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El Jefe de Jefes
Julio César Salas Enrique Luévano
cesar.salas@012.mx
juliocesar.salasortiz
@elzut
Juan Manuel Oliva hizo
el lanzamiento de su campaña
por la presidencia nacional del PAN
Que un sector del panismo en Guanajuato
siga llamando “Jefe de Jefes” a Juan
Manuel Oliva Ramírez, incluso por encima
de sus dirigentes, debe ser por algo.
Pero en su visita del 27 de enero del 2014
al Comité Directivo Municipal en León, y
aunque el auditorio estuvo repleto de, digamos
unas 700 personas, lo cierto es que esperaban
muchas más.
Incluso en el área del estacionamiento instalaron
una pantalla gigante para que desde
ahí pudieran seguir el desarrollo de la presentación
que se realizaba en el auditorio pero
sólo había, a lo mucho, unas 10 ó 15 personas
que observaban el monitor plácidamente sentados
en el piso; sin los apretujones, codazos
ni escándalo que había en la parte de arriba.
En el auditorio, los lugares estaban tan limitados
que ni las hijas de Juan Manuel Oliva
alcanzaron asiento, a unos metros de su papá,
de pie, observaban el tumulto con rostro serio,
no se escapó de sus labios ni una sonrisa.
La presentación de las propuestas para dirigir
al PAN Nacional de parte de Juan Manuel
Oliva fue a petición de él mismo.
El grupo de Oliva contactó a la dirigencia
municipal encabezada por Alfredo Ling y
como una cortesía en las invitaciones que envían
cada semana a los militantes del partido
se les especificó que en esta ocasión no habría
sesión del Comité sino que Juan Manuel
quería dirigirse a sus compañeros de partido.
Son las primeras sesiones del año así que
usualmente acuden a las reuniones entre 100
y 150 militantes; el auditorio se acondiciona
con 300 sillas por si acaso hay más quórum.
Pero en esta ocasión pusieron hasta 500
sillas, la bandera “X1 de Nosotros” que promociona
lo que siguen negando que es una
precampaña a la dirigencia nacional en el centro
del escenario, luces robóticas donde predominaba
el color azul, ruido, mucho ruido.
Al ingresar al comité municipal era necesario
pasar un par de mesas que a manera
de registro entregaban una playera azul tipo
polo, una bandera con el logotipo del PAN
y quienes los recibían deberían de indicar su
nombre que quedaría anotado en una lista.
Minutos antes de la hora acordada, el estacionamiento
del Comité en León estaba casi repleto
al grado de que los autos comenzaron a ser
estacionados a lo largo del Bulevar Jorge Vértiz
Campero y reducir a dos carriles la avenida.
Acostumbrados a ver durante seis años a
un verdadero séquito de seguidores de Juan
Manuel Oliva, la militancia del PAN esperaba
ver tambora, mariachi o cualquier otro
grupo musical en vivo, pero no. Lo que había
eran grandes bocinas donde lo mismo se escuchaban
adaptaciones de las canciones del
Tri de Alex Lora hasta balada pop.
Los propios organizadores habían contemplado
que el evento iniciaría a las 7:00 de la noche, a
eso de las 7:10 la gente ya estaba impaciente.
Pero ya estaban prevenidos y la presentación
del tenor internacional Mauro Calderón
distrajo al público al menos por unos
15 minutos más con arias de ópera, canciones
tradicionales mexicanas hasta la pieza compuesta
por Agustín Lara: Granada.
A las 7:30 de la tarde, la militancia pasó
del murmullo impaciente al barullo incómodo,
fiel a su costumbre como cuando era gobernador
de Guanajuato, Juan Manuel Oliva
venía retrasado, total, si se esperaron media
hora pueden aguantar otros 20 minutos.
Los militantes que alcanzaron un cargo
político en las pasadas elecciones llegaban
casi a cuenta gotas, otros que figuraron en
viejas glorias también se acercaban a las luces
de los reflectores para no perder el ritmo y no
morir del todo políticamente hablando.
Y pues como no se trata de la escuela tampoco
habría que pasar lista, pero se vieron entre
la multitud a los diputados federales Liz
Vargas, Beatriz Yamamoto, Diego Sinhué
Rodríguez, Carlos Muñoz y Jesús Oviedo
que días antes estaban en Vallarta, dice, en
una reunión donde estuvieron más relajados
que en San Lázaro.
También estaba el senador Fernando Torres
Graciano que incluso se sentó muy cerca
de Juan Manuel Oliva.
Hubiera estado más cerca de no haber sido
30 EL MIRADOR