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04 - LA ÉTICA DE LA AYUDA AL DESARROLLO

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La ética de la ayuda al desarrolloEsta misma comprensión del cristianismo emerge con fuerza en los primerosnúmeros de la Encíclica, en los que se nos recuerda que “el Dios bíblico es ala vez ‘agape’ y ‘logos’: caridad y verdad, amor y palabra” (CV 3). Precisamente porqueamor y verdad son inseparables, el amor, centro de la ética cristiana, no puedeser entendido como un afecto ciego y arbitrario. Se trata más bien de un sentimientoque nos hace lúcidos para una verdad que es mayor que nosotros y quenos mide. Puesto que esa verdad es compartible por todos los hombres, constituyeel fundamento de una “cultura del amor” (CV 33) común a todos y capaz dereconducir la globalización hacia la meta del desarrollo integral de los hombres ylos pueblos. Por eso afirma la Encíclica que la mayor amenaza que hoy se ciernesobre el desarrollo humano es el relativismo, es decir, la negación de la verdaduniversal. Del mismo modo que la caridad en la verdad une a los hombres, el relativismolos separa.El amor no sólo ilumina el camino del desarrollo humano, sino que da fuerzaspara recorrerlo sin desfallecer. Las primeras líneas de la Encíclica describen elamor como “el motor principal del verdadero desarrollo de cada hombre y de lahumanidad entera”, como “una fuerza extraordinaria que impulsa al hombre aimplicarse valiente y generosamente en el ámbito de la justicia y de la paz” (CV 1).La extraordinaria eficacia del amor en el orden de la motivación se debe a queeste sentimiento tiene su fuente en un amor que precede y sostiene al hombre.Pese a las mil dificultades a que se enfrenta el proyecto de una cultura del amor,“el amor de Dios […] nos da ánimos para seguir trabajando en la búsqueda delbien para todos […] Dios nos da la fuerza para luchar y para sufrir por amor albien común” (CV 78).El amor en la verdad ha de plasmarse en la creación de instituciones y eldiseño de políticas que favorezcan el desarrollo integral del hombre. La encíclicasubraya a este respecto la necesidad de la “vía institucional” del amor al prójimo(CV 7). Pero a la vez destaca que las instituciones, por sí solas, no bastan (cf. CV17). Es importante, por ejemplo, que todas las naciones puedan incorporarse alcomercio internacional en condiciones de paridad, sin quedar excluidas por barrerasproteccionistas; como también es deseable que todos los hombres puedanvivir en un régimen político que garantice sus derechos y libertades fundamentales.Pero sería ingenuo pensar que los mecanismos económicos y políticos, una vezpuestos en marcha, son suficientes para garantizar la justicia y promover el biencomún. Esas instituciones se basan en el principio de reciprocidad, no en el de lagratuidad del amor; y sin gratuidad no hay verdadero desarrollo. Por eso “tanto elmercado como la política necesitan personas que estén dispuestas a entregarseunas a otras” (CV 39; cf. también 71.)5455

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