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El Fallo “Punta del Este 1967” - Yacht Club Argentino

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EL YACHTCuentos NáuticosHace mil años (continuación)por Alfredo Bafico Rojassomó un primer hombre armado, muy agitado, con elrostro pintado de azul. Atrás llegaban otros con arreglosimilar.-“¡Los vikingos!!!”-”¿Donde?”-”¡En el mar. Unas cinco millas al norte... cerca <strong>del</strong> horizonte. Ya salióun mensajero hacia Edimburgo y otros dos hasta nuestros vecinos!!!”-”¿Cuantas naves?”-”¡...Cuatro!!!”Los dos monjes se miraron y santiguándose salieron corriendo hacia lacasa pegada a la iglesia.En seguida reaparecieron con espadas ceñidas a la cintura, arcos yaljabas en banderola a la espalda.-”¡Hay que salvar el bote, debemos zarpar ya!!! ¿Donde está Duun?”-”¡Organizando la primera línea en la playa!!”Los religiosos corrieron hacia el mar, donde varios grupos de hombresy mujeres arrastraban troncos de árboles hasta la arena para formarparapetos.Pronto llegó el primer carro cargado con cestos llenos de escudos,hondas, piedras, arcos, flechas, picas, espadas, cuchillos, garrotesy hachas, que fueron distribuyéndose en los diferentes resguardosdispuestos en forma escalonada y cuidadosamente ocultos conramas y vegetación.Al frente de todas esas defensas otras personas cavaban en la arenauna trinchera angosta paralela a la orilla, que se comunicaba con elprimer fortín. Al rato llegó un segundo carro cargado con bolsasllenas de hojas secas empapadas con brea y aceite de lino quefueron depositando con apuro en el piso de la zanja, que despuésocultarían también con ramas y follaje. Todos trabajaban conurgencia, esperando el último aviso que los vigías darían desde eltope de los acantilados.Los monjes se reunieron con seis mocetones fornidos, instruídosdurante la primavera y el verano en técnicas de navegación. Los ochohombres cargaron armamento sobre un carro y en seguida fueron hastala dársena bajo los acantilados, donde el bote se balanceaba suavementebajo el sol matinal. Con prisa transbordaron las armas y sin esperarmás, soltaron amarras.En medio de tanta actividad, Seehan sentía una gran serenidad; sabíaque se había pensado y preparado mucho para resistir una invasión. Enforma metódica, estudió la fuerza y dirección <strong>del</strong> viento. Tambiénverificó las nubes y el vuelo de aves de mar. Soplaba una buena brisadesde mar afuera que empujaba a media altura unos cúmulus dispersosy las gaviotas revoloteaban alto, aprovechando algunos vientosascendentes de aire cálido. Alertado por esos indicios de inestabilidad,el monje esperó los borneos de aquel viento observando su vela y surumbo mientras timoneaba. También miró hacia la orilla y por lamancha oscura de arena mojada, dedujo que la marea estaba en bajante.Sus acompañantes bogaban con energía.Siguieron remando mar adentro después de pasar las rompientes, hastaque Seehan propuso bajar la orza y desplegar la vela. Ataron los remosdentro de la regala, soltaron la vela e izaron la entena al tope. Cazaronla escota y el bote con viento al través ganó estropada.Al rato navegaban rápido con rumbo sudeste paralelo a la costa. Uno <strong>del</strong>os tripulantes avistó la pequeña bandera que se agitaba en lo alto de losacantilados. <strong>El</strong> enemigo estaba cerca.Poco después asomaron por afuera de los acantilados cuatrorectángulos rojos, las velas cuadras de los vikingos. Iban orzando parazafar la restinga, con una escora que a Seehan le pareció excesiva.También los nórdicos habían avistado al bote que intentaba escapar.Dos “draaks” se separaron, orzando más para ganar barlovento sobre supresa. <strong>El</strong> otro par derivó hacia la playa ni bien avistaron la dársena.Pero el bote escocés tenía muy buena velocidad. Seehan recordabalos consejos de Groaldunn en Irlanda, “en combate, siempre gana el22

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