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Esta etapa es la que presenta los cambios más profundos y determinantes
en la vida. No es aventurado afirmar que el camino lector
comienza cuando el niño está aún en el vientre de su madre. Ahí tiene
el primer contacto con el lenguaje, los rumores que escucha le servirán,
después del nacimiento, para reconocer las voces familiares y para establecer
vínculos con quienes lo rodean.
Poco a poco, a medida que los integrantes de su entorno cotidiano le
hablan y colocan las palabras en un contexto, el bebé irá encontrando en
los sonidos que escucha la existencia de un código que le permitirá nombrar
y ordenar su mundo, que le revelará sentimientos, deseos, aspiraciones
propias y de otros. Este portentoso hallazgo será el cimiento de la
evolución de su pensamiento y su emotividad.
Los cantos, juegos y nanas con las que es arrullado son la iniciación a
una cultura y a una tradición; son la puerta al terreno de la poesía, el primer
contacto con la literatura. El ritmo, la melodía, la entonación de la voz
que le canta y le cuenta, despierta en el pequeño curiosidad y gusto por el
lenguaje, así se ensancha su percepción de la realidad y la posibilidad de
integrarse a ella.
Compartir los libros dispone a los pequeños para comprender poco a
poco las convenciones de la literatura y para entrar a ese espacio donde se
puede ser otro sin dejar de ser uno mismo. Las narraciones antiguas y las
actuales, contadas una y otra vez, han construido a lo largo de la historia,
ese universo emocionante y significativo al que se van incorporando los
niños y las niñas desde los primeros días de su vida.
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