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Biografía de Martín Lutero - Cimiento Estable

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Si yo hubiera <strong>de</strong> imitarlos, pronto me vería abandonado y juzgado por el mundo'<br />

Dios mío, oh Dios mío; tú sólo eres Dios, el Dios mío! ¡Ayúdame tú contra toda la<br />

razón y sabiduría <strong>de</strong>l mundo entero! Tú <strong>de</strong>bes hacerlo, y sólo Tú, porque la causa<br />

no es mía, sino tuya: por mi persona no tengo nada que ver con ella, ni tampoco<br />

con estos hombres po<strong>de</strong>rosos en el mundo. Porque yo por mi parte podría tener<br />

tranquilos y quietos días en el mundo y vivir sin perturbación. ¡Pero tuya es la<br />

causa, Señor, la causa justa y eterna! Ayúdame tú, ¡oh Dios mío!, fiel y eterno. Yo<br />

no tengo confianza en ningún hombre. Todo seria en vano, y nada me<br />

aprovecharía. ¡Todo lo que es carne y confía en carne, es falible y perece<strong>de</strong>ro!<br />

¡Oh Dios, oh Dios! ¿No me escuchas, mi Dios ¿Estás muerto No, no pue<strong>de</strong>s<br />

morir; solamente te escon<strong>de</strong>s <strong>de</strong> tus criaturas. ¿No me has elegido para esta<br />

causa, según creo saber <strong>de</strong> cierto Te lo pregunto: ¡y si así es, Tú <strong>de</strong>bes dirigir<br />

mis pasos! Porque nunca en mi vida me habría propuesto oponerme a señores tan<br />

gran<strong>de</strong>s y po<strong>de</strong>rosos, y nunca lo hubiera pensado. ¡Pues bien, Dios mío; ayúdame<br />

en el nombre <strong>de</strong> tu Hijo querido Jesucristo, que ha <strong>de</strong> ser mi protección y mi<br />

amparo, mi castillo fuerte, mi po<strong>de</strong>r en la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu Santo! Señor, ¿dón<strong>de</strong><br />

te escon<strong>de</strong>s ¿Por qué tardas Tú, Dios mío, ¿dón<strong>de</strong> estás ¡Ven, ven!; ¡yo estoy<br />

pronto hasta per<strong>de</strong>r mi propia vida, paciente como un cor<strong>de</strong>ro! Porque justa es la<br />

causa y tuya es; y por lo tanto, no me separaré <strong>de</strong> ella y <strong>de</strong> Ti en toda la eternidad.<br />

Así lo resuelvo ahora en tu nombre. Porque el mundo nunca podrá constreñir mi<br />

conciencia, aunque estuviera lleno <strong>de</strong> diablos. Y no temo, aunque mi cuerpo, que<br />

es obra y criatura <strong>de</strong> tus manos, fuese en esta empresa <strong>de</strong>struido o <strong>de</strong>spedazado;<br />

porque tu palabra y tu espíritu me quedarán: los enemigos pue<strong>de</strong>n atacar sólo al<br />

cuerpo; el alma es tuya, a Ti pertenece y permanece también contigo por toda la<br />

eternidad. Amén. Dios mío, ayúdame. Amén.<br />

Cuando llegó ante la puerta <strong>de</strong>l salón, don<strong>de</strong> estaba reunida la Dieta, Dios le envió<br />

un gran consuelo por boca <strong>de</strong>l famoso capitán Jorge Frunsberg. Este le puso la<br />

mano en el hombro y le dijo: Frailecito, frailecito, ahora empiezas un camino muy<br />

difícil, más difícil que el que yo y muchos capitanes han tenido que recorrer en la<br />

batalla más sangrienta. Pero si estás convencido <strong>de</strong> que tu causa es justa, avanza<br />

en el nombre <strong>de</strong> Dios y nada temas. No te abandonará.<br />

Momentos <strong>de</strong>spués, se encontraba nuestro doctor Martín <strong>Lutero</strong> ante el<br />

emperador Carlos y su hermano Fernando; ante seis electores, veintiocho duques,<br />

once marqueses, treinta obispos, otros doscientos príncipes y señores y más <strong>de</strong><br />

cinco mil concurrentes, sin contar los que estaban en la antesala y los que<br />

miraban por las ventanas. Nunca se había encontrado en presencia <strong>de</strong> tanta<br />

magnificencia y po<strong>de</strong>r, pero no temblaba.<br />

Su sola presencia allí era ya un triunfo manifiesto, conseguido sobre el Papa que<br />

le había excomulgado.<br />

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