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Nuestros Difuntos
ABRIL
JUNIO
HNO. CARLOS VELA SAAVEDRA
(08 de marzo de 1945 – 18 de junio
de 2013)
EL Hno. Carlos Vela, agustino de la
Provincia Ntra. Sra. de Gracia del Perú,
falleció en la ciudad de Lima el día 18 de
junio, después de una corta lucha contra un
cáncer hepático.
Nacido en la amazonía peruana, en la ciudad de
Iquitos, el 08 de marzo de 1945, sus padres
fueron don Carlos Vela Soria y doña Alegría
Saavedra Fasanando, matrimonio fecundo de
once hijos y parroquianos de la Iglesia San Juan
Bautista de Iquitos. El 19 de marzo de 1949, en
la iglesia matriz de Iquitos, la que oficia de
Catedral del Vicariato Apostólico, fue bautizado
por el agustino P. José Almeida, y el 4 de
noviembre de 1956, de manos del Vicario
Apostólico de Iquitos, Mons. Ángel Rodríguez
Gamoneda OSA, recibió el Sacramento de la
Confirmación.
Estudió primaria en Iquitos y Secundaria en el
Colegio San Agustín de Chiclayo y San Carlos y
San Marcelo en Trujillo. En abril de 1966
postula al Seminario San Agustín de Chiclayo.
Por una temporada deja el Seminario para
cuidar de sus padres enfermos y, una vez
fallecidos, ingresa el 20 de febrero de 1973. Al
año siguiente se traslada a España para
comenzar el Noviciado el 28 de septiembre en
Becerril de Campos (Palencia), donde profesa de
Votos Temporales el 19 de septiembre de 1975
ante el Prior Provincial de la Provincia de
Filipinas, P. Julián García Centeno. Su profesión
de Votos Solemnes la recibe el Prior General P.
Teodoro Tack, el 13 de septiembre de 1979, en
el colegio San Agustín de Lima.
Su primer destino fue en el año 1975 a la
Parroquia de Santa Rita, en el río Marañón,
dentro del Vicariato de Iquitos. Al año siguiente
fue trasladado al Convento San Agustín de
Lima, como ayudante del Procurador. Pasados
un par de años sería asignado al Colegio San
Agustín de Lima, donde compartiríamos la vida
agustiniana por más de 31 años, hasta que el
Prior Provincial lo destinara de Ecónomo al
Convento de San Agustín y a quien escribe a la
Parroquia de Nuestra Señora del Consuelo.
La personalidad del Hno. Carlos estaba marcada
por su origen amazónico, tierra cálida, donde el
encuentro fraternal se percibe en todas partes.
Así se manifestaba en él uno de los más nobles
gestos que nos distinguen como seres humanos:
el valor de la amistad. La grandeza de su
corazón era tal que la escribió durante toda su
vida con los más pequeños detalles y uno de
ellos fue el servir en la misa y en la mesa para
que quienes participáramos en ella nada nos
faltase.
El Hno. Carlos supo escribir momentos y
motivos para sentir que la orden agustiniana es
grande, no solo por su fundador, no solo por los
que han escrito la historia y están reseñados en
los libros, sino por aquellos sacerdotes y
religiosos que, como en este caso, saben escribir
cada día una historia de gestos, detalles y
compromisos.
Sus restos descansan en el cementerio de La
Planicie en Lima ciudad capital del Perú, pero su
alma reposa serena y sonriente en el corazón de
Dios, en el corazón de aquellos niños a los que
él, por más de 30 años, preparó para la Primera
Comunión y a los que hoy, estoy seguro, si
tuviera que definir el Hermano Carlos nos diría
“en los recreos siempre nos dio caramelos”.
Cuanta nostalgia al recordarle porque la
nostalgia no es otra cosa sino el amor que nos
dejó en nuestros corazones.
P. Pablo Larrán García