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KARL BARTH - Escritura y Verdad

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Bosquejo De Dogmática<br />

como el Hijo y como el Espíritu Santo. Tres veces, pues, El solo y El mismo; triple, pero sobre<br />

todo trino, y siempre El, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en sí mismo y en las alturas y en su<br />

revelación.<br />

Fijémonos bien, sobre todo, en que cuando llamamos a Dios "Padre" y "Padre Nuestro"<br />

decimos acerca de Dios algo que tiene su valor y que es verdad. Y es verdad en lo más profundo<br />

de la naturaleza divina y hasta lo más profundo también de toda la eternidad. Dios es el Padre, y<br />

lo mismo podría decirse, respectivamente, del Hijo y del Espíritu Santo. Por consiguiente, el<br />

nombre de "Padre" que recibe Dios, no es un mero nombre adjunto que queremos mencionar los<br />

hombres como si pensáramos: el hombre pretende conocer algo así como una paternidad, algo<br />

semejante en sí a la relación de sí mismo con su padre carnal, y por eso aplica esa relación a<br />

Dios, considerando siempre que su propio ser humano es, en el fondo, completamente distinto y<br />

que nada tiene que ver con lo que nosotros solemos llamar paternidad. Él que Dios sea el Padre<br />

tiene su valor con vistas a su revelación y con vistas a nosotros mismos; pero Dios es por<br />

naturaleza y en eternidad algo que nosotros no sabemos. No obstante. El, saliendo de ese misterio<br />

propio, se nos presenta y entonces se hace así nuestro "Padre". Es seguro que esto no basta para<br />

describir la cuestión de la que aquí realmente se trata. Cuando la Sagrada <strong>Escritura</strong>, y con ella la<br />

Confesión de Fe de la Iglesia, denomina a Dios "Padre", quiere decir que Dios es en primer lugar<br />

Padre.<br />

Esto lleva a afirmar que El en sí mismo, por naturaleza y por toda eternidad, es el Padre, y<br />

por todas esas razones nuestro Padre, ya que nosotros somos criaturas suyas. Es, por<br />

consiguiente, falso suponer que, primero, existe la paternidad humana y después una paternidad<br />

que puede llamarse divina. Más bien sucede todo lo contrario: la verdadera y propia paternidad es<br />

la divina y de ella procede lo que nosotros llamamos paternidad. La paternidad divina es la causa<br />

primaria de toda paternidad natural, como lo dice la Epístola a los Efesios: "Toda paternidad en<br />

los cielos y en la tierra proviene de El." 4<br />

Viendo nosotros a Dios como Padre hasta lo más profundo, reconociéndole como tal y<br />

pudiendo llamarnos hijos suyos, es como pensamos la verdad, pero no una verdad cualquiera,<br />

sino la primera verdad, la verdad propiamente dicha.<br />

Dios Padre: Nos referimos, al decirlo, al modo de ser de Dios, fuente y origen de otro<br />

modo de ser divino, de un segundo modo de ser, distinto del primero y que, sin embargo, es su<br />

modo de ser propio y en su debilidad igual a El. Dios es Dios del modo en que es Padre, Padre de<br />

su Hijo, y en tanto El mismo se impone dicho Hijo y por sí mismo es una vez más Dios. Por sí<br />

mismo impuesto, pero no creado por sí mismo (¡El Hijo no ha sido creado!): pero esta relación<br />

entre Padre e Hijo no agota todavía La realidad, es decir, la naturaleza divina. No es cierto que<br />

ese imponerse y ser impuesto de Dios amenace la unidad divina; porque se trata del Padre y del<br />

Hijo juntos que, por tercera vez, reafirman la unidad di Dios en el Espíritu Santo: Dios el Padre y<br />

Dios el Hijo son juntamente el origen del Espíritu Santo. Spiritus qui proccdit a Patre Filioque 5 .<br />

He aquí lo que esas buenas gentes de la Iglesia Oriental no han entendido nunca por completo; el<br />

que engendra y el engendrado son juntamente el origen del Espíritu Santo, y de esta manera, el<br />

origen de su unidad. Se ha denominado al Espíritu Santo Vmcuhím caritatis 6 . La unidad existe<br />

porque Dios es el Padre y el Hijo, pero no existe "aunque" Dios sea el Padre y el Hijo. Por<br />

consiguiente, al ser Dios Aquel que se impone a sí mismo y que es por sí mismo, es decir, el Dios<br />

en su divinidad, resulta que es distinto en sí mismo y sin embargo en sí mismo igual. De aquí que<br />

4 Ef. 3:15.<br />

5 El Espíritu que procede del Padre e, igualmente, del Hijo.<br />

6<br />

Vínculo del amor.<br />

24

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