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A Ñ O 1 2 • N Ú M . 5 ¡ G R A T I S ! - La Regata

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18<br />

| Año 2009, núm. 5<br />

¿Otro día aburrido<br />

Por Alfredo Rodríguez<br />

El primer día de pesca del torneo concluyó con<br />

la captura de un enorme marlin, el cual basculó<br />

sobre 650 lb. Aunque no tuvimos la oportunidad<br />

de ver pejes durante la jornada, mi estado<br />

anímico era muy positivo para el segundo día de<br />

pesca. Tal vez levantaría un buen marlin o soltar<br />

un par de agujas pequeñas y posicionarme en la<br />

puntuación. Mi entusiasmo no había decaído.<br />

Aún quedaban tres días más de pesca.<br />

Alfredo Rodríguez<br />

Según el reglamento, cada día habría de<br />

participar como pescador invitado en una<br />

embarcación diferente. El segundo día me<br />

tocó pescar en un bote de Arecibo. El dueño<br />

de este bote, un buen amigo de mi padre, era<br />

un deportista de mucha experiencia. El capitán<br />

José, era mi amigo y era reconocido como un<br />

excelente pescador. También era muy hábil en<br />

la rueda.<br />

El tercer integrante de la tripulación era<br />

otro pescador invitado, procedente de los<br />

Estados Unidos. Era un hombre maduro pero<br />

corpulento. Su maltrecha gorra y sus zapatos<br />

percudidos de salitre lo delataban como<br />

pescador de vasta excelencia. Hablaba con un<br />

acento que rápidamente identifiqué como el<br />

“Texas Twang”.<br />

Zarpamos antes de las 8:00 a.m. Una vez mar<br />

afuera, comenzamos a navegar arrastrando tres<br />

carnadas artificiales y un teaser. El día estaba<br />

soleado, el mar de 4 a 5 pies. <strong>La</strong> brisa aumentó<br />

paulatinamente según pasaban las horas. Nos<br />

sentíamos cómodos y preparados para pelear<br />

cualquier peje que apareciera en la estela de la<br />

embarcación.<br />

Unas horas más tarde, procedí a verificar el<br />

freno de mi vara. Cuando le doy a la manigueta para ajustar<br />

nuevamente la línea al tangón, me quedé con la manigueta<br />

en la mano. Esta “emergencia” fue resuelta de inmediato por<br />

el dueño del bote. Afortunadamente había otra manigueta<br />

“Penn 80” a bordo. En cuestión de unos minutos procedimos a<br />

reemplazar la manigueta defectuosa.<br />

Apenas unos treinta minutos después de este incidente, decidí<br />

tomar un poco de hielo de la neverita en la popa. <strong>La</strong> nevera se<br />

encontraba debajo de la silla de pesca y justamente al lado de<br />

mi vara. Abrí la tapa para coger un poco de hielo y procedo a<br />

cerrarla. En este instante levanto la vista para ver una aguja<br />

azul de sobre 450 lb., con la mitad de su cuerpo fuera del aguar<br />

y mi carnada en su boca.

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