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OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

LA MODERNIDAD DE LA TRADICIÓN JAPONESA Y EL RENGA DE OCTAVIO PAZ<br />

última década 1 ha habido una significativa renovación<br />

de esta forma.<br />

En 1983 la Academia Sueca me invitó a leer y presentar<br />

mis poemas. Había preguntas al final de cada<br />

conferencia, y aún recuerdo lo difíciles que me resultaron<br />

las que se referían al renga. Había recorrido los<br />

Estados Unidos, Francia, China y estaba acostumbrado<br />

a las preguntas que los poetas y estudiosos extranjeros<br />

suelen plantear sobre el haiku, pero no fue<br />

poca la sorpresa que me llevé cuando me hicieron<br />

preguntas sobre el renga en la Universidad de Estocolmo.<br />

Mi interlocutor, como supuse desde el principio,<br />

había leído Renga, un libro colectivo de poemas<br />

escrito por cuatro poetas occidentales y publicado<br />

en París en 1971. Pero era el renga japonés propiamente<br />

dicho lo que le interesaba, y me pedía que le<br />

describiera su funcionamiento.<br />

Me sería imposible emprender ahora un análisis<br />

detallado de la forma del renga, pero puedo señalar<br />

por lo menos algunas cosas básicas.<br />

El tanka (o poema corto, también llamado waka)<br />

constaba tradicionalmente de 31 sílabas repartidas<br />

en cinco versos. El renga comenzó por separar los<br />

tres primeros versos de los últimos, creando así los<br />

dos eslabones iniciales de una serie. El encadenamiento<br />

de las estrofas alternadas de tres versos (de<br />

5 + 7 + 5 sílabas) y dos versos (de 7 + 7 sílabas) puede<br />

entonces continuar cuanto se quiera: en treinta<br />

y seis, cincuenta, cien, mil o diez mil estrofas. La<br />

secuencia renga es un poema colectivo, que deben<br />

componer al menos dos poetas, y se entiende que<br />

uno solo no puede escribir dos estrofas consecutivas.<br />

Hay muchísimas más reglas complejas que, lejos<br />

de aparecer como limitaciones, tienen más bien<br />

el propósito de propiciar continuas variaciones e introducir<br />

un elemento de azar en el juego de creación<br />

colectiva.<br />

El asunto no está nunca decidido, ni hay un tema<br />

particular que seguir de estrofa en estrofa. Esto es<br />

especialmente cierto a partir de Basho y sus seguidores<br />

que, hace casi tres siglos, compusieron series<br />

de treinta y seis o cien haikai no renga —haikai por<br />

la naturaleza del ingenio y la experiencia íntima del<br />

mundo— cuya forma encadenada traducía dinámicamente<br />

el movimiento cósmico universal. Un renga<br />

es efectivamente una estructura construida en<br />

torno a varios centros: las estrofas, aunque encadenadas,<br />

son a la vez independientes; aun cada verso es<br />

una unidad autónoma. Quien escribe la primera estrofa<br />

no tiene desde luego la menor idea de la dirección<br />

que tomará el poema colectivo ni de cómo terminará.<br />

Más todavía, la orientación que haya dado<br />

no puede sino desviarse de inmediato. Porque cada<br />

estrofa está ligada a la precedente y a la que la sigue,<br />

pero no simultáneamente, sino creando con cada<br />

una un universo poético separado. Y así sucesivamente.<br />

En ese proceso de transformación, que continúa<br />

a lo largo del renga, está el verdadero desafío y<br />

toda la atracción.<br />

Ya dije que el azar desempeña un papel esencial<br />

en la composición de estos poemas colectivos. De ahí<br />

que, considerándolo una forma de juego y un método<br />

de composición anticuado, los poemas encadenados<br />

apenas hayan llamado la atención de los críticos y los<br />

poetas japoneses modernos. Les gustaría que hubiera<br />

una relación lógica, un vínculo ético profundo entre<br />

el autor y sus obras, y que la expresión personal<br />

se apoyara en una concepción clara y racional de la<br />

poesía. Masaoka Shiki (1867-1902), que tuvo al iniciarse<br />

la época moderna una influencia decisiva sobre<br />

el tanka y el haiku, no tenía casi ningún interés<br />

en el renga. Mucho tiempo después del comienzo de<br />

la occidentalización, el renga seguía siendo subestimado<br />

y abandonado por todos, con la excepción de<br />

algunos aficionados, académicos o estudiantes.<br />

Sólo en el curso de los últimos veinte años la poesía<br />

tradicional japonesa ha sido objeto de una nueva<br />

revisión y, en consecuencia, de una revaloración. De<br />

ello ha resultado que resurgiera el interés por una de<br />

las formas de escritura premoderna más importantes:<br />

la creación poética colectiva. El haikai no renga<br />

(o, más brevemente, renku) de Basho y sus discípulos<br />

han sido objeto de análisis detallados y penetrantes,<br />

lo que ha dado lugar a numerosos descubrimientos y<br />

a una visión renovada de esos textos. Por mi parte, he<br />

1 Se refiere a la segunda mitad de los años setenta y la primera de los<br />

ochenta, pero hay que decir que la práctica de la poesía eslabonada cobró<br />

aún mayor vigor en los años siguientes. [N. del t.]<br />

buscado el sentido a la creación colectiva en nuestra<br />

época participando con otros poetas y novelistas en<br />

la escritura de varias secuencias de renku. He escrito<br />

además algunos ensayos en los que analizo el renga<br />

como un escenario de interacción dinámica en el que<br />

algunos rasgos colectivos relevantes de la fiesta poética<br />

tradicional entablan un diálogo con la parte de<br />

soledad personal que cada poeta puede aportar, y he<br />

ilustrado mis palabras con una amplia selección de<br />

poemas clásicos japoneses.<br />

No deja de ser interesante que precisamente<br />

cuando en Japón se iniciaba esta revaloración de<br />

la poesía tradicional se haya desarrollado en París<br />

una experiencia durante la cual cuatro poetas se reunieron<br />

para escribir un poema colectivo cuyo método<br />

y espíritu se inspiran directamente en el renga.<br />

Durante cinco días, del 30 de marzo al 3 de abril de<br />

1969, el mexicano Octavio Paz, el italiano Edoardo<br />

Sanguinetti, el inglés Charles Tomlinson y el francés<br />

Jacques Roubaud se reunieron en un hotel de la rive<br />

gauche para escribir una serie de poemas publicados<br />

luego con el título Renga.<br />

Buscando un equivalente europeo al tanka, esos<br />

poetas eligieron el soneto, una unidad de catorce<br />

versos en varias estrofas (dos cuartetas y dos tercetos,<br />

aunque no necesariamente), en lugar de cinco en<br />

dos estrofas. Un soneto se divide en secuencias significativamente<br />

más largas que las de un tanka, lo<br />

que permite asociaciones y encadenamientos más<br />

complejos. Paz y sus amigos escribieron pues veintisiete<br />

sonetos, todos de cuatro estrofas, cada una<br />

compuesta por un poeta diferente, que se expresaba<br />

en su propia lengua. El orden de intervención de<br />

los autores cambiaba en cada poema, y las estrofas<br />

podían tener de siete a cuatro versos. El conjunto se<br />

divide en cuatro secciones, las tres primeras de siete<br />

sonetos y la última de seis. Puesto que las cuatro secuencias<br />

se escribieron al mismo tiempo, empezando<br />

por el primer soneto de cada una, luego por el segundo,<br />

y así sucesivamente, el libro puede leerse en<br />

ese orden, al que llaman horizontal, lo mismo que en<br />

el orden vertical de su presentación final, secuencia<br />

tras secuencia.<br />

Si los veintisiete sonetos se recorren como un<br />

único poema largo, el universo que aparece resulta<br />

aún más caótico que el de cualquier poema japonés<br />

en cadena. Pese a ello, Renga sigue siendo un experimento<br />

apasionante. Me parece que hay ahí una increíble<br />

combinación de azares afortunados, de descubrimientos<br />

originales lo mismo que de pasajes vacíos,<br />

pero que trascienden las categorías demasiado<br />

fáciles del fracaso y el éxito analizable. El libro, en<br />

cualquier caso, se plantea algunos de los problemas<br />

cruciales de la literatura moderna, y para un japonés<br />

representa necesariamente una experiencia muy<br />

estimulante.<br />

No es casual que Renga esté dedicado a André<br />

Breton. Los surrealistas, como sabemos, se empeñaron<br />

en numerosos experimentos que tenían por fin<br />

subvertir las nociones de personalidad y originalidad<br />

consagradas por el romanticismo, para sustituirlas<br />

por la noción, superior y transindividual, de<br />

inspiración. Todo el pensamiento poético contemporáneo<br />

fue profundamente marcado por esos experimentos<br />

que se proponían nada menos que demoler<br />

la concepción, tan reconfortante como gratificante,<br />

de que el creador es el dueño de toda la materia de<br />

su obra. Ese sentido entendieron los poetas participantes<br />

en la composición del Renga que podría tener<br />

hoy los poemas eslabonados de la tradición japonesa:<br />

una creación colectiva que lleva al individuo a ir más<br />

allá de sí mismo.<br />

Octavio Paz aborda este punto en su prefacio,<br />

“Centro móvil”: “La práctica del renga implica la negación<br />

de ciertas nociones cardinales de Occidente,<br />

como la creencia en el alma y en la realidad del yo. El<br />

contexto histórico en que nació y se desplegó el renga<br />

ignoró la existencia de un dios creador y denunció<br />

al alma y al yo como ilusiones perniciosas. Con<br />

el mismo furor con que es monoteísta (o ateo), Occidente<br />

es individualista. En el Japón tradicional la célula<br />

social, la unidad básica, no era el individuo sino<br />

el grupo. Además, cada uno a su manera, el budismo,<br />

el confucianismo y el shintoísmo combatieron a la<br />

idolatría del yo. […] Por todo esto me imagino que el<br />

renga debe haber ofrecido a los japoneses la posibilidad<br />

de salir de sí mismos, y pasar del anonimato del<br />

individuo aislado al círculo del intercambio y el reconocimiento.<br />

También debe haber sido una manera<br />

de aligerarse del peso de la jerarquía. Aunque el renga<br />

está regido por reglas que no son menos estrictas<br />

que las de la etiqueta, su objeto no era imponer un<br />

freno a la espontaneidad personal sino abrir un espacio<br />

libre para que el genio de cada uno se manifestase<br />

sin herir a los otros ni herirse a sí mismo.”<br />

Estas conclusiones de Paz coinciden con las que<br />

yo mismo he sacado de mi participación en varias secuencias<br />

de renku. Paz comprendió con mucha precisión<br />

lo que es el renga, y supo compartirlo con sus<br />

amigos poetas. Pero reconoce que sufrió enormemente<br />

durante estos cinco días de creación colectiva:<br />

“Práctica que contradice las creencias de Occidente,<br />

para nosotros el renga fue una prueba, un pequeño<br />

purgatorio. Como no era ni un torneo ni una competencia,<br />

nuestra animosidad natural se encontró sin<br />

empleo: ni meta que conquistar ni premio que ganar<br />

ni rival que vencer. Un juego sin adversarios. Desde<br />

el primer día en el salón del subsuelo del Hotel Saint-<br />

Simon y durante todos los días siguientes, del 30 de<br />

marzo al 3 de abril de 1969, humillación del yo.”<br />

Cuando he compuesto renku con mis amigos, he<br />

experimentado exactamente la misma “sensación<br />

de desamparo”, “sensación de opresión”, “sensación<br />

de vergüenza”, “sensación de voyeurismo”, y todas las<br />

demás impresiones desagradables que Paz confiesa<br />

haber tenido. Mi explicación es que, aun habiéndome<br />

nutrido de tradiciones japonesas, soy ante todo<br />

un moderno; quiéralo o no, he tenido un sentimiento<br />

muy occidental de respeto a mi personalidad durante<br />

mi proceso creador consciente.<br />

Paz explica lo que entiende por “sensación de vergüenza”<br />

y observa: “escribo ante los otros, los otros<br />

escriben frente a mí. Algo así como desnudarnos en<br />

el café o defecar, llorar ante extraños. Los japoneses<br />

inventaron el renga por las mismas razones y de<br />

la misma manera que se bañan desnudos en público.<br />

Para nosotros el cuarto de baño y el cuarto en donde<br />

escribimos son lugares absolutamente privados, a<br />

los que entramos solos y en los que realizamos actos<br />

alternativamente infames y excelsos.”<br />

Esta confesión muestra cómo la creación colectiva<br />

sustrae al poeta de sus hábitos. Poco importa<br />

que para los japoneses la práctica del renga no tenga<br />

nada que ver con el hecho de desnudarse en los baños<br />

públicos, Paz ha advertido lo interesante de la experiencia<br />

y aborda un punto esencial cuando añade:<br />

“Nuestra tentativa se inscribe con naturalidad en la<br />

tradición de la poesía moderna de Occidente. Inclusive<br />

podría decirse que es una consecuencia de sus<br />

tendencias predominantes: concepción de la escritura<br />

poética como una combinatoria, atenuación de<br />

las fronteras entre traducción y obra original, aspiración<br />

a una poesía colectiva (y no colectivista).”<br />

Cierto. Pero al mismo tiempo, ¿no es más bien la<br />

extraordinaria universalidad de la tradición poética<br />

japonesa lo que aquí se revela inesperadamente, aunque<br />

por supuesto esta primera experiencia occidental<br />

difiere en muchos aspectos del renga tradicional?<br />

A fines de 1981, hice con el poeta americano Thomas<br />

Fitzsimmons otro experimento de escritura colectiva<br />

internacional. Dejando a un lado varias reglas,<br />

pero respetando fielmente la forma básica del<br />

renga, compusimos una secuencia de veinte poemas<br />

titulado Yureru kagami no yoake en japonés y Rocking<br />

Mirror Daybreak en inglés. Las impresiones que<br />

me dejó esa experiencia coinciden con las de Paz.<br />

Durante esas reuniones de composición colectiva<br />

es necesario en todo momento esforzarse en disolver<br />

la conciencia individual en el espacio del grupo. Pero<br />

hasta ahora, y éste es uno de sus aspectos más fascinantes,<br />

la creación colectiva descansa sobre una verdadera<br />

paradoja: el yo, que parece haberse sacrificado<br />

al grupo, no deja de afirmarse con toda claridad,<br />

como si la eliminación metódica de la conciencia de<br />

sí no hiciera sino asegurar una mejor irradiación,<br />

una mejor difusión de la personalidad. Tanto que<br />

la cualidad más importante para participar en una<br />

creación colectiva no es otra que el individualismo,<br />

y mejor mientras más absoluto. Ésa es la paradoja,<br />

pero ¿no descansa toda poesía en una paradoja vecina:<br />

dar nacimiento a una lengua a la vez individual y<br />

supra individual, un idiolecto universal? W<br />

Traducción de Aurelio Asiain<br />

Makoto Ooka es un poeta, ensayista, dramaturgo y<br />

crítico literario japonés.<br />

22 MARZO DE 2014

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