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KARL BARTH - Escritura y Verdad

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Bosquejo De Dogmática<br />

por la cual han sido hechas todas las cosas. De aquí procede también el sentido de la creación, y<br />

por eso dice la Biblia al principio: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra, y Dios dijo:<br />

Hágase...” ¡Oh, ese inaudito-hablar de Dios en aquellos extraños primeros capítulos de la Biblia!<br />

No se piense que cuando Dios habló así, nos hallamos ante la palabra mágica de un<br />

"Todopoderoso" que de esa manera hizo surgir los mundos, sino hay que escuchar y saber que<br />

Dios habla concretamente, según testimonia la Sagrada <strong>Escritura</strong>; y en tanto eso era la realidad de<br />

Dios desde un principio, se hizo todo cuanto existe: La luz y el cielo, la tierra, las plantas y los<br />

animales y, por último, el hombre.<br />

Si inquirimos el fin de la creación, preguntando: — ¿Y para qué todo eso, el cielo y la<br />

tierra y las criaturas; yo no sabría contestar sino esto: —Para ser el escenario de la gloria divina.<br />

He aquí el sentido de ello: que Dios sea glorificado. Doxa, gloria, significa sencillamente:<br />

Revelarse. Dios quiere hacerse visible en el mundo y, así considerado, el crear es un "hacer" de<br />

Dios lleno de sentido. "He aquí, todo era muy bueno". A pesar de todas las objeciones que<br />

puedan hacerse contra la realidad del mundo, la bondad de éste consiste, indiscutiblemente, en<br />

que puede ser el escenario de la gloria de Dios, y el hombre el testigo de dicha gloria. Hemos de<br />

desistir de querer saber de antemano lo que es la bondad y no hemos de murmurar si el mundo no<br />

corresponde a ella. El mundo es lo bastante bueno para aquello que Dios lo ha hecho. Por eso<br />

dice de él Calvino que es "el teatro de su gloria" (theatrum gloria; Dei). El hombre, empero, es<br />

testigo y puede presenciar cómo Dios es glorificado, pero no solamente como testigo pasivo, sino<br />

que él debe también dar fe de lo que ha visto. Así es la naturaleza del hombre, el cual está<br />

capacitado para ser precisamente eso: Testigo de las obras de Dios. Esta intención divina le<br />

"justifica" a Dios como Creador.<br />

Capítulo IX<br />

CIELOS Y TIERRA<br />

El ciclo es la criatura incomprensible para el hombre, y la tierra es la criatura<br />

comprensible. El hombre mismo es la criatura del límite entre el cielo y la tierra. La alianza entre<br />

Dios y el hombre es el sentido y la honra, el fundamento y la meta de los cielos y de la tierra y de<br />

todas las criaturas.<br />

El Credo dice: "Creador de los cielos y de la tierra". Seguramente, puede decirse que en<br />

ambos conceptos de cielos y tierra, tanto por separado como en conexión, se nos muestra la<br />

doctrina cristiana que podría llamarse doctrina de la criatura. Ambos conceptos no significan, sin<br />

embargo, la equivalencia de lo que hoy solemos denominar una imagen del mundo, si bien puede<br />

decirse, que en ellos se refleja algo de la antigua concepción del mundo. No es cosa, ni de la<br />

Sagrada <strong>Escritura</strong>, ni de la fe cristiana —de cuyo objeto hemos de ocuparnos— el hacerse<br />

representantes de una imagen del mundo determinada. La fe cristiana no está sujeta a ninguna<br />

imagen de ese género, ni antigua ni moderna. Y en cuanto al Credo cristiano, ha pasado en el<br />

transcurso de los siglos por más de una concepción del mundo, y sus representantes siempre<br />

estuvieron menos bien aconsejados cada vez que pensaban si una u otra concepción del mundo<br />

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