Leer el primer capÃtulo - Quelibroleo
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EL CUADERNO DE MAYA © 2011, ISABEL ALLENDE 35<br />
tiempo, de cómo posiblemente todo se originó con <strong>el</strong> Big Bang, una<br />
explosión indescriptible, y de las partículas fundamentales que<br />
formaron los <strong>primer</strong>os protones y neutrones, y así, en procesos cada vez<br />
más complejos, nacieron las galaxias, los planetas, la vida. “Venimos de<br />
las estr<strong>el</strong>las,” solía decirme. “Eso mismo digo yo,”agregaba mi Nini,<br />
pensando en los hosróscopos.<br />
Después de visitar la torre, con su mágico t<strong>el</strong>escopio, y de darme<br />
mi vaso de leche con can<strong>el</strong>a y mi<strong>el</strong>, secreto de astrónomo para<br />
desarrollar la intuición, mi abu<strong>el</strong>o vigilaba que me cepillara los dientes y<br />
me llevaba a la cama. Entonces llegaba mi Nini y me contaba un cuento<br />
diferente cada noche, inventado al vu<strong>el</strong>o, que yo intentaba prolongar lo<br />
más posible, pero inevitablemente llegaba <strong>el</strong> momento de quedarme<br />
sola, entonces me ponía a contar corderos, alerta al balanceo d<strong>el</strong> dragón<br />
alado sobre mi cama, los crujidos d<strong>el</strong> piso, los pasitos y murmullos<br />
discretos de los habitantes invisibles de aqu<strong>el</strong>la casa embrujada. Mi<br />
lucha por vencer <strong>el</strong> miedo era meramente retórica, porque apenas mis<br />
abu<strong>el</strong>os se dormían, me deslizaba a su pieza, tanteando en la oscuridad,<br />
arrastraba <strong>el</strong> saco de dormir a un rincón y me acostaba en paz. Por años<br />
mi abu<strong>el</strong>os se dieron cita en hot<strong>el</strong>es a horas indecentes para hacer <strong>el</strong><br />
amor a escondidas. Sólo ahora, que ya soy grande, puedo tomarle <strong>el</strong><br />
peso al sacrificio que hicieron por mí.<br />
Con Manu<strong>el</strong> estudiamos <strong>el</strong> críptico mensaje que le había enviado<br />
O’K<strong>el</strong>ly. Las noticias eran buenas: la situación en mi casa era normal y<br />
mis perseguidores no habían dado señales de vida, aunque eso no<br />
significaba que me hubiesen olvidado. El irlandés no lo expresó<br />
directamente, como es lógico dada la situación, sino en una clave similar<br />
a la usada por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, que él me<br />
había enseñado.<br />
Llevo un mes en esta isla. No sé si llegaré a acostumbrarme algún<br />
día al paso de tortuga de Chiloé, a esta pereza, esta permanente<br />
amenaza de lluvia, este paisaje inmutable de agua y nubes y pastizales<br />
verdes. Todo es igual, todo es sosiego. Los chilotes no conocen la<br />
puntualidad, los planes dependen d<strong>el</strong> clima y d<strong>el</strong> ánimo, las cosas pasan<br />
cuando pasan, para qué hacer hoy lo que se puede hacer mañana.<br />
Manu<strong>el</strong> Arias se burla de mis listas y proyectos, inútiles en esta cultura<br />
atemporal, aquí una hora o una semana es lo mismo, sin embargo él<br />
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