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¿qué escribimos cuando escribimos? - La Hoja Volandera

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LA HOJA VOLANDERA<br />

RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA<br />

Correo electrónico sergiomontesgarcia@yahoo.com.mx<br />

En Internet http://www.lahojavolandera.com.mx<br />

¿QUÉ ESCRIBIMOS<br />

CUANDO ESCRIBIMOS<br />

Alejandro Montes*<br />

1975-<br />

El problema de la escritura,<br />

es el problema de la representación,<br />

del referente, de la imagen de la realidad<br />

que nos hacemos con las palabras<br />

*Alejandro Montes , profesor-investigador UACM<br />

Muy pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre la práctica de la escritura; por lo regular<br />

creemos que sólo es un simple medio de comunicación que implica normas gramaticales<br />

o descripciones orientadas a la llana declaración de mensajes. Realmente esta actividad<br />

conlleva una serie de momentos que delatan nuestro pensamiento, nuestra forma de ser y<br />

hacer en el mundo. El siguiente ensayo contiene reflexiones que giran alrededor de este<br />

problema e intenta ser un espacio para que el lector se sume en esta problemática.<br />

I. Pensamiento y escritura, relación primaria<br />

<strong>La</strong> historia de la humanidad se puede reflejar en la historia de la escritura, pues el proceso<br />

humano de comunicación conlleva la necesidad del empleo de sistemas gráficos donde ya<br />

hay un uso consciente de signos. Por esto, significar, grosso modo, es una manera de representar<br />

la realidad de una forma abstracta para darle algún tipo de valor que lo caracterice<br />

en sí mismo. ¿Pero qué buscamos al escribir De cierta forma, materializar lo que pensamos,<br />

pues el hombre ha desarrollado la facultad de vincular sus ideas y hacer de ellas un<br />

signo, es decir, una expresión artificial para establecer una relación intencional entre lo pensado<br />

y lo escrito.<br />

Pensar y escribir tienen muchas dimensiones; una de ellas es su relación operacional<br />

entre el qué se piensa y el cómo se expresa. En este punto podríamos decir que la escritura<br />

Julio 10 de 2007


LA HOJA VOLANDERA<br />

http://www.lahojavolandera.com.mx<br />

¿QUÉ ESCRIBIMOS CUANDO ESCRIBIMOS<br />

se asemeja al utensilio del pensamiento donde simplemente sirve como continente del<br />

contenido (forma y fondo), esto es, el pensamiento sólo puede expresarse con la ayuda de<br />

la escritura. Pero sin llegar a tal reduccionismo, la escritura también encarna la facultad cognoscitiva<br />

del ser humano ya que es una actividad creativa que forja al pensamiento y se deja<br />

concebir por él; <strong>cuando</strong> <strong>escribimos</strong> lo que pensamos estamos haciendo una representación<br />

gráfica de nuestras imágenes mentales, pero, simultáneamente, también configuramos<br />

nuestro pensamiento.<br />

Muchos ya han planteado este conflicto; unos dicen que el pensamiento es autónomo<br />

de la escritura y otros sostienen lo contrario. Argumentos que enmarcan al pensamiento como<br />

algo independiente a la lengua, pues en sí mismo tiene estructuras, categorías y conexiones<br />

que no necesariamente son resultado del hecho de escribir; por otro lado están las<br />

posturas donde el pensamiento no tiene un espacio interior para ser ordenado antes que<br />

las palabras y, en tal caso, la escritura adquiere la manera de formularlo y realizarlo. En mi<br />

caso, encuentro una relación dialéctica entre ambos, pues la escritura también hace al<br />

pensamiento desde el primer momento que lo expresa y articula (y de cierta manera lo modifica).<br />

El pensamiento, al igual que la escritura, no son una mera reproducción del entorno<br />

sino un amplio resultado de disposiciones internas donde hay una interacción con lo externo<br />

para construir y expresar un modelo de realidad.<br />

Y dentro de los posibles modelos de realidad, el hombre comunica a los demás lo<br />

que siente y razona, lo que cree y no cree, lo que encuentra cierto o falso; en este sentido,<br />

no se puede desmarcar tan fácilmente la actividad representativa de la escritura de la del<br />

pensamiento, pues conlleva una realización especial del ser humano donde es reconocido<br />

ante su comunidad. Cuando <strong>escribimos</strong> proyectamos una parte de nosotros mismos donde<br />

el otro, es decir, quien lee, entiende e interpreta. Ahora, pues, la escritura toma el lugar de<br />

nosotros ante el lector porque se transluce nuestra forma de ser y pensar detrás de las palabras.<br />

Por tal motivo, la escritura se asume como un medio social tripartito: “a) para conocerse<br />

a sí mismo, b) para darse a conocer ante los demás y, c) para conocer a los demás”<br />

(Bazán y de la Mora, 1973:11). En este sentido, tal vez, el origen de la escritura se encuentre<br />

en la necesidad básica del hombre por entenderse y entender su relación con el otro a<br />

través de una representación gráfica del pensamiento.<br />

Englobar a la escritura dentro de estos tres incisos equivale a mirarla como un hecho<br />

de comunicación interpersonal donde se faculta al conocimiento dentro de una convivencia<br />

social que permite al hombre relacionarse con sus semejantes a partir de una realidad expresivamente<br />

lingüística. Bajo esta óptica, la escritura es un puente interno de reflexión, pero<br />

también externo de comunicación que concede la presencia de el otro, esto es, el ser humano<br />

siempre ha tenido la necesidad de comunicarse con los demás y, por ende, surge la<br />

experiencia que nos puede relacionar con nuestros congéneres:<br />

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¿QUÉ ESCRIBIMOS CUANDO ESCRIBIMOS<br />

El hombre, ser social, ha buscado siempre la comunicación con<br />

los demás, y precisamente la ha obtenido de diversas maneras.<br />

El otro no ha sido en la vivencia humana una realidad inexpresiva<br />

e indiferente, pues muchas veces ese otro se ha convertido<br />

en un tú amistoso o conflictivo. Al otro siempre se le ha<br />

visto como un posible reciprocador de un diálogo, entendiendo<br />

esta palabra en su más amplio sentido. <strong>La</strong> comunicación del<br />

hombre con sus semejantes no es sólo tan antigua como la<br />

humanidad, sino necesaria; y en ella es preciso descubrir la<br />

respuesta a una estructura ontológica del ser humano (Salcedo,<br />

2001:79).<br />

Entonces, pues, la escritura ocupa un lugar primordial en las relaciones humanas ya<br />

que puede motivar un intercambio con las demás personas que también viven en este mundo.<br />

Creo que cualquier pensamiento debe ser comunicado para que realmente exista en totalidad,<br />

sin la parquedad de la soledad o el aislamiento, por esto, la escritura nos acerca al<br />

pensamiento propio y ajeno.<br />

Por otra parte, se ha dicho que la relación entre el pensamiento y la escritura se liga<br />

“a concretas necesidades derivadas del hecho económico, político, administrativo, religioso<br />

o jurídico”(Castillo, 2004:16), de culturas del Próximo Oriente Antiguo, la hipótesis es<br />

correcta, pero muy lineal porque no incluye centralmente la necesidad social del ser humano<br />

de mostrarse ante los demás como alguien que describe el mundo, su mundo, por medio de<br />

la escritura. Y al narrarlo también lo hace. Desde el punto de vista de la pragmática, usar el<br />

lenguaje (sea oral o escrito) es hacer cosas ya que involucra acciones que pueden ser<br />

ejecutadas. 1<br />

<strong>La</strong> narrativa surgida del hecho de escribir sobre nuestro mundo, sobre lo que nos pasa<br />

en nuestro contexto histórico, aplica dos principios: el de contar y el de mostrar. Cada<br />

uno por su parte tiene su propio valor, pero en la actividad de la escritura la forma de contar<br />

formula la idea de construir un discurso propio que plantea cuestiones como postura, ideología,<br />

punto de vista, ética..., a diferencia de mostrar que sólo se centra en enseñar las características<br />

más importantes de algo. Por añadidura, <strong>cuando</strong> contamos alguna acción que<br />

pasó, de cierta forma, otra vez la estamos haciendo verbalmente, es decir, re-creamos a<br />

nuestra manera lo que hemos podido percibir del mundo que nos rodea.<br />

Y al re-crear a nuestra manera hacemos la realidad referida bajo nuestras pautas y nuestras<br />

apreciaciones, con mecanismos que nos permiten afirmar o no significativamente lo que<br />

aludimos con palabras. Por esto, creo que el nexo que nos une con las cosas se da en el<br />

lenguaje, en la capacidad de fijación que hay en los signos que usamos al escribir y al hablar.<br />

¿Pero qué fijamos Fijamos lo que percibimos, lo que experimentamos, lo que encon-<br />

1<br />

<strong>La</strong> idea central de Austin en Cómo hacer cosas con palabras radica en que “decir es hacer algo” porque no solamente comunicamos<br />

sino actuamos y realizamos acciones físicas o mentales donde los verbos performativos dan la pauta.<br />

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¿QUÉ ESCRIBIMOS CUANDO ESCRIBIMOS<br />

tramos como cierto o falso, lo que vemos y oímos, en fin, lo que tenemos frente a nosotros<br />

como seres humanos que somos.<br />

Al respecto, brota una característica intrínseca en la actividad del hombre: la de narrar<br />

a partir de su existencia. Sin caer en teorías filosóficas, <strong>cuando</strong> se escribe se hace un contacto,<br />

sui generis, con las cosas, esto es, las experimentamos en su ausencia. A través del<br />

acto de escribir atraemos la presencia de lo que significamos por la palabra y, paralelamente,<br />

nos separamos de las cosas referidas por el hecho de ponerlas en distancia<br />

por ser de carácter convencional y abstracto. ¿Y qué significa todo esto Que quien escribe<br />

hace “el paso de la vida al lenguaje [y esto] es lo que constituye las Ideas” (Deleuze,<br />

1997:17). Ejemplo: Toda el agua del río Nilo está contenida en la palabra Nilo, paráfrasis<br />

del poema de Borges, que nos muestra cómo la escritura es una convención y costumbre<br />

social que refiere, contiene y pone a distancia las cosas de las que habla haciendo de ellas<br />

una idea.<br />

Entonces, siguiendo esta línea de argumentación, la abstracción que la escritura hace<br />

de la realidad se convierte en una parte primordial de nuestro objeto de estudio. El punto<br />

no es escribir por escribir sino de qué se escribe, quién, por qué, para qué y cómo lo escribe.<br />

En este sentido, la construcción del referente mencionado no es inocente ni gratuito,<br />

pues hace una suerte de operación mental que manifiesta las cualidades esenciales de un<br />

objeto para configurarlo mentalmente.<br />

Creo que la escritura nos ayuda a educar mejor nuestra mente, nuestros procedimientos<br />

lógicos de estructuras, de radicar e interacturar con los elementos significativos<br />

del texto, de buscar las relaciones generadas por principios de clasificación, en fin, de mirar<br />

con ojos críticos las posibilidades de la escritura. Pero aquí brota una cuestión importante:<br />

la escritura y su relación con la memoria y el olvido.<br />

Una crítica viejísima sobre la relación entre el pensamiento y el origen de la escritura<br />

la hace Platón en el Fedro (274-277), pues cuestiona la relación entre memoria y olvido<br />

que surge en el acto de escribir; la oralidad es negada por la escritura y, en consecuencia,<br />

el ejercicio mental de recordar las ideas para decirlas se va perdiendo gracias a la fijación<br />

de la palabra escrita:<br />

<strong>La</strong> escritura es inhumana al pretender establecer fuera del pensamiento<br />

lo que en realidad sólo puede existir dentro de él. Es<br />

un objeto, un producto manufacturado... [además] la escritura<br />

destruye la memoria. Los que la utilicen se harán olvidadizos al<br />

depender de un recurso exterior por lo que les falta en<br />

recursos internos. <strong>La</strong> escritura debilita al pensamiento (Ong,<br />

2004:82).<br />

El logocentrismo se impone, según Platón, sobre nuestra capacidad mental ya que<br />

merma la facultad de aprehender las cosas por medios mnemotécnicos. El resultado de la<br />

crítica de Platón nos dice que la escritura se impuso sobre la comunicación oral, quebrando<br />

con la transmisión verbal de conocimientos sociales.<br />

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Platón, como filósofo, estaba obligado a problematizar el acto de la escritura y cuestionarlo<br />

como una nueva forma de comunicación, pero ignoró por completo que la escritura<br />

es una tecnología gráfica diseñada para registrar la fugacidad de nuestros pensamientos<br />

dentro de un espacio y un tiempo determinado. Cuando hablamos ejercemos otra habilidad<br />

comunicativa diferente a la escrita, cada una tiene su lógica interna, además de ser una más<br />

huidiza que la otra. En este sentido, la escritura trasciende la oralidad del hombre, pues es<br />

capaz de imprimir nuestros pensamientos en signos que se sobreponen al paso del tiempo,<br />

amén de ejercer otro tipo de memoria visual donde se aplica una manera diferente de ver y<br />

entender las cosas.<br />

Por todo lo dicho líneas arriba, el mundo que nos rodea es el mundo del cual <strong>escribimos</strong>;<br />

por lo tanto, las cosas producen en nosotros imágenes e ideas. <strong>La</strong>s ideas pueden ser<br />

signos de las cosas que vemos y, en consecuencia, necesitan ser representadas para así hacerse<br />

vigentes. <strong>La</strong> relación entre el pensamiento y la escritura es un hecho intrínseco en el<br />

ser humano, pues redefine su postura y visión del mundo (todos tenemos necesidad de comunicar<br />

lo que vemos adentro y fuera de nosotros); manifiesta lo que se quiere y lo se que<br />

piensa, es decir, la escritura es un medio para darse cuenta de lo que uno es.<br />

Hasta aquí con el repaso mínimo de la relación del pensamiento y la escritura, pues<br />

es imprescindible tenerla cercana para comprender más la naturaleza de nuestro tema de<br />

trabajo. Obviamente no termina en este lugar y hay más investigadores que hablan de ella;<br />

en nosotros solamente está retomar sus aspectos primordiales para trabajar con ellos más<br />

adelante e inquietar al lector dentro del tema.<br />

II. <strong>La</strong> intersubjetividad de la escritura<br />

Como se ha planteado en el primer apartado, escribir es una actividad donde reflejamos tres<br />

momentos humanos: i) nos conocemos a nosotros mismos, ii) nos damos a conocer ante los<br />

demás y, iii) conocemos a los demás. Siguiendo esta línea de pensamiento, la práctica de la<br />

escritura se engloba como un hecho comunicativo que tiene una serie de implicaciones donde<br />

el espíritu del hombre se deja ver por medio de las palabras para expresar su sociedad<br />

en movimiento.<br />

El punto en cuestión radica en el valor que adquiere la práctica de la escritura como hecho<br />

comunicativo dentro de la sociedad. No podemos hacer de lado que el nuestro es un medio<br />

plenamente social: vivimos dentro de una ciudad, vamos al trabajo o a la escuela, viajamos<br />

en metro o en coche, vivimos nuestro acontecer histórico y de él relatamos las cosas que<br />

nos pasan, intercambiamos ideas con nuestros semejantes, simplemente d<strong>escribimos</strong><br />

nuestro mundo así como lo vemos. Dentro de este contexto, la práctica de la escritura, como<br />

medio de expresión del pensamiento, se dimensiona en: a) la relación del lenguaje con la<br />

realidad, b) la relación del lenguaje con el sujeto que lo usa y, c) la relación de ese sujeto<br />

con los otros sujetos a partir del uso del lenguaje. 2 En este momento vemos que la práctica<br />

2 Cfr. Paul Ricoeur, “Filosofía y lenguaje”, en Revue Philosophique de la France et de l´etranger, 1978, p.449.<br />

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de la escritura se menciona como un uso especial del lenguaje, de hecho, para Paul Ricoeur,<br />

tal distinción sólo es de grado, pues se aplica en una filosofía del lenguaje donde hay una<br />

simultaneidad entre todas los anteriores. Por lo tanto, al decir que el lenguaje se puede<br />

puntualizar como una práctica de la escritura solamente dimensionamos más nuestro tema<br />

de estudio.<br />

Entonces hay un primer momento esencial en la práctica de la escritura: su relación<br />

con la realidad. Todo escrito hace referencia a algo, lo cual puede ser concreto o abstracto.<br />

Por ejemplo, Alfonso Reyes, al explicar el valor semántico de la literatura, dice:<br />

1°, Proposición filosófica, que se ocupa del ser: El mundo es<br />

voluntad y representación. 2°, Proposición histórica: Napoleón<br />

murió tal día en Santa Elena; el suceder es real y perecedero,<br />

fenece al tiempo que acontece, y nunca puede repetirse. 3°,<br />

Proposición científica: El calor dilata los cuerpos; [es un]<br />

suceder real y permanente. 4°, Proposición poética: Como un<br />

rey oriental el sol expira. No nos importa la realidad del crepúsculo<br />

que contempla el poeta, sino el hecho de que se le<br />

ocurra proponerlo a nuestra atención, y la manera de aludirlo<br />

(Reyes, 1983:82).<br />

Cada uno de los ejemplos de Alfonso Reyes distingue la manera de cómo se enuncia<br />

la realidad a partir de la perspectiva o intención del texto. Si la práctica de la escritura quiere<br />

hacer referencia de un hecho concreto, lo hará a partir de una objetividad con la cosa<br />

mencionada; por el contrario, si se quiere mencionar algo totalmente abstracto se realizará<br />

de una manera más abierta. <strong>La</strong> atención que debemos encontrar en la jerarquización de<br />

Alfonso Reyes es la manera de citar la realidad a partir de la escritura.<br />

Cuando <strong>escribimos</strong> tratamos de hacer una referencia con la realidad que nos rodea<br />

(sea filosófica, histórica, científica, literaria o política), por lo tanto la vinculamos según<br />

nuestro criterio o forma de entender las cosas. He aquí la primera relación subjetiva que hay<br />

entre la práctica de la escritura y su relación con la realidad que expresa: cualquier texto escrito<br />

hace referencia a la realidad y la enuncia según su propia postura. ¿Qué quiere decir el<br />

anterior principio Que toda práctica de la escritura refleja sus preferencias, sus afinidades<br />

o sus desencuentros con la realidad y, por lo tanto, toma una posición ante ello.<br />

Desde mi particular punto de vista, creo que al escribir nos mostramos como somos y,<br />

al mismo tiempo, mostramos lo que pensamos acerca de algo; por lo tanto, se marca una relación<br />

entre el lenguaje y la realidad que nos escolta. Si yo pienso que tal cosa es buena o<br />

mala lo reflejaré en lo que escriba y, tácitamente, enunciaré esa realidad desde mi postura<br />

porque la perspectiva que se da en el acto de escribir construye la realidad que menciona.<br />

Ahora bien, el segundo momento de esta tríada nos habla de la relación de la práctica<br />

de la escritura con el sujeto que escribe. ¿Qué relación puede haber entre uno y otro Una<br />

primera respuesta nos diría que la relación entre el sujeto y lo que escribe es totalmente directa<br />

y unidireccional, llana de cualquier dificultad, pues quien escribe se proyecta en lo que<br />

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escribe (el ser se refleja en el hacer). Hasta aquí no se problematiza con nada, pero si repasamos<br />

lo que nos dice Pedro Salinas (1999), veremos otro enfoque: “la actitud del ser humano<br />

<strong>cuando</strong> escribe, su actitud psicológica, es distinta de <strong>cuando</strong> habla” (Salinas,<br />

1999:22-23). Sin afán de hacer ningún estudio psicológico de la práctica de la escritura,<br />

sólo retomamos de la anterior cita el cambio de actitud que tiene el sujeto ante lo que hace<br />

por medio de la palabra gráfica.<br />

Quien escribe, por lo regular, intenta hacerlo con mucho cuidado, pues sabe que hay<br />

una intención formal por comunicar algo; tiene presente que lo que haga llegará a manos de<br />

otro para ser leído. El uso del código lingüístico, la manera de construir e hilar ideas, la disposición<br />

interna del cuerpo del texto, el propósito y el efecto del sentido, son sólo algunos<br />

de los elementos pensados por el que trate de escribir con cuidado. Pero esto no es lo grave<br />

del asunto (o no en este momento), pues antes que todo está la identidad del sujeto ante<br />

la práctica de la escritura.<br />

Hemos dicho varias veces que el ser se refleja en el hacer y que, en lo escrito, es más<br />

evidente, pues se involucra una serie de momentos donde la realidad referida, la unidad temática,<br />

la postura del autor y del texto, el contexto histórico-social, el tipo de lector, etcétera,<br />

juegan un rol directo en la producción de discursos. He aquí, en esta construcción discursiva<br />

de mensajes, <strong>cuando</strong> el sujeto que expresa su identidad lo hace en: a) pensamiento,<br />

b) expresión y, c) sensibilidad. 3<br />

Pensar, expresar y sentir demuestran, cada uno por su parte, profundidad temática de<br />

algo, claridad de redacción para comunicar un mensaje y disposición de sentir, con una participación<br />

afectiva, el tema del cual se escribe. <strong>La</strong> identidad del escritor se puede dimensionar<br />

en estos tres apartados ya que en ellos se identifica lo característico de él. Por ejemplo,<br />

<strong>cuando</strong> leemos el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, podemos percibir su actitud<br />

ante la vida, su manera de pensar acerca del odio o del amor, de la soledad o de la indiferencia;<br />

comprendemos el juego que hay en las palabras ahí escritas para expresar las cosas;<br />

pero lo que resalta más es cómo se siente lo que escribe, pues, de cierta manera, intentamos<br />

sentir (o al menos compartir) lo mismo que el autor al momento de leer. 4<br />

Desde este punto de vista, la relación del sujeto con la práctica de la escritura matiza<br />

la textualización como un hecho humano donde se le concibe con una suerte de ambivalencia,<br />

es decir, hay una transposición de lo interno a lo externo: lo que pienso y siento de algo,<br />

se da en mi interior; lo que expreso de ese algo, sirve como canal para llevarlo a mi exterior.<br />

Entonces, siguiendo esta lógica de pensamiento, la práctica de la escritura es el re-<br />

3<br />

Los romanos ya consideraban, como principio de belleza literaria, “la coincidencia afortunada de las ideas, de la emoción y de las<br />

palabras”. Salvador Díaz Mirón, en su poema ¿Qué es la poesía, se responde: “tres heroísmos en conjunción: / el heroísmo del pensamiento,<br />

/ el heroísmo del sentimiento / y el heroísmo de la expresión”. Por lo tanto tenemos un marco retórico de construcción<br />

poética que avala nuestro decir. Para profundizar en el tema se puede consultar El verso español en México de Henoc Valencia Morales.<br />

4<br />

El lector puede ser, al mismo tiempo, autor, pues se apropia activamente del texto. Jauus habla de la recepción que hay en el lector y<br />

dice que toda lectura es una renovación de “horizontes de espera”, pues renueva y modifica el valor del sentido. Para profundizar en<br />

el tema se puede consultar Una retórica del silencio: funciones y procedimientos de la lectura literaria de Lisa Block de Behar.<br />

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flejo externo de lo interno que pasa por quien escribe y, en consecuencia, lo determina como<br />

individuo (que piensa, expresa y siente) de nuestra sociedad.<br />

Para terminar con este apartado, los anteriores valores, que dimensionan la identidad<br />

del escritor en sociedad, se despliegan y generan un marco de referencia donde: el pensamiento<br />

se transforma en tema, la expresión en estilo y el sentimiento en participación afectiva.<br />

<strong>La</strong> identidad es lo más característico de algo o de alguien; en nuestro caso, se refleja<br />

en la práctica de la escritura, pues ahí resalta lo que se piensa, cómo se expresa y cómo se<br />

siente. En consecuencia, el sujeto que escribe se circunscribe recíprocamente en su texto,<br />

ya que él es el origen de la obra y la obra de él.<br />

El tercer momento de nuestro recorrido intersubjetivo recae en la relación del sujeto<br />

con los otros sujetos a partir del uso del lenguaje. Esta correspondencia se encuentra en la<br />

cultura escrita que del texto surge y que:<br />

supone apropiarse de una tradición de lectura y escritura, supone<br />

asumir una herencia cultural que involucra el ejercicio de<br />

diversas operaciones con los textos y la puesta en acción de<br />

conocimientos sobre las relaciones entre los textos; entre ellos<br />

y sus autores; entre los autores mismos; entre los autores, los<br />

textos y su contexto...(Lerner, 2001:25)<br />

<strong>La</strong> cultura escrita liga a diferentes sujetos en una comunidad donde todo texto tiene<br />

como finalidad ser leído por los demás para que sea descrito, analizado o interpretado.<br />

Ejemplo: tú mismo, lector, que estás aquí, en este preciso punto del texto, ya habrás identificado<br />

y analizado los tópicos principales de este ensayo y, como consecuencia, querrás<br />

interpretarlos según tu entendimiento; por tal motivo hay tres roles básicos: a) yo, quien<br />

escribe el texto y trata de comunicar algo a alguien, b) el texto escrito, que contiene lo que<br />

pienso, siento y expreso, y c) tú, que lees para conocer. Los tres actores somos parte de<br />

una misma comunidad escrita que tiene como común denominador ser una:<br />

práctica viva y vital, donde leer y escribir sean instrumentos<br />

poderosos que permitan repensar el mundo y reorganizar el<br />

propio pensamiento, donde interpretar y producir textos sean<br />

derechos que es legítimo ejercer y responsabilidades que es<br />

necesario asumir (Lerner, 2001:26).<br />

<strong>La</strong> creación del lector activo se vuelve parte esencial de una dialéctica del conocimiento<br />

donde escritor, texto y lector son fragmentos de la misma ecuación. Por tal motivo,<br />

la relación de los sujetos a partir de la escritura también genera comunidades lecto-escritoras<br />

donde puede haber una re-configuración de la práctica de la escritura, es decir, el círculo<br />

se abre y se cierra a la vez, pues implica hacer un circuito donde un emisor y un<br />

receptor establezcan comunicación por medio de un texto para interactuar y reconstruir el<br />

conocimiento fijado del escrito.<br />

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Por otra parte, la relación de los hombres a través de la práctica de la escritura modifica<br />

las formas de entendimiento, pues lo verbal y lo gráfico adquieren nuevos valores. Oír<br />

(plano verbal) y leer (plano gráfico) son sentidos humanos dispuestos a la comprensión<br />

que responden a diferentes sistemas de decodificación. <strong>La</strong> escucha, por su lado, nos encamina<br />

en el mundo de los signos sonoros que, seguidos uno detrás de otro, en forma de<br />

cadena, conforman mensajes claros entre los miembros de cualquier sociedad. <strong>La</strong> lectura,<br />

en cambio, nos lleva por letras y oraciones que, en conjunto, se articulan a partir de una línea<br />

discursiva. Ambas actividades del entendimiento humano incluyen un fin expresivo de<br />

pensamientos donde impera un sentido y un orden sistémico, con la salvedad de que la escritura<br />

puede ser leída una y otra vez, mientras que lo oral no.<br />

En este sentido, quien escribe genera una comunidad de personas que se vinculan a<br />

partir de un hecho comunicativo específico donde el intercambio de ideas se da de forma<br />

constante dentro de un contexto determinado por la lectura.<br />

<strong>La</strong> intersubjetividad de la escritura es un tema muy rico, lleno de aristas y matices<br />

que producen toda una serie de reflexiones. <strong>La</strong> historia del hombre es la historia de sus letras<br />

y, por consiguiente, de sus lecturas y es en esa relación dialéctica donde nos podemos<br />

reflejar como actores de esta sociedad en movimiento.<br />

III. Escritura, hoy<br />

Nuestros tiempos son los de la vorágine mediática, los de la fugacidad avasalladora de la<br />

tecnología y la información. <strong>La</strong> idea de modernidad ha sido rebasada por la idea de la posmodernidad<br />

y, en cuanto relevo o continuación histórica, muestra el agotamiento de estructuras<br />

sociales que están en crisis y en constante reformulación. Los vacío culturales e institucionales<br />

que, como sociedad tenemos, nos señalan una época cambiante, inundada de<br />

amnesias colectivas y absurdos generales como la neurosis del tráfico.<br />

Dentro de este contexto, la escritura ha cambiado desde su invención como herramienta<br />

del pensamiento hasta su establecimiento como institución social 5 o referente histórico<br />

que, en su calidad de signo, se convierte en testigo de las diferentes edades mentales<br />

del hombre. 6<br />

<strong>La</strong> escritura ha adquirido nuevos roles en su praxis social; se ha vuelto artimaña de la<br />

publicidad, guión político del discurso de poder, identidad multiforme basada en el estilo<br />

del caló como el güey o el cámara, forma exquisita de tecnicismos científicos o académicos,<br />

usos múltiples y cotidianos de comunicación urbana donde impera el principio de vaciedad<br />

discursiva, es decir, nadie dice ni entiende nada, tortura escolar de repetición y memorización<br />

gramatical, pero nunca jamás de análisis o invención intelectual, medio de castración<br />

5<br />

<strong>La</strong> escritura como institución social ha sido utilizada como un instrumento de tutela que legitima el uso del poder en algunas de sus<br />

formas (político, educativo, histórico, artístico...)<br />

6<br />

En este sentido, la escritura se convierte en un referente que marca las eras imaginarias del hombre. Por ejemplo, la épica es un<br />

referente que testifica la manera de pensar en la antigüedad, así como la novela del siglo XIX o la farsa en el siglo XX.<br />

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informativa donde el sesgo tendencioso obstruye la cultura democrática... En fin, la escritura<br />

ha modificado al hombre y el hombre a ella.<br />

Así, pues, como actividad cultural de nuestro tiempo, observo la escritura como un<br />

signo múltiple donde hay diferentes tipos de valores que van desde lo académico hasta lo<br />

político, pasando por lo cotidiano o artístico, pero siempre en un proyectar directo de nuestra<br />

sociedad. <strong>La</strong> importancia de la escritura es su obrar, su constante aplicación en los diferentes<br />

grados de nuestra vida particular y pública (no lo olvidemos, el nuestro es un medio<br />

comunitario donde siempre nos vinculamos a través de lo que hacemos); la escritura no es<br />

únicamente comunicación sino significación codificada de lo que vemos y pensamos; es instrumento<br />

operacional de un sistema de signos llamado lenguaje y que es parte recíproca de<br />

nosotros mismos.<br />

¿Pero quién escribe en nuestra sociedad ¿Los universitarios, los profesionistas, los<br />

políticos, los historiadores, los literatos, los iletrados, los obreros, los empleados, las amas<br />

de casa, en fin, quién escribe su pensamiento para fijarlo en comunidad <strong>La</strong> gran responsabilidad<br />

de la escritura es que todos escriban, que todos puedan participar de manera activa<br />

en la generación y transmisión de ideas, que todos quieran ejercer su derecho a escribir su<br />

pensamiento con un proceder lógico y ordenado, no censurado o castrado por la fugacidad<br />

del orden mediático, que todos sean autónomos para así tener una nueva actitud ante este<br />

valor humano.<br />

En este sentido, democratizar la escritura denota romper con el papel de estado elevado<br />

que se asocia con los que escriben, pues no consiente el supuesto de que al “Manejar<br />

el lenguaje escrito [se] permite incrementar el prestigio de quien lo hace y su autoridad<br />

frente a sus semejantes” (Petit, 2003:24).Que escriba quien quiera así hacerlo, pero que<br />

no sea exclusivo de élites donde el uso esté destinado como una forma de poder; que la<br />

gente escriba en el campo o en la ciudad, en el barrio o en el pueblo, dentro o fuera de la<br />

escuela, eso es lo de menos, pero que se escriban cosas de interés donde el tema y los<br />

argumentos promuevan distintos pensamientos en los lectores. En consecuencia, la educación<br />

mexicana, desde los estudios básicos hasta los superiores, debe ser reformulada para<br />

fomentar la práctica de la escritura como un hecho social indispensable para el desarrollo<br />

integral de nuestra sociedad.<br />

Pero en estricto sentido, ¿cómo podemos aplicar la idea de democracia en la escritura<br />

<strong>La</strong> cuestión es importante porque tácitamente plantea un estado absolutista obtenido<br />

por quien sí puede escribir dentro de una esfera pública 7 ; si alguien pertenece a alguna de<br />

estas esferas accede a un poder social que le otorga el derecho de escribir y juzgar, arropado<br />

por el privilegio, la tradición y el reconocimiento que la misma esfera pública tiene en sí.<br />

Inevitablemente con esto surge una escisión entre quien posee la “pertenencia pública” y<br />

quien no.<br />

7<br />

Habermas entiende el concepto de esfera pública como la agrupación de instituciones políticas, sociales o culturales como gobiernos,<br />

periódicos, medios de comunicación, universidades... , que juegan un rol determinante en la vida social.<br />

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LA HOJA VOLANDERA<br />

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¿QUÉ ESCRIBIMOS CUANDO ESCRIBIMOS<br />

Con esta escisión resulta una pregunta que en otros tiempos ya se había hecho<br />

Nietzsche: ¿quién habla El sujeto discursivo es quien en sus escritos habla y dice su sentir<br />

que, la mayoría de las veces, corresponde con los principios de la esfera pública de la cual<br />

forma parte. <strong>La</strong>s líneas editoriales, los perfiles políticos, la procedencia social y económica,<br />

son algunos de los elementos compartidos entre el sujeto discursivo y la esfera pública.<br />

¿Y si alguien no es parte de esa entidad Entonces simplemente está fuera.<br />

El adentro y el afuera institucional deben ser rebasados por el constante cambio de<br />

lo informe. “Escribir es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que<br />

desborda cualquier materia vivible o vivida” (Deleuze, 1997:11). El devenir, pues, permite<br />

movimiento, dinamismo, cambio. <strong>La</strong>s esferas públicas, por lo general, no aceptan la movilidad<br />

porque ésta amenaza su estado de “autoridad” estático; las cosas concluidas, finadas<br />

por el tiempo y el uso, no aceptan la posibilidad de reformulación, de revisión y de apertura<br />

que implica sustraerse de lo ya aceptado, de lo ya comprobado.<br />

Entonces, volvemos al punto nietzscheano, pero con una interrogante más: ¿quién<br />

habla, ¿el sujeto discursivo o la esfera pública detrás de él <strong>La</strong> relación que nos hemos<br />

hecho con las instituciones a las cuales pertenecemos puede terminar en el uso del poder<br />

decir o callar, señalar o silenciar, manifestar o aceptar, calificar o descalificar, en fin, hacer o<br />

dejar de ser. Pero la cuestión no se mira tan llana ni mecánica, más bien de sentido común,<br />

esto es, posibilitar la razón lógica como principio de autoridad flexible y no<br />

la autoridad como simple ejercicio rígido de la autoridad misma.<br />

Desde una perspectiva política, democratizar la escritura se opone al dominio de la<br />

palabra; va en contrasentido de las relaciones de poder susceptibles de grupos o intereses<br />

particulares. <strong>La</strong> gente debe saber que al escribir forja un discurso propio, un espacio que<br />

plasma su opinión públicamente; y como tal, es de carácter libre y abierto. Por este medio<br />

llegamos a la palabra que contiene un poder argumentativo que se construye a sí mismo<br />

por:<br />

mecanismos mediante los cuales afirmamos algo desconocido<br />

o cuestionado a partir de lo conocido y aceptado para<br />

persuadir, convencer o derrotar al otro sin acudir a la fuerza<br />

física (Reygadas, 2005:13).<br />

Pero en las calles de la ciudad, en el trabajo o en las universidades, ¿qué pasa<br />

¿Realmente la gente sabe de este tema, sabe que con la escritura se tiene el poder de fijar<br />

una postura ante lo que se ve y se siente<br />

Sumado a todo esto nos encontramos con que el sujeto discursivo se convierte en<br />

generador de su propio decir, esto es, no repite lo que dicen otros más bien dice lo que su<br />

juicio determina; y si es así, argumenta dentro de un plano social que así se lo permite. En<br />

esta óptica, escribir adquiere la posibilidad de abordar la realidad a través del lenguaje donde<br />

el habla, el tipo de discurso, el contexto donde se generó el texto escrito, el receptor,<br />

etc., son factores de realización y, como tal, la escritura atiende no sólo la expresión individual<br />

sino una comunicación social.<br />

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¿QUÉ ESCRIBIMOS CUANDO ESCRIBIMOS<br />

Esto trasciende porque la escritura hace que los individuos tengan la capacidad de<br />

juzgar y opinar por sí mismos en el medio donde les tocó vivir; que se escriba, bien o mal,<br />

no puede supeditarse totalmente a quien escribe, pues además de ser parte de un interés<br />

propio de pasar el rato o por necesidad de buscar la verdad de algo, hay causas externas<br />

que también repercuten... En fin, la escritura, hoy, es parte indispensable del crecimiento<br />

del hombre donde las prerrogativas individuales son subvertidas por la idea de patrimonio<br />

común, esto es, todos tenemos derecho de usar la escritura como medio de expresión, de<br />

identidad, de canal de comunicación y, sobre todo, de pensamiento crítico.<br />

México, abril del 2006<br />

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