Leer el primer capÃtulo - Quelibroleo
Leer el primer capÃtulo - Quelibroleo
Leer el primer capÃtulo - Quelibroleo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
EL CUADERNO DE MAYA © 2011, ISABEL ALLENDE 14<br />
‐Después que lo bañe, vas a ver que es fino.<br />
‐¿Cómo se llama? – me preguntó.<br />
‐Fucking dog en chileno.<br />
‐¿Cómo?<br />
‐Fákin.<br />
‐Espero que tu Fákin se lleve bien con mis gatos. Tendrás que<br />
amarrarlo de noche, para que no salga a matar ovejas – me advirtió.<br />
‐No será necesario, va a dormir conmigo.<br />
El Fákin se aplastó al fondo d<strong>el</strong> bote, con la nariz entre las patas<br />
d<strong>el</strong>anteras, y allí se mantuvo inmóvil, sin despegarme los ojos. No es<br />
cariñoso, pero nos entendemos en <strong>el</strong> lenguaje de la flora y la fauna:<br />
esperanto t<strong>el</strong>epático.<br />
D<strong>el</strong> horizonte venía rodando una avalancha de nubarrones y<br />
corría una brisa h<strong>el</strong>ada, pero <strong>el</strong> mar estaba tranquilo. Manu<strong>el</strong> me prestó<br />
un poncho de lana y ya no me habló más, concentrado en <strong>el</strong> timón y sus<br />
aparatos, compás, GPS, radio de onda marina y quién sabe qué más,<br />
mientras yo lo estudiaba de reojo. Mi Nini me había contado que era<br />
sociólogo, o algo por <strong>el</strong> estilo, pero en su botecito podría pasar por<br />
marinero, mediana estatura, d<strong>el</strong>gado, fuerte, fibra y músculo, curtido<br />
por <strong>el</strong> viento salado, con arrugas de carácter, p<strong>el</strong>o tieso y corto, ojos d<strong>el</strong><br />
mismo gris d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>o. No sé calcular la edad de la gente vieja; éste se ve<br />
bien de lejos, porque todavía camina rápido y no le ha salido esa joroba<br />
de los ancianos, pero de cerca se nota que es mayor que mi Nini,<br />
digamos unos setenta y tantos años. Yo he caído como una bomba en su<br />
vida. Tendré que andar pisando huevos, para que no se arrepienta de<br />
haberme dado hospedaje.<br />
Al cabo de casi una hora de navegación, pasando cerca de varias<br />
islas deshabitadas en apariencia, aunque no lo están, Manu<strong>el</strong> Arias me<br />
señaló un promontorio que desde la distancia era apenas un brochazo<br />
oscuro y de cerca resultó ser un cerro bordeado por una playa de arena<br />
negrusca y rocas, donde se secaban cuatro botes de madera volteados<br />
panza arriba. Atracó la Cahuilla a un embarcadero flotante y les tiró<br />
unas gruesas cuerdas a varios niños, que habían acudido corriendo y<br />
amarraron hábilmente la lancha a unos postes. “Bienvenida a nuestra<br />
metrópoli,” dijo Manu<strong>el</strong> señalando una aldea de casas de madera sobre<br />
www.megustaleer.com<br />
(c) Random House Mondadori, S. A.