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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO
DE LOCIS THEOLOGICIS
PROF. DR. JULIÁN A. LÓPEZ A.
ALUMNO: ADRIÁN SÁNCHEZ REYES.
LIBRO IV. LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LOS DOGMAS DE FE.
En este libro, Melchor Cano, trata de explicar y defender la autoridad de la Iglesia, tema
muy debatido. Lo propio de esta exposición es tratar sobre la autoridad de la Iglesia en el juicio
sobre la fe y exponer si del común sentir de los fieles se pueden sacar argumentos sólidos para
demostrar los dogmas de la teología.
En la historia de la Iglesia han existido algunos personajes que han negado la autoridad de la
Iglesia: Montano, Nestorio, los iconoclastas, los donatistas y los rogacianos, y Lutero. Esto es
propio de los herejes en cuanto se ven apremiados por la autoridad de la Iglesia, o despreciarla o
transferir a sí mismos la realidad y el nombre de la Iglesia y negar que esté en los que está
verdaderamente.
CAPÍTULO 1-6. ARGUMENTOS CONTRA LOS QUE SE IMPUGNA LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA /
REFUTACIÓN DE LOS ARGUMENTOS
[1] Si la Iglesia de Cristo, al igual que Aarón (cfr. Ex 32,1-6) adora esculturas, errará
vergonzosamente en la fe y en la religión.
[1b 1 ] Ni Moisés, ni Josué, cayeron en el furor y en la locura del pueblo, como tampoco es cierto que
todos cayeron en la infamia. Aarón todavía no era iniciado en el sacerdocio, así que no es extraño
que errase en la fe y en la religión. Pecó por miedo no por falta de fe.
[2] La Iglesia en tiempos de Isaías y Jeremías, se equivocó en el culto del único Dios verdadero; La
Iglesia es la misma y en este asunto no habrá ninguna diferencia entre el pueblo nuevo y el antiguo.
[2b] Generalmente la palabra divina acusa a las turbas impías de la Iglesia, como si fuesen todos
impíos… hemos de estar prevenidos de que bajo un cierto número se nombra a todos (San Agustín).
[3] La Iglesia no necesita estar en el candelero; puede permanecer oculta, sin ninguna forma visible.
[3b] La Iglesia no nos está oculta… está sobre un candelero, para que alumbre a todos (san
Agustín contra los donatistas)
[4] Hilario en su tiempo creía más en la Iglesia invisible que en la que veía. Afirma que la Iglesia no
se tiene que buscar ni en los obispos, ni en los sacerdotes, ni en los templos, ni en medio del gentío,
sino en los hombres santos.
[4b] La Iglesia alguna vez se oscurece, es cierto, por la cantidad de escándalos… en otras se ve
anegada y azotada por las olas de las tentaciones, y tal era el tiempo en que escribió Hilario. (S.
Agustín); Peligraba la nave de los Apóstoles, ya no quedaba ni chispa de esperanza… Todos los
1 La letra b se refiere a la respuesta que Cano da los argumentos del capítulo 1.

obispos que habían sido desterrados de sus propias sedes, vuelven a sus iglesias (Jerónimo).La nave
de la Iglesia, flotando en un mar de herejías, de sediciones y de discordias, sin duda ha sido
zarandeada por las tormentas y casi cubierta por las olas, pero no ha sido hundida ni siquiera en tan
gran tempestad.
[5] Si los fieles hubiesen buscado una Iglesia visible en el tiempo del cisma, sin creer en otra que no
fuera la que pudieran ver, desde luego que no habrían encontrado una. ¿La Iglesia estuvo oculta?
[5b] La fe de la Iglesia no se llega a disolver u ocultar bajo varios pontífices enfrentados; por el
contrario, la Iglesia Católica da una inequívoca prueba de su fe; aunque en ese momento los juicios
de los pastores –débiles e inseguros- corren peligro.
[6] ¿Por qué no podemos temer que la Iglesia de Cristo pueda verse oculta y rodeada de ciega noche
y espesa oscuridad de tal modo que no resplandezca su verdadero aspecto? ¿Por qué defendemos el
aspecto externo de la Iglesia y su esplendor, cuando toda la gloria de la hija del rey es interna?
[6b] Se ha de extirpar el error de los que han llegado a juzgar que la fe puede permanecer sólo en un
único fiel; pues como el nombre de Iglesia es colectivo, si solamente creyera uno, no creería la
Iglesia. La Iglesia como cuerpo de Cristo, permanecerá hasta el fin (Mt 28,20). La profecía de
Apocalipsis (9,2) se ha cumplido en Lutero, a quien se le dio la llave del pozo del abismo para que
derramando errores sumergidos y enterrados en su interior, ensombreciese el Orbe con tan gran
oscuridad que pareciera que hasta la mismísima luz estaba rodeada de tiniebla, sin embargo, aún
brilla la luz de la Iglesia para los que tiene ojos para ver. Es evidente que así como en la esposa de
Cristo no hay nada ficticio, falso o simulado, sino que todo es verdadero, sincero y sólido, también
toda la gloria externa procede de la virtud y esplendor interiores.
[7] La Iglesia sólo está formada por el número de los predestinados, y nadie más que Dios sabe el
número de los elegidos; por lo tanto, la Iglesia está completamente oculta y no la conocemos.
[7b] En la Iglesia hay hombres de todos los pueblos y costumbres. Por hijo de Dios no siempre se
entiende al virtuoso, sino también al que ha dilapidado los bienes paternos. Se llaman hijos aquellos
que por el bautismo han sido engendrados para Cristo y para la Iglesia, pero entre estos, hay hijos
malos y necios.
[8] La verdadera Iglesia de Cristo debe de ser perfecta e inmaculada; por ahora no existe ninguna de
esta clase.
[8b] La Iglesia a la que se refiere el Apóstol (Ef 5,26) no es la que es, sino la que será cuando
aparezca gloriosa, y aquellas cosas (perfecta e inmaculada) se refieren a la eficacia actual de
Bautismo. La Iglesia es inmaculada y santa en los muchos que están limpios de iniquidad y crimen.
[9] Los fieles están obligados a creer no en cualquier Iglesia, sino en la que es santa. En una
sociedad santa sólo hay santos.

[9b] Para que la Iglesia sea santa no es necesario que sean santos cada uno de los que se dicen que
son parte de ella; con verdad se llama santo al Pueblo Cristiano. La Iglesia es santa, porque es un
pueblo dedicado a Dios por el Bautismo, consagrado y santificado.
[10] Quien no escucha la voz de Cristo no pertenece a su redil, y no es parte de la Iglesia de Cristo.
[10b]
[11] Si constituyeran la Iglesia los buenos y malos conjuntamente, así como se llama santa por unos
pocos, se llamaría inicua por los muchos injustos. Sólo los buenos forman la Iglesia de Cristo, por
lo cual es invisible para los hombres y es poco conocida.
[11b] Es usual en las Escrituras llamar al pueblo feliz y santo en función de los justos, y otras
desgraciado y miserable a causa de los malos. En asuntos de esta clase es mayor la fuerza de los
buenos que la de los malos. Pero sobre todo, la Iglesia es santa porque está especialmente
consagrada a Dios.
[12] No es bastante claro a cuál de las dos Iglesias [Latina y Griega] hay que creer. La verdad y el
nombre de Iglesia no dependen de un único pontífice. La Iglesia Latina usurpa arrogantemente para
sí el nombre de Iglesia Católica en el juicio sobre la fe, porque si no siente lo mismo que la Iglesia
Griega, carece de autoridad de Iglesia universal.
[12b] Los griegos son cismáticos y por tanto no está la Iglesia entre ellos, pues creemos en una sola
Iglesia Católica; de lo que se deduce que el que se separa de la unidad, ni siquiera está en la Iglesia.
Los griegos además son herejes porque niegan que Cristo haya instituido a san Pedro el único
pastor de toda la Iglesia. Cuando muere el Sumo Pontífice, sin duda la Iglesia permanece una, y está
en ella el Espíritu de Verdad, pero se queda incompleta y debilitada sin el Vicario de Cristo y pastor
único de la Iglesia católica. No se puede admitir que existan dos Iglesias, porque Cristo solamente
tiene un cuerpo. Por eso en cuanto un fiel desprecia al único pastor, abandona la unidad del cuerpo
y del redil. La Iglesia se define un solo cuerpo por tener un solo Espíritu, que exige una sola
esperanza, necesita un solo Señor, exige una sola fe; es necesario un Bautismo y el testimonio
externo de la fe.
[13] La Iglesia no tiene una autoridad cierta, puesto que ha dejado de ser católica –universal.
[13b] La Iglesia ha recibido el nombre de católica porque se ha extendido por todo el orbe, a toda
clase de gente, en esto se distingue la Iglesia de la sinagoga (congregación), de los grupos de
herejes. Es católica porque tiene una fe en común y una doctrina universal, y es de muchas maneras
en razón de los hombres, por razón de lugar, por razón del tiempo. Lo que en todo tiempo y lugar se
cree y se enseña por todos con certeza y constantemente, a esto se le llama con verdad dogma
católico, y a la que tiene dogmas y disciplinas de esta clase se le llama con verdad Iglesia Católica.
La Iglesia es la misma y conserva la misma fe que divulgaron los Apóstoles por toda la tierra. Sin
duda la universalidad de la fe actual hay que referirla a la universalidad que existió en la Iglesia en

tiempos pasados y que los Apóstoles extendieron por todo el orbe. Se llama Católica a cada una de
las iglesias comprendidas en la Iglesia Universal, ya que tiene la misma fe que tiene y tuvo siempre
la Iglesia Universal.
[14] Es posible que alguien diga: los pastores representan a la Iglesia y así ellos son la misma
Iglesia, por lo que basta con buscar su sentir, que será el mismo sentir de la Iglesia.
[14]. Dos son las clases de verdades que se creen en la Iglesia: una que es común a todos por igual.
La otra clase es la de aquellas verdades que interesa conocer en la Iglesia a los mayores y a los
sabios, no a los rudos e ignorantes. Si se pidiera la opinión del vulgo sería lo mismo que interrogar a
un ciego sobre los colores.
Conclusión: La Iglesia es bastante conocida como para que se ponga en tela de juicio. Los
sobrenombres demuestran abierta y evidentemente quien posee la verdadera señal y carácter de la
Iglesia: si en alguna parte se oye que los que se dicen de Cristo son llamados por algún otro
nombre…, hay que saber que no son la Iglesia de Cristo, sino la sinagoga del Anticristo (S.
Jerónimo).
CAPÍTULO 2 CUÁL SEA EL SIGNIFICADO DEL TÉRMINO IGLESIA
Iglesia es una palabra griega que significa convocación. Quienquiera que concurre en ella lo
hacen no por sus méritos y santidad, sino por la vocación y la gracia de Dios. La Iglesia es no sólo
el lugar mismo donde se reúne el pueblo, sino el pueblo mismo; se distingue de la sinagoga
(congregación).
El término Iglesia puede entenderse de dos modos: a) se llama Iglesia a la que está formada
por la congregación de todos los fieles desde el principio hasta el fin del mundo; b) es la que se
reúne en nombre de Cristo por el Bautismo, que no sólo es sacramento de la Fe, sino que hace a los
fieles partes y miembros de la Iglesia. Por tanto, la Iglesia está constituida no sólo por la Fe interior,
sino también por el sacramento exterior del Bautismo. Con esto, Melchor Cano quiere demostrar:
que la Iglesia está constituida por la reunión de todos los fieles, fuertes y débiles, santos y
pecadores.
CAPITULO 3. QUIÉNES SON LOS FIELES QUE FORMAN VERDADERA Y PROPIAMENTE LA IGLESIA.
Algunos opositores a la Iglesia afirman que sólo pertenecen a ella: quien tenga una completa
pureza e integridad de vida, sólo los predestinados y los justos; estos tres errores se refutan con las
parábolas del Evangelio, ya que la Iglesia tiene sus miembros carnales, a los que no hay que
separara de los espirituales; tiene enfermos y débiles, a quienes los médicos les administran los
remedios de los sacramentos preparados por Cristo. Si la Iglesia sólo está en los santos, no habría
seguridad en nada. Por tanto el nombre de Iglesia abarca a todos los fieles, justos y pecadores.
CAPITULO 4. LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LOS DOGMAS DE FE.

Acerca de los hombres de Iglesia, Cano, intenta exponer que la autoridad de la Iglesia tiene
tanta fuerza para demostrar, que también proporciona firmísimos argumentos a los teólogos. Para
ello hace una advertencia: la Iglesia no sólo es la asamblea de los católicos, sino también es el
conjunto de los mismos príncipes y prefectos eclesiásticos, en quienes reside la autoridad de esta
República. Establece cuatro conclusiones
1º La fe de la Iglesia no puede faltar. La iglesia es la esposa de Cristo por la fe, pero si faltara la fe
de la Iglesia, se disolvería el matrimonio del esposo y de la esposa, sin embargo su unión es
indisoluble y perpetua, Yo estaré con ustedes… (Mt 28,20)
2º La Iglesia cuando cree no puede errar. Algunos interpretan la perenne fe de la Iglesia de tal forma
que entienden que Dios estará presente en la Iglesia hasta el fin de los siglos, para que nunca le falte
ni la verdadera fe ni la caridad. La Iglesia como cuerpo de Cristo, esta movida y gobernada por su
cabeza, por tanto cualquier error de la Iglesia de la imputaría a Cristo como autor, por tanto de
ningún modo puede errar en la fe. La Iglesia tiene la promesa de que nunca será abandonada por
Cristo: Yo rogaré al Padre…. (Jn 14,16s; 16,13). Sin embargo, los herejes intentan eludir este
argumento de dos maneras: a) estas palabras deben entenderse referidas sólo a los Apóstoles y no
atañen a los que vendrán después en la Iglesia; b) Afirman que Cristo prometió el espíritu de verdad
no sólo al conjunto en cuanto tal de los Doce, sino también a cada uno de los apóstoles por
separado; y de modo semejante lo prometió a los demás discípulos.
Cano refuta este argumento diciendo que es evidente que aquellas palabras hay que referirlas
no sólo a los Apóstoles, sino también a los sucesores, sobre todo por aquello: el cual permanecerá
con vosotros para siempre (Jn 14,16); He aquí que yo estoy con ustedes (Mt 28,20).
3º La Iglesia actual ni la futura hasta la consumación de los siglos puede ni podrá errar en la fe. Las
promesas de Cristo acerca de su presencia, no se refieren sólo a la Iglesia del tiempo de los
Apóstoles, sino también a la Iglesia Católica que existirá hasta el fin de los siglos. El que
pretendiera negar el Espíritu de Verdad a la Iglesia presente, le negaría también el poder de atar y
desatar, le negaría los sacramentos y el sacerdocio, y todos los carismas del Espíritu Santo. La
Iglesia de Cristo se reduciría a un nombre vacío y sería una palabra imaginaria sin contenido.
4º No sólo la Iglesia Universal tiene este Espíritu sempiterno de Verdad, sino también lo tienen los
príncipes y pastores de la Iglesia. Con la palabra Iglesia se designa tanto al pueblo fiel como a los
pastores de la Iglesia. Esta conclusión afirma que los pastores y doctores de la Iglesia no pueden
errar en materia de fe, sino que todo lo que enseñan al pueblo fiel, referente a la Fe de Cristo, es
absolutamente verdadero.
CAPITULO 5. ALGUNAS OBJECIONES CONTRA LA AUTORIDAD DE LOS PASTORES DE LA IGLESIA.
[1] Ciertos teólogos objetan la ultima conclusión (4ª del capítulo 4) por el hecho de que en el
momento de la pasión del Señor todos los apóstoles perdieron la fe en Cristo. Por lo que todos los

obispos podrían perder la fe en Cristo. Sus argumentos son: el Señor lo anuncia: esta noche se
escandalizarán (Mt 26,31); las palabras de las mujeres les parecieron delirios (Lc 24,10); Cristo
echó en cara su incredulidad y dureza de corazón (Mc 16,4); y san Agustín dice que los discípulos
fueron vencidos por el ladrón. Sin embargo no se debe de creer que todos los apóstoles perdieron la
fe, a no ser que se piense que todos fueron infieles. Pues la fe una vez recibida no desaparece sino
por infidelidad. Sin embargo, cuando faltaron todavía no eran jefes de la Iglesia. Y cuando fueron
constituidos como pastores mantuvieron siempre la Fe Católica.
[2] Cuando los herejes afirman que los pastores de la Iglesia son hombres y pueden engañar y ser
engañados, olvidan que los pastores no pueden caer en una falsa doctrina porque han recibido el
Espíritu de Verdad, por tanto todos los doctores de la Iglesia son hombres, dirigidos y llevados a los
dogmas verdaderos por el Espíritu divino, y no pueden caer en falsedades.
[3] Algunos piensan que nosotros no creemos «en» la Iglesia porque está formada por hombres y
en verdad todo hombre es mentiroso. Rufino afirma: no se dice creer «en» la Iglesia, sino hay que
creer «a» la Iglesia, no como a Dios, sino como Iglesia unida a Dios.
[4] Los herejes dan a la Iglesia un nombre odioso y oscuro y consideran aquella Iglesia que ningún
mortal ha visto hasta ahora; nosotros en cambio nos quedamos con la idea de Iglesia según la
costumbre de la Palabra Divina y de nuestra vida; fijémonos en la Iglesia que existe y dejemos de
hablar de la que no existe en ninguna parte.
CANO, Melchor, De Locis Theologicis, Juan Belda Plans (ed.), Serie Biblioteca Clásica, BAC maior
85, Madrid 2006, pp. 219-287.