Joaquim Gomis en la Fundació Miró - Diario de Ibiza

26 La miranda Danza
VIERNES 27 DE ABRIL DE 2012
DIARIO de IBIZA
Rocío Osuna. ELIO GONZÁLEZ
El tesoro y la bailaora
RUBÉN TEJERINA
A pocos kilómetros de Sevilla, en el término
municipal de Camas, siendo el año
cincuenta y ocho, unos obreros rebajando
un terreno en el que trabajaban, encontraron
un lebrillo de barro cocido con
unos extraños objetos en su interior. Se repartieron
el botín sin parecerles muy valioso,
tanto es así que uno de ellos rompió
una de las piezas para demostrar a los
otros que no eran de oro.
Aquel descubrimiento resultó ser el
llamado posteriormente tesoro del Carambolo,
unos brazaletes, petos y joyas,
veintiuna piezas de oro de veinticuatro
quilates de origen tartésico, datado entre
los siglos VI y III antes de Cristo. Algunos
afirman que esa civilización podría
ser considerada como los primeros
andaluces.
De la nada, como esperando ser descubiertos,
así por azar, como tantas veces
ocurre en la vida, uno encuentra tesoros
donde menos se lo espera. Y he querido
comenzar mis líneas de hoy de esta manera,
porque como esos trabajadores, ajenos
a lo que tenían tan cerca, así me pasó
a mí con Rocío Osuna.
Hace poco pasé una tarde con ella, joven
mujer de danza, con unos ojos azules,
tan azules que si miras con detenimiento
se ven los peces en el fondo de su mirada
nadando en círculos alrededor de la pupila.
Hablamos, café de por medio. Nos
conocíamos en superficie, los dos somos
sevillano/ibicenco/madrileños; habíamos
compartido instituto y algún acto que
la Casa Andaluza en Ibiza había organizado,
y residir en la misma ciudad obligaba,
con gusto, a tarde de conversación.
Rocío llega a Madrid en 1998, sin problemas
ingresa en el Real Conservatorio
Profesional de Danza, donde compagina
sus estudios artísticos con los de magisterio
(ya se sabe, los artistas dudan de poder
ganarse la vida con su pasión y hay
que tener las espaldas cubiertas con cualquier
otra cosa).
Éxitos artísticos
En una clase abierta, la primera figura Antonio
Márquez descubre a Rocío, y no
duda en proponerle formar parte de su
compañía. Allí, durante dos años, participa
en algunos espectáculos como ‘Boda
Flamenca’, ‘Sombrero de tres picos’ o ‘Bolero
de Ravel’ que le llevan a bailar por
medio mundo.
De nuevo otro grande queda cegado
por el talento de esta mujer. Carlos Saura
la invita a formar parte de su película ‘Iberia’,
donde compartirá elenco con artistas
del porte de Manolo Sanlúcar, Sara Baras,
Antonio Canales o el recientemente desaparecido
Enrique Morente.
Por el 2005, una vez más, alguien queda
sorprendido por esta leona de melena
roja, la bailarina y coreógrafa Aida Gómez,
con la que también colaboró en la película,
le plantea unirse a su cuerpo de baile.
En esta nueva compañía, Rocío participará
en ‘Salomé’, ‘Carmen’, ‘Permíteme
bailarte’ o ‘La buena memoria’, entre
otros espectáculos aclamadísimos por el
público.
Recientemente ha compartido escenario
con Joaquín Cortés, quien tampoco ha
querido privarse de tenerla bailando cerca,
y es que no hay música que el cuerpo
de esta mujer no comprenda.
Cadera y manos, piernas y mirada, desde
el primer sonido la música y esta mujer
son indivisibles, se mecen mutuamente,
se respiran la una a la otra, se
acompañan como solo saben hacerlo dos
que se aman hasta las entrañas.
Rocío es hija de andaluces. Allá por los
sesenta, cuando se dio la explosión turística
en Eivissa y hacían falta hoteles, su
abuelo llegaba a la isla como cristalero a
trabajar en las nuevas construcciones.
Como tantas familias, aquel esfuerzo de
dejarlo todo para ganarse el pan durante
un tiempo, significó dejar su tierra para
siempre.
Rocío es el resultado de la tercera generación
de aquellos andaluces de Sevilla,
La Puebla de Cazalla, Rute, Granada,
Cádiz, de aquellos tartessos que llegaron
a las pitiusas con necesidad e ilusión a
sembrar su Tesoro del Carambolo.
Rocío es otro de los maravillosos frutos
que la emigración ha dado a esta isla. Como
dice la canción: «Ay Rocío, mi Rocío…»
«Cadera y manos, piernas y mirada, desde
el primer sonido la música y esta mujer son
indivisibles, se mecen mutuamente, se respiran
la una a la otra, se acompañan como solo saben
hacerlo dos que se aman hasta las entrañas»