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CONGRESO SOBRE LA VIDA COMUNITARIA ESCOLAPIA

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derivan sobre todo de algunos puntos del capítulo III de nuestras Constituciones, y que son de<br />

importancia capital. Veámoslos:<br />

<strong>VIDA</strong> <strong>COMUNITARIA</strong> Y EUCARISTÍA<br />

De todos es sabido que la Eucaristía tiene dos partes celebrativas en las que experimentamos<br />

la presencia de Jesús Resucitado en medio de su pueblo. Se trata de la celebración de la<br />

Palabra de Cristo, y la presencia sacramental en su Cuerpo y su Sangre. Ambas tienen la<br />

misma intensidad presencial, pues es Cristo en medio de su Pueblo que es la Palabra<br />

encarnada, y la carne que se nos da como alimento de camino a la plenitud del Reino.<br />

El número 27 de nuestras constituciones no tiene desperdicio: “Convocados por la Palabra de<br />

Dios a una vida de comunión, somos en la Eucaristía signo de unidad, actualizando en<br />

nosotros la muerte y resurrección de Cristo, para crecer de continuo en el servicio a los<br />

hermanos.”<br />

Este número, llevado a la vida cotidiana, nos habla de que nuestra vida escolapia en<br />

comunidad es una eucaristía existencial donde nos ayudamos mutuamente a ser dóciles a la<br />

Palabra que nos ha convocado, y a comulgar (comunicar) con el hermano que es conmigo<br />

auténtico “cuerpo de Cristo”.<br />

Al terminar la eucaristía el sacerdote nos envía con las palabras, “podéis ir en Paz!” Se<br />

entiende que es un envío a través del cual hemos de vivir lo que celebramos; de igual modo<br />

nosotros somos en la vida comunitaria eucaristía que celebra la presencia de Jesús Resucitado<br />

a la escucha de la Palabra y en su cumplimiento a través del amor fraterno. De esa forma<br />

“crecemos de continuo en el servicio de los hermanos.” (CC 27)<br />

No se entiende por tanto el que haya hermanos en nuestras comunidades que más o menos<br />

sistemáticamente rehúyan la concelebración comunitaria. En la concelebración eucarística<br />

expresamos quiénes somos y quedamos robustecidos de cara a lo que Dios quiere que<br />

seamos.<br />

<strong>VIDA</strong> <strong>COMUNITARIA</strong> Y NUESTRA CONSAGRACION RELIGIOSA<br />

Hemos dicho que la consagración religiosa escolapia y nuestra actividad ministerial de<br />

evangelizar educando las vivimos en el contexto de la vida comunitaria. Y ha quedado claro<br />

que vivir en comunidad no es algo meramente estético o añadido a nuestro ser de<br />

consagrados. Vivir en comunidad es esencial y necesario.<br />

Por eso los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, junto con el voto de educar y<br />

enseñar, son vividos en la comunidad, y dentro de ella aportan algo característico y muy<br />

significativo. El número 26 de las constituciones escolapias dice que “en nuestra vida<br />

comunitaria, la castidad nos mueve a amar en plenitud a los hermanos; la pobreza, a

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