Notas al programa - Festival Internacional de Música y Danza de ...

allet, no quiso trasladar al guión del ballet Coppélia todos los detalles morbosos del cuento de
Hoffmann, un universo tenebroso donde un personaje de tintes satánicos, Coppélius, no se
priva de extraerle los ojos de los vivos para trasladarlos a los muñecos autómatas que
construía y así pasarles el aliento de la vida. Nuitter prefiere hacerle pasar por un vejete un
poco alocado y excéntrico, avaro por demás, que construye hermosos mecanismos. También
traslada la acción a la región de Galizia, ideal para un ballet por su profusión de mazurkas y
czardas endiabladas de dificultades y de ritmos vivos. La simplicidad del idilio en el villorrio es
compensada con la alta calidad de una partitura que llegó a fascinar a Chaikovski, y que, en
sus cartas, aseguró que fue lo que le motivó para entregarse a escribir ballets, un género que
antes había despreciado ostensiblemente (de hecho, en La bella durmiente son evidentes las
citas y homenajes, o guiños, que hace el músico ruso al francés, obra que había conocido en
su segundo viaje a Francia).
Dice Lacotte, otro conocido reconstructor de esta obra, que Coppélia refleja fielmente la
ambición que el ballet tenía en los tiempos del Segundo Imperio, una vez que se habían
terminado las modas de las estantiguas románticas o de los mundos exóticos (pensemos en
Giselle o La Peri). Coppélia tiene la ligereza y la frescura de tono con un argumento poco
complicado que recibiría el favor de todos los públicos con ese amable repertorio de mazurcas,
czardas, valses, galops y el bolero español (hay que recordar que Saint-Léon había vivido y
trabajado en Madrid, en el Teatro Price y en el Teatro Real, y conocía muy bien la danza
española).
En parte, muchos elementos de la Coppélia se conservaron en San Petersburgo o Moscú,
donde viajaron los franceses a montarlo en los últimos 30 años del siglo XIX.
Coppélia es un ballet que contiene la ilusión de crear un autómata capaz de ser dotado de vida
(algo de esto hay también en Pinoccio), la burla inclemente de los jóvenes ante la fealdad y la
vejez, el desarrollo paralelo de los amores de Franz por Swanilda (una chica real) y una
muñeca articulada que se mezclan en un solo ser teatral, la muñeca que logra tomar vida
mediante un engaño (Swanilda sustituye a la muñeca preferida del viejo doctor Coppélius y
este cae en el ardid), sin perder de vista que se alude como fondo a la alquimia, a la magia y
sus poderes sobrenaturales. Pero sobre todo, Coppélia es un ballet delicioso, entretenido, con
una bella música y unas danzas efervescentes que representa el apogeo final de un género
que iba ser substituido. El doctor Coppélius sigue inspirando cierta ternura. Por algo será.
© Roger Salas