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Las aventuras de Tom Sawyer

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-¿Qué es eso?<br />

-Veneno. Eso es lo que es. No tienes más que tragar un poco... y ya verás.<br />

<strong>Tom</strong> quitó el hilo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus agujas, y cada uno <strong>de</strong> ellos se picó la yema <strong>de</strong>l pulgar y se la estrujó<br />

hasta sacar sendas gotas <strong>de</strong> sangre.<br />

Con el tiempo, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchos estrujamientos, <strong>Tom</strong> consiguió firmar con sus iniciales, usando la<br />

propia yema <strong>de</strong>l <strong>de</strong>do como pluma. Después enseñó a Huck la manera <strong>de</strong> hacer una H y una F, y el<br />

juramento quedó completo. Enterraron la tablilla junto al muro, con ciertas lúgubres ceremonias y conjuros,<br />

y el candado que se habían echado en las lenguas se consi<strong>de</strong>ró bien cerrado y la llave tirada a lo lejos.<br />

Una sombra se escurrió furtiva a través <strong>de</strong> una brecha en el otro extremo <strong>de</strong>l ruinoso edificio, pero los<br />

muchachos no se percataron <strong>de</strong> ello.<br />

-<strong>Tom</strong> -cuchicheó Huckleberry-, ¿con esto ya no hay peligro <strong>de</strong> que hablemos nunca jamás?<br />

-Por supuesto que no. Ocurra lo que ocurra, tenemos que callar. Nos caeríamos muertos...; ¿no lo sabes?<br />

-Me figuro que sí.<br />

Continuaron cuchicheando un rato. De pronto un perro lanzó un largo y lúgubre aullido al lado <strong>de</strong> la<br />

misma casa, a dos varas <strong>de</strong> ellos. Los chicos se abrazaron impetuosamente muertos <strong>de</strong> espanto.<br />

-¿Por cuál <strong>de</strong> nosotros dos será? -balbuceó Huckleberry.<br />

-No lo sé...; mira por la resquebraja ¡De prisa!<br />

-No; mira tú, <strong>Tom</strong>.<br />

-No puedo..., no puedo, Huck.<br />

-Anda, <strong>Tom</strong>... ¡Ya vuelve otra vez!<br />

-¡Ah! ¡Gracias a Dios! Conozco el ladrido; ése es Bull Harbison 2<br />

-¡Cuánto me alegro! Te digo que estaba medio acabado <strong>de</strong>l susto. Hubiera apostado a que era un perro<br />

sin amo.<br />

El perro repitió el aullido. A los chicos se les encogió <strong>de</strong> nuevo el corazón.<br />

-¡Dios nos socorra! Ése no es Bull Harbison -murmuró Huckleberry-. ¡Mira, <strong>Tom</strong>, mira!<br />

<strong>Tom</strong>, tiritando <strong>de</strong> miedo, cedió y asomó el ojo a la rendija. Apenas se percibía su voz cuando dijo:<br />

-¡Ay, Huck! Es un perro sin amo.<br />

-Dime, <strong>Tom</strong>, ¿por cuál <strong>de</strong> los dos será?<br />

-Debe <strong>de</strong> ser por los dos, puesto que estamos juntos.<br />

-¡Ay, <strong>Tom</strong>! Me figuro que muertos somos. Y bien me sé a dón<strong>de</strong> iré cuando me muera. ¡He sido tan<br />

malo!<br />

-¡Yo me lo he buscado! Esto viene <strong>de</strong> hacer rabona, Huck, y <strong>de</strong> hacer todo lo que le dicen a uno que no<br />

haga. Yo podía haber sido bueno, como Sid, si hubiera querido...; pero no quise; no, señor. Pero si salgo <strong>de</strong><br />

ésta, seguro que me voy a atracar <strong>de</strong> escuelas dominicales.<br />

Y <strong>Tom</strong> empezó a sorber un poco por la nariz.<br />

-¡Tú malo!... Y Huckleberry comenzó también a hablar gangoso-. ¡Vamos, <strong>Tom</strong>, que tú eres una alhaja al<br />

lado <strong>de</strong> lo que yo soy! ¡Dios, Dios, Dios, si yo tuviese la mitad <strong>de</strong> tu suerte!<br />

<strong>Tom</strong> recobró el habla y dijo:<br />

-¡Mira, Huck, mira! ¡Está vuelto <strong>de</strong> espaldas a nosotros!<br />

Huck miró, con el corazón saltándole <strong>de</strong> gozo.<br />

-¡Verdad es! ¿Estaba así antes?<br />

-Sí, así estaba. Pero yo, ¡tonto <strong>de</strong> mí!, no pensé en ello. ¡Qué alegría, Huck! Y ahora, ¿por quién será?<br />

El aullido cesó. <strong>Tom</strong> aguzó el oído.<br />

-¡Chist!... ¿Qué es eso? -murmuró.<br />

-Parece..., parece gruñir <strong>de</strong> cerdos. No, es alguno que ronca, <strong>Tom</strong>.<br />

-¿Será eso? ¿hacia dón<strong>de</strong>, Huck?<br />

-Yo creo que es allí en la otra punta. Parece como ronquido. Mi padre solía dormir allí algunas veces con<br />

los cerdos; pero él ronca, ¡madre mía!, que levanta las cosas <strong>de</strong>l suelo. A<strong>de</strong>más, me parece que no ha <strong>de</strong><br />

volver ya nunca, por este pueblo.<br />

El prurito <strong>de</strong> <strong>aventuras</strong> se <strong>de</strong>spertó en ellos <strong>de</strong> nuevo.<br />

-Huck, ¿te atreves a ir si yo voy <strong>de</strong>lante?<br />

-No me gusta mucho: Supónte que fuera Joe el Indio.<br />

<strong>Tom</strong> se amilanó. Pero la tentación volvió sobre ellos con más fuerza, y los chicos <strong>de</strong>cidieron hacer la<br />

prueba; pero en la inteligencia <strong>de</strong> que saldrían disparados si el ronquido cesaba. Fueron, pues, hacia allá en<br />

puntillas, cautelosamente, uno tras otro. Cuando estaban ya a cinco pasos <strong>de</strong>l roncador, <strong>Tom</strong> pisó un<br />

palitroque, que se rompió con un fuerte chasquido. El hombre lanzó un gruñido, se movió un poco, y su<br />

cara quedó iluminada por la luna. Era Muff Potter. A los chicos se les había paralizado el corazón, y los<br />

cuerpos también, cuando el hombre se movió; pero se disipó ahora su temor. Salieron, otra vez en puntillas,<br />

por entre los rotos tablones que formaban el muro, y se pararon a poca distancia para cambiar unas palabras<br />

Este documento ha sido <strong>de</strong>scargado <strong>de</strong><br />

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