ENERGIA Y GEOESTRATEGIA 2015

Francisco José Berenguer Hernández
En cualquier caso, todo lo anteriormente descrito lleva a la necesidad de subrayar
la conveniencia de alcanzar un equilibrio razonable en lo que respecta
a nuestra dependencia energética de los países del Golfo en comparación con
otros suministradores situados en otros rincones del planeta. El riesgo de no
hacerlo es difícil de cuantificar, y quizás no muy elevado en un futuro próximo,
pero el efecto de no hacerlo, llegado el caso, sería extraordinariamente severo.
Y hay que recordar cómo los estallidos sociales y políticos en Túnez o Egipto, por
nombrar los primeros, fueron en gran medida una sorpresa que no supimos ver
con la necesaria anticipación.
Todo ello sin caer en el extremo contrario. Es decir, una artificialmente alta ponderación
de los riesgos geopolíticos que afrontan los países grandes productores
del Golfo, que aunque existen, lleven a un excesivo desenganche de las importaciones
de estos países, en beneficio de terceros productores. Esta actitud
podría tener el efecto de autoprofecía cumplida, acelerando el deterioro de los
regímenes del Golfo e impulsando involuntariamente el temido estallido social
y político de alguno de ellos.
Mesura, entendimiento mutuo, transiciones ordenadas, etc. Conceptos todos
ellos de muy fácil escritura pero mucho más difícil puesta en práctica, sobre
todo en entornos geopolíticos extremadamente complejos, como es el Oriente
Medio en general y el golfo Pérsico en particular. Pero en lograrlo o no está en
juego no solo la estabilidad de aquella región del mundo, sino a través de su
enorme reflejo en la economía global, nuestra propia estabilidad en las próximas
décadas.
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