Corresponsables 37 - Jesuitas del PerÃº

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“Hay que alcanzar un entendimiento que sane y no solo cicatrice” Por: Jose Manuel Balta ENTREVISTA Mons. Santiago García de la Rasilla SJ nos brinda un testimonio solidario de los sucesos del 5 de junio en Bagua y su perspectiva desde el Vicariato de Jaén. Monseñor Santiago García de la Rasilla, Obispo de Jaén. 10 ¿Cómo se podría interpretar lo que sucedió? Creo que son distintas las realidades de la selva. Una es la del río Santiago, del río Nieva, de los awajún wampis y otra, por ejemplo, es la de Yurimaguas. Pero hay algo en común, quieren que todo lo que se haga en la selva les sea consultado, que la riqueza explotada revierta en beneficio de sus pueblos y no se dañe el medio ambiente. La tierra son ellos mismos, sus antepasados, el agua… es su identidad. Les quitan la tierra y se va su alma, su ser. No es como para el resto de peruanos. Ellos han sentido que les quitaban su propio ser.
ENTREVISTA ¿Cómo se vivieron los días previos a la tragedia? En los primeros días de Mayo los Obispos de la Amazonía habíamos hecho público un comunicado. Estando en Roma, donde todos los Obispos peruanos hacíamos la que, en lenguaje eclesiástico, se llama “visita ad Limina”, recibimos una carta del Primer Ministro invitándonos a una reunión en su despacho. Era obvio que no podíamos asistir el día que nos proponía, y así se lo dijimos, pero sí aceptamos esa reunión para cuando regresáramos a Perú. Yo llegué el 3 de junio desde Roma,. Al día siguiente fue la celebración de la independencia de Jaén y en la Misa invoqué a las autoridades para que nos uniéramos en la búsqueda de soluciones al conflicto que ya llevaba más de cincuenta días. Después de la Misa tuvimos el desfile y luego la Sesión Solemne de homenaje a Jaén. Al terminar esta sesión se me acercó un grupo diciéndome que parecía iba a haber un enfrentamiento entre los nativos y la policía. Con el alcalde de Jaén me fui a la zona sin saber muy bien para qué. En principio queríamos dialogar con la gente. Estuvimos toda la tarde con los nativos y hacia las 7.00 p.m. fuimos con un grupo de nativos a conversar con el General de la Policía que nos esperaba en la estación 7ª de Petro Perú. Él nos dijo que esperaba órdenes de Lima y ya no podía actuar por su cuenta. A su vez, les pidió a los nativos que abrieran la carretera por unas horas y que al día siguiente buscaran seguir algún camino jurídico para lograr una solución como había hecho la Región San Martín. Al final de ese diálogo respetuoso y correcto intervino una persona ajena a los pueblos nativos y con una intencionalidad política muy marcada, que tiró por tierra el buen clima de la conversación y la posibilidad de un entendimiento. Regresamos al lugar que se llama “El Reposo” donde estaba la gente movilizada, y el Presidente del Comité de Lucha quiso transmitir el mensaje de que era mejor ceder un poco, como estrategia, porque las consecuencias de la radicalidad podían ser graves. Varios de los líderes estaban de acuerdo pero, al final, parece que no lo logró. ¿Qué fue lo primero que hizo cuando se enteró de lo sucedido? Me llamaron a las 6:30am el 5 de junio para contarme del enfrentamiento. Después de organizar con el Alcalde, el Párroco, el Defensor del Pueblo y el Director de Salud una caravana de ambulancias y equipos médicos, nos fuimos hacia la “Curva del Diablo” (hoy está empezando a llamarse “Curva de la Paz) No me voy a perder en detalles que ya no interesan sino para la investigación de lo que realmente sucedió aquel día en aquel lugar. Policías, detenidos, heridos, muertos, escondidos. Temor, mucho temor y mucho dolor. Y en el fondo… no explicarse por qué ni cómo había llegado a suceder todo aquello. ¿Cómo fueron los días siguientes? Hubo mucha solidaridad por parte de todos en Bagua, en Utcubamba, en Jaén, en San Ignacio, en Bellavista. La gente de la zona ayudó con todo lo que tenía. Había que atender a los heridos, a los detenidos, a los escondidos, a los que se habían reunido en los centros pastorales, medio refugiados y a la espera de poder regresar sin peligro a sus comunidades. Todos estuvimos en movimiento. El pueblo sencillo y también las autoridades, Los jefes de la Policía y del Ejército. Vuelvo a repetir que, en el fondo, ninguno comprendíamos por qué ni cómo había llegado a suceder todo aquello. Por esos días en Jaén había nativos escondidos con mucho miedo. Algunos fueron a buscarme para conversar o para pedir ayuda. Me pasaba una, dos o tres horas con cada uno tratando de entenderles en su castellano y en su mentalidad. Podemos hablar el mismo idioma, pero no siempre damos a las palabras el mismo sentido. Estas conversaciones largas, y en estas circunstancias tan profundamente vividas, me han dado una comprensión mucho más honda y sentida de estas personas que son “mi gente” en la Amazonía de nuestro Vicariato. ¿Cómo cree que debe proceder un Obispo en momentos como éste? No lo sé. Nunca me había encontrado en una circunstancia como ésta. Lo que sí sé es que constantemente le estaba preguntando a Dios “¿Cómo tengo que actuar?” Auxiliar a los heridos y difuntos a través del equipo del Vicariato. No he atacado a los policías porque creo que los que han muerto eran humildes como los nativos y solo seguían órdenes. Intentar pacificar y curar las heridas. He tratado de animar y apoyar a todos los que, sin que se les pidiera, se pusieron enseguida a servir en lo que hiciera falta. He querido ayudar a comprender lo que sucedía. He puesto al servicio de todos la autoridad moral que tiene la Iglesia. Creo que he ayudado a vencer la indignación con la comprensión. Teníamos que superar el dolor con la esperanza. He querido ser el 11
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