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KARL BARTH - Escritura y Verdad

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Bosquejo De Dogmática<br />

divinos". En estas cuatro categorías vuelve a quedar caracterizada la fe como confianza. Al decir<br />

que en la fe se trata de hacer frente definitiva, completa v exclusivamente, es imprescindible no<br />

olvidar que la fe es un privilegio y no una obligación. Tan pronto como la cuestión se convierte<br />

en un caso supuesto, se pierde lo que de magnífico tiene la fe. Esa excelencia de la fe no consiste<br />

en que seamos llamados a realizar algo que se nos impone y que sobrepasa a nuestras fuerzas. La<br />

fe es, más bien, una libertad, un permiso. Es permisible que el creyente en la Palabra de Dios se<br />

pueda atener a ella en todo y a pesar de cuanto se oponga a esa actitud. La cosa es así: Nunca se<br />

cree "a causa de" algo, ni "basándose en...", sino que hay un despertar a la fe, pese a todo. Los<br />

hombres de la Biblia no llegaron a ser creyentes a causa de estas o aquellas demostraciones, sino<br />

que un buen día fueron puestos en condiciones tales que podían creer e incluso tenían que creer, a<br />

pesar de todo. Fuera de su palabra, Dios permanece escondido para nosotros; pero le tenemos<br />

revelado en Jesucristo. Si damos de lado a Jesucristo, no debe extrañarnos el no encontrar a Dios<br />

y el experimentar equivocaciones y desengaños o que el mundo nos parezca tenebroso. Si<br />

creemos, hemos de creer, a pesar de todo, en esa ocultación de Dios, la cual nos recuerda<br />

necesariamente los límites de nuestra humanidad. "No creemos por nuestra propia razón, ni por<br />

nuestros propios esfuerzos". Esto lo sabe todo aquel que cree de verdad. El mayor obstáculo de<br />

la fe es, por decirlo sencillamente, el orgullo y el miedo de nuestro propio corazón humano. Y<br />

es que no quisiéramos vivir de la gracia, pues hay algo en nosotros que se subleva contra ello<br />

enérgicamente. No quisiéramos que se nos conceda la gracia, sino, a lo más, concedérnosla<br />

nosotros a nosotros mismos. La vida del hombre consiste en ese fluctuar entre el orgullo y la<br />

angustia. Pero la fe supera lo uno y lo otro, cosa que el hombre no puede hacer por sus propias<br />

fuerzas. No nos es posible libertarnos a nosotros mismos del orgullo y la angustia de vivir, sino<br />

que siempre se tratará de un movimiento de oposición, por cierto también, y no en último<br />

término, a pesar de nosotros mismos. Si resumimos todo cuanto se alza en contra, calificándolo<br />

de poder de contradicción, sospecharemos lo que quiere decir la Sagrada <strong>Escritura</strong> con el diablo<br />

que habló: "¿Conque Dios os ha dicho...". ¿Es cierta la palabra de Dios Si se tiene fe, será<br />

posible dejar a ese diablo con un palmo de boca abierta; pero el creer no es ninguna heroicidad<br />

humana. ¡Cuidado con hacer de Lutero un héroe, pues él mismo no se sintió así, antes bien sabía<br />

que si podemos resistir es gracias al permiso, a la libertad que únicamente puede ser recibida con<br />

la más profunda humildad!<br />

En segundo lugar, se trata en la fe de una decisión definitiva. La fe no es una opinión que<br />

podría sustituirse por otra. Aquel que crea temporalmente, no sabe lo que es creer. Fe significa<br />

una relación definitiva. Y es que en la fe se trata de Dios y de eso que El ha hecho por nosotros<br />

de una vez para siempre. Esto no excluye que haya vacilaciones en la fe, pero teniendo presente<br />

su objeto (el objeto a que se refiere la fe), la fe es una cosa definitiva. El que haya creído una vez,<br />

cree ya para siempre. No hay que asustarse de esto, sino, más bien, considerarlo como una<br />

invitación. En la fe es posible sentirse confuso y dudar, pero todo el que haya creído una vez<br />

posee algo así como un character indelebilis. Y puede estar seguro de ser sostenido. A todo aquel<br />

que lucha con su incredulidad debe aconsejársele que no la tome demasiado en serio. Lo único<br />

que sí ha de tomarse en serio es la fe, y si tenemos fe como un grano de mostaza, esto bastará<br />

para ganar el juego al diablo.<br />

Y, en tercer lugar, en la fe se trata de una cosa con la que podemos atenernos<br />

exclusivamente a Dios; exclusivamente, porque Dios es el Único que es fiel. Hay también<br />

fidelidad humana o sea, una fidelidad divina que nos mira, alegra y fortalece de nuevo como<br />

criaturas suyas; pero donde exista dicha fidelidad, su fundamento será siempre la fidelidad divina.<br />

Fe es la libertad de confiar sólo en Dios, sola gratia y sola fide, lo cual no significa un<br />

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