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Hubo también no pocos judíos que, con los exclusivosméritos de contar con una cuantiosa fortuna yconocer el turco, lograron medrar en la administraciónotomana en calidad de banqueros de los sultanes y delos agás del cuerpo de los jenízaros; en tales tareas encontraronuna fuerte oposición en el elemento armenio-católico y ortodoxo-, con el que hasta la década de losaños veinte del siglo XIX los sefardíes mantuvieron unviolento pulso por el control de las finanzas del Estado.Cierto es que esa situación de privilegio de la quegozaron algunos sefardíes fue con frecuencia inestable,estando sometida, como no podía ser menos, a los avataresde los cambios políticos internos de la siempre procelosacorte otomana, en la que ocupar puestos de relevanciacomportaba sus riesgos; y así vemos cómo no pocosde esos notables sefardíes fueron sumariamente ejecutados,cogidos en medio de los vaivenes de la balanzadel poder y de las alianzas cortesanas. Por ello, no es deextrañar que también encontremos en los aledaños de laSublime Puerta judíos convertidos al islam, que actúancomo médicos de los sultanes o como cortesanos de diversosniveles.Como no podía ser menos, a lo largo de los siglosno todo fueron luces en la convivencia entre la mayoríaislámica y las minorías del Imperio de las que formabanparte los judíos. Me limitaré a señalar sólo los tres malesque de forma casi endémica padecieron las masas sefardíesdurante su permanencia en tierras otomanas: los desmanesde los jenízaros, levantisca tropa con la que en1826 tuvo que acabar por la fuerza el sultán Mahmud II;los abusos y extorsiones de valíes o gobernadores locales,con frecuencia ávidos de dinero; y las acusaciones del llamadocrimen ritual. Las dos primeras afectaron no sólo alos judíos sino a todas las minorías religiosas del Imperio;pero sí tiene que ver específicamente con ellos la última.La calumnia del crimen ritual nació en la EdadMedia en Alemania y fue rebrotando como la mala hierbaen muchos países a lo largo de los siglos. Reposabaen la creencia de que los judíos usaban sangre de niñoscristianos para fabricar los panes ázimos de consumoobligatorio durante los ocho días que dura el Pésah oPascua judía. En el Imperio otomano sus principalespropagadores fueron los griego-ortodoxos convecinos delos judíos, aunque tampoco faltaron musulmanes, inclusode alta jerarquía. Tales acusaciones de crimen ritualproliferaron a lo largo y a lo ancho del Imperio otomanoy algunos de sus más destacados incidentes, por su repercusióninternacional, fueron los producidos en Damascoy en Rodas en 1840. A raíz de aquellos terriblesacontecimientos que llevaron a la muerte a varios judíos,mientras que otros fueron torturados, dos figurasde relieve en el mundo judío europeo, Adolphe Crémieuxy Moisés Montefiore, trabajaron intensamentepara refutar la creencia en los crímenes rituales y, graciasa la intervención de Lord Palmerston, ministro de AsuntosExteriores de Gran Bretaña, el 28 de octubre de1840 lograron ser recibidos por el sultán Abdul Mecid einducirle a proclamar un firmán imperial dando por nulala calumnia.67El Camino de la Lengua Castellana y su expansión en el Mediterráneo: Las rutas de Sefarad

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