TEATROÉrase una vez…Por M. J. Tabar Fotografías cedidas por la compañía Losotroh… un disco de villancicos punkis, que cae en manos de unestudiante de instituto de nombre Salvador. El alumno, de espíritujiribilloso y mirada inquieta, que no inquietante, representa sobreun escenario un Nacimiento punki que hace burla a la rigidez delos convencionalismos. Llega el año 1986 y Salva pertenece algrupo de teatro Regartija, dirigido por Félix Hormiga. Elena, unachica de Altavista, le da por apuntarse animada por dos amigos.Le dan el papel de Ariadna en El Minotauro, estudia su texto encasa y acude al primer ensayo a verlas venir. Cuando llega, Félixle ordena subir al escenario donde se encuentra ya Dédalo,el arquitecto del laberinto, cabizbajo y concentrado. EsSalvador, el chico de la Navidad punki. Fue su primerencuentro.Nunca más dejarían de mirarse ni de hacerteatro juntos. Aquella fue la larva de lacompañía de teatro Losotroh que este pasadomes de septiembre cumplió 15 años de vida.Tras aquella fructífera colisión, se trasladaron aMadrid para formarse en técnicas de interpretación,danza (con Arnold Taraborelli), voz (en el laboratorio deConcha Doñaque) y, en el caso de Salva, dirección, trasconseguir plaza en la clase de William Layton, un maestrode la improvisación (por sus manos han pasado centenares deactores; de los últimos tiempos: Petra Martínez, protagonista deLa Soledad).La compañía Losotroh se presenta oficialmente en 1993. Elnombre es un ‘conejerismo’ que encierra un compromiso: lavoluntad de desarrollar el teatro en las islas. Sin necesidadde estatutos o un decálogo de intenciones. Sólo (no es poco)hace falta personas que amen el teatro, la observación, laencarnación… Y lo consiguieron.Un año más tarde estaban picando los muros de un local, enla calle José Antonio, y pariendo el Diderot. El primer caféteatrode Canarias. Fueron pioneros que se dedicaron a hacerde actores, organizadores, administradores, camareros y señoresde la limpieza. Esa fue su verdadera escuela, donde tuvieron“El Diderotfue el primercafé-teatro de todaCanarias”que poner en práctica todo lo aprendido tres días a la semana(había representación los jueves, viernes y sábados) A vecesse desvestían después de haber hecho Ay, Carmela en Haría ycorrían para asumir el antagónico registro de Solos esta noche,de Paloma Pedrero). Y a disfrutar.Óscar era un espectador fijo. Tanto, que un día se vioabandonando la cerveza y la mesa para subir al escenario ydebutar diciendo una frase en francés en sustitución de un actorque no había llegado tiempo. “Chacho, ¡ven p´acá! Si no esnada”. Y la arenga funcionó. Hoy es parte de la compañía.Junto a personas como Heidi, que se incorporó en1998 y se le inoculó el virus del teatro en Holanda,gracias a una profesora de la Escuela de Teatro deÁmsterdam que vio en aquella estudiante deTerapia Ocupacional un filón de expresividad.Marga, un segundo Óscar, Juan… Y un buennúmero de técnicos como Agapito, Alexis,Alberto o Rayco.El café teatro cerró definitivamente en 1996 porquela compañía no tenía un duro. Consiguieron que el caféfuese un punto de encuentro para aficionados al teatro,músicos, personas que se dedicaban a la escritura en todos susgéneros y un largo etcétera. Pero sin un mecenas que les sufragasedurante el duro periodo de arranque, fue imposible continuar. Ellocal se convirtió en un pub, el 59 (ahora Gabanna)En 1998 presentaron el proyecto Teatro Estudio Arrecife (TEA)que arrancó con un sorprendente y sólido apoyo popular: laprimera matrícula contabilizó 70 alumnos. Dieron clase en laCasa de la Juventud, luego donde hoy se ubica el inauguradoy cerrado Teatro Insular de Arrecife. Y así, hasta hoy, quearrastran el agradecimiento de multitud de padres por enseñara abrir los ojos, a ser uno mismo, a ser ‘nosotros’. Siguen lapista de muchos de sus alumnos. Alberto, por ejemplo, que siguecon el arte dramático y estudia Arquitectura en Madrid o Tharaisque avanza por la senda del teatro profesional en la escuela deCristina Rota, en Madrid.36 <strong>octubre</strong> <strong>2008</strong>
Diez años después de arrancar el TEA, han conseguidotransformar el segundo piso de un centro sociocultural en unasala de teatro (Librada) con aforo para 152 personas y cuentacon un equipamiento mimoso, profesional y de calidad. Variascompañías de Madrid, incluida la de Charo López, han pedidoensayar en la sala; un deseo natural si tenemos en cuenta que enla capital el alquiler de este tipo de espacios perjudica el bolsillode forma hiperbólica.Este cuento está plagado de anécdotas que sería imposiblereproducir con la sal y el vacile propio de quien estuvo allá.Han sido muchas las sonrisas y los hondos enfurruñamientos.Cuando un agente de la Policía Local les tomó por toxicómanosorganizándose un chiringuito (realmente, estaban montando unaobra en el Islote del Amor) Cuando participaron en el rodaje de uncapítulo de la serie Aquí no hay quien viva y Óscar, en el pellejode un miembro de la Benemerita, tuvo que rodar con las manosen los bolsillos porque de otra forma los pantalones prestados sele hubieran caído bochornosamente hasta los tobillos. O cuandose helaron el moco ensayando unos monólogos de Darío Fo enun local compartido con varios objetores de conciencia en unMadrid invernal, de nariz roja y agujeros en el cristal de lasventanas.Varias compañías de Madrid, incluidala de Charo López, han pedidoensayar en la Sala LibradaHan actuado, como guanches embarrados y llenos de pieles, alas órdenes de José Carlos Plaza, uno de los directores de escenamás reconocidos en España y firme practicante del teatro queprovoca y remueve (de risa, o de dolor) más que del otro quebusca el entretenimiento. Han organizado el primer circuito deteatro independiente de Lanzarote. Y son el mascaron de proade las artes escénicas en esta isla.Hoy ha decrecido la participación ciudadana. El vecino seinvolucra menos o de forma distinta en todos los ámbitos. En los80, existían casi una veintena de grupos de teatro aficionado.Sólo en Lanzarote. Hoy, ni una quita parte. Pero existen. Y están.Y Losotroh, que tiene de todo menos intenciones de notoriedad,es uno de ellos. Si les ven por la calle, se les puede reconocerfácilmente: quizás estén sentados en un banco, con cara de grisdespistado, mirando fijamente el caminar de un abuelo… paraaprender a ponerse en su pellejo. De eso se trata.37