pródigo y se preocupa<br />

por la mala influencia “bizantina” que pudiera tener el<br />

retorno de Reyes a México (ocurrido desde 1939), quien<br />

3 Guillermo Sheridan, Poeta con paisaje. Ensayos biográficos sobre<br />

Octavio Paz, México, Era, 2004.<br />

4 Paz, op. cit.<br />

prefiere “el detalle al conjunto, la crítica a la creación” y<br />

tiende a confundir una revista “con el pizarrón de una<br />

clase”. 5<br />

Quizá su irritación, en el recuerdo, fuese por algo<br />

que Barreda y Villaurrutia no hubieran querido publicar,<br />

ya fuese de Paz o de sus amigos heterodoxos, entre<br />

los que destacan, según lo dice inmejorablemente Sheridan,<br />

Serge y Jean Malaquais, dos “ex comunistas que<br />

habían estado en el vientre de la ballena, pensadores<br />

dedicados a analizar la naturaleza del totalitarismo,<br />

antiestalinistas activos, vagabundos pluriculturales,<br />

dos métèques de larga trayectoria”, quienes, según Paz<br />

dirá en Itinerario, “ejercieron una influencia benéfica<br />

en la evolución de mis ideas políticas”. 6<br />

Cuenta que los conoció a principios de 1942, junto<br />

con el surrealista Péret, que será el camino que lleve,<br />

al fin, a Paz hacia la obra y la persona de Breton. Péret<br />

había llegado a México de la mano de su esposa, la pintora<br />

Remedios Varo, y al separarse de ella permaneció<br />

en el país hasta 1947, donde publicó Le Déshonneur des<br />

poètes, una denuncia clave para Paz, y que decía, por<br />

ejemplo, “Al poeta no le toca alimentar en los otros una<br />

ilusoria esperanza humana o celestial, ni desarmar a<br />

los espíritus insuflándoles una confianza ilimitada en<br />

un padre o en un líder, contra quien cualquier crítica<br />

se vuelve sacrilegio. Al contrario, a él le corresponde<br />

pronunciar las palabras sacrílegas y las blasfemias<br />

permanentes.” 7<br />

En México, también, concibió Péret Air mexicain<br />

(1952), que aparecerá en París ilustrado por Rufino<br />

Tamayo, pintor oaxaqueño quince años mayor que él<br />

y por quien Paz se batió exitosamente desde que vio su<br />

primera tela. Péret, fallecido en 1959, traduciría Piedra<br />

de sol al francés, versión aparecida póstumamente.<br />

Breton, al parecer, se había comprometido con Péret a<br />

prologarla pero se excusó con el editor Gaston Galli-<br />

5 Sheridan, “Octavio Paz: cartas de Berkeley”, Letras Libres,<br />

noviembre de 2011.<br />

6 Paz, Obras completas VI. Ideas y costumbres. La letra y el cetro. Usos<br />

y símbolos.<br />

7 Benjamin Péret, “El deshonor de los poetas”, en Fabienne Bradu,<br />

Benjamin Péret y México, México, Aldus, 1998.<br />

34 MARZO DE 2014


mard diciendo que un poema así, como La siesta de un<br />

fauno, de Mallarmé, no necesitaba de presentación. 8<br />

A Péret, en aquel México lleno de extranjeros y de<br />

excéntricos que huían de la globalizada guerra civil<br />

europea, se sumaban Víctor Alba, Malaquais y Julián<br />

Gorkín, activo sobreviviente del Partido Obrero de<br />

Unificación Marxista (poum) y con una larga historia,<br />

antes y después del asesinato de Trotsky (a cuyo homicida<br />

desenmascaró como Ramón Mercader), en la denuncia<br />

intelectual del totalitarismo, que acompañó a<br />

Serge en México.<br />

Al grupo, insiste Paz, se unía Moro y se reunían “en<br />

el apartamento de Paul Rivet, el antropólogo, que fue<br />

después director del Museo del Hombre de París”. Sus<br />

nuevos amigos se habían graduado en la oposición de<br />

izquierda contra Stalin y “el más notable y de mayor<br />

edad era Victor Serge. Nombrado por Lenin primer secretario<br />

de la Tercera Internacional, había conocido a<br />

todos los grandes bolcheviques” 9 y Stalin lo había desterrado<br />

a Siberia, ese tradicional “fin del mundo” para<br />

todos los autócratas rusos.<br />

El primer congreso de escritores antifascistas en junio<br />

de 1935, el de la Mutualité en París, que fue el que<br />

previno a Gide de lo que vería poco después en la urss,<br />

llegó a su clímax con “el affaire Serge” cuando Romain<br />

Rolland, el compañero de viaje por excelencia, fue presionado<br />

por los intelectuales franceses a pedirle a Stalin<br />

la liberación de Serge, lograda porque para el dictador,<br />

oficialmente, su prisionero era sólo “un anarquista<br />

francés” (había nacido en Bruselas). 10<br />

“La figura de Serge —continúa Paz— me atrajo inmediatamente.<br />

Conversé largamente con él y guardo<br />

dos cartas suyas.” Mientras que Péret y Moro eran<br />

“poetas con ideas y gustos parecidos a los míos”,<br />

Serge y sus camaradas “habían guardado de sus años<br />

marxistas un lenguaje erizado de fórmulas y secas<br />

definiciones. Su crítica me abrió nuevas perspectivas<br />

pero su ejemplo me mostró que no basta con cambiar<br />

de ideas: hay que cambiar de actitudes. Hay que cambiar<br />

de raíz.” 11<br />

Paz pudo llegar a Serge de dos maneras. Una a través<br />

del surrealista Péret, lugarteniente de Breton, con<br />

quien Victor (junto con su esposa Laurette Séjourné<br />

y su hijo Vlady, así como con Jacqueline, la mujer de<br />

André) había compartido una villa en Air-Bel, cerca<br />

de Marsella, donde ambas familias de apestados esperaban<br />

sus visas rumbo al Nuevo Mundo. Los Breton,<br />

a quienes todos los surrealistas sobrevivientes en la<br />

zona libre del hexágono visitaban los fines de semana,<br />

la consiguieron con destino a Nueva York, mientras<br />

que los Serge, gracias al esfuerzo tenaz de Dwight y<br />

Nancy Macdonald, sus editores en Partisan Review,<br />

la obtuvieron rumbo a México, previa escala (con detención<br />

reglamentaria incluida) en las Antillas. En el<br />

mismo barco viajaba otro futuro amigo de Paz, Claude<br />

Lévi-Strauss, quien no dudaría en llamar a Octavio,<br />

a los diez años de su muerte, “el último hombre del<br />

Renacimiento”. 12<br />

La otra manera probable de contacto de Paz con<br />

Serge debió ser la gente del poum, que había visitado<br />

México en 1934, provocando uno más de los interminables<br />

pleitos de precedencia entre el poeta y Elena<br />

Garro, pues ésta aseguraba que ella le había presentado<br />

en ese entonces a los poumistas Bartomeu Costa-Ámic<br />

y Gorkín.<br />

Sheridan tiene razón al disentir de Paz cuando dice<br />

que las ideas de Serge “no me impresionaron” tanto<br />

como lo “conmovió su persona”, pues “nada más alejado<br />

de la pedantería de los dialécticos que la pedantería<br />

humana de los dialécticos, su sencillez y su generosidad.<br />

A pesar de los sufrimientos, los descalabros y<br />

los largos años de áridas discusiones políticas, había<br />

logrado preservar su persona. Lo debía sin duda a sus<br />

orígenes anarquistas; también a su gran corazón.” 13<br />

Las ideas de Serge lo impresionaron y mucho. Si Paz,<br />

hipotéticamente, iba entrando al trotskismo, Serge iba<br />

saliendo de su influencia, siendo, desde luego, la persona<br />

más autorizada en el planeta para despedirse con<br />

gallardía y lucidez. Serge, traductor de Trotsky al francés,<br />

se aleja de la IV Internacional no tanto por diferencias<br />

políticas, que las tenía, graves y crecientes con<br />

“el viejo”, como llamaban los suyos al antiguo jefe del<br />

Ejército Rojo, ni porque Trotsky lo había llamado “un<br />

OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

EL RESCATE DE UN NÁUFRAGO<br />

enemigo que desearía ser tratado como un amigo”. Lo<br />

hace tras ver una escena que le repugnó hondamente:<br />

al sepelio de León Sédov, el hijo de Trotsky, presuntamente<br />

envenenado por agentes soviéticos en un hospital<br />

de París en 1938, a donde llegaron los dos grupúsculos<br />

trotskistas franceses con banderas distintas y fingiendo<br />

no reconocerse entre sí. 14<br />

A Serge, que lo había soportado casi todo y había<br />

sobrevivido, le fue intolerable esa mezquindad escenificada<br />

por quienes monopolizaban el papel de los<br />

justos. En fin: Serge le evitó a Paz ese vagabundeo sin<br />

fin entre las ruinas del marxismo en el que vivieron<br />

y murieron tantos desengañados primero de Stalin,<br />

luego de Lenin o de Trotsky, pero nunca del economista<br />

alemán.<br />

En Partisan Review, en el verano de 1938, Serge<br />

había publicado un texto cuyo título original en francés<br />

era “Puissances et limites du marxisme”, que a Paz,<br />

como supone razonablemente Sheridan, debió impresionarlo.<br />

Muy pocos (uno de ellos, el mexicano Cuesta)<br />

se atrevían a concebir entonces, aun fuera de la izquierda,<br />

que el marxismo pudiera tener límites. Partiendo<br />

de una impecable idea materialista, el marxismo no<br />

sólo era una filosofía ante cuyos poderes obviamente<br />

Serge se rendía, al grado de comparar su impacto con el<br />

del cristianismo, pero también era un hecho histórico<br />

cuyas consecuencias sobre la realidad política y social<br />

debían ser examinadas con el mismo método de Marx,<br />

lo que llevaba a Serge a la conclusión de que “el marxismo<br />

de la decadencia del bolchevismo […] era totalitario,<br />

despótico, inmoral e intolerante”, capaz de negar, una<br />

vez dueño del poder, hasta “el derecho a la existencia<br />

política” a todos los disidentes de la revolución. 15<br />

Los procesos de Moscú, concluía Serge en su ensayo,<br />

acabaron por ser una falsificación sangrienta del<br />

marxismo porque la burocracia regente en la urss era<br />

un nuevo cuerpo social (fuese cual fuese su nombre,<br />

tema que atormentó y apasionó durante décadas a los<br />

heterodoxos) ajeno al proletariado, del cual robaba<br />

su legitimidad. Finalizaba, ese Serge, diciendo que el<br />

socialismo habría de recobrar su sentido democrático<br />

y libertario, que incluía (y allí un Trotsky ya no podía<br />

seguirlo) a la vigencia permanente de las libertades democráticas<br />

tradicionales. 16<br />

En 1946, ya en París, Paz soñaba, con toda la izquierda<br />

no comunista, que acaso la derrota del nazismo provocaría<br />

las maduras revoluciones obreras en Europa<br />

occidental, la profecía de Marx que la Revolución rusa<br />

volteó de cabeza. Hasta llegó a decir que aceptó su modesto<br />

cargo en la embajada de México para asistir a ese<br />

advenimiento. 17 El estalinismo, elucubraban, quizá<br />

sólo había sido una pesadilla provocada por la indigestión<br />

del atraso ruso. Trotsky mismo, antes de ser asesinado<br />

en 1940, profetizó que la Segunda Guerra provocaría<br />

un levantamiento proletario en los Estados<br />

Unidos.<br />

Serge murió el 17 de noviembre de 1947, como Tina<br />

Modotti un lustro atrás, de un ataque cardiaco, en un<br />

taxi en la ciudad de México. A ambos quizá los mataron.<br />

A diferencia de la infortunada fotógrafa italiana,<br />

a Serge la vida revolucionaria y sus decepciones lo llenaron<br />

de lucidez y de escepticismo. Los herederos de<br />

la heterodoxia marxista lo reclaman como uno de los<br />

suyos, el más perseverante y el más perspicaz, pero<br />

hay motivos para creer —cada quien lleva agua a su<br />

molino—, leyendo sus últimos artículos, ambiguos y<br />

expectantes, que los primeros vientos de la Guerra<br />

Fría harían de él un liberal anticomunista como algunos<br />

de sus compañeros de Partisan Review lo fueron en<br />

aquella revista que Paz no dejaría de leer, por consejo<br />

del propio Serge.<br />

Murió creyendo, este escritor que alcanzó a escribir<br />

mucho sobre México en sus Carnets y en su nóvela póstuma<br />

Les Années sans pardon (1971), que la triunfante<br />

Unión Soviética era la gran amenaza para la libertad en<br />

el mundo. Tenía sus ideas, el veterano Serge (muerto<br />

apenas a los 57) y en sus Carnets, por ejemplo, se declara<br />

admirador de Cantinflas, mientras que Neruda<br />

le parece sólo un poeta-gpu, mientras que ve a Siqueiros<br />

como un arrebatado del Renacimiento, un nuevo<br />

Cellini. 18<br />

Serge, también, sembró en Paz otra raíz, aquella que<br />

le permitió aceptar que el marxismo tenía un límite<br />

—cosa impensable en 1938 y aun sostenida por Sartre<br />

veinte años después ante el aplauso universal— y que<br />

no era una filosofía insuperable, “el humus de toda<br />

vida intelectual”, según el existencialista. Aparecía,<br />

en Paz, la fecha de caducidad de la frase de uno de los<br />

personajes de La condición humana (1933) de Malraux,<br />

que tanto lo impresionó de jovencito, aquello de que “el<br />

marxismo no es una filosofía, es un destino”. 19<br />

Si ver a Serge no era sencillo, como dice Sheridan,<br />

pues “vivía a salto de mata”, con “una pistola en el cinturón”<br />

y en “continua mudanza”, más fácil habrá sido<br />

tratar con un camarada suyo, nacido Vladimir Malacki,<br />

cuyo nombre de pluma, Jean Malaquais, Sheridan<br />

ha repuesto, tras una indicación en Itinerario, en<br />

la biografía de Paz. Protegido por Gide, Malaquais se<br />

convierte, de origen polaco y de oficio aventurero, con<br />

Planète sans visa (1947), en novelista francés y arriba a<br />

México (gracias, otra vez, a Gide, que intercede por él<br />

ante el poeta Torres Bodet, subsecretario de relaciones<br />

exteriores desde 1940), desde donde se reencuentra<br />

con los poumistas —había combatido con ellos— y con<br />

Serge, quien reseña en El Hijo pródigo su Journal de<br />

guerre. Malaquais es “un misántropo helado” frente<br />

al fraterno y, pese a todos los pesares, optimista Serge,<br />

con quien tuvo fuertes peleas en México. 20 Paz ayudó a<br />

Malaquais con la adaptación de un cuento de Pushkin<br />

(“El rebelde, o un romance de antaño”, 1943) para una<br />

película del charro Jorge Negrete y hasta terminó escribiendo,<br />

el poeta, algunas de las canciones de la cinta.<br />

A Malaquais, leemos en sus cartas a Gide, le fascina ese<br />

México entre folclórico y ctónico. 21<br />

Paz se fue de México, a los Estados Unidos, para mirar<br />

su país desde afuera. No iba solo. Cuidó de llevarse<br />

consigo a todos aquellos que habían mirado a su propio<br />

país con ojos de asombro, desde Lawrence hasta Serge,<br />

pasando por Artaud, los amigos de Hora de España y<br />

Breton, lo cual lo llevó a escribir de México una visión,<br />

ya lo veremos, no sólo intrahistórica, sino, rara cosa,<br />

universal, en El laberinto de la soledad y en ese vasto<br />

capítulo de su vida que es su obra mexicana.<br />

Paz se había tomado en serio la idea de que México<br />

era sur y norte, oriente y occidente, sitio por el que<br />

habían desfilado no sólo Rivera, Villaurrutia, Cuesta,<br />

Neruda o Trotski, sino también el propio Octavio<br />

Paz. Estaba llamado a ser, desde entonces, el poeta-crítico<br />

sin el cual la vida y la muerte en aquel ombligo<br />

de la luna nombrado por los aztecas, resultaría<br />

incomprensible. W<br />

Christopher Domínguez Michael es autor de<br />

Diccionario crítico de la literatura mexicana<br />

(1955-2011) (Letras Mexicanas, 2012).<br />

Fotografía: PORTADA DE LA REVISTA EL HIJO PRÓDIGO, 1944.<br />

8 Jason Wilson, Octavio Paz. Un estudio de su poesía, Bogotá, Pluma,<br />

1980.<br />

9 Paz, Ideas y costumbres.<br />

10 Weissman, op. cit.<br />

11 Paz, Ideas y costumbres.<br />

12 Jean-Claude Masson, introducción al volumen de Œuvres,<br />

Gallimard, París, 2009, Bibliothèque de la Pléiade.<br />

13 Paz, Ideas y costumbres.<br />

14 Victor Serge, Mémoires d’un révolutionnaire et autres écrits<br />

politiques, 1908-1947, edición de Jean Rière y Jil Silberstein, París,<br />

Laffont, 2001.<br />

15 Ibid.<br />

16 Sheridan, Poeta con paisaje, op. cit.<br />

17 Paz, Obras completas, VIII. Miscelánea. Primeros escritos y<br />

entrevistas.<br />

18 Victor Serge, Carnets, Julliard, París, 1952.<br />

19 Paz, Miscelánea.<br />

20 Ibid.<br />

21 Alberto Ruy Sánchez, Una introducción a Octavio Paz, México, fce,<br />

2013; Jean Malaquais/André Gide, Correspondance, 1935-1950, Phébus,<br />

París, 2000.<br />

MARZO DE 2014 35


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

ENSAYO<br />

Vasconcelos y Paz:<br />

contrapuntos y paralelismos<br />

MARTHA ROBLES<br />

Es arbitrario establecer semejanzas entre las vidas<br />

de dos personas, pero el ejercicio se justifica cuando<br />

la comparación resulta mutuamente iluminadora.<br />

Aquí, Robles pone hombro con hombro<br />

a dos de los grandes actores del México del siglo XX<br />

y construye así una atalaya para ver más allá de las<br />

respectivas biografías: José y Octavio son altas<br />

cumbres de nuestra orografía intelectual<br />

Palabra, una palabra,<br />

La última y primera,<br />

La que callamos siempre,<br />

La que siempre decimos,<br />

Sacramento y ceniza<br />

octavio paz<br />

En su ensayo “Cómo y por qué<br />

escribí El laberinto de la soledad”<br />

Octavio Paz descifraría<br />

el enigma de rechazo<br />

y comunión mediante un<br />

avezado examen de causas<br />

y consecuencias en el conflicto<br />

interior provocado o<br />

al menos desencadenado<br />

por los otros. Si bien previamente<br />

José Vasconcelos se fusionó a la historia del<br />

país sin entenderla, aunque enjuiciándola y compartiendo<br />

la misma apasionada rebeldía expresada en<br />

estallidos populares, Paz se miró en el espejo de la<br />

sociedad secular para examinar el medio de afuera<br />

adentro y comprenderlo comprendiéndose, sin fusionarse<br />

a la circunstancia: dos procedimientos antitéticos<br />

y sin embargo afines, porque sitúan la realidad<br />

social en el centro de su identidad. En medio<br />

de ambos destacaba la cordialidad de Alfonso Reyes:<br />

recurso de compromiso “prudente” que no lo preservó<br />

de cierto rechazo, pero al menos, por acrítico en lo<br />

esencial, le enseñó a sortear las peculiaridades de un<br />

medio naturalmente envidioso. Por representativas<br />

de dos tendencias contrapuestas que marcaron a las<br />

generaciones involucradas o formadas a la sombra<br />

del levantamiento armado de 1910, sendas interpretaciones<br />

—la de Vasconcelos y Paz— podrían servir<br />

para realizar un análisis de la que ha sido, sin duda,<br />

una compleja historia cultural de nuestro siglo xx.<br />

Al sentirse impugnado, Vasconcelos solía responder<br />

con ira tramada de sinrazones y un extremo<br />

conservadurismo exacerbado con religiosidad durante<br />

su vejez, que lo llevó a afirmar que los mexicanos<br />

nunca sabríamos lo que perdimos perdiéndolo.<br />

Octavio, en cambio, se prodigaba en páginas cada<br />

vez más deslumbrantes, singulares e innovadoras<br />

que se distinguían frente al tono general de sus contemporáneos.<br />

Se asimilaba a la tradición y ejercía<br />

la ruptura. Vasconcelos se aproximaba a la muerte<br />

en pleno medio siglo corroído por el rencor. Mascullaba<br />

improperios. Lo devoraba la amargura y se<br />

entregaba a una soledad lastimosa: la de quien busca<br />

el refugio del clero y ejerce la intransigencia después<br />

de sufrir, sin resolverla íntimamente, la derrota<br />

política. Su obra es un espejo fiel de tales etapas<br />

de florecimiento y desesperación del vencido. Siempre<br />

en ascenso, en cambio, el joven Paz vigilaba al<br />

detalle el curso ascendente de su inteligencia sin<br />

dejar de medir el rumbo de los tiempos modernos.<br />

En vez de entregarse a los efectos del resentimiento<br />

—que también padeció—, respondía al rechazo<br />

de sus colegas con altivez, como si orgullosamente<br />

lanzara páginas a sus detractores para decirles “miren,<br />

esto soy yo. Soy mi palabra. Y mi Palabra está<br />

por encima de la de los demás.” Actitud abominada<br />

por algunos colegas, sin duda, aunque comprensible<br />

si consideramos que, de no haber sido por el sostén<br />

de su orgullo, el medio lo habría destruido en atención<br />

a la terrible sentencia de Jaime Torres Bodet:<br />

“México es una llanura. Al que asoma la cabeza, se<br />

la cortan.”<br />

Aunque existen ejemplos de independencia personal,<br />

de pocos escritores mexicanos nacidos durante<br />

las dos o acaso tres primeras décadas del siglo<br />

xx podría decirse que, sin involucrarse directamente<br />

en la clase política, crecieron, se desarrollaron y<br />

aun se beneficiaron de ella gracias a un complejo,<br />

esperpéntico y serpentino diálogo de proximidad y<br />

distancia, de rebeldía y aceptación, así como de necesidad<br />

y repudio tan interdependientes que, de no<br />

considerar esta trama de política y escritura, quedaría<br />

incompleto el examen de la historia contemporánea<br />

de México.<br />

Contrapuntos, pues, Vasconcelos, nacido en 1889,<br />

y Paz, en 1914, representan con exactitud lo más<br />

connotado de una historia cultural del México del<br />

siglo xx sin continuidad. El primero, por encarnar<br />

el talante de los fundadores de la modernidad y desaparecer<br />

como figura protagónica y fusionada a los<br />

hombres de pensamiento y acción durante la agonía<br />

de los cacicazgos, el fortalecimiento de los nacionalismos<br />

y el ascenso de “la familia revolucionaria”;<br />

el segundo, por asimilar hasta en pormenores el<br />

lenguaje político de la revolución “institucionalizada”<br />

y encabezar él mismo, respecto de las letras,<br />

al “ogro filantrópico” de cuyas simientes vendría a<br />

florecer su personalidad creadora, el oscilante reconocimiento<br />

obtenido por parte de la mayoría de<br />

los gobernantes e incluso del emporio televisivo y<br />

hasta el estilo personal de desdeñar y prodigar beneficios<br />

o castigos a discreción.<br />

Tales modelos de ser resultan inimaginables en<br />

el México actual. Al modificarse el mapa electoral<br />

y partidista del país y concluir el largo y complejo<br />

dominio del Partido Revolucionario Institucional,<br />

escritores y artistas quedaron automáticamente<br />

excluidos de los intereses del poder de los gerentes.<br />

Declinó la política como tal para desvanecerse en<br />

todas las esferas de la actividad humana: en el sexo,<br />

en el deporte, en la economía, en el dominio del comercio,<br />

en el espectáculo y el arte, en las letras… El<br />

mercado global impuso a su vez las leyes de un criterio<br />

financiero excluyente, en las que la obra del<br />

pensamiento no llevaría la mejor parte. Cambiaron<br />

la utopía estética de la vida cotidiana y la de una sociedad<br />

que aspiraba a la comunicación. La radio y la<br />

televisión comandan sin rival la inclinación social a<br />

la indiferencia; la prensa escrita, en cambio y cada<br />

vez menos importante en una sociedad que remontas<br />

sus raíces orales, refleja la agonía del “mundo<br />

ancho y ajeno” que en vano se pretendió conquistar<br />

en 1968: fecha decisiva en el estallido de acontecimientos<br />

que precedieron al fin de la ilusión de<br />

la diferencia, y el ascenso de la desilusión de la metáfora<br />

que llenaba de sentido a Paz: uno de los productos<br />

mejor logrados del pasado siglo, cuya muerte<br />

lo libró del padecer desfasado que experimentó<br />

Vasconcelos.<br />

Imposibles de imaginar en nuestra realidad monetarista,<br />

sin tiempo para el silencio y entregado<br />

al exceso de conocimientos dosificados que se dispersan<br />

en las pantallas de los ordenadores domiciliarios,<br />

tanto el modelo del escritor que encarna la<br />

historia del país como el que a sí mismo se constituye<br />

en presidente de la República de las Letras desaparecieron<br />

de la vida social, del poder, de las letras<br />

y hasta de la realidad cultural. Con el cambio del<br />

calendario y de los modos de gobernar y hasta de<br />

vivir en zozobra financiera se vislumbra el ascenso<br />

del escritor/empresario que sabe cómo desplazarse<br />

en el mercado editorial y globalizado, según los<br />

términos planteados por el régimen que nos domina.<br />

Se conforma ahora, por consiguiente, un estilo<br />

mercantil del “producto intelectual” en el que Paz<br />

seguramente no hubiera tenido cabida.<br />

Si bien al fundador de la Secretaría de Educación<br />

Pública tocó probar el ocre sabor del desplazamiento<br />

personal de un universo social que creyó dominar<br />

las prácticas de control y supervivencia pública,<br />

para Octavio Paz quiso el destino otorgarle el don<br />

de la oportunidad para desarrollarse y alcanzar la<br />

cúspide en el tiempo histórico adecuado. Ambos,<br />

desde perspectivas diferentes, fueron conocidos<br />

por la mayoría y reconocidos por la minoría. Los<br />

dos cifraron su obra, su pensamiento y su acción en<br />

y desde la realidad nacional. Pero, a diferencia de<br />

su antecesor, quien nunca comprendió los cambios<br />

ni pudo adaptarse a ellos, Paz vivió todo el proceso<br />

virulento del siglo xx mediante los privilegios y las<br />

desventuras otorgados por un sistema de dominio<br />

que abarcó casi 75 años. Murió el poeta en pleno declive<br />

de ese régimen de poder piramidal y personalizado<br />

que determinó su rebeldía y la relación amor/<br />

odio que subyace en sus relaciones estructurales<br />

con las formas de gobernar.<br />

Casos fascinantes, uno y otro ofrecen una enorme<br />

cantidad de elementos para descifrar “el laberinto”<br />

de la verdadera soledad, la soledad intelectual,<br />

en esta sociedad que puede modificar las<br />

modalidades de su dualidad ancestral, nunca los<br />

subterfugios del síndrome de la culebra precolombina<br />

que determina el sello de una difusa identidad<br />

cultural que ahora se entrega a la locura, a los<br />

procesos de homogeneidad de las masas para igualar<br />

hacia abajo y a la pérdida irremisible no sólo de<br />

especificidad, sino de individualidad: el verdadero<br />

privilegio de que gozaron nuestros antecesores. W<br />

Martha Robles es autora de Entre el poder y las<br />

letras: Vasconcelos en sus memorias (Vida y<br />

Pensamiento de México, 2002) y Culpas viejas,<br />

mujeres nuevas (Colección Popular, 2010); tenemos<br />

en preparación un volumen de ensayos sobre<br />

escritores latinoamericanos del siglo XX.<br />

36 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

C A P I T E L<br />

Ilustración: © JOSÉ MORENO VILLA<br />

Ilustración del capitel: EMMANUEL PEÑA<br />

DE MARZO DE 2014<br />

El editor<br />

Octavio Paz<br />

A<br />

unque no hubiera escrito una<br />

sola línea, el trabajo de Octavio<br />

Paz habría sido admirable. Me<br />

refiero al trabajo editorial: a su<br />

fuerza y claridad para seleccionar, ordenar,<br />

presentar y difundir textos propios y ajenos;<br />

a la sostenida organización de personas y<br />

recursos para producir ese otro fruto autoral<br />

que es una revista, una editorial, unas obras<br />

completas. De agosto de 1931 a abril de 1998,<br />

el gusanillo del editor estuvo presente en la<br />

vida de Paz. Uno puede rastrearlo desde las<br />

16 páginas del primer número de Barandal,<br />

con sus limitaciones tipográficas, y hasta<br />

el último de Vuelta en que figuró como<br />

director, pero también en cada ocasión<br />

en que restructuró un libro suyo o armó<br />

antologías con sus textos —el Fondo tuvo<br />

la suerte de publicar Claridad errante, esa<br />

píldora de sí mismo que en 1996 preparó<br />

para la colección Fondo 2000 y que, en 2010,<br />

fue el volumen de regalo por el Día Nacional<br />

del Libro—, o cuando organizó muestrarios<br />

de lo escrito por algún colega, o cuando<br />

finalmente emprendió la edificación de los<br />

volúmenes que contienen todo lo que, a su<br />

juicio, debería considerarse la suma de su<br />

escritura.<br />

OBRAS COMPLETAS. I<br />

La casa de la presencia.<br />

Poesía e historia<br />

OCTAVIO PAZ<br />

¿Qué mejor manera de festejar el<br />

centenario de nuestro Nobel de<br />

literatura, que leyéndolo? ¿Y qué<br />

mejor que en una nueva edición de<br />

sus Obras completas? Este primer<br />

volumen reúne los textos de crítica<br />

y de teoría literaria escritos por<br />

Octavio Paz en las seis décadas<br />

que consagró a la creación de su<br />

deslumbrante obra. Esta primera<br />

entrega invoca tres libros, cada<br />

uno de los cuales encabeza una<br />

de las tres secciones en que se<br />

divide el volumen, comenzando<br />

en la década de los cincuenta del<br />

siglo pasado, con El arco y la lira<br />

—donde Paz examina qué es la<br />

poesía—, para llegar, con La otra<br />

voz, a la década de los noventa, tras<br />

entregarnos Los hijos del limo, un<br />

estudio a la vez erudito e íntimo,<br />

pero permanentemente fresco,<br />

de la poesía del romanticismo a<br />

la vanguardia. Además incluye<br />

tres ensayos: “Recapitulaciones”,<br />

“La nueva analogía: poesía<br />

y tecnología” y “Entre uno y<br />

muchos”. Todos estos textos<br />

tienen un hilo conductor en<br />

común: analizan la poesía de<br />

manera sistemática, comparativa e<br />

histórica, de modo que construyen<br />

la concepción de modernidad<br />

poética esencial en la teoría<br />

literaria de Paz.<br />

letras mexicanas<br />

1ª ed., 2014, 612 pp.<br />

978 607 16 1872 6<br />

OBRAS COMPLETAS. II<br />

Excursiones / Incursiones. Dominio<br />

extranjero | Fundación y disidencia.<br />

Dominio hispánico<br />

OCTAVIO PAZ<br />

La nueva edición de las Obras<br />

completas de Octavio Paz continúa<br />

con este volumen que aglomera lo<br />

que, en nuestra edición anterior,<br />

eran los volúmenes 2 y 3. A pesar<br />

de esta nueva distribución,<br />

conservamos los textos corregidos<br />

por el propio Paz que usamos<br />

Desde sus 17 años, necesitado<br />

todavía del apellido materno para<br />

configurar su identidad, Octavio<br />

Paz supo de la importancia del<br />

nombre que ampara a una publicación<br />

periódica. Al elegirlo, no busca el editor sólo<br />

una palabra o frase eufónica sino que aspira a<br />

sintetizar un programa de trabajo, a imantar<br />

la aguja que oriente la navegación editorial.<br />

(La revista que el lector tiene en sus manos,<br />

ay, carece de ese bautismo programático.)<br />

Barandal es a la vez un sitio para ver y ser<br />

visto, y una protección contra la posible<br />

caída. Taller —la publicación que circuló<br />

entre diciembre de 1938 y febrero de 1941,<br />

editada también por Rafael Solana, Efraín<br />

Huerta y Alberto Quintero Álvarez— no<br />

aspiraba a subrayar las cualidades del oficio<br />

literario sino a conformar una “fraternal<br />

y libre comunidad de artistas”. Plural era,<br />

a comienzos de los años setenta del siglo<br />

pasado, un exhorto a la diversificación que<br />

hoy, en la normalidad multicolor del siglo<br />

xxi, puede parecernos incluso trivial pero<br />

que en el México echeverrista era una meta<br />

valiosa; esa publicación procuraba ser “un<br />

lugar de convergencia de los escritores<br />

independientes de México”, pero no como<br />

“uniformidad y ni siquiera coincidencia,<br />

salvo en la común adhesión a la autonomía<br />

del pensamiento y la afición a la literatura”.<br />

Por último, Vuelta fue no tanto el eco<br />

de un poema del propio Paz (ése en que<br />

la buganvilia es una “morada caligrafía<br />

pasional” y en que “el presente es intocable”)<br />

como una forma de plantar cara ante el<br />

autoritarismo presidencial que interrumpió,<br />

en julio de 1976, el florecimiento periodístico<br />

del Excélsior de Julio Scherer.<br />

L<br />

os testimonios sobre la participación<br />

de Paz en la hechura de la revista<br />

concuerdan en que parecía preparar<br />

cada entrega con lentes bifocales,<br />

atento a la minucia fugaz y a las líneas de<br />

MARZO DE 2014 37


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

más largo alcance. En “Plural” en la cultura<br />

literaria y política latinoamericana, John<br />

King recuerda cómo, poco después de nacer<br />

la revista, el director escribía largas cartas<br />

a su primer secretario de redacción, Tomás<br />

Segovia, para ocuparse lo mismo de asuntos<br />

menudos que de los objetivos últimos de la<br />

publicación. Podía por ejemplo insistir en que<br />

no se proponían “hacer una revista mexicana<br />

para Nueva York y Europa, sino una revista<br />

de nivel internacional para Latinoamérica”<br />

y a la vez objetar —escribe King, glosando<br />

una misiva de diciembre de 1971— “el uso<br />

de notas explicativas y el diseño demasiado<br />

elaborado de la revista, desde la portada y las<br />

ilustraciones hasta la ‘tipografía’. […] Siempre<br />

se opuso a que con [las notas introductorias]<br />

trataran de explicar las intenciones del autor,<br />

o bien, que se redactaran en alabanza de él o<br />

de ella. También le disgustaba la selección de<br />

algunas frases extraídas del texto principal<br />

para destacarlas en negritas, dando pistas<br />

al lector sobre las partes más importantes<br />

de la argumentación.” Estaba convencido<br />

de que esos artificios “periodísticos” no<br />

debían usarse en Plural. (Hemos de imaginar,<br />

entonces, el parecer negativo de ese gran<br />

colega respecto de la disposición gráfica<br />

de nuestra revista, proclive a cometer los<br />

pecados antedichos.)<br />

Este mes empieza a circular la nueva<br />

presentación de las Obas completas<br />

de Paz. La iniciativa de reunirlas<br />

fue del editor Hans Meinke, que<br />

tuvo el cuidado de indicar, en los volúmenes<br />

publicados por Círculo de Lectores en los<br />

años noventa del siglo pasado, que se trataba<br />

de la “edición del autor”. Adolfo Castañón<br />

explicó en su momento esa fórmula sintética:<br />

“el autor ha decidido qué entra pero sobre<br />

todo cómo: ha reformado el orden de los<br />

ensayos incluidos en la mayoría de los libros<br />

publicados, los ha reagrupado —y no pocas<br />

veces revisado, corregido y rescrito— y esa<br />

enmienda y recomposición proyecta una<br />

nueva luz sobre el conjunto”. El resultado de<br />

esta “reconfiguración editorial” permite ver<br />

“la orgánica, la profunda unidad intelectual<br />

que recorre y arma el cuerpo textual”. No son<br />

pocos los materiales que quedaron fueran (de<br />

ahí que constantemente haya quien señale<br />

alguna pieza que demuestra la incompletud<br />

de esta empresa paciana), acaso porque,<br />

como dijo Paz en el último de los prólogos<br />

que preparó para este proyecto, “el impulso<br />

que me llevó a corregir y suprimir algunos<br />

de mis poemas ha sido la insatisfacción ante<br />

mis obras y sus defectos. Corregí y suprimí<br />

no por sórdidos motivos de ideología política<br />

sino por sed de perfección.” Pero lo relevante<br />

es que aquello que sí fue incluido está en el<br />

lugar en que mejor luce: el tapiz tramado por<br />

Paz tiene como su base algunos hilos gruesos<br />

—libros unitarios como El arco y la lira o Las<br />

trampas de la fe— pero la fina urdimbre del<br />

resto es un trabajo de artesano editorial,<br />

de alguien que sabe que el orden de lectura<br />

determina el modo de comprender.<br />

E<br />

n el ensayo incluido en A treinta años<br />

de “Plural” (1971-1976), Gabriel Zaid<br />

se pregunta si existe la “creatividad<br />

editorial, propiamente dicha” y<br />

no sólo responde que sí sino que esboza un<br />

retrato hablado: “Es una creatividad que<br />

estimula la creatividad de los demás, una<br />

especie de animación socrática que sube de<br />

nivel la conversación, que sabe a quién darle<br />

la palabra, que reconoce lo que está pidiendo<br />

nacer: los temas y tratamientos inéditos, las<br />

visiones, cuestiones, recuerdos, fantasías,<br />

cuya libertad nos contagia, nos aviva, nos<br />

saca de la inercia”, y “puede tomar la forma<br />

de una intervención oral […] Puede ser una<br />

transformación crítica […] O filológica […]<br />

O empresarial.” Durante la mayor parte del<br />

siglo que hoy celebramos eso hizo el editor<br />

Octavio Paz.<br />

con la organización anterior. El<br />

repertorio que se presenta en el<br />

actual volumen comienza con<br />

ensayos sobre poetas que crearon<br />

su obra en lenguas extranjeras:<br />

Donne, Breton, Tomlinson,<br />

Mallarmé, Caeiro, Papaioannou,<br />

Yeats, Milosz, Apollinaire, Tu<br />

Fu, Dante, se encuentran cara a<br />

cara con Pasternak, Pound, Eliot,<br />

Plutarco, Dostoyevski, Tagore y<br />

muchos más. Además de hablar<br />

sobre sus obras, Paz nos entrega<br />

traducciones de algunos poemas,<br />

pues esta sección —formada<br />

por “Excursiones/Incursiones”<br />

y una “Corriente alterna” no<br />

hispanoparlante— penetra en<br />

los arcanos de la traducción. La<br />

segunda parte escruta sobre<br />

poetas de habla hispana que no<br />

son mexicanos, y concluye con una<br />

segunda “Corriente alterna”, tras<br />

haber abordado, en “Fundación y<br />

disidencia”, donde deslía sus ideas<br />

sobre la literatura de fundación,<br />

la modernidad y la tradición en lo<br />

que, en su Conferencia Nobel —<br />

que inaugura esta sección— llamó<br />

la búsqueda del presente.<br />

letras mexicanas<br />

1ª ed., 2014, 1024 pp.<br />

978 607 16 1877 1<br />

TAMBIÉN SOY ESCRITURA<br />

Octavio Paz cuenta de sí<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Esta falsa autobiografía del Nobel<br />

mexicano entreteje, en un sabroso<br />

soliloquio que relata momentos<br />

clave en la vida del laureado escritor,<br />

las páginas de un supuesto diario<br />

o de unas memorias no deliberadas<br />

con algunos de sus poemas.<br />

El lector descubrirá, guiado por la<br />

mano de Paz mismo, los episodios<br />

que marcaron al poeta: comenzando<br />

cuando era un bulto lloroso<br />

en un sofá, la entrañable casa del<br />

abuelo Irineo, el hallazgo del idioma<br />

inglés en Estados Unidos y su<br />

confrontación con el mismo, sus<br />

determinantes años de bachillerato,<br />

su compleja relación con el<br />

Partido Comunista, el definitorio<br />

encuentro con Neruda, su paso<br />

por la España conmocionada por<br />

la Guerra Civil, su viaje al París de<br />

Breton, el reconocimiento en los<br />

NOVEDADES<br />

ojos de Marie Jo, sus estancias en<br />

India y Japón, entre muchos otros,<br />

para terminar con la vejez que<br />

trata de ser digna de las nubes del<br />

Valle de México. Destinado a aquellos<br />

lectores jóvenes deseosos de<br />

conocer a este emblemático personaje,<br />

lo mismo que a aquéllos más<br />

avanzados y ávidos, que anhelan<br />

redescubrir su obra a partir de esta<br />

personal y pública historia, este<br />

libro es a la vez escritura y vida.<br />

vida y pensamiento de méxico<br />

Edición y selección de Julio Hubard<br />

1ª ed., 2014,128 pp.<br />

978 607 16 1871 9<br />

AL CALOR<br />

DE LA AMISTAD<br />

Correspondencia 1950-1984<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Y JOSÉ LUIS MARTÍNEZ<br />

Tal como su título anuncia, esta<br />

obra presenta la correspondencia<br />

que sostuvieron Octavio Paz<br />

y José Luis Martínez, uno de sus<br />

dos principales interlocutores en<br />

Fondo de Cultura Económica, del<br />

que Martínez fue director de 1977<br />

a 1982. Por medio de más de setenta<br />

cartas —que comienzan el<br />

12 de noviembre de 1950, cuando<br />

la amistad ya venía de lejos— a las<br />

que se suman notas, telegramas e<br />

incluso oficios, el lector será cómplice<br />

de la relación inteligente y<br />

entrañable, que surgió entre los<br />

dos protagonistas, en torno a los<br />

libros y otras afinidades menos<br />

evidentes. Este epistolario, preparado<br />

por Rodrigo Martínez Baracs,<br />

hijo del gran editor, es tanto un<br />

minucioso trabajo de recopilación<br />

que recorre poco más de tres décadas,<br />

como el amoroso tributo de<br />

un hijo a su padre. Esta reunión de<br />

prosas personales —celebratoria<br />

no sólo de la amistad entre el autor<br />

y el editor, sino del centenario del<br />

poeta y de los 80 años del Fondo—,<br />

de indudable valor literario, histórico<br />

y humano, llevará a quien se<br />

adentre en sus páginas a compartir<br />

la calidez de un afecto recíprocamente<br />

franco. Una de las últimas<br />

líneas que Octavio destinó a José<br />

Luis da pie al título del volumen.<br />

tezontle<br />

Edición y notas de Rodrigo Martínez Baracs<br />

1ª ed., 2014, 220 pp.<br />

978 607 16 1841 2<br />

LAS PALABRAS<br />

Y LOS DÍAS<br />

Una antología introductoria<br />

OCTAVIO PAZ<br />

En el amplísimo universo literario<br />

de Octavio Paz conviven el<br />

erotismo, la libertad, la pluralidad,<br />

la crítica, el amor, la poesía. Para<br />

aventurarse en él se requiere,<br />

además de una puerta de entrada<br />

como la que ofrece esta antología<br />

introductoria, un hilo de Ariadna<br />

que guíe al lector para no perderse<br />

en el laberinto de su poesía, de sus<br />

ensayos sobre la actividad poética<br />

o sobre la literatura de México y<br />

el mundo, de sus artículos sobre<br />

historia y política. Los bloques<br />

que conforman esta antología<br />

encauzan cronológicamente al<br />

nuevo lector por la obra del Nobel<br />

mexicano, y lo dotan con una<br />

visión panorámica que le permite<br />

derribar clichés para despertar<br />

en él una experiencia novedosa<br />

y fresca, llena significados<br />

imprevistos, tal como hacía la<br />

activa curiosidad del propio<br />

Paz, que lo llevó —igual que esta<br />

obra de Ricardo Cayuela hace<br />

con el público joven— a explorar<br />

la naturaleza de lo mexicano,<br />

a recorrer la improbable vida<br />

de sor Juana Inés de la Cruz, a<br />

hurgar en todo tipo de expresiones<br />

artísticas, a aventurarse por<br />

el lejano Oriente, a cuestionar<br />

los regímenes totalitarios y a<br />

defender la libertad. Este libro<br />

es evidencia de que su obra está<br />

elocuentemente viva: es un refugio<br />

para abstraerse de la sinrazón<br />

del mundo y una brújula para<br />

orientarse y actuar en él.<br />

colección popular<br />

Compilación y prólogo de Ricardo Cayuela Gally<br />

1ª ed., 2014, 384 pp.<br />

978 607 16 1821 4<br />

TOMÁS GRANADOS SALINAS<br />

38 MARZO DE 2014


OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

CORRESPONDENCIA<br />

MÉXICO ME FASCINA Y ME ATERRA<br />

Hubo un tiempo, acaso ido para siempre, en que la correspondencia entre escritores<br />

calificaba como género literario. De la que sostuvieron Octavio Paz y José Luis Martínez,<br />

reunida en parte en Al calor de la amistad por uno de los hijos del segundo, hemos tomado<br />

esta carta en la que Octavio hace un vigoroso resumen de las maravillas que aguardan<br />

a todo viajero por Asia y reflexiona sobre su relación con México<br />

Fotografía: © AL FENN. TIME & LIFE PICTURES/GETTY IMAGES. COMO PROFESOR VISITANTE DE LA UNIVERSIDAD DE CORNELL EN ITHACA, NUEVA YORK, 1966.<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Nueva Delhi, a 12 de agosto de 1966<br />

Sr. José Luis Martínez,<br />

Rousseau 53, 1<br />

México, D.F., México<br />

Querido José Luis:<br />

Tu carta se cruzó con la mía. Ya te imaginarás cómo me divirtió e interesó<br />

todo lo que me cuentas. 2<br />

Sí, creo que estás haciendo algo que realmente vale la pena. Por los periódicos<br />

y por varios amigos me he enterado de la Confrontación 66. 3 Te felicito. Ya<br />

era tiempo. La revista de Bellas Artes me gusta. Al principio la parte tipográfica<br />

era muy superior al contenido pero en los últimos números ha mejorado notablemente.<br />

Saluda a Batis de mi parte. 4 A propósito de literatura: ¿no habría<br />

manera de que tú, ya que la Universidad no lo hace, edites las obras completas<br />

de Tablada? 5 Otra sugestión: ¿por qué no dan becas a los poetas jóvenes? ¿Y qué<br />

pasó con aquella idea del Premio de Literatura en lengua castellana, portuguesa<br />

y catalana?<br />

Siento muchísimo el equívoco sobre la exposición de Arte Tántrico. Pensé que<br />

habías olvidado el asunto porque nunca me contestaste. Ahora veo que no te es<br />

posible realizarla. Lástima. ¿No habría manera de encontrarle sitio más adelante?<br />

En mi carta del 26 de julio te hablaba también de la posibilidad de invitar a<br />

Cunningham y a su grupo. Ojalá que este proyecto sí sea factible. Lo mismo digo<br />

de mi sugestión acerca del músico Nancarrow. Celebro que hayas hecho buenas<br />

migas con Nathalie Sarraute. Yo la conozco poco pero me parece, como a ti,<br />

encantadora.<br />

Todo lo que me cuentas sobre el estado de los amigos* es, sin duda, una exageración.<br />

Al menos por lo que a ti se refiere. Hace poco vimos una fotografía tuya en<br />

algún periódico y Marie José comentó que te veías muy joven y guapo. Esta opinión,<br />

por lo demás, es común en labios femeninos.<br />

Lo que me agradó de tu carta más que nada fue saber que en octubre irás a Tokio.<br />

Ojalá que Lydia te acompañe. Y ojalá que se escapen hasta Delhi. En el mapa<br />

las distancias parecen grandes pero no lo son tanto apenas se toma el avión. Conocerían<br />

Hong Kong y Macao (está enfrente y no deben perderse esta versión china<br />

de América Latina). Podrían también, si tienen tiempo, dinero y la situación<br />

política lo permite, detenerse por cuatro días en Cambodia, para visitar Ankor.<br />

Es tal vez el conjunto arqueológico más impresionante que he visto. Me recordó<br />

Palenque y El Tajín. No sé si leíste un artículo mío (Asia y América) en la Revista<br />

de la Universidad, en que aludo a mi visita a ese lugar. 6 Después, Bangkok. La<br />

mayoría de los turistas se detiene en esa ciudad. A mí no me parece que valga la<br />

1 Esta carta la mandó Octavio Paz a la dirección de la casa de José Luis Martínez, no al inba.<br />

2 Lamentablemente no he encontrado la divertida carta-crónica de José Luis a Octavio y Marie José de julio<br />

de 1966, en la que les cuenta sobre sus amigos comunes de México. Al parecer, José Luis se lamenta de haberse<br />

vuelto viejo y feo, y burocrático en su forma de escribir. Ambas cosas las niega efusivamente Octavio.<br />

3 La exposición Confrontación 66, en el Palacio de las Bellas Artes, como antes el Salón esso en el Museo de<br />

Arte Moderno, crearon fuertes polémicas en la comunidad de pintores y de críticos de pintura de la ciudad de<br />

México, por la conformación de los miembros del comité de selección de las obras expuestas.<br />

4 Huberto Batis era director de la Revista de Bellas Artes.<br />

5 La unam ha venido publicando las obras completas de José Juan Tablada (1871-1945), lentamente,<br />

comenzando por la Poesía, editada por Héctor Valdés, México, unam (Nueva Biblioteca Mexicana), 1971.<br />

6 Octavio Paz, “Asia y América”, Revista de la Universidad de México, 1966; fue publicado ( junto con “El punto<br />

de vista nahua”) en “Dos apostillas”, en Puertas al campo, México, unam (Ensayos y poemas), 1966, pp. 164-191.<br />

pena. Y, al fin, Delhi. Aquí los esperaríamos, con gran comitiva de elefantes, bayaderas,<br />

ascetas melenudos y guirnaldas. Vivirían, naturalmente, en la casa. Es<br />

grande y tendrían completa independencia. Visitaríamos juntos Agra, Jaipur, y<br />

mil cosas más. La cifra mil no es una exageración. Para ustedes será maravilloso<br />

ver la India y para nosotros verlos a ustedes. ¡Decídanse!<br />

Tu estilo no es burocrático. Eres demasiado modesto. Ojalá que tuvieses más<br />

tiempo y pudieses escribirme con mayor frecuencia. Tu carta la leímos en voz<br />

alta como un relato fabuloso. Marie José sueña en voz alta con México. En cuanto<br />

a mí, ya conoces la relación mórbida, de péndulo, que me acerca y aleja de mi país.<br />

Me fascina y me aterra. Misterio semejante al de un imán que alternativamente<br />

atrae y rechaza. Lo curioso es que muchos jóvenes sienten lo mismo: Cuevas,<br />

Fuentes (sí, sus ensayos y artículos son espléndidos, ¡qué inteligencia tan brillante!),<br />

Aridjis. ¿Qué nos pasa o qué le pasa a México con nosotros? Pero es mejor<br />

callar. El tema pertenece al reino de lo indecible, aunque sea menos noble que el<br />

silencio de Buda, 7 Chuang-Tseu 8 y Wittgenstein. 9<br />

Un gran abrazo,<br />

Octavio<br />

P.S. Tu idea de hacer un número de Bellas Artes con mis cosas, me emociona y me<br />

aterra. Ya hablaremos,... Más sobre literatura: acabo de leer la Antología de Monsiváis.<br />

El prólogo es magnífico. Ha nacido un nuevo crítico. Hacia muchísima falta.<br />

Un libro excepcional. 10 Y ya que hablo de Monsiváis, al que, por cierto, no conozco.<br />

Fuentes me contó que su conferencia en Bellas Artes es excelente: ¿no habría manera<br />

de que me enviaras copia de ese texto? Gracias...<br />

¡Vengan pronto! Muchos besos monzónicos y gangéticos de Marie José.<br />

7 Poco después Paz se refirió al silencio de Buda en una entrevista con Elena Poniatowska:<br />

“—El estructuralismo de Lévi-Strauss desemboca en la no significación. Su pensamiento es, en ese sentido,<br />

absolutamente pesimista.<br />

”—¿Y tú estás de acuerdo con él?<br />

”—Sí y no. Todo depende de lo que entendamos por significación. La tradición cuenta que a Buda le hicieron<br />

diez preguntas: si creía que el espíritu era una entidad independiente del cuerpo o no; si el tiempo tenía fin o era<br />

infinito; si el espacio era finito o no; si había una vida después de esta vida o no la había, etcétera. Esas son las<br />

preguntas centrales del hombre: los filósofos y religiosos las responden siempre de esta o de aquella manera.<br />

Pero Buda se quedó callado. El silencio de Buda ha sido el eje de muchas polémicas e interpretaciones. ¿Qué<br />

significa ese silencio? Me imagino que para Lévi-Strauss, Buda no contestó a estas preguntas porque eran<br />

incoherentes desde el punto de vista lógico. Eran preguntas sin sentido. Pero hubo algunos filósofos budistas<br />

que pensaron que Buda no había contestado porque hay ciertas cosas que no se pueden decir sino con el silencio.<br />

La palabra es dialéctica: si afirma algo, niega algo. Sólo que hay un momento en que no es posible ni afirmar ni<br />

negar, o mejor dicho, en que afirmación y negación, significación y no significación coinciden o se neutralizan.<br />

Eso sería el sentido del silencio de Buda.<br />

”Yo creo que significación y no significación son trampas lingüísticas y que el silencio disuelve esa falsa<br />

disyuntiva. Pero es el silencio después de la palabra. O sea, lo que está después del saber.”<br />

8 El chino taoísta Chuang-tse (ca. 300 a.C.) fue traducido y comentado por Paz desde 1957, en México en la<br />

Cultura, suplemento de Novedades, en “Ensayos chinos” y “Chuang Tse: un contraveneno” (19 de mayo y 16 de<br />

junio de 1957). Aquí escribe Tseu, por tomar el nombre de una transliteración francesa. Paz reunió estos textos<br />

en el apartado “Trazos” de Versiones y diversiones (México, Joaquín Mortiz, 1974), pero excluyó los fragmentos<br />

de Chuang-tse; los incluyó en la versión de “Trazos” que incluyó en el volumen xii de sus Obras completas<br />

(México, FCE, 2004, pp. 563-566): “Creo que Chuang-tse no sólo es un filósofo notable sino un gran poeta. Es el<br />

maestro de la paradoja y del humor, puentes colgantes entre el concepto y la iluminación sin palabras”.<br />

9 El filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) escribió en el Prefacio de su Tractatus Logico-<br />

Philosophicus, de 1922: “Todo el significado del libro puede resumirse en cierto modo en lo siguiente: Todo<br />

aquello que puede ser dicho, puede decirse con claridad: y de lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.<br />

10 Carlos Monsiváis, La poesía mexicana del siglo XX, México, Empresas Editoriales, 1966. Paz mostró su<br />

admiración por esta antología en sus cartas al editor Arnaldo Orfila.<br />

MARZO DE 2014 39

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