Joaquim Gomis en la FundaciÃ³ MirÃ³ - Diario de Ibiza

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24 La miranda Libros VIERNES 27 DE ABRIL DE 2012 DIARIO de IBIZA Bibliotecas de autor Las bibliotecas de veinte autores contemporáneos, la historia de una librería ambulante o una selección de las críticas literarias erróneas sobre un mismo título. Son algunos libros que hablan sobre libros que reunimos en estas páginas. POR ALFONSO VÁZQUEZ La editorial Errata Naturae ha recuperado hace poco esta brillante panfleto contra los eruditos a la violeta, llamado ‘El bibliómano ignorante’, escrito en el II siglo de nuestra era por ese sarcástico e imaginativo escritor llamado Luciano de Samosata, que escribía lo siguiente: «Tú crees que por comprar compulsivamente los mejores libros vas a parecer una persona con cultura». La compra compulsiva de libros, afortunadamente, no siempre busca la fatua exhibición. Adquirir libros porque sus lomos dorados pegan bien con el salón no entra en el horizonte vital de, por ejemplo, la neoyorquina Anne Fadiman, quien en 2000 publicó en Alba Editorial un delicioso librito titulado ‘Ex Libris’, en el que se confiesa como lectora y amante de los libros. Las obras que hablan sobre los hábitos lectores y las bibliotecas se han convertido en un frondoso género con mucho éxito entre los lectores que siguen venerando los libros de papel y los metros y kilómetros de baldas que aguardan una nueva lectura. En los últimos años han sido legión las obras publicadas sobre esta leída materia. Digno de conservarse para siempre en una biblioteca es, precisamente, ‘La biblioteca de noche’, de Alberto Manguel (Alianza Editorial, 2007), casi una tesis doctoral, nada plúmbea, sobre estos espacios que tanto fascinaron a Borges a través de la historia y la imaginación. Es casi una biografía literaria o bibliófila, en la línea del turco Enis Batur, que hizo lo propio con ‘Las bibliotecas de Dédalo’ (Errata Naturae, 2009), aunque un tono más irónico y festivo es el que proporciona Claude Roy en su obrita ‘El amante de las librerías’ (Olañeta, 2011), que se lee casi en un trayecto de autobús y sin que aparquemos la sonrisa. Un enfoque incluso más personal y volcado en su infancia es el que nos regala la escritora italiana Giulia Alberica, en ‘Los libros son tímidos’, editado por Periférica. En España el mejor representante de este género tan exótico y metaliterario (o metalibrero) como atractivo es el escritor y periodista Jesús Marchamalo (Madrid, 1960). Una de sus obras sobre la materia, ‘Tocar los libros’, llegó a convertirse para muchos lectores y bibliófilos en un obscuro objeto de deseo. Su origen se encuentra en una conferencia que el autor dio en Valladolid hace una década. La charla le gustó tanto al propio conferenciante que la ofreció al Centro de Profesores de Cuenca, responsable de la colección Cuadernos de Mangana, para que se convirtiera en librito, una edición no venal de 750 ejemplares que fue devorada y –ante la falta de ejemplares– fotocopiada hasta la extenuación. La segunda vida de ‘Tocar los libros’ llegó en 2008, en una colección del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, acompañada de un prólogo de Luis Mateo Díez. Los mil ejemplares se agotaron a los seis meses. Y llegó la tercera oportunidad, en una editorial distinta, Fórcola, que publicó la obra en 2010, en la que Marchamalo teoriza sobre el amor a los libros y lo que ello implica: su almacenamiento, en muchas GIULIA ALBERICO Los libros son tímidos Traducción de Francisco de Julio Carboles PERIFÉRICA, 128 PÁGINAS, 16,50 € CLAUDE ROY El amante de las librerías Traducción de Esteve Serra JOSÉ J. DE OLAÑETA, 49 PÁGINAS, 6 € JESÚS MARCHAMALO Donde se guardan los libros SIRUELA, 224 P., 18,95 € / E-B., 9,99 € Biblioteca. MANU MIELNIEZUK ocasiones, una imparable colonización que va llenando el salón, el cuarto de estar, pasillos, sótanos y habitaciones, de nuevas estanterías y libros. Lo cierto es que esas colecciones se convierten, como dijo Margarite Duras, en el mejor reflejo de su propietario, lo que mejor nos desvela su personalidad, y al mismo tiempo configura muchas veces su historia lectora, esos primeros libros que leyó de niño o esos autores que durante un tiempo disfrutó y que se han quedado como estratos geológicos de un irrecuperable pasado lector. Donde se guardan los libros Muchas de estas pistas personales se adivinan en su estupenda obra ‘Donde se guardan los libros’, que ha publicado la editorial Siruela, con la colaboración de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Se trata de una recopilación de reportajes publicados originalmente en el suplemento cultural de ABC, más cinco añadidos, en la que visita las bibliotecas de 20 autores que escriben en español. «El inspector de los libros» le llama con sorna Antonio Gamoneda, uno de los inspeccionados. La obra cuenta además con el atractivo fetichista de incluir decenas de fotos de esas bibliotecas de autor, aunque quizás les suene la que ocupa el salón de Javier Marías, pues sirvió de modelo para algunas revistas y suplementos de decoración. Con verdadera elegancia e ironía, trenzando el repaso a las baldas y torres de libros con anécdotas y pinceladas literarias, Marchamalo hace que nos sintamos como en casa, y eso que entramos en las de autores como Fernando Savater, Soledad Puértolas, Gustavo Martín Garzo, Enrique Vila-Matas o Mario Vargas Llosa. En el fondo, al conocer sus libros, entramos en lo más íntimo y conocemos sus distintas maneras de ordenarlos, el trato que les deparan, si conservan todos los que reciben o compran o si se desprenden de ellos con facilidad y también cómo los disponen. Uno de los casos más poéticos es la disposición de la biblioteca de Juan Eduardo Zúñiga, que en la zona más helada de la casa tiene, como es lógico, la literatura rusa. Otros escritores como Arturo Pérez-Reverte, con una impresionante biblioteca de 30.000 libros –en la línea de la de Luis Alberto de Cuenca– evidencian que son amantes del orden libresco aunque no hasta los extremos de Javier Marías, que ordena sus autores por orden cronológico y para no perderse, cuenta con un listado en el que aparecen la fecha de nacimiento y en su caso, de fallecimiento, del escritor. Delicioso es el cíclico desprendimiento de libros que realiza Luis Landero, quien dos veces al año deja un saco de libros en un banco del barrio de Chamberí, de Madrid, para que sean otros lectores quienes disfruten de ellos. Y sin embargo, manías y anécdotas aparte, en todos ellos se adivina el mismo sustrato libresco. Existe un poso común de libros, una biblioteca compartida, diferencias aparte, formada por los grandes clásicos de todos tiempos, desde Homero a Faulkner, desde Cervantes a Hemingway pasando por Montaigne, Stevenson o Dumas. Son veinte miradas distintas, fascinantes, pero con un patrimonio lector común. Para completar este viaje, Jesús Marchamalo nos propone una visita a un escritor que no puede enseñar personalmente su biblioteca pero que forma parte de ese sustrato común de los grandes clásicos. La editorial Fórcola ha sido la encargada de publicar ‘Cortázar y los libros’, un paseo propio de un CSI de la lectura por la biblioteca personal del gran autor argentino, cuyos fondos, donados por su viuda, se encuentran en la Fundación March. Gracias a Marchamalo, tenemos la dicha de curiosear entre sus estantes, hojear libros, ver notas, contemplar dibujos, leer dedicatorias y esos apuntes que no dejaba de practicar en toda obra que llamase la atención al autor de ‘Rayuela’ y que denotan un ímpetu casi adolescente por saber y por dialogar con el autor –a veces, por imprecarlo–. Con una portada que reproduce algunos de los libros de Cortázar, la preciosa edición está cuajada de fotografías y dibujos extraídas de la biblioteca del creador de los Cronopios, en la que destacan los más de 500 volúmenes dedicados al argentino por sus compañeros de letras. Es conmovedora, por ejemplo, la estrecha amistad que se deduce de las dedicatorias de Lezama Lima o de Octavio Paz, aunque igual de llamativa es la ausencia de libros dedicados de su paisano Jorge Luis Borges. En suma, un paseo exquisito que pone la guinda a un género que quizás el libro electrónico convierta, en próximas décadas, en un extraño modo de disfrutar de la vida. Tocando los libros.
DIARIO de IBIZA VIERNES, 27 DE ABRIL DE 2012 Entrevista La miranda 25 Fernando Delgado | ESCRITOR «Me gustaría conocer al confesor de políticos corruptos» El escritor canario regresa a la novela con una historia construida a partir de unas confesiones radiofónicas Alfons García El rostro del Telediario en los noventa, Fernando Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947), que publicó su primera novela en 1973, vuelve a la radio en su último libro, ‘También la verdad se inventa’, recién editado por Planeta, una historia construida a partir de las confesiones a un programa nocturno. —¿Qué pretende con el fresco de identidades confusas que es esta novela —La identidad es una constante en todas mis novelas. No creo que mintamos cuando hablamos de nuestras vidas inventadas. De pequeño era muy dado a sentirme un día maestro y otro, cura, y sé que otros cultivan personajes de adultos. Esa convivencia nos enriquece y a veces nos reconocemos mejor en ellos que en el personaje real. De pequeño era muy dado a sentirme un día maestro y otro, cura, y sé que otros cultivan personajes de adultos El pesimismo es una forma de lucidez. Carlos Castilla del Pino decía que para vivir es necesaria la alucinación De la televisión se dijo que era una caja tonta y hemos visto series magníficas, incluso en el franquismo —«La vida es renuncia y elección», «un cúmulo de acabamientos», dicen los personajes de «También la verdad se inventa». ¿Se puede ser maduro y no ser pesimista —El pesimismo es una forma de lucidez. Carlos Castilla del Pino decía que para vivir es necesaria la alucinación, porque una asunción plena de lo que es la vida nos lleva a la depresión. —¿El español es más lengua de dinero y subvención que de arte —El dinero y la subvención alcanzan a todos, no creo que sea especialmente español, pero si juzgamos lo ocurrido en tiempos recientes, quizás también. —«Si algo admiro de los católicos es su capacidad de simulación», dice su Alma. ¿Lo comparte —Sí. El católico estereotipo lleva una vida de simulación con frecuencia para parecer virtuoso en el tiempo entre confesión y confesión. Me gustaría conocer al confesor de políticos corruptos. Si lo logro algún día, procuraría hacer una novela. —¿La relación importante es aquella en la que el sexo no es lo primero —El sexo es siempre fundamental, porque la sexualidad nos explica, pero no tiene por qué ser lo primero; a veces es la consecuencia. No sé si hay imaginación sin sexo, pero sexo sin imaginación seguro que no. —¿El sexo es el eje oculto de nuestras vidas, porque en el libro hay mucho sexo —No tendría que ser tan oculto. Lo que pasa es que no nos acercamos a él con naturalidad y limpieza. Hacerlo sin miedo nos haría a todos más naturales. Fernando Delgado. FERNANDO BUSTAMANTE —En nombre del amor se siguen cometiendo crímenes, pero su prestigio nunca resulta dañado. ¿Es la evidencia de que es indispensable para vivir —Es la evidencia de que es lo menos controlable y racional, lo más instintivo. El amor lo abarca todo y no siempre es limpio y decente: puede ser una verdadera cloaca que se te viene encima. —Dice Don Mario (Vargas Llosa) que es una tragedia que la cultura acabe en entretenimiento. ¿Siente también que la literatura se ha banalizado —Sí. Los medios de comunicación hemos de ser más autocríticos. Me asombra que la prensa seria trate de banalizarse igual que otros medios de comunicación. Publiqué mi segunda novela en los 80 en una editorial comercial y hoy no me la publicaría nadie. Lo mismo dice don Mario de alguna suya. Hoy duramente se abriría paso una novela experimental, con una expresión original. Leer cuesta y la gente no está mucho por ello en esta sociedad del sin esfuerzo, cuando las imágenes se creen material suficiente para el juicio. —¿Es entonces crítico con las nuevas tecnologías —Soy crítico con la idiotez humana. De la televisión se dijo que era una caja tonta y hemos visto series magníficas, incluso en el franquismo. —Cumple 40 años publicando, ¿siente nostalgia de aquel mundo literario, de más carne y menos plástico —No soy nostálgico. En lo literario he podido tener amigos como Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño, Francisco Brines, José Hierro. Con esa gente he vivido una vida cercana y familiar, porque entonces el mundo literario era muy de amigos. Le preguntaba a Luis Antonio de Villena qué pasa ahora y me decía que es más difícil que esa relación se produzca, porque somos más. —Veinte años en Valencia, ¿alguna conclusión sobre esta sociedad —Es muy abierta y acogedora, donde uno se siente muy integrado y convive con facilidad con las dos lenguas. Como defecto tiene los que vemos en los periódicos y que son comunes a otras comunidades, pero aquí lo bueno y lo malo es muy exagerado. Valencia es una gran exageración. Por eso es muy difícil hacer una narración realista de la vida pública valenciana; no la pueden escribir Galdós ni Blasco Ibáñez, es para Valle Inclán, porque es un gran esperpento. Pero. oiga, que lo digo sin antipatía a un lugar que me ha acogido tan bien.
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