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CONGRESO SOBRE LA VIDA COMUNITARIA ESCOLAPIA

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<strong>CONGRESO</strong> <strong>SOBRE</strong> <strong>LA</strong> <strong>VIDA</strong> <strong>COMUNITARIA</strong> ESCO<strong>LA</strong>PIA<br />

(Madrid, Semana de Pascua, 2013)<br />

Queridos hermanos:<br />

INTRODUCCIÓN<br />

En esta reflexión sobre la Vida Comunitaria Escolapia no voy a meterme a analizar<br />

técnicamente nuestras constituciones, sobre todo el capítulo III, específicamente titulado:<br />

“Nuestra Vida Comunitaria”. Tampoco voy a hacer una reflexión meramente teológica que<br />

valide y apoye el sentido de nuestra vida fraterna en comunidad.<br />

Por el contrario, y de acuerdo al sentir de los organizadores de este encuentro, voy a<br />

profundizar, a la luz de nuestras constituciones, en el valor de nuestra vida comunitaria como<br />

eje fundamental que atraviesa y aglutina todos los aspectos de nuestro ser religioso-escolapio.<br />

Por tanto es una aproximación pastoral y práctica a nuestra vida comunitaria escolapia.<br />

De todos es sabido que nuestra vida religiosa es una llamada a la consagración total de<br />

nuestra vida en Cristo para el Reino. Esta consagración queda cimentada en nuestra vivencia<br />

de vida comunitaria, y se expresa hacia afuera por medio de la misión.<br />

Nuestra Orden ha dejado bien claro lo que básicamente es nuestra Vida Fraterna en<br />

Comunidad:<br />

a. El religioso escolapio vive en comunidad, como verdadero sujeto y protagonista de la<br />

comunidad y de la Misión escolapia, superando individualismos y protagonismos ineficaces.<br />

b. Compagina proyecto personal y comunitario en dinámica fructífera y fecunda para el<br />

religioso y la comunidad.<br />

c. El escolapio compagina la unidad y la autonomía, la sana interdependencia que<br />

enriquece la vida comunitaria. No hay que confundirlas con la fusión ni con la independencia<br />

anárquica, actitudes siempre negativas para el religioso y la comunidad.<br />

d. El diálogo, la escucha, la comunicación de la interioridad y de tareas y trabajos dentro y<br />

fuera de la comunidad en clima de libertad, y la relación fraterna vivida en detalle son<br />

actitudes permanentes que hay que actuar y revisar individualmente y en comunidad. Esto lo<br />

vivimos sobre todo en la reunión de comunidad que es momento importante como test de la<br />

vida comunitaria.<br />

e. El Superior es animador más que gestor; tampoco es un “paterfamilias” de cada<br />

religioso. A veces la Vida Religiosa forma niños, no personas adultas.<br />

f. Nuestra vida comunitaria estará positivamente abierta a los laicos, sobre todo a quienes<br />

comparten misión y carisma con nosotros. Les invitamos a la oración, la eucaristía, la mesa,


2<br />

en clima de apertura fraterna y acogida alegre; cada comunidad es signo vivo de presencia<br />

de Evangelio.<br />

g. Practicamos de vez en cuando la Lectio Divina en comunidad, sobre todo en tiempos<br />

litúrgicos especiales: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua; y en otros momentos<br />

especialmente relevantes: una muerte, la enfermedad, un momento de crisis social o<br />

eclesial...<br />

h. La alegría de vivir en comunidad con los hermanos, es el mejor signo de que nuestra<br />

vida se centra en el ser y el actuar personal y comunitario.<br />

i. Con delicadeza practicamos la corrección fraterna, buscando el bien del hermano, en<br />

clima de diálogo y discernimiento comunitario. Y junto a ella también practicamos la<br />

“animación fraterna”, que favorece la autoestima que toda persona necesita.<br />

j. La vida de comunidad escolapia es significativa para cada religioso; y también ad extra<br />

para los demás.<br />

Poniendo como marco referencial todo lo anterior, voy a explorar aquellos aspectos prácticos<br />

de nuestra vida comunitaria siguiendo de cerca lo que nuestras constituciones dejan como<br />

señales de pista.<br />

<strong>LA</strong> COMUNIDAD ESCO<strong>LA</strong>PIA, ÁMBITO DE NUESTRA CONSAGRACIÓN<br />

La Vida Comunitaria nos es un elemento estético de nuestro ser religioso-escolapio; es parte<br />

esencial del mismo. El mandamiento del amor, que se aplica universalmente a todos los<br />

cristianos, lo vivimos en la Iglesia de acuerdo a las diferentes llamadas que el Espíritu Santo<br />

sugiere.<br />

Nosotros como escolapios lo vivimos de forma tal, que nos lleva a unirnos fraternalmente en<br />

aras al ministerio específico de evangelizar a niños y los jóvenes, sin olvidar el contexto natural<br />

y permanente en el que ellos viven: las familias.<br />

No somos una ONG con estatutos que cumplir para llevar a cabo un servicio de enseñanza y<br />

desarrollo educativo. Eso sería demasiado pobre e insuficiente para dedicar toda nuestra vida<br />

a este fin. Somos comunidad religiosa cuyo foco fundamental es Jesús Resucitado que nos ha<br />

llamado tras mirarnos con ojos de misericordia para estar con Él y para anunciar que Él está<br />

vivo y que su Reino ya está en medio de nosotros. Y lo hacemos enfocados en las palabras de<br />

Jesús: “Si no cambiáis y os hacéis como uno de estos los más pequeños, no entraréis en el<br />

Reino de los Cielos”, y de nuevo: “Y quienquiera que reciba a uno de estos en mi nombre, a<br />

mí me recibe”.<br />

Antes de nada debemos estar con Él, como los doce apóstoles alrededor del Maestro,<br />

aprendiendo a ser discípulos que escuchan y aprenden la disciplina de un Maestro que nos<br />

enseña el camino de la Verdad para nosotros ser “cooperadores de la Verdad”. El número 25


3<br />

de las constituciones nos dice que “imitamos el estilo de vida de Cristo con sus discípulos”. Por<br />

tanto somos comunidad apostólica en cuanto que imitamos el estilo de vida de los doce con<br />

Jesús, con Él y para la misión.<br />

SOMOS COMUNIDAD DE FE<br />

El número 25, primero del Capítulo III sobre nuestra vida comunitaria, comienza así:<br />

“Reunidos en Comunidad de fe por el amor que el Padre nos ha dado…” Por tanto la fe nos ha<br />

atraído a Él y desde Él hemos sido convocados por el amor del Padre. Por tanto el binomio fe y<br />

amor son esenciales para entender nuestra vida consagrada escolapia. Este factor nos hace<br />

decididamente distintos a cualquier otra asociación humanitaria por muy filantrópica y<br />

generosa que ésta sea.<br />

Esta comunidad de fe, la Escuela Pía, concretizada en cada comunidad local, nos lleva a la<br />

estabilidad y permanencia en un estilo de vida peculiar que nos caracteriza y distingue de<br />

otros muchos estilos de vida consagrada nacidos en la Iglesia.<br />

Somos pues comunidad de fe en Cristo Jesús, nuestra Roca firme. Pero se trata de una fe que<br />

actúa por el amor. Este amor lo recibimos gratis del Padre que es la fuente, por medio de<br />

Jesús que es la mediación más perfecta del mismo, pues se hizo uno como nosotros y con<br />

nosotros para que podamos ser como Él y el Padre en el amor.<br />

¿De dónde surge nuestro deseo de anunciar la Buena Noticia del Reino? El mismo número 25<br />

ya aludido nos lo responde: “al imitar el estilo de vida de Cristo con sus discípulos y el de la<br />

Iglesia primitiva con María, somos en cierto modo ministros de la esperanza del reino futuro y<br />

de la unión fraterna entre los hombres.” Es por tanto el Espíritu de Jesús Resucitado, que bajó<br />

sobre los discípulos en Pentecostés, el que nos anima e incita a salir afuera para expresar que<br />

el reino ya ha llegado.<br />

Nosotros expresamos esta urgencia por medio de nuestra misión evangelizadora que se<br />

cristaliza en la evangelización a niños y jóvenes, especialmente los más pobres, desde la más<br />

tierna infancia, por medio de la educación integral. Pero todo esto vivido en la comunidad<br />

religiosa escolapia.<br />

<strong>LA</strong> OMUNIDAD ESCO<strong>LA</strong>PIA, EJE TRANSVERSAL DE TODA NUESTRA <strong>VIDA</strong><br />

Estamos en una cultura mundialmente conocida como “post-moderna”. La característica<br />

fundamental de la misma estriba en que mira a lo concreto, olvidándose del todo. Las<br />

narrativas que daban cohesión a un sentido históricamente gradual de los procesos personales<br />

o comunitarios han quedado relegadas a un segundo lugar, y lo que importa es el aquí-yahora<br />

del momento presente. La consecuencia lógica de tal mentalidad es la fragmentación.


4<br />

Sin entrar a valorar esta cultura en la que sin duda ninguna hay tesoros hermosos que<br />

descubrir y lecciones verdaderas que aprender, hay que decir que esta cultura de lo inmediato<br />

y de la fragmentación necesita del contrapunto de la globalidad, del todo personal que<br />

necesita ser revisitado y sanado. Así será redimido de la parcialidad que a fin de cuentas deja<br />

a la persona desarticulada y vulnerable, incapaz de encontrar la fuerza interior que le da<br />

consistencia y armonía.<br />

Aplicado esto a la vida comunitaria, hemos de acercarnos a ella de modo global, holístico,<br />

más allá de consideraciones puramente organizativas, de horarios que cumplir, y de<br />

actividades que soportar. La vida comunitaria escolapia es sobre todo vida fraterna en<br />

comunidad que se vive en la simplicidad, la alegría, la espontaneidad, y el gozo de saberse<br />

llamado y amado.<br />

Todos los elementos esenciales de nuestro ser y hacer se conectan en la vida comunitaria<br />

escolapia, que viene a ser como el laboratorio en el que se pone a prueba todos los acentos<br />

fundamentales de nuestro ser y hacer. Y esto es lo que vamos a ver a continuación.<br />

Nuestro Padre P. General, P. Pedro Aguado, Sch.P., en su visita canónica a nuestras<br />

demarcaciones siempre deja claras diez claves fundamentales que sostienen nuestra identidad<br />

escolapia en cualquier parte del mundo, aplicadas a cualquier cultura o mentalidad. Éstas son<br />

las siguientes, sin que necesariamente estén en orden de importancia:<br />

1. Hemos de tener una pastoral vocacional bien sistematizada, de modo que<br />

construyamos una “cultura vocacional” a través de la cual todos nos sintamos responsables en<br />

llamar, recibir y acompañar a quienes se acercan a nosotros.<br />

2. Hemos de cuidar a fondo la Formación Inicial, con planes bien estructurados y<br />

progresivos, cuyo punto de apoyo sea, una vez más, la experiencia de Dios y el<br />

acompañamiento personal.<br />

3. Nuestras comunidades deberán renovarse de modo que en ellas haya vida en<br />

abundancia, con alma de acogida, con espiritualidad y entusiasmo misionero.<br />

4. La Formación Permanente debe nacer del deseo personal de crecimiento, de<br />

renovación, y de conversión en cada ciclo vital en que nos encontremos.<br />

5. Nuestro ministerio escolapio será alimentado como el fuego sagrado que<br />

ilumina y purifica desde la identidad Calasancia; será puesto en marcha a través de la misión<br />

compartida con los laicos, y con una gran capacidad evangelizadora, al servicio de los más<br />

pobres.<br />

6. Los laicos son parte esencial de nuestro cuidado, pues cuanto más compartan<br />

nuestra visión, mejor colaborarán en nuestra misión y ministerio. Son cooperadores en nuestra<br />

misión, y los invitaremos a formar parte de Fraternidades Escolapias, y nuestros ministerios<br />

escolapios.<br />

7. La Reestructuración es otra clave esencial. Una reestructuración que requiere<br />

un movimiento de flexibilidad del que ya somos pioneros, pues nuestra provincia es fruto de<br />

una fusión a la que muchas otras le han seguido.


5<br />

8. El proceso de crecimiento de la Orden: este proceso requiere un doble<br />

ejercicio, el de la consolidación y de expansión. Y esto requiere audacia y decisión, siempre<br />

desde el proceso firme del discernimiento. A veces habrá que dejar cosas.<br />

9. Economía y Finanzas: se nos pide la solidaridad de Orden para que, desde<br />

nuestra pobreza, ayudemos al crecimiento de nuestra Orden en lugares de primera<br />

implantación donde los recursos materiales son escasos. La clave de esta vivencia está en la<br />

centralización y el compartir.<br />

10. La figura de CA<strong>LA</strong>SANZ, nuestro Santo Fundador, es el eje que aglutina todos<br />

los anteriores. Debemos re-descubrirlo, profundizar el conocimiento de su vida, su visión, y el<br />

efecto multiplicador de su obra en nuestros días.<br />

Tomando como referencia estas diez claves fundamentales, voy a desgranar cada una de ellas<br />

en referencia sobre todo al capítulo III de las constituciones, haciendo hincapié en lo que la<br />

Orden necesita de nosotros hoy.<br />

- <strong>LA</strong> PASTORAL VOCACIONAL<br />

“Con esta vida comunitaria respondemos mejor al Señor que nos llama. Y esa respuesta será,<br />

con la gracia de Dios, nuestra mejor recomendación para que quienes tienen trato con<br />

nosotros, especialmente niños y jóvenes, se sientan fuertemente atraídos a trabajar en la mies<br />

del Señor.”(CC 39)<br />

La pastoral vocacional del contagio es la más apropiada porque es la más sincera y entusiasta.<br />

Nace de la convicción y se expresa desde el deseo de contagiar a otros lo que para uno es<br />

vida, esperanza y sentido vital.<br />

Aunque en cada comunidad haya un encargado de la pastoral vocacional, corresponde en<br />

principio a todos y cada uno el ser testigos cualificados en la misión de suscitar, llamar,<br />

acompañar y ayudar a crecer las vocaciones que el Seños nos da. Pero es imprescindible el<br />

testimonio de una comunidad viva que acoge, que sale de sí misma, que sabe ensancharse y<br />

estrecharse para hacer un hueco al que llega, que se encarna, y que escucha el grito de los<br />

más necesitados.<br />

Lo que decimos en las campañas vocacionales debe ser contrastado con nuestra manera de<br />

vivir hoy y, si fuera necesario, debe ser puesto en cuestión, cambiado, enmendado y<br />

purificado. Y es que a la larga el método más eficaz de atraer vocaciones a la Vida Religiosa y<br />

sacerdotal es el del contagio, pues en él la fuerza del convencimiento elimina toda<br />

ambivalencia y toda verborrea inconsistente.<br />

No podemos engañar a los jóvenes, pues son ellos los mejores asesores de nuestras formas<br />

de vivir el deseo de decir el sí incondicional al Señor en la Iglesia. Jesús de Nazaret y su estilo<br />

de vivir nos enseñan de modo excepcional el método evangélico de contagio a través del cual<br />

Jesús comenzó, con tan sólo un puñado de agentes, los 12 Apóstoles, el mayor cambio que


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jamás haya ocurrido la historia de la humanidad: la llegada del Reino de los Cielos. Y en ello<br />

estamos nosotros.<br />

- <strong>LA</strong> FORMACION INICIAL<br />

“Con especial cuidado y amor fraterno nos preocupamos por quienes acaban de abrazar<br />

nuestra forma de vida” (CC 33),<br />

Como norma general y permanente debemos preguntarnos si nuestra comunidad concreta es<br />

capaz de recibir y acompañar el crecimiento vocacional de cualquiera de nuestros hermanos<br />

en proceso de formación inicial. Si la respuesta es “no”, entonces es que debemos hacer algo<br />

para cambiar y mejorar.<br />

Tener vocaciones y acompañarlas es lo mismo que una familia que ha decidido tener hijos y se<br />

compromete a ayudarles a crecer en todos los aspectos de su personalidad (físicos,<br />

psicológicos, espirituales, afectivos, intelectuales, etc.)<br />

Debemos aprender a ser comunidades que reciben el regalo de nuevos hermanos como si<br />

fueran regalos del cielo. Para ello hemos de salir de nuestros moldes y comenzar un proceso<br />

descendente y de irrelevancia que nos ayude a conectar con el alma joven de nuestros<br />

hermanos menores.<br />

Debemos considerar que nuestros hermanos profesos más jóvenes son de hecho y de derecho<br />

miembros de nuestras comunidades y por ello hemos de tratarlos como adultos a quienes<br />

ayudamos a ser introducidos en la dinámica global de nuestra vida y ministerio escolapios.<br />

- NUESTRAS COMUNIDADES<br />

“Este compromiso de crear y fomentar la comunidad lo hemos asumido todos al abrazar la<br />

vida religiosa”(CC 34)<br />

Y es que la comunidad es don y gracia (“reunidos en comunión de fe por el amor del Padre…”<br />

(No. 25) pero también tarea. De ahí lo del compromiso de crear y fomentar la comunidad.<br />

¿Cómo hacemos todo esto? Las constituciones nos dan pistas muy concretas:<br />

1. Procurando madurar en la caridad y las virtudes humanas tales como la sinceridad, la<br />

afabilidad, el respeto mutuo, el ambiente dialogal, y la contribución a la unidad. (29)<br />

2. Con la sencillez, el respeto, la benignidad, la tolerancia y la corrección fraterna. (30)<br />

3. Con la corresponsabilidad, la colaboración mutua y el olvido de sí. (31)<br />

4. Siendo solidarios, con la participación activa en momentos de oración, de reuniones, de<br />

programaciones y evaluaciones comunitarias, y la fidelidad al horario. (32)<br />

5. Cuidando de los más jóvenes, los más ancianos y enfermos, y orando por los miembros<br />

de la Escuela Pía Celeste. (33)


7<br />

Cuando vivimos sin medianías nuestra vida de comunidad, nuestra espiritualidad avanza y se<br />

robustece ya que nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a<br />

quien ve. Por su carácter de simplicidad y verdad, copio aquí lo que San Agustín entiende por<br />

comunidad religiosa:<br />

“Una comunidad es un grupo de personas<br />

Que oran juntas y hablan juntas;<br />

Ríen en común y se intercambian servicios mutuos;<br />

Se divierten juntos y aprenden juntos a estar serios.<br />

A veces pueden tener puntos de vista encontrados<br />

Pero sin enfadarse por dentro,<br />

Lo mismo que pasa con cada persona a veces,<br />

Usando las divergencias para reforzar su armonía habitual.<br />

Aprenden mutuamente los unos de los otros.<br />

Echan en falta a los ausentes<br />

Y reciben calurosamente a los que llegan.<br />

Manifiestan su mutuo amor con centellas<br />

Que salen de sus corazones,<br />

Y que se expresan en sus rostros,<br />

en sus palabras y sus miradas<br />

a través de gestos innumerables de cariño.<br />

Cocinan juntos el alimento en la casa<br />

Donde las almas se unen en un solo lazo<br />

Y donde muchos, al final, son UNO.”<br />

(S. Agustín, “Las Confesiones”)<br />

- <strong>LA</strong> FORMACION PERMANENTE<br />

Hablar de la persona humana es hablar de un todo armónicamente estructurado en el que se<br />

dan cita los niveles espirituales, psicológicos, físicos, ambientales y sociales. Formar es pues<br />

crecer en esa armonía para que "el hombre nuevo" surja paulatinamente como el maravilloso<br />

Moisés de Miguel Ángel saliendo poco a poco de la tosca piedra a golpe de cincel y martillo.<br />

El artista es el Espíritu de Cristo Resucitado y nuestro modelo es Él mismo, el Hombre Nuevo.<br />

Este proceso requiere que nos dejemos hacer por Él, es decir aceptar esa "pasividad activa" o<br />

esa "actividad pasiva" a través de la cual la gracia nos hace mientras cooperamos con ella. Y<br />

así vamos conociendo para amar, y aprendemos a amar para servir mejor. Estos son algunos<br />

lugares para la formación permanente:<br />

Sócrates decía que la vida sin auto-reflexión no vale la pena. Por ello<br />

el "lugar" privilegiado de toda formación, el imprescindible, es nuestra capacidad de<br />

reflexionar y obeservar nuestra vida, nuestras experiencias, nuestros sentimientos, reacciones,


8<br />

intuiciones, mociones, etc. Así nos abrimos al arte de "vivir despiertos", aprendiendo de cada<br />

reflejo de verdad que se encuentra desparramado por doquier.<br />

La Oración como relación con Aquel que me ha llamado es muy importante. La oración<br />

es "tiempo" de calidad con Aquel que me ama y confía en mí, con Él que constantemente me<br />

reta y, frente a mi victimismo, me dice una y otra vez: “tienes que nacer de nuevo, nacer del<br />

agua y del Espíritu, nacer del Señor.”<br />

El trabajo que cada día realizamos lo debemos compaginar con la actitud lúdica de<br />

descanso para estar a solas con nosotros mismos y para vivir la gratuidad de nuestras<br />

relaciones humanas. Nos hace falta encontrar esos amigos, esas personas significativas con las<br />

que puedo compartir todo lo que soy yo mismo sabiendo que no me van a rechazar ni<br />

juzgar. Son auténticos tesoros que me ayudan a ser más yo mismo según el plan de Dios para<br />

mi vida. Personas así pueden ser amigos entrañables, acompañantes espirituales, miembros<br />

de la comunidad, etc.<br />

La Interculturalidad es un lugar excelente, una buena plataforma para la formación<br />

permanente. Muchas de nuestras comunidades viven ya la Interculturalidad e<br />

internacionalidad como algo normal. ¡Qué bueno si nuestras diferencias son aprovechadas<br />

para enriquecernos con los valores que éstas conllevan! Las diferencias no son enemigos<br />

nuestros, sino aliados en el camino de adquirir flexibilidad, tolerancia, comprensión y la alegría<br />

de la complementariedad.<br />

Nuestra puesta al día en el ministerio al servicio de la Iglesia. Para ello hemos de ser<br />

muy “creativos", es decir, personas que se saben "enviados" para algo tan importante que<br />

requiere, más que recetas repetitivas, ojos abiertos, mente amplia, corazón generoso, para<br />

que en le transcurso de mi acción ministerial, sepa leer los signos de los tiempos y pueda<br />

responder a ellos con sentido de "contemporaneidad".<br />

- NUESTRO MINISTERIO ESCO<strong>LA</strong>PIO<br />

Estamos viviendo una primavera eclesial con la elección del Papa Francisco, que nos invita a<br />

ser Iglesia pobre con y para los pobres. Su entusiasmo misionero nos recuerda aquella<br />

anécdota de San Francisco de Asís que invitó al hermano León a salir a predicar por los<br />

alrededores. Se pusieron en camino. Tras horas de conversar por los caminos, reír y saludar a<br />

la gente, el hermano León, al ver que volvían al convento, le dice a Francisco: “Cómo es que<br />

ya regresamos si no hemos evangelizado? A lo que el pobre de Asís le responde: “Claro que<br />

hemos evangelizado; cuando nos veían en fraternidad, sonriendo y saludando, ya lo<br />

estábamos haciendo.”<br />

El ministerio escolapio más importante es el del testimonio gozoso de una comunidad que<br />

vibra al saberse amada por y en Jesucristo; una comunidad que comparte el espíritu<br />

Calasancio expresado sobre todo en el capítulo III de nuestras constituciones.


9<br />

En el contexto de una comunidad así vivida, se desenvuelve el ministerio de evangelizar<br />

educando, animados mutuamente por la vocación común que gozosamente vivimos, pues es<br />

lo que nos identifica profundamente como escolapios.<br />

A este respecto el número 38 de las constituciones explicitan lo que ha de ser nuestro<br />

ministerio escolapio en comunión con la Iglesia, conectado con el mundo: “Nuestra<br />

comunidad, miembro de toda la familia humana y siempre dispuesta a servir, hace suyos, con<br />

gozo y decisión, los gozos y las esperanzas, las tristezas y afanes de todos los hombres,<br />

particularmente los de la comunidad local donde vivimos.”<br />

- LOS <strong>LA</strong>ICOS<br />

Hoy en día aceptamos todos que nuestro trabajo con los laicos no es cuestión estratégica de<br />

supervivencia, sino consecuencia lógica de la eclesiología que surge tras el Vaticano II, una<br />

eclesiología que nos habla de comunión y de cooperación mutuas.<br />

Nuestro trabajo con los laicos nos lleva a un descubrimiento cada día más hermoso y profundo<br />

de lo que somos; a la vez nos abrimos a la belleza de la vocación laical que lleva en sí el<br />

germen carismático con el que conectamos calasanciamente para construir juntos la Iglesia.<br />

Así se entiende mejor el número 36 de nuestras constituciones: “De la vida de la comunidad<br />

escolapia participan también, a su modo, los formandos no profesos y los laicos que<br />

comparten nuestra vocación en distintas modalidades”.<br />

Sea cual sea la modalidad de los laicos que trabajan con nosotros, debemos considerarlos con<br />

respeto inmenso y con el deseo profundo de formarlos escolapiamente, pues cuanto más<br />

cerca estén de nuestro modo de ver y servir escolapios, más y mejor llevaremos a cabo la<br />

misión que poco a poco se convierte en “misión compartida”.<br />

- <strong>LA</strong> REESTRUCTURACION<br />

De todos es sabido, pues prácticamente todo estamos sufriendo y gozando la reestructuración<br />

a nivel interno y externo, que exige una gran dosis de flexibilidad y disponibilidad, de<br />

creatividad y de generosidad.<br />

Para ello nuestras comunidades han de ser fuertes para que no queden suturas a través de las<br />

cuales la energía que necesitamos para crear algo nuevo, se vea desperdiciada a causa de la<br />

frustración, la mediocridad y la falta de esperanza.<br />

Toda reestructuración implica avance hacia la vida en plenitud. “Somos ministros de la<br />

esperanza del Reino futuro y de la unión fraterna entre los hombres” (CC 25). Nuestra plenitud<br />

es el Reino que ya está entre nosotros, en constante desarrollo hasta la plenitud infinita.<br />

Nuestra tarea es dejar que crezca dentro de nosotros y ayudarle que crezca hacia fuera de<br />

nosotros, allí donde el Espíritu desee llevarnos.


10<br />

En todas las demarcaciones que ya se han formado como fruto de fusiones, lo más primordial<br />

que debemos cuidar es la vida fraterna en comunidad. De lo contrario corremos el riego de<br />

hacer fusiones de papel que llevan firma y sello, pero que no se sostienen desde el<br />

convencimiento y la decisión concreta de ir más allá de las barreras creadas por la inercia<br />

histórica de los años.<br />

Si partimos de una eclesiología de comunión, si sentimos “intensamente la vivencia de<br />

auténtica comunión con la Iglesia”, se facilitará, consecuentemente, el proceso de<br />

reestructuración en el que estamos inmersos por mandato explícito del 46 capítulo general de<br />

nuestra Orden.<br />

- EXPANSIÓN DE <strong>LA</strong> ORDEN<br />

También por mandato del pasado capítulo general de la Orden estamos en proceso de<br />

expansión más allá de fronteras y lugares conocidos. Esto requiere un espíritu misionero de<br />

Orden, que se cristaliza en el entusiasmo misionero en algunos a quienes el Señor les ha dado<br />

esta hermosa vocación misionera escolapia.<br />

Pero no debemos ser simplistas, pues todo avance en el Reino, toda nueva implantación y<br />

expansión requieren no solamente de generosidad, sino de vivencia comunitaria profunda en<br />

aquellos que son enviados por medio de los superiores.<br />

La vivencia comunitaria misionera es esencial, de lo contrario enseguida llegan los desánimos,<br />

los cansancios, los personalismos, la soledad y, como consecuencia, la deserción e incluso el<br />

abandono de cosas tan hermosas como son las nuevas fundaciones de las que nuestro Santo<br />

Fundador hablaba con un entusiasmo especial, pues quería que todos los novicios tuvieran<br />

madrea de fundadores. A Él mismo le hubiera encantado salir de Roma para ir a fundar a<br />

lugares nuevos y desconocidos.<br />

La vivencia comunitaria de los orígenes de una demarcación, para bien y para mal, es el ADN<br />

que hará desarrollar la futura demarcación en una forma u otra. ”La Familia escolapia formada<br />

por los escolapios de todo tiempo y lugar, se concreta y se hace visible en la Comunidad Local,<br />

constituida por los religiosos a ella asignados. Toda la Comunidad Local. A su vez, forma parte<br />

de las comunidades más amplias, como son las Provincias y la Orden entera.” (CC 36)<br />

Fruto de esta expansión es la interculturalidad e internacionalidad de las comunidades. Hace<br />

pocos años había un desconocimiento casi total de unas provincias con otras. Hoy, gracias a<br />

Dios, hemos roto el círculo viciado y cada vez es más común tener miembros de nuestras<br />

comunidades que pertenecen no solamente a varias nacionalidades, sino a continentes<br />

diversos.<br />

Más allá del simplismo, hemos de trabajarnos a fondo, pues enseguida salen las diferencias de<br />

nuestros orígenes culturales y tendemos a fijar la atención en lo que nos separa más que en lo


11<br />

que nos une. La cultura de Orden, de vida religiosa que trasciende las fronteras para llevarnos<br />

a la experiencia del sabernos ciudadanos del mundo y hermanos universales, ha de calar en<br />

nuestro ser de manera que, más y más, seamos un elemento contracultural que habla por si<br />

mismo del Reino que anunciamos y que ya está entre nosotros.<br />

- ECONOMÍA Y FINANZAS<br />

La manera en que vivimos la economía y las finanzas difiere esencialmente de lo que pueda<br />

ser una organización que no se mueva desde la fe, aunque sus fines sean realmente de ayuda<br />

al desarrollo humano y de ayuda a los pobres. Hemos hecho voto de pobreza que, vivido en<br />

comunidad local, de demarcación provincial, y de Orden, nos lleva a imitar a Cristo pobre en<br />

medio de los pobres, y a “compartirlo todo”(CC 26)<br />

Compartir es un elemento esencial que nos descentra de nuestro ego posesivo y calculador,<br />

para adentrarnos en la generosidad desapegada y responsable, por la que hacemos nuestros<br />

los gozos y las esperanzas, las tristezas y afanes de todos los hombres. (CC 38)<br />

La transparencia en el uso del dinero y la responsabilidad en usarlo son factores esenciales<br />

para nosotros que profesamos voto de pobreza como distintivo esencial de nuestra<br />

consagración. En este sentido el Papa Francisco ha comenzado dándonos un hermoso ejemplo<br />

cuando al día siguiente de su elección decidió ir a pagar la cuenta del hotel donde se alojaba<br />

porque “no hay que usar de modo irresponsable el dinero de la Iglesia”. Lo mismo se puede<br />

decir acerca del “dinero de la Orden”.<br />

En este momento histórico de expansión de la Orden es un hermoso hecho el que todos<br />

contribuyamos a nivel de demarcación para que haya mayor sentido del comunidad de bienes<br />

con aquellas nuevas implantaciones adonde existe necesidad material y económica.<br />

- <strong>LA</strong> FIGURA DE CA<strong>LA</strong>SANZ, NUESTRO FUNDADOR<br />

Esta faceta es la que nos lleva a la identidad común y esencial de nuestro ser escolapios. Se<br />

trata no solamente de conocer aspectos históricos o biográficos de Calasanz, sino sobre todo<br />

dejarnos iluminar por su visión de hace 400 años para, creativamente, ser fieles desde su<br />

“afortunado atrevimiento y tesonera paciencia”, a la obra que el Espíritu le inspiró. (CC1)<br />

Sin querer idolatrar a nuestro Santo Fundador, sí creo que los escolapios hemos de salir del<br />

anonimato y de un falso pudor, para hacer conocer y amar a San José de Calasanz.<br />

Sobre todo hemos de unificar nuestro ser personal y comunitario en aras del ministerio<br />

específico que nos legó y que hoy lo formulamos como “educar evangelizando”.<br />

Hasta aquí lo diez puntos o claves esenciales de nuestra identidad escolapia en el contexto de<br />

la vivencia comunitaria o vida fraterna en comunidad. Pero todavía quedan aspectos que se


12<br />

derivan sobre todo de algunos puntos del capítulo III de nuestras Constituciones, y que son de<br />

importancia capital. Veámoslos:<br />

<strong>VIDA</strong> <strong>COMUNITARIA</strong> Y EUCARISTÍA<br />

De todos es sabido que la Eucaristía tiene dos partes celebrativas en las que experimentamos<br />

la presencia de Jesús Resucitado en medio de su pueblo. Se trata de la celebración de la<br />

Palabra de Cristo, y la presencia sacramental en su Cuerpo y su Sangre. Ambas tienen la<br />

misma intensidad presencial, pues es Cristo en medio de su Pueblo que es la Palabra<br />

encarnada, y la carne que se nos da como alimento de camino a la plenitud del Reino.<br />

El número 27 de nuestras constituciones no tiene desperdicio: “Convocados por la Palabra de<br />

Dios a una vida de comunión, somos en la Eucaristía signo de unidad, actualizando en<br />

nosotros la muerte y resurrección de Cristo, para crecer de continuo en el servicio a los<br />

hermanos.”<br />

Este número, llevado a la vida cotidiana, nos habla de que nuestra vida escolapia en<br />

comunidad es una eucaristía existencial donde nos ayudamos mutuamente a ser dóciles a la<br />

Palabra que nos ha convocado, y a comulgar (comunicar) con el hermano que es conmigo<br />

auténtico “cuerpo de Cristo”.<br />

Al terminar la eucaristía el sacerdote nos envía con las palabras, “podéis ir en Paz!” Se<br />

entiende que es un envío a través del cual hemos de vivir lo que celebramos; de igual modo<br />

nosotros somos en la vida comunitaria eucaristía que celebra la presencia de Jesús Resucitado<br />

a la escucha de la Palabra y en su cumplimiento a través del amor fraterno. De esa forma<br />

“crecemos de continuo en el servicio de los hermanos.” (CC 27)<br />

No se entiende por tanto el que haya hermanos en nuestras comunidades que más o menos<br />

sistemáticamente rehúyan la concelebración comunitaria. En la concelebración eucarística<br />

expresamos quiénes somos y quedamos robustecidos de cara a lo que Dios quiere que<br />

seamos.<br />

<strong>VIDA</strong> <strong>COMUNITARIA</strong> Y NUESTRA CONSAGRACION RELIGIOSA<br />

Hemos dicho que la consagración religiosa escolapia y nuestra actividad ministerial de<br />

evangelizar educando las vivimos en el contexto de la vida comunitaria. Y ha quedado claro<br />

que vivir en comunidad no es algo meramente estético o añadido a nuestro ser de<br />

consagrados. Vivir en comunidad es esencial y necesario.<br />

Por eso los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, junto con el voto de educar y<br />

enseñar, son vividos en la comunidad, y dentro de ella aportan algo característico y muy<br />

significativo. El número 26 de las constituciones escolapias dice que “en nuestra vida<br />

comunitaria, la castidad nos mueve a amar en plenitud a los hermanos; la pobreza, a


13<br />

compartirlo todo; la obediencia, a unirnos estrechamente para cumplir con certeza la voluntad<br />

de Dios.” Es hermoso resaltar los aspectos comunitarios derivados de los mismos:<br />

- La castidad: nos lleva al amor en plenitud, porque ser célibe consagrado o casto es lo<br />

mismo que caminar progresivamente en el amor sin condiciones, unificando nuestro<br />

corazón en el de Cristo, en cuyo regazo no existen exclusivismos ni cálculos que llevan<br />

a la medianía y a la ausencia de pasión. Nuestro amor célibe está llamado a tener la<br />

misma fuerza apasionada del amor que los esposos se prometen en su matrimonio. La<br />

sola diferencia es que en nuestro corazón cabe el mundo entero por amor al que nos<br />

amó primero. Vivimos fieles en la castidad. (CC 16)<br />

- La pobreza: nos mueve a compartirlo todo. Pobreza no es sólo no tener, sino que lo<br />

poco que tenemos lo podamos compartir especialmente con los hermanos de<br />

comunidad. Y lo más precioso que tenemos es nuestro tiempo y nuestros dones. El<br />

regalo de la pobreza va unido al de la libertad y la alegría. Por eso nuestras<br />

constituciones dicen en el punto 66 que “no dudamos en poner con alegría al servicio<br />

de los demás nuestros bienes de naturaleza y de gracia, nuestra capacidad de trabajo y<br />

nuestro propio tiempo.” Vivimos alegres en la pobreza. (CC 16)<br />

- La obediencia: nos mueve a la estrecha comunión de manera que podamos cumplir la<br />

voluntad de Dios. Obediencia implica capacidad de escucha al Dios que desea<br />

comunicarse constantemente con nosotros. Pero está claro que nadie va al Padre que<br />

es amor sino a través de los hermanos. Por eso la obediencia en el contexto de la vida<br />

comunitaria establece una línea horizontal imprescindible de modo que en el ambiente<br />

de fraternidad escuchemos mejor la voz del Señor y respondamos a su llamada<br />

permanente. “Todos los religiosos, para realizar fielmente lo que le agrada al Padre,<br />

intentamos descubrir su voluntad en intercambio de pareceres y comunión de<br />

oraciones.” (CC 77). Vivimos dóciles en la obediencia. (CC 16)<br />

EL PAPEL DEL SUPERIOR LOCAL<br />

El superior local tiene como cometido fundamental el de ser el factor aglutinante de una<br />

comunidad, el que escucha y comprende, el que tiene claro que su puesto es servir a los<br />

hermanos y ayudarles a crecer en la fidelidad a la vocación escolapia. Por eso el número 34 de<br />

nuestras Constituciones es bien claro: “Este compromiso de crear y fomentar la comunidad…<br />

recae principalmente sobre quienes han recibido la responsabilidad de animar la comunidad y<br />

quienes tienen el encargo de construir comunidades en cada Provincia.”<br />

De refilón sale a relucir el papel del Superior Mayor, quien tiene una gran responsabilidad ya<br />

que a la hora de nombrar a los que presiden cada comunidad debe tener muy en cuenta el<br />

perfil de escolapio superior:<br />

Hombre psicológicamente sano: sereno, realista, lúcido, imparcial, positivo, comunicador entre<br />

los hermanos; alegre, creativo, fiel.<br />

Hombre de Dios, de vida interior y espiritual ricas y actualizadas.


14<br />

Hombre de Iglesia, encarnado en la dinámica eclesial local.<br />

Generador de dinámica de vida fraterna, en comunidad fiel y creativa que es capaz de suscitar<br />

vocaciones a la vida religiosa entre los jóvenes y laicos comprometidos con el carisma y<br />

ministerio escolapios.<br />

Propicia y favorece la participación y corresponsabilidad de todos; sabe escuchar y discernir en<br />

diálogo fraterno con la comunidad y cada religioso, su mejor ubicación en la comunidad, en la<br />

Escuela Pía y en el ministerio escolapio propio y particular de la comunidad o de la<br />

Demarcación.<br />

Es líder al estilo evangélico; habla y actúa proactivamente y no por reacción, en actitud<br />

dialogante y creadora de responsabilidad en los hermanos.<br />

Enamorado del carisma y de la misión escolapia, conoce bien a nuestro Fundador y la Escuela<br />

Pía, nuestros Documentos básicos, sobre todo Constituciones y Reglas, y nuestro derecho<br />

interno.<br />

Asequible a los hermanos y laicos, a quienes sirve con espíritu evangélico; ama a quienes sirve<br />

y sirve a quienes ama, sin actitud paternalista ni independiente.<br />

Con capacidad de empoderamiento de los proyectos personales y comunitarios, en diálogo<br />

continuo con los responsables de las diferentes áreas de la Obra escolapia encomendada a la<br />

Comunidad o a la Demarcación.<br />

Sensible y participativo en la realidad del entorno, sobre todo en el mundo de la niñez, la<br />

juventud y los pobres.<br />

Se deja asesorar y asistir democráticamente por su equipo (asistentes o colaboradores en las<br />

diversas áreas y tareas que tiene encomendadas como Superior). Hombre de comunidad, es<br />

agente de comunión fraterna y eclesial, de reconciliación y de impulso positivo en la dificultad.<br />

Representa digna y positivamente a la Escuela Pía ante instituciones eclesiales, religiosas y<br />

civiles, a nivel de comunidad, Demarcación, y Obra escolapia encomendadas a él.<br />

Hombre entusiasmado por la vida escolapia, el Evangelio y el carisma Calasancio; suscita,<br />

impulsa y acompaña nuevas vocaciones a la vida escolapia, unido a los hermanos en<br />

testimonio de vida fraterna.<br />

Tiene mentalidad de Orden y vive y actúa abierto a la globalidad sana actual que está<br />

propiciando un nuevo modelo de presencia escolapia en el mundo. y lo transmite a la<br />

comunidad y a la Demarcación a la que sirve.


15<br />

Acepta sus limitaciones con realismo y sencillez, y como tal acepta el servicio de autoridad<br />

confiado por sus hermanos y Superiores inmediatos, con la actitud paulina de confianza en<br />

quien le ha llamado y enviado: “te basta mi gracia.”<br />

Conoce bien su perfil de Superior, definido en nuestras Constituciones y Reglas y en las cartas<br />

apostólicas y paulinas del Nuevo Testamento.<br />

En comunión con otros Superiores de las Demarcaciones, de la Circunscripción, y de la Orden.<br />

Cuida su formación permanente y la de sus hermanos, sirviéndose de las mediaciones<br />

ofrecidas por la Orden y otras instituciones eclesiales intercongregacionales.<br />

<strong>VIDA</strong> FRATERNA EN COMUNIDAD. APUNTES FINALES<br />

La vida fraterna en comunidad no es algo optativo y es más que pertenecer<br />

nominalmente a una comunidad canónica. La vida fraterna en comunidad subraya el valor de<br />

las relaciones interpersonales basadas en la fe que actúa por el amor.<br />

Cristo llamaba a los que creían en Él a vivir en unidad por el vínculo del amor; esto<br />

queda reflejado en su vivencia con los 12 Apóstoles con quienes creó la comunidad apostólica.<br />

Esto queda patente cuando el Espíritu llegó en Pentecostés. El Espíritu amalgama la diversidad<br />

en la unidad. (Act 4, 32-35)<br />

Nuestro amor fraterno en comunidad es un intento de vivir como las primeras<br />

comunidades cristianas en las que los creyentes vivían compartiéndolo todo, siendo<br />

compasivos y solidarios con los pobres y los necesitados. (Act 2, 44-47)<br />

La vida comunitaria es más que pertenecer nominalmente a grupo; es establecer<br />

relaciones cálidas, conexiones amistosas, sin excluir a nadie en nuestra decisión de amar.<br />

Cada miembro de la comunidad es un regalo de Dios, como yo lo soy para ellos. (Ef 4, 7-16)<br />

La comunidad nos pide que reconozcamos nuestros valores personales al servicio del<br />

bien común. También requiere humildad, sabedores de que humildad es caminar en la verdad.<br />

No pidas a los demás lo que tú mismo no quieres dar; no seas agrio con tu comunidad,<br />

porque es tu familia. Lo que sea y como sea, recuerda que éste es el lugar donde Dios quiere<br />

que estés para crecer en la santidad.<br />

Cuando encuentres dificultades en la comunidad que tu pensamiento sea: “Qué puedo<br />

hacer para que todo esto mejore, cómo puedo ayudar a éste u otro hermano que aparece<br />

arrogante, impertinente, silencioso, individualista, etc.? (Col 3, 12-15)


16<br />

Permite ser corregido cuando sea necesario. Toda corrección, incluso cuando no sea del<br />

todo objetiva por parte del que corrige, puede ser una bella oportunidad de crecer en el amor.<br />

(Mt 18, 15-18)<br />

No te encierres en el victimismo. No eres la única persona que sufre en el mundo<br />

pasando por un trauma o una dificultad. Así aprenderás a reírte de ti mismo y a sonreír frente<br />

a lo que te suceda; aprenderás a simplificarlo todo y, lo que es más importante, aprenderás a<br />

confiar más en la bondad que Dios te regala especialmente por ser TÚ.<br />

La vida fraterna en comunidad es gracia (don) y proyecto (responsabilidad) personal.<br />

No te des por vencido, no te dejes vencer en tu deseo de amar a todos. El día en que<br />

comprendas cuánto te ama Dios, cuánto confía en ti, aprenderás a amar a todos y a confiar en<br />

todos. Éste es el secreto de la vida, escondido en tu corazón. Porque tú eres amor, tu<br />

auténtico nombre y DNA es “amor”. (1 Co 3, 16-17) Ese día descubrirás la alegría profunda de<br />

la que habla Jesús: “Vuestra alegría nadie será capaz de quitárosla”. (Jn 16, 22)<br />

La vida en comunidad nos ayuda a ser personas maduras. Y si esto no ocurre seguro<br />

que es porque no estamos bien enfocados en el en el sentido vital de nuestros ser religiosos<br />

escolapios.<br />

Un proceso de santidad que no te haga más humano y más centrado no viene de Dios.<br />

Los conflictos y problemas relacionales son causados por inconsistencias de un pasado no<br />

bien resuelto. (Jn 10, 10)<br />

Nuestra vida fraterna en comunidad es condición esencial para que nuestro apostolado<br />

y ministerio escolapio sean creíbles. (Jn 17, 23)<br />

Nuestro testimonio de vida es nuestro apostolado principal. La gente espera de<br />

nosotros mucho más de lo que nos pensamos. Ésta es la voluntad de Jesús: “Padre, que sean<br />

uno como Tú y yo; yo en ti y tú en mí; para que el mundo crea que me has enviado”.<br />

Piensa que los hermanos son un regalo, no una amenaza. Si actúas desde esta<br />

convicción, verás qué bello y agradable es vivir juntos, aprendiendo y enriqueciéndose<br />

mutuamente, pues cada cual tiene sus done al servicio de los demás. (Ef 4, 1-6)<br />

CONCLUSIÓN<br />

Háblame de tus comunidades y te diré cómo es tu demarcación. Dime hacia dónde trabajas a<br />

nivel comunitario y te diré si tu demarcación tiene futuro.


17<br />

Y es que en el tema de la vida fraterna en comunidad es donde nos jugamos de verdad el ser<br />

y el hacer de la Escuela Pía. Sin una experiencia satisfactoria de la misma estamos abocados a<br />

un activismo sin dirección, que a la larga nos irá fragmentando y desilusionando.<br />

En mi experiencia de escolapio misionero he llagado al convencimiento de que la experiencia<br />

comunitaria original de toda fundación nueva lleva en sí misma el ADN de lo que esa<br />

demarcación en ciernes será en unos pocos años.<br />

Por eso hemos de creer en la comunidad como elemento de crecimiento, de fiesta, de<br />

reconciliación, de trabajo, de sanación, de lugar donde uno encuentra paz y sosiego, de<br />

confrontación fraterna, de animación misionera, de servicio gozoso hacia los más pobres, de<br />

formación permanente y de atracción vocacional, de experiencia de Dios, de integración<br />

progresiva de nuestra vida en Cristo, de identificación con el carisma Calasancio, de<br />

conversión permanente, y de fiesta alrededor del Resucitado que nos envía a ser sus Testigos<br />

cualificados.<br />

Y acabo con un apunto Nuestro Santo Padre, que dice: “Las congregaciones han sido fundadas<br />

para que los hermanos vivan en caridad, y procuren ellas, con santa emulación, la adquisición<br />

de las virtudes, y particularmente de la humildad, que tanto agrada a Dios.” (DC No. 860 / 24-<br />

8-1630)<br />

Fr. Fernando Negro Marco, Sch.P.<br />

Washington, DC


18<br />

QUIERO CRECER, QUIERO VIVIR EN PLENITUD<br />

1/Jamás anidaré en mi corazón el mínimo resquicio de resentimiento hacia nada ni nadie.<br />

Cada día me trabajaré a fondo para descubrir el maravilloso caudal de bondad que hay en mí<br />

y en cada persona que me encuentre.<br />

2/ Sé que la energía que rige el mundo es el amor. El amor es creativo y fuerte a la vez. Por<br />

eso, con mucha paciencia, nunca bajaré la guardia en mi deseo de vivir amando sin<br />

condiciones, intentando querer entender cuando no soy entendido. Simplificaré mi mente.<br />

3/ No cifraré mi felicidad en querer ser aceptado por todos. Si soy criticado, insultado o<br />

rechazado, no me replegaré en el victimismo. Con mi bondad desconcertaré al que desea<br />

verme abatido. Sé que aunque el mundo caiga alrededor, soy hijo de la Bondad Suprema.<br />

4/ Bajaré hasta los infiernos de las contradicciones, penas, soledades y sufrimientos, reflejados<br />

muchas veces en los conflictos relacionales. Seré el primero en resucitar de las cenizas.<br />

5/ Me niego a “dramatizar” mi vida. Me niego a la autocompasión esclavizante. Hay mucha<br />

gente más herida que yo. Cada mañana aprenderé a ser agradecido al Dios de la vida.<br />

6/ Me gozaré en las cosas sencillas que esconden en sí la grandeza de lo esencial: la sonrisa,<br />

el regalo inesperado, una carta, una tarjeta, un amanecer, un saludo cercano... la vida misma.<br />

7/ Cuando el miedo, la frustración, el sufrimiento, y el dolor me visiten, no los rehuiré. No son<br />

mis enemigos. Son más bien la posibilidad para hacerme madurar, para llevarme a la acción<br />

de gracias por el amanecer que sucede a cada noche.<br />

8/ Acepto mis limitaciones. No es más rico el que más tiene sino el que almacena más paz<br />

dentro de sí. La paz surge del convencimiento esencial de que soy bueno y puedo transmitir<br />

mi bondad a otros.<br />

9/ Yo soy el único responsable de mi vida. Dejaré de culpar a los demás cuando las cosas no<br />

vayan de acuerdo a mis cálculos. Intentaré aceptarme y cambiar lo que pueda cambiar. Estaré<br />

reconciliado con todo, con mi historia rota. Todo en mí está bellamente organizado por Dios al<br />

servicio de mi crecimiento ilimitado en el amor y la verdad.<br />

10/ Quiero ser factor aglutinante de unidad. Creo que mis sueños pueden hacerse realidad si<br />

me comprometo con ellos y me decido a dar mi vida por ellos.

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