04.04.2015 Views

Bajate un capítulo en pdf - Rolling Stone

Bajate un capítulo en pdf - Rolling Stone

Bajate un capítulo en pdf - Rolling Stone

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

acta, automáticam<strong>en</strong>te ella abría su cartera, sacaba <strong>un</strong>a botellita de perfume -que <strong>en</strong><br />

realidad cont<strong>en</strong>ía nafta-, le arrojaba <strong>un</strong> chorro al auto y luego <strong>un</strong> fósforo <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido. Un<br />

truco que parecía bi<strong>en</strong> estudiado y hasta practicado <strong>en</strong> casa. Claro que todo eso lo hacía <strong>en</strong><br />

cuestión de seg<strong>un</strong>dos. Y cuando los polis bajaban asombrados del vehículo int<strong>en</strong>tando<br />

extinguir la llama de fuego, que a veces se expandía hasta <strong>en</strong> sus propias vestim<strong>en</strong>tas, la<br />

Rompe Coches desaparecía como por arte de magia. Durante días nadie sabía de ella, hasta<br />

que cierta noche volvía a exhibirse con alg<strong>un</strong>a peluca de turno y vestida de manera<br />

difer<strong>en</strong>te a lo habitual, con la int<strong>en</strong>ción de despistar a la cana.<br />

Fue así como pasaron los días, las semanas y los meses. El frío recrudecía, producto de <strong>un</strong><br />

invierno feroz que había llegado con todo para quedarse. Igual, las traviesas no t<strong>en</strong>ían<br />

empacho a la hora de exponer sus siluetas casi desnudas <strong>en</strong> las madrugadas de<br />

Constitución. Pero siempre debían estar alertas. Porque era común que surgiera algún<br />

dem<strong>en</strong>te que quisiera maltratarlas. Tal era el caso del Loco de las muletas, <strong>un</strong> hombre de<br />

<strong>un</strong>os treinta y cinco años, qui<strong>en</strong> cuando aparecía por la esquina empezaba a golpear a la<br />

primera travesti que t<strong>en</strong>ía cerca. ¡Las odiaba con toda su humanidad! Era <strong>un</strong> repulsivo y<br />

repugnante al que le causaba aborrecimi<strong>en</strong>to ver a <strong>un</strong> hombre vestido de mujer. Por lo<br />

g<strong>en</strong>eral, gritaba viol<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te y la g<strong>en</strong>te que descansaba <strong>en</strong> los hoteluchos del barrio se<br />

despertaba y se asomaba por las v<strong>en</strong>tanas para ver el nuevo espectáculo realizado por ese<br />

g<strong>en</strong>erador de disturbios. Cierta vez, se equivocó mal porque <strong>en</strong>caró a <strong>un</strong>a de las más<br />

peligrosas del ambi<strong>en</strong>te. “Travesti de mierda, no voy a parar hasta verte sangrando y<br />

suplicándome que deje de pegarte. ¡Puto del orto! ¡Andá a laburar dec<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te como lo<br />

hago yo! ¡Basura inm<strong>un</strong>da! ¡Fuera de acá o te mato!”, arremetió contra <strong>un</strong>a trava rubia que<br />

medía casi dos metros con sus botas de taco aguja. Ella era nada más y nada m<strong>en</strong>os que<br />

Cinthia, la Bombillera, <strong>un</strong>a persona respetada y temida por todo el resto. Cuando Cinthia se<br />

dio cu<strong>en</strong>ta de que se le v<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima la muleta del desequilibrado, le lanzó <strong>un</strong>a patada <strong>en</strong><br />

los testículos y le h<strong>un</strong>dió <strong>un</strong> puñal <strong>en</strong> su muslo izquierdo. ¡Chorros de sangre <strong>en</strong>seguida<br />

armaron <strong>un</strong> charco <strong>en</strong> la vereda! De rep<strong>en</strong>te, nadie quedó laburando <strong>en</strong> la calle. El vi<strong>en</strong>to<br />

frío y solitario era el único testigo de lo sucedido. Lucho, el <strong>en</strong>cargado del bar, llamó a la<br />

policía, pero ni salió del local. El de las muletas fue trasladado hasta el hospital P<strong>en</strong>na y no<br />

se supo nada más de él hasta que llegó la primavera. Pero Cinthia siempre se mant<strong>en</strong>ía<br />

alerta por si reaparecía y la tomaba por sorpresa. Es que así como la mayoría la respetaba,<br />

también sabía que contaba con muchos <strong>en</strong>emigos. Y alg<strong>un</strong>as que pret<strong>en</strong>dían destronarla y<br />

quedarse con todos sus negocios de drogas, chantajes y súbditos a sus pies.<br />

Cu<strong>en</strong>ta la ley<strong>en</strong>da que esa rubia <strong>en</strong>orme, de curvas prof<strong>un</strong>das y rostro angelical, <strong>un</strong> día<br />

estaba <strong>en</strong> la casa de la Morocha Jujuy, con qui<strong>en</strong> discutió durante <strong>un</strong> bu<strong>en</strong> rato por <strong>un</strong><br />

chongo que se estaban disputando. De pronto, Cinthia se rayó y le clavó <strong>en</strong> la garganta <strong>un</strong>a<br />

bombilla. A partir de <strong>en</strong>tonces, la anécdota se popularizó y recibió el apodo de la<br />

Bombillera. Era <strong>un</strong> personaje temible y respetado después de eso. Una traviesa que no t<strong>en</strong>ía<br />

empacho <strong>en</strong> sacar <strong>un</strong> cuchillo o de tirotearse con qui<strong>en</strong> se le interpusiera <strong>en</strong> su camino. Pero<br />

la Bombillera no paraba <strong>en</strong> la esquina de San José y Constitución. La zona que ella<br />

comandaba era la calle Brasil, desde San José hasta Virrey Cevallos. Por lo g<strong>en</strong>eral, estaba<br />

parada después de las diez de la noche <strong>en</strong> la puerta del hotel El Velero. La sec<strong>un</strong>daba <strong>un</strong><br />

grupo de jujeñas, con qui<strong>en</strong>es compartía sus vicios por la merca o alg<strong>un</strong>a birra <strong>en</strong> <strong>un</strong><br />

kiosquito de <strong>un</strong>os paraguayos <strong>en</strong> la esquina de Sá<strong>en</strong>z Peña, fr<strong>en</strong>te a la plaza de Juan de<br />

Garay. Cuando <strong>un</strong>a de su pandilla t<strong>en</strong>ía algún rollo con alg<strong>un</strong>a trava de otra zona, <strong>en</strong>tre<br />

todas se organizaban e iban a increparla. Siempre con cad<strong>en</strong>as, palos, navajas y sumam<strong>en</strong>te<br />

alteradas por algún estupefaci<strong>en</strong>te ingerido con anterioridad. Ese grupo solía explicar cuáles

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!