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La Lucha contra el Zarismo - Indymedia Argentina

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una monarquía constitucional “a la inglesa”, en la<br />

que, naturalmente, ejercería <strong>el</strong> poder. Abrumada por<br />

los impuestos, presa en los tiempos de paz, en la<br />

época de la prosperidad europea, de hambres periódicas,<br />

desmoralizada por <strong>el</strong> monopolio d<strong>el</strong> vodka,<br />

explotada brutalmente por popes, policías, burócratas<br />

y grandes propietarios, la masa rural acogía<br />

con fervor, después de más de medio siglo, los<br />

llamamientos de los revolucionarios: “¡Campesino,<br />

apodérate de la tierra!” Y como esta masa proporcionaba<br />

al ejército la inmensa mayoría de sus efectivos,<br />

la carne de cañón de Lyaoyang y Mukden,<br />

así como los verdugos de todas las sublevaciones,<br />

<strong>el</strong> ejército, trabajado por las organizaciones militares<br />

de los partidos clandestinos, ese ejército mantenido<br />

en la obediencia por los consejos de guerra<br />

y por “<strong>el</strong> gobierno d<strong>el</strong> puñetazo en <strong>el</strong> hocico”, bullía<br />

de amargura. Una clase obrera todavía joven,<br />

multiplicada tan rápidamente como se desarrollaba<br />

la industria capitalista, privada d<strong>el</strong> <strong>el</strong>emental derecho<br />

de hablar sus idiomas propios, de conciencia,<br />

de organización, de prensa (derechos que eran desconocidos<br />

por <strong>el</strong> antiguo régimen ruso), ignorante<br />

de los engaños d<strong>el</strong> régimen parlamentario, viviendo<br />

en cuchitriles, recibiendo salarios bajos, sometida<br />

al policía arbitrario, en resumen, colocada frente<br />

a las nuevas realidades de la lucha de clases, tomaba<br />

más clara conciencia de sus intereses cada<br />

día que pasaba. Treinta nacionalidades alógenas, o<br />

vencidas por <strong>el</strong> imperio, privadas d<strong>el</strong> <strong>el</strong>emental derecho<br />

de hablar sus lenguas, colocadas en la imposibilidad<br />

de tener una cultura nacional, rusificadas<br />

a golpes de látigo, no eran mantenidas bajo <strong>el</strong> yugo<br />

más que por constantes medidas represivas. En Polonia,<br />

en Finlandia, en Ucrania, en los países bálticos,<br />

en <strong>el</strong> Cáucaso, se gestaban revoluciones nacionales,<br />

prestas a aliarse con la revolución agraria,<br />

la insurrección obrera, la revolución burguesa...<br />

<strong>La</strong> cuestión judía surgía por todas partes.<br />

En la cúspide d<strong>el</strong> poder, una dinastía degenerada<br />

rodeada de imbéciles. El p<strong>el</strong>uquero F<strong>el</strong>ipe cuidaba<br />

mediante <strong>el</strong> hipnotismo la salud vacilante d<strong>el</strong> presunto<br />

heredero. Rasputín quitaba y ponía ministros<br />

desde sus habitaciones privadas. Los generales<br />

robaban al ejército, los grandes dignatarios saqueaban<br />

<strong>el</strong> Estado. Entre este poder y la nación,<br />

una burocracia, innumerable, que vivía sobre todo<br />

d<strong>el</strong> cohecho.<br />

En <strong>el</strong> seno de las masas, las organizaciones revolucionarias,<br />

amplias y disciplinadas, activas constantemente,<br />

poseedoras tanto de una vasta experiencia<br />

como d<strong>el</strong> prestigio y d<strong>el</strong> apoyo de una magnífica<br />

tradición... Tales eran las fuerzas profundas<br />

que trabajaban por la revolución. ¡Y <strong>contra</strong> <strong>el</strong>las,<br />

en la vana esperanza de impedir la avalancha, la<br />

Ojrana tensaba sus d<strong>el</strong>gados alambrados!<br />

En esta deplorable situación, la policía obraba<br />

sabiamente. Bueno, lograba, digamos, “liquidar” a<br />

la organización socialdemócrata de Riga. Setenta<br />

capturas decapitaban al movimiento en la zona. Imaginémonos<br />

por un momento una liquidación total.<br />

Nadie ha escapado. ¿Y luego<br />

Para comenzar, estas setenta capturas no dejaban<br />

de ser advertidas. Cada uno de los militantes<br />

estaba en r<strong>el</strong>ación con por lo menos una docena<br />

de personas. Setecientas personas, cuando menos,<br />

se hallaban repentinamente encaradas con este<br />

hecho brutal: la captura de gentes honestas y valientes,<br />

cuyo crimen consistía en querer <strong>el</strong> bien común...<br />

El proceso, las condenas, los dramas privados<br />

que conllevan, provocaban una explosión de<br />

simpatía e interés hacia los revolucionarios. Si alguno<br />

de <strong>el</strong>los lograba hacer oír una voz enérgica<br />

desde <strong>el</strong> banquillo de los acusados, podía decirse<br />

con certeza que la organización, al conjuro de esta<br />

voz, renacería de sus cenizas. Era cuestión de tiempo.<br />

Luego, ¿qué hacer con los setenta militantes presos<br />

No se podía más que encerrarlos durante un<br />

largo tiempo o deportarlos a las regiones desiertas<br />

de Siberia. Bueno, en la prisión -o en Siberia- hallan<br />

camaradas, maestros y alumnos. Los ocios obligatorios<br />

los dedican al estudio, a la formación teórica<br />

de sus ideas. Sufriendo en común se endurecen,<br />

adquieren temple, se apasionan. Tarde o temprano,<br />

evadidos, amnistiados -gracias a las hu<strong>el</strong>gas<br />

generales- o liberados provisionalmente, se<br />

reintegrarán a la vida social como revolucionarios<br />

“veteranos” o “ilegales”, ahora mucho más fuertes<br />

que nunca. No todos, claro. Algunos morirán en <strong>el</strong><br />

camino; dolorosa s<strong>el</strong>ección que tiene su virtud. Y<br />

<strong>el</strong> recuerdo de los amigos desaparecidos hará intransigentes<br />

a los que sobrevivan...<br />

En fin, una liquidación nunca es total. <strong>La</strong>s precauciones<br />

de los revolucionarios preservarán<br />

a algunos. Los mismos intereses de la pro- 23

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