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OCTAVIO PAZ: ÁGUILA Y SOL<br />

CRÍTICA INCANDESCENTE<br />

gran bautismo social y político del escritor mexicano:<br />

acude al epicentro de la historia de su tiempo, se<br />

codea con los principales escritores e intelectuales<br />

de su época, pero descubre, también, la intolerancia<br />

y el encono entre las distintas facciones de izquierda,<br />

el lenguaje de la solidaridad contrastado con la realidad<br />

de las purgas. Este descubrimiento resulta perturbadoramente<br />

cercano: su gran amigo de la secundaria,<br />

el anarquista catalán José Bosch, lo encuentra<br />

una noche y lívido le dice que es perseguido y que su<br />

vida corre peligro. Nunca más vuelve a saber de él.<br />

Tras su estancia de algunos meses en España y<br />

otros países, Paz regresa a México y sigue con una<br />

activa vida intelectual: participa en la fundación de<br />

revistas emblemáticas, colabora en diarios y sigue<br />

nutriendo su obra creativa. Pese a su productividad<br />

intelectual y artística, el ambiente de polarización<br />

política que, ante hechos como el pacto nazi-soviético<br />

o el asesinato de Trotsky, exige callar y mantener<br />

la disciplina, abruma al escritor, que es un cada vez<br />

más reticente compañero de ruta del comunismo.<br />

En 1943 surge la oportunidad de gozar de un cambio<br />

de aires y permanecer un tiempo en Estados<br />

Unidos: obtiene una beca Guggenheim y, luego, un<br />

puesto transitorio en el consulado de México en San<br />

Francisco. Con estos ingresos y los que obtiene por<br />

trabajitos diversos y excéntricos (como componer<br />

una canción que interpretó Jorge Negrete o realizar<br />

una magnífica serie de reportajes sobre la fundación<br />

de la onu), Paz se mantiene en un territorio nuevo y<br />

fascinante. Al empaparse de otras influencias literarias<br />

(la gran tradición de la poesía moderna en lengua<br />

anglosajona) y atmósferas intelectuales (el liberalismo<br />

de izquierda), Paz adquiere un perfil intelectual<br />

y una perspectiva política más complejas.<br />

En 1945, Paz logra un puesto menos provisorio en<br />

el servicio exterior y comienza a trabajar en la embajada<br />

de México en Francia. Se trata de otro revulsivo<br />

intelectual que contribuye a su madurez. Paz despliega<br />

su curiosidad en un París de la posguerra que<br />

ofrece el repertorio político y creativo más amplio<br />

de la época: omnívoro y curioso, Paz frecuenta todo<br />

tipo de círculos desde los republicanos españoles<br />

que viven en Francia hasta los surrealistas pasando<br />

por los exiliados de la periferia europea. La distancia<br />

resulta constructiva, y también el contacto con las<br />

más variadas tendencias intelectuales; Paz madura<br />

como poeta y ensayista, comienza a plasmar su respuesta<br />

a la larga y demandante pregunta por México<br />

en El laberinto de la soledad y, sobre todo, consolida<br />

sus convicciones libertarias.<br />

La ruptura definitiva de Paz con las corrientes<br />

más ortodoxas de izquierda culmina en 1950, en<br />

París, cuando buena parte del mundo intelectual se<br />

conmociona con las revelaciones puntuales, hechas<br />

en un célebre libro de David Roussett, El universo<br />

concentracionario, sobre la represión sistemática y<br />

los campos de concentración que existen en la urss,<br />

bajo el régimen de Stalin. Ante la evidencia, la intelectualidad<br />

se polariza: muchos niegan la realidad;<br />

otros la aceptan como inevitables externalidades del<br />

camino al socialismo, otros más sienten la necesidad<br />

de deslindarse. Paz traduce y publica en español, con<br />

un comentario suyo, parte de esos testimonios, lo<br />

que basta para marcar su divorcio de muchos de sus<br />

antiguos camaradas.<br />

La transición de los años cincuenta es fundamental<br />

y ha sido mal entendida: con su denuncia Paz no<br />

abjura de los ideales de transformación social, ni declina<br />

su postura de izquierda, simplemente señala la<br />

contradicción esencial entre el discurso de un régimen<br />

y la barbarie que ejerce. Hay varias razones que<br />

explican este matiz: su conocimiento directo de la<br />

manera en que las revoluciones amparadas en una<br />

teoría de la historia mesiánica devenían en sistemas<br />

totalitarios; su observación de los movimientos de<br />

cambio en el entonces llamado Tercer Mundo, que<br />

no se adaptan a los presupuestos de la teoría marxista<br />

y podían cristalizar en vías alternativas; pero, sobre<br />

todo, esa convicción de que ningún discurso justiciero<br />

auténtico puede basarse en la conculcación<br />

de las libertades.<br />

Los años cincuenta y sesenta son un preludio libertario<br />

en el mundo y se ajustan al temperamento<br />

del escritor: el socialismo ha mostrado su rostro más<br />

crudo y el capitalismo reproduce su dinámica enajenante,<br />

por lo que muchos pensadores y artistas buscan<br />

una vía de cambio más humana. Paz restituye<br />

sus ideas de juventud y profundiza, mucho antes de<br />

que estas nociones se popularicen, en temas como<br />

la liberalización de los sentidos y las costumbres, la<br />

democratización no sólo de la política sino de muy<br />

diversos ámbitos de la vida social, la crítica al culto<br />

mecánico al progreso y la reivindicación de formas<br />

creativas de convivencia y autogestión.<br />

Paz observa con simpatía el clima de agitación<br />

juvenil de los años sesenta y, aunque con prudencia<br />

hacia sus excesos, se adhiere a muchas de las reivindicaciones.<br />

Sus escritos de esa época, desde sus ensayos<br />

sobre la vanguardia hasta su gran himno a la<br />

libertad y el hedonismo que es Piedra de sol, son característicos<br />

de este estado de ánimo. En particular,<br />

sus análisis ya en la víspera del 68, sobre los alcances<br />

y límites de los movimientos estudiantiles en el<br />

mundo, sobre sus aspectos moralmente ejemplares,<br />

sus defectos y sus dificultades prácticas son representativos,<br />

al mismo tiempo, de un espíritu idealista<br />

y de un agudo criterio analítico.<br />

En los hechos, pues, la ruptura con el izquierdismo<br />

más ortodoxo no implica una renuncia a sus ideales<br />

de un socialismo humano y democrático, y Paz<br />

se mantiene en la órbita de la izquierda progresista.<br />

Aunque no es un político militante, adopta posturas<br />

ante los más diversos acontecimientos y, aun siendo<br />

miembro del servicio exterior mexicano, mantiene<br />

una audaz independencia política. Así, por mencionar<br />

algunos ejemplos, Paz promueve entusiastamente<br />

Los olvidados, la película de Buñuel repudiada<br />

por el gobierno mexicano, o se baja de sus oficinas de<br />

Relaciones Exteriores para apoyar las manifestaciones<br />

de ferrocarrileros que le parecen justas, o manifiesta,<br />

ciertamente con mayor cautela que sus colegas,<br />

simpatía inicial por la Revolución cubana o publica<br />

libros con un editor, como Arnaldo Orfila, que<br />

había sido proscrito por el régimen. En 1968 ocurre<br />

el acontecimiento crucial que consolida, de manera<br />

un tanto azarosa, la vocación política de Paz: a raíz<br />

de la represión estudiantil en Tlatelolco, el poeta renuncia<br />

a la embajada de México en la India y se convierte,<br />

acaso sin quererlo, ni esperarlo, en un personaje<br />

central de la política mexicana. Paz es el único<br />

funcionario mexicano que renuncia por ese motivo y<br />

el arrojo e integridad de su gesto genera importantes<br />

expectativas en los segmentos políticos juveniles.<br />

No resulta fácil, sin embargo, mantener el breve<br />

idilio entre Paz y parte de la juventud más radical. El<br />

México ulterior al 68 es un país polarizado, en el que<br />

los intelectuales y cuadros políticos llegan a dividirse<br />

entre aquellos que creen en la posibilidad de modificar<br />

desde el interior del sistema y aquellos que<br />

consideran inevitable una revolución y que no dudan<br />

en prescribir la vía armada. Paz se sitúa en una posición<br />

equidistante: analiza y critica las inercias y rémoras<br />

que obstaculizan la reforma del sistema, pero<br />

de ninguna manera apoya la ruptura violenta.<br />

Paz regresa a México en 1971 y valora la posibilidad<br />

de participar en la formación de un partido político<br />

de izquierda; sin embargo, elige que su trinchera<br />

sea la generación y difusión de pensamiento crítico<br />

sobre la cultura y la política. Acepta la oferta de dirigir<br />

una revista mensual, Plural, patrocinada por el<br />

periódico Excélsior, y desde ahí comienza una renovación<br />

de los hábitos editoriales y polémicos. Cuando<br />

Plural desaparece por la maniobra contra el diario<br />

Excélsior, surge Vuelta como una revista independiente<br />

que impulsan Paz y un grupo de amigos.<br />

De esta manera, Paz no sólo genera polémica con sus<br />

escritos, sino con la línea editorial de sus revistas y<br />

promueve debates a menudo ríspidos, pero vistos en<br />

retrospectiva, profundamente fecundos.<br />

Tanto por la posición prominente que ha consolidado<br />

en la escena pública, como por los desencuentros<br />

con muchos actores políticos, Paz comienza a escribir<br />

y debatir de manera más frecuente sobre política. Sus<br />

escritos se distinguen de los de los especialistas y también<br />

de los de los militantes: Paz es ajeno a las teorías o<br />

los programas y no es afecto a la jerga de muchos científicos<br />

sociales. Sus escritos son claros, tienen un sólido<br />

sustento histórico y defienden, más que tesis abstractas,<br />

libertades concretas y derechos inalienables.<br />

Cabe preguntarse por qué las opiniones de un escritor,<br />

que a menudo busca conciliar opuestos y aboga<br />

por la gradualidad, generaron tanta polémica.<br />

Además del clima de efervescencia y radicalización<br />

de la época, acaso la no pertenencia de Paz al campo<br />

académico provoca recelo de los nuevos especialistas<br />

que copan el campo de la opinión y propicia que<br />

muchas de sus apreciaciones sean rebatidas o desdeñadas.<br />

Precisamente por este peso en la opinión, las<br />

opiniones de Paz se convierten en el eje central de la<br />

conversación y, a veces, la querella pública.<br />

En los setenta, en el ámbito nacional, Paz analiza<br />

la naturaleza del sistema político mexicano y su endurecimiento<br />

autoritario; respalda una reforma política<br />

que fortalezca el sistema de partidos y la pluralidad;<br />

condena el radicalismo político de algunos<br />

segmentos de la izquierda y reflexiona sobre la responsabilidad<br />

crítica del intelectual en la transición.<br />

En el ámbito internacional, critica la traslación del<br />

conflicto Este-Oeste a los territorios de los países<br />

subdesarrollados y denuncia constantemente la falta<br />

de libertades en los países totalitarios. Los temas<br />

específicos que generan controversia son muchos: su<br />

concepción de la historia en Posdata, su postura de<br />

condena en el caso del encarcelamiento en Cuba del<br />

poeta disidente Heberto Padilla o sus apreciaciones<br />

sobre las vías del cambio violento en América Latina.<br />

El lugar común reza que, en los años setenta, Paz<br />

pasa de su izquierdismo juvenil a profesar un furibundo<br />

antiizquierdismo. Ciertamente, por las circunstancias<br />

de efervescencia de la época y porque<br />

el estamento intelectual más activo es la izquierda,<br />

Paz tiene sus debates más frecuentes, y fructíferos,<br />

con esta corriente. Sin embargo, Paz nunca dejó de<br />

considerarse a sí mismo de izquierda moderada y democrática.<br />

Por lo demás, su crítica es más amplia: es<br />

una crítica del sistema y de la cultura política, que alcanza<br />

a todos los ángulos del espectro político. Por<br />

ejemplo, del pri de esos años critica su cerrazón ante<br />

la democracia, pero reconoce su pragmatismo capaz<br />

de evadir regímenes dictatoriales comunes en muchos<br />

otros países; de la izquierda de ese entonces denuncia<br />

rasgos dogmáticos, aunque reconoce su fibra<br />

moral; del pan critica su falta de un proyecto nacional<br />

y su poco empuje intelectual, aunque reconoce<br />

su vena ciudadana y su vocación democrática.<br />

En particular, las discrepancias con la izquierda<br />

de su época pueden resumirse en pocos aspectos:<br />

Paz no admite la noción de un determinismo histórico,<br />

ni de un mesianismo laico; denuncia la falta de<br />

libertad y las atrocidades humanas que se incuban<br />

en los regímenes totalitarios; critica la escasa cultura<br />

democrática de izquierda y cuestiona la probidad<br />

y realismo de los revolucionarios de cubículo.<br />

En los años ochenta, además de los temas candentes<br />

que vienen desde la década pasada, en México<br />

se vuelven temas perentorios el papel y el tamaño<br />

del Estado; la velocidad y las características de<br />

la transición democrática y los movimientos revolucionarios<br />

en Centroamérica. Por eso, durante esa<br />

década los textos más polémicos de Paz son aquellos<br />

dedicados al crecimiento inmoderado del Estado,<br />

a la defensa de la normalidad democrática y a los<br />

temas de geopolítica internacional.<br />

En los años noventa, surgen nuevos temas de<br />

controversia, sobresalen en el ámbito nacional los<br />

debates sobre modernidad y tradición a raíz de un<br />

impulso reformista y, en el internacional, la discusión<br />

sobre el fin del socialismo, la conformación<br />

geopolítica de un mundo postsocialista y los nuevos<br />

peligros de los nacionalismos y los integrismos religiosos.<br />

Paz, pese a su edad avanzada, sigue siendo<br />

un participante activo en el debate: organiza discusiones,<br />

analiza la coyuntura y, en especial, el surgimiento<br />

del zapatismo.<br />

No hay en Paz una teoría sistemática, pero sí un<br />

pensamiento consistente, que busca conciliar y<br />

ponderar los matices. Así, Paz desde El laberinto de<br />

la soledad aboga por la modernización del país, pero<br />

crítica el culto ciego al progreso y la división mecánica<br />

entre el ala desarrollada y subdesarrollada; entiende<br />

las diferencias culturales, pero advierte de<br />

los peligros de su reivindicación política; reconoce<br />

el peso del pasado en la vida de los individuos, pero<br />

apela a la crítica como remedio para la petrificación<br />

en el recuerdo. Hasta el final de su vida, Paz fue un<br />

observador apasionado, pero con voluntad de equilibrio.<br />

Por supuesto, es probable que, en ocasiones,<br />

al calor de los acontecimientos, se haya equivocado<br />

en sus apreciaciones o se haya dejado llevar por el<br />

furor de la batalla; sin embargo, la mayoría de las<br />

veces generó enfoques reveladores y esgrimió posturas<br />

ejemplares. Esta faena política constituye un<br />

extraordinario legado crítico, que requiere ser leído<br />

con mayor distancia de las circunstancias fragorosas<br />

en que se gestó. W<br />

Armando González Torres, ensayista, es autor<br />

de Las guerras culturales de Octavio Paz.<br />

MARZO DE 2014 33

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