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liahona-agosto-2014

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JÓVENES
<br />

llamada del presidente de misión,<br />

quien me indicó que mi nueva asignación<br />

era Okinawa. Cuando colgué,<br />

me embargó un sentimiento dulce y<br />

amargo a la vez. Me consternaba tener<br />

que despedirme. Cada llamada que<br />

hice para decirles a los miembros del<br />

barrio que me iba al día siguiente me<br />

partía el corazón. Despedirme de las<br />

personas que había llegado a amar fue<br />

más difícil de lo que había imaginado.<br />

Cuando terminé de hacer las llamadas,<br />

me di cuenta de que la única<br />

que no había contestado el teléfono<br />

había sido la hermana Senba. Me sentí<br />

triste de no poder despedirme de una<br />

hermana que había llegado a querer<br />

mucho.<br />

A la mañana siguiente, otros dos<br />

misioneros y yo salimos hacia el aeropuerto.<br />

Cuando llegamos al mostrador<br />

e intentamos comprar los boletos,<br />

los empleados nos dijeron que nuestras<br />

tarjetas habían sido rechazadas.<br />

No teníamos dinero para pagar los<br />

boletos y el vuelo salía en 10 minutos.<br />

A los tres nos entró el pánico; estábamos<br />

por perder el vuelo y tendríamos<br />

que pasar el día en el aeropuerto.<br />

Pero todo mi pánico se convirtió en<br />

consuelo cuando di la vuelta y vi a la<br />

hermana Senba entrar al aeropuerto.<br />

Me sorprendió mucho que estuviera<br />

allí, ya que ella no sabía a qué hora<br />

salía nuestro vuelo. Al apresurarse<br />

para llegar a donde estábamos, nos<br />

sonrió y nos dio pan a todos para<br />

llevar en el avión.<br />

Cuando le explicamos que íbamos<br />

a perder el vuelo, se entristeció. Nadie<br />

sabía qué hacer. Luego la hermana<br />

Senba empezó a buscar en su cartera,<br />

buscando algo que pudiera ayudarnos.<br />

Saltó de felicidad cuando encontró<br />

un pequeño sobre en su cartera,<br />

en el que, semanas atrás, había puesto<br />

50.000 yens: la cantidad exacta de<br />

dinero que necesitábamos. Nos dio el<br />

dinero y pudimos comprar los boletos<br />

a tiempo. Le dimos las gracias con<br />

toda la sinceridad de nuestra alma,<br />

nos despedimos y nos apresuramos<br />

a subir al avión.<br />

Después de que el avión partió,<br />

uno de los otros misioneros se volvió<br />

hacia mí y me dijo: “¡Ella es increíble!<br />

¡Ése fue un milagro!”.<br />

Fue entonces que me di cuenta<br />

realmente cuán milagroso había<br />

sido. Entonces me dijo: “¿Qué dice su<br />

nota?”. Vi que él estaba leyendo una<br />

nota que acompañaba el pan que<br />

la hermana Senba le había dado. Al<br />

darme cuenta que yo también tenía<br />

una, la saqué y leí un pequeño pedazo<br />

de papel dirigido personalmente<br />

a mí, el cual inmediatamente<br />

hizo que los ojos se me llenaran<br />

de lágrimas. Decía: “¡Lo<br />

quiero mucho! Por favor, no<br />

se olvide de mí. ¡Yo nunca<br />

lo olvidaré!”.<br />

En ese momento sentí<br />

el Espíritu más fuerte de lo<br />

que jamás lo había sentido.<br />

El ejemplo de la hermana<br />

Senba me enseñó lo<br />

importante que es seguir las impresiones<br />

del Espíritu, sin importar cuán<br />

pequeña o extraña parezca ser esa<br />

impresión. Mediante esas impresiones<br />

tenemos el poder de ejercer un cambio<br />

positivo en la vida de las personas.<br />

Sé que no fue coincidencia que<br />

ella fuera al aeropuerto. Efectivamente<br />

fue un milagro.<br />

El Señor realmente se vale de medios<br />

pequeños para llevar a cabo Su<br />

EL SEÑOR REALMENTE SE VALE<br />

DE MEDIOS PEQUEÑOS PARA<br />

LLEVAR A CABO SU OBRA.<br />

obra. Qué bendecidos somos como<br />

miembros de esta Iglesia de tener Su<br />

influencia en nuestra vida. Mantengámonos<br />

dignos de recibir esas impresiones<br />

y de bendecir la vida de los<br />

hijos de Dios. ◼<br />

El autor vive en Utah, EE. UU.<br />

Nota del editor: La misión inmediatamente le<br />

reembolsó el dinero a la hermana Senba.

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