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BOLETÍN OFICIAL DE LAS CORTES GENERALES<br />

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS<br />

Serie D Núm. 637 27 de marzo de 2015 Pág. 13<br />

liberalización eléctrica, comprendido entre los años 2000 y 2012. Lo más llamativo, es que en el período<br />

de recesión económica, los precios experimentaron un incremento exponencial, entrando en una dinámica<br />

de crecimiento continuado justamente en una época de crisis y estancamiento del consumo. Esto coincide<br />

con la información estadística de Eurostat, que constata que el precio de la energía eléctrica en el Estado<br />

español es de los más altos de Europa al haber alcanzado importantes aumentos desde el año 2007.<br />

Así mismo, un estudio divulgado en 2014, elaborado por la organización empresarial PIMEC, resalta<br />

que las empresas agrupadas en UNESA han registrado en sus principales resultados —cifra de negocios,<br />

EBITDA, EBIT, beneficio antes de impuestos y beneficio neto— unos valores medios anuales superiores<br />

en el período recesivo que en el período expansivo. La cifra media de ventas es de un 34 % superior;<br />

el EBITDA, un 42 % mayor, y el EBIT, un 28 %. En cuanto a beneficios antes de impuestos, han aumentado<br />

un 35 % y el beneficio neto, un 39 % más. En suma, los beneficios medios anuales antes de impuestos y<br />

netos han sido superiores en período de recesión que en el de expansión, pese a la caída de la demanda<br />

eléctrica, lo que muestra claras evidencias de que las grandes empresas del sector eléctrico que operan<br />

en oligopolio han compensado la caída de la demanda eléctrica con un incremento de los precios, y que<br />

han mantenido un elevado nivel de consecución de beneficios, pese a la crisis económica, por delante de<br />

empresas de otros sectores económicos, sean grandes empresas cotizadas o pymes.<br />

Además, hemos de recordar que en ese período, al mismo tiempo de haber recibido una billonaria<br />

inyección de fondos de los denominados «costes de transición», también han acumulado el denominado<br />

«déficit tarifario», lo que sitúa a las grandes empresas eléctricas como acreedoras frente al Estado, por<br />

haber asumido hipotéticamente cuantiosas pérdidas derivadas de la parte regulada de los precios de la<br />

energía durante esos años.<br />

El último dato aún es más escandaloso. En 2014, después de la última reforma energética, el beneficio<br />

de las grandes empresas eléctricas que operan en el Estado español se ha disparado. Así, las tres grandes<br />

eléctricas —Endesa, lberdrola y Gas Natural Fenosa— obtuvieron unos beneficios netos de 7.125,5<br />

millones de euros en 2014, lo que supone un 20,8 % más que los 5.896 millones de euros ganados<br />

en 2013. Al mismo tiempo, la corporación gestora del sistema Red Eléctrica Española obtuvo un beneficio<br />

neto de 717,8 millones de euros en 2014, cifra un 35,7 % superior a la de 2013.<br />

Este panorama de abundancia y éxito económico de las empresas eléctricas contrasta, por otra parte,<br />

con que, según la Asociación de Ciencias Ambientales, más de un 9 por 100 de los hogares, lo que<br />

supone cuatro millones de personas en el conjunto del Estado español, sufren «pobreza energética», es<br />

decir, son incapaces de satisfacer una cantidad mínima de servicios de energía para sus necesidades<br />

básicas, e incluso, alrededor del 17 por 100 de los hogares, más de 7 millones de personas, destinaron<br />

en 2014 más de 10 por 100 de sus ingresos anuales al pago de la factura energética.<br />

A esta situación se ha llegado debido a un modelo regulador que ha potenciado tanto la liberalización<br />

y cesión del sector energético a un oligopolio empresarial, como la centralización de las decisiones,<br />

reforzando un sistema eléctrico unitario, totalmente ineficiente e injusto, sobre todo con aquellos territorios<br />

que producen energía que han de pagarla como si tuvieran que importarla, a pesar de sufrir impactos<br />

ambientales. Es realmente insólito que zonas productoras de energía no puedan regular directamente su<br />

aprovechamiento, controlar y establecer por ello su precio, es decir, ser dueños en estricto sentido de los<br />

recursos que poseen para producir energía eléctrica; sino que venga impuesto ese precio, y por tanto el<br />

control de sus recursos, en base a una «ficción» de sistema unitario, que prima la retribución de grandes<br />

empresas y accionistas.<br />

Esta es la situación discriminatoria que padece Galicia, frente a los supuestos beneficios de la<br />

solidaridad territorial, ya que se ve obligada a ceder el control de la producción de un bien básico como es<br />

la electricidad, para que su precio sea establecido en base a un sistema centralizado y unitario diseñado<br />

desde Madrid por parte de un entramado de empresas eléctricas que repatrían sus beneficios en su mayor<br />

parte al exterior de Galicia y del Estado español.<br />

Históricamente, Galicia apenas contó con capacidad para diseñar y aplicar una estrategia energética<br />

propia, orientada a un aprovechamiento endógeno de sus recursos energéticos, puesto que durante<br />

décadas desempeñó un papel de centro suministrador de energía eléctrica para el resto del Estado<br />

español, en base a su potencial hidroeléctrico y a los yacimientos de carbón, acrecentado posteriormente<br />

con el desarrollo del aprovechamiento eólico. El marco regulatorio y tarifario común en todo el Estado, que<br />

ha favorecido la adopción de decisiones por las empresas eléctricas que actúan en régimen de oligopolio,<br />

se ha visto reforzado con el proceso liberalizador, iniciado en 1997 y culminado con la reforma de 2013,<br />

deja sin capacidad de decidir en este ámbito a un país generador de energía, y que se ve arrastrado por<br />

cve: BOCG-10-D-637

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