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Las aventuras de Tom Sawyer

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Sin embargo, y a pesar <strong>de</strong> todo, estaba el muchacho cada vez más taciturno y pálido y <strong>de</strong>caído. La tía<br />

añadió baños calientes, baños <strong>de</strong> asiento, duchas y zambullidas. El muchacho siguió tan triste como un<br />

féretro. Comenzó entonces a ayudar al agua con gachas ligeras como alimento, y sinapismos. Calculó la<br />

cabida <strong>de</strong>l muchacho como la <strong>de</strong> un barril, y todos los días lo llenaba hasta el bor<strong>de</strong> con panaceas <strong>de</strong> curan<strong>de</strong>ro.<br />

<strong>Tom</strong> se había hecho ya para entonces insensible a las persecuciones. Esta fase llenó a la anciana <strong>de</strong><br />

consternación. Había que acabar con aquella «indiferencia» a toda costa. Oyó hablar entonces por primera<br />

vez <strong>de</strong>l «matadolores». Encargó en el acto una buena remesa. Lo probó y se quedó extasiada. Era<br />

simplemente fuego en forma líquida. Abandonó el tratamiento <strong>de</strong> agua y todo lo <strong>de</strong>más y puso toda su fe en<br />

el «matadolores». Administró a <strong>Tom</strong> una cucharadita llena y le observó con profunda ansiedad para ver el<br />

resultado. Al instante se calmaron todas sus aprensiones y recobró la paz <strong>de</strong>l alma: la «indiferencia» se hizo<br />

añicos y <strong>de</strong>sapareció al punto. El chico no podía haber mostrado más intenso y <strong>de</strong>saforado interés si le<br />

hubiera puesto una hoguera <strong>de</strong>bajo.<br />

<strong>Tom</strong> sintió que era ya hora <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar: aquella vida podía ser todo lo romántica que convenía a su<br />

estado <strong>de</strong> ánimo, pero iba teniendo muy poco <strong>de</strong> sentimentalismo y era excesiva y perturbadoramente<br />

variada. Meditó, pues, diversos planes para buscar alivio, y finalmente dio en fingir que le gustaba el<br />

«matadolores». Lo pedía tan a menudo que llegó a hacerse insoportable, y la tía acabó por <strong>de</strong>cirle que<br />

tomase él mismo lo que tuviera en gana y no la marease más. Si hubiese sido Sid no hubiera ella tenido<br />

ninguna suspicacia que alterase su gozo; pero como se trataba <strong>de</strong> <strong>Tom</strong>, vigiló la botella clan<strong>de</strong>stinamente.<br />

Se convenció así <strong>de</strong> que, en efecto, el medicamento disminuía; pero no se le ocurrió pensar que el chico<br />

estaba <strong>de</strong>volviendo la salud, con él, a una resquebrajadura que había en el piso <strong>de</strong> la sala.<br />

Un día estaba <strong>Tom</strong> en el acto <strong>de</strong> administrar la dosis a la grieta, cuando el gato amarillo <strong>de</strong> su tía llegó<br />

ronroneando, con los ojos ávidos fijos en la cucharilla y mendigando para que le diesen un poco. <strong>Tom</strong> dijo:<br />

-No lo pidas, a menos que lo necesites, Perico.<br />

Pero Perico <strong>de</strong>jó ver que lo necesitaba.<br />

-Más te vale estar bien seguro.<br />

Perico estaba seguro.<br />

-Pues tú lo has pedido, voy a dártelo, para que no creas que es tacañería; pero si luego ves que no te gusta<br />

no <strong>de</strong>bes echar la culpa a nadie más que a ti.<br />

Perico asintió: así es que <strong>Tom</strong> le hizo abrir la boca y le vertió <strong>de</strong>ntro el «matadolores». Perico saltó un<br />

par <strong>de</strong> veces en el aire, exhaló en seguida un salvaje grito <strong>de</strong> guerra y se lanzó a dar vueltas y vueltas por el<br />

cuarto, chocando contra los muebles, volcando tiestos y causando general estrago. Después se irguió sobre<br />

las patas traseras y danzó alre<strong>de</strong>dor, en un frenesí <strong>de</strong> <strong>de</strong>leite, con la cabeza caída sobre el hombro y<br />

proclamando a voces su <strong>de</strong>saforada dicha. Marchó en seguida, disparado, por toda la casa, esparciendo el<br />

caos y la <strong>de</strong>solación en su camino. La tía Polly entró a tiempo <strong>de</strong> verle ejecutar unos dobles saltos mortales,<br />

lanzar un formidable ¡hurra! final, y salir volando por la ventana llevándose con él lo que quedaba <strong>de</strong> los<br />

tiestos. La anciana, se quedó petrificada por el asombro, mirando por encima <strong>de</strong> los lentes; <strong>Tom</strong>, tendido en<br />

el suelo, <strong>de</strong>scoyuntado <strong>de</strong> risa.<br />

-<strong>Tom</strong>, ¿qué es lo que le pasa a ese gato?<br />

-No lo sé, tía -balbuceó el muchacho.<br />

-Nunca he visto cosa igual. ¿Qué le habrá hecho ponerse <strong>de</strong> ese modo?<br />

-De veras que no lo sé, tía; los gatos siempre se ponen <strong>de</strong> ese modo cuando lo están pasando bien.<br />

-¿Se ponen así? ¿No es cierto?<br />

Había algo en el tono <strong>de</strong> esta pregunta que escamó a <strong>Tom</strong>.<br />

-Sí, tía. Vamos, me parece a mí.<br />

-¿Te parece?<br />

-Sí, señora.<br />

La anciana estaba agachada, y <strong>Tom</strong> la observaba con interés, avivado por cierta ansiedad. Cuando<br />

ádivinó por «don<strong>de</strong> iba» ya era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. El mango <strong>de</strong> la cucharilla <strong>de</strong>latora se veía por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />

las faldas <strong>de</strong> la cama. <strong>Tom</strong> parpa<strong>de</strong>ó y bajó los ojos. La tía Polly lo levantó <strong>de</strong>l suelo por el acostumbrado<br />

agarra<strong>de</strong>ro, la oreja, y le dio un fuerte papirotazo en la cabeza con el <strong>de</strong>dal.<br />

-Y ahora, dígame usted: ¿Por qué ha tratado a ese pobre animal <strong>de</strong> esa manera?<br />

-Lo hice <strong>de</strong> pura lástima..., porque no tiene tías.<br />

-¡Porque no tiene tías! ¡Simple! ¿Qué tiene que ver con eso?<br />

-La mar. ¡Porque si hubiera tenido una tía, le hubiera quemado vivo ella misma! Le hubiera asado las<br />

entrañas hasta que las echase fuera, sin darle más lástima que si fuera un ser humano.<br />

La tía Polly sintió <strong>de</strong> pronto la angustia <strong>de</strong>l remordimiento. Eso para poner la cosa bajo una nueva luz: lo<br />

que era crueldad para un gato, podia también ser crueldad para un chico. Comenzó a enternecerse; sentía<br />

pena. Se le hume<strong>de</strong>cieron los ojos; puso la mano sobre la cabeza <strong>de</strong> <strong>Tom</strong> y dijo dulcemente:<br />

Este documento ha sido <strong>de</strong>scargado <strong>de</strong><br />

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