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El lugar sin culpa - Punto de Lectura

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JOSÉ MARÍA MERINO<strong>El</strong> <strong>lugar</strong> <strong>sin</strong> <strong>culpa</strong>


Título: <strong>El</strong> <strong>lugar</strong> <strong>sin</strong> <strong>culpa</strong>© 2007, José María Merino© Santillana Ediciones Generales, S. L.© De esta edición: mayo 2008, <strong>Punto</strong> <strong>de</strong> <strong>Lectura</strong>, S. L.Torrelaguna, 60. 28043 Madrid (España) www.punto<strong>de</strong>lectura.comISBN: 978-84-663-2127-3Depósito legal: B-18.311-2008Impreso en España – Printed in SpainFotografía <strong>de</strong> cubierta: CoverImpreso por Litografía Rosés, S.A.Todos los <strong>de</strong>rechos reservados. Esta publicaciónno pue<strong>de</strong> ser reproducida, ni en todo ni en parte,ni registrada en o transmitida por, un sistema <strong>de</strong>recuperación <strong>de</strong> información, en ninguna formani por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia,o cualquier otro, <strong>sin</strong> el permiso previo por escrito<strong>de</strong> la editorial.


<strong>El</strong> <strong>lugar</strong> <strong>sin</strong> <strong>culpa</strong>Los espacios naturales


19.45Hay una lagartija sobre el alféizar. <strong>El</strong> cuerpo turquesasalpicado <strong>de</strong> pequeñas manchas malvas y rojas, los <strong>de</strong>dostan largos que parecen ramificaciones vegetales, unalagartija ha subido al alféizar y permanece inmóvil, la cabezavuelta hacia la doctora Gracia.Todos los días, cuando empieza la tar<strong>de</strong>, la doctorase sienta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong>l laboratorio, a la sombra,y espera a que se acerquen las lagartijas. <strong>El</strong>las van llegandocasi imperceptibles, al principio sólo roces muy levesen la tierra, sacudidas insignificantes <strong>de</strong> las briznas, hastaque la doctora Gracia se encuentra ro<strong>de</strong>ada por ellas, unpequeño círculo <strong>de</strong> cuerpecillos verdiazulados, una corona<strong>de</strong> cabecitas alzadas. La doctora Gracia les ofrecemigas, uvas, pequeños trozos <strong>de</strong> tomate que las lagartijasaceptan con docilidad y lo que pudiera llamarse confianza.A veces <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> comer y vuelven a levantar sus cabezaspara mirarla, en una actitud unánime que a ella siemprele sorpren<strong>de</strong>, pues parecería significar algún tipo <strong>de</strong>aviso, como si los menudos reptiles fuesen emisarios <strong>de</strong> unmensaje, en un lenguaje articulado visualmente en esea<strong>de</strong>mán, y cuyos <strong>de</strong>más signos, que ella no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scifrar,transmitiesen un saludo, como si le agra<strong>de</strong>ciesen las9


migas, los pedacitos <strong>de</strong> fruta y <strong>de</strong> verdura, como si esperasenque, tras aquellos manjares, fuese a darles algomás, pero también como si mostrasen la disposición expectante<strong>de</strong> quien aguarda con paciencia algún tipo <strong>de</strong>respuesta.Al principio le sorprendía tanta docilidad, en la islalos humanos no las perseguimos y sus <strong>de</strong>predadores sonescasos, aquí no hay gatos, esa conducta respon<strong>de</strong> a lafalta <strong>de</strong> agresiones <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s y pequeños mamíferos,pero conforme aquel territorio fue filtrándose en su imaginación,quiso pensar que en las lagartijas había una llamada<strong>de</strong> la propia isla, que la reclamaba a través <strong>de</strong> ellas,hazte como nosotras, ven con nosotras, entra en este espacioque sólo tiene pequeñas memorias <strong>de</strong> lo concreto,<strong>de</strong> lo reciente, abandona ese <strong>de</strong>stino en el que se entrelazantantas <strong>de</strong>sazones, esa tortura <strong>de</strong>l sentir humano, eligealgo <strong>de</strong> aquí, ser pino, acebuche, sabina, <strong>de</strong>jarte acariciarpor el viento, el ascenso <strong>de</strong> la savia ni gusta ni duele,ese pino enorme que se alza cerca <strong>de</strong> la puerta, su cortezaquebrada que no parece materia orgánica, sus ramajes <strong>de</strong>agujas, sus piñas minúsculas don<strong>de</strong> nunca podrá <strong>de</strong>solarteel pensamiento, hazte peñasco, cristalízate, las peñas noviven pero existen y existirán, ni duermen ni velan peroel sol las calienta, hazte lagartija, disfruta también <strong>de</strong>l sol<strong>sin</strong> saber lo que es, mueve tu cuerpo <strong>sin</strong> conocer que esun cuerpo ni que te pertenece.Arbolízate, matorralízate, petrifícate, lagartízate, pue<strong>de</strong>que le estén diciendo las lagartijas a la doctora Gracia,que hasta en la imposibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sciframiento <strong>de</strong> sumensaje encuentra una confusión benéfica, una falta <strong>de</strong>claridad <strong>de</strong>leitosa como un embeleso.10


Ahora es el final <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y la doctora Gracia pala<strong>de</strong>ala serenidad <strong>de</strong>l <strong>lugar</strong> y se <strong>de</strong>ja mecer en la sensaciónplacentera, ya habitual, <strong>de</strong> lejanía y olvido, que suscita elcobijo cálido <strong>de</strong> una tierra firme protegida por la inmensa<strong>de</strong>solación marina que la circunda.Una isla diminuta perdida en el mar, un enorme peñascoreseco don<strong>de</strong> la vegetación menor se <strong>de</strong>sperdigadificultosamente en buena parte <strong>de</strong> la superficie, y la vegetaciónarbórea <strong>de</strong>be buscar el amparo <strong>de</strong> ciertas la<strong>de</strong>rasy vaguadas para perdurar en pequeños agrupamientosboscosos. <strong>El</strong> mejor cobijo para quien no busca <strong>sin</strong>o elaislamiento, la <strong>de</strong>smemoria, un silencio que cubre hastalos mínimos rumores <strong>de</strong> la conciencia, la felicidad <strong>de</strong>sentirse vacía <strong>de</strong> recuerdos, dispuesta para vivir cada díacon el seguro automatismo intuitivo <strong>de</strong> las lagartijas, consu misma vivacidad inconsciente.Las lagartijas respon<strong>de</strong>n a estímulos sencillos, no seven agobiadas por las tribulaciones <strong>de</strong> la memoria afectiva,se enfrentan con rapi<strong>de</strong>z y resolución a las inci<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>lmomento, ellas mismas no son otra cosa que el momentomismo en el que se encuentran, con el simple objetivo <strong>de</strong>sobrevivirlo, y la doctora, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días haencontrado en las lagartijas una compañía amistosa y unejemplo admirable, se ha propuesto parecerse cada vezmás a ellas, ser curiosa pero precavida, huir inmediatamenteante cualquier perturbación y, sobre todo, intentarcon cuidado mantener apartados <strong>de</strong> su memoria esos recuerdosque podrían acongojar su condición humana, el<strong>de</strong> una madre vieja y <strong>de</strong>mente al cuidado <strong>de</strong> una hermanaquejosa, el <strong>de</strong> una hija huraña y perdida en las aventuras<strong>de</strong> una juventud que no admite consejos.11


<strong>El</strong> ruido <strong>de</strong> un avión que cruza el cielo le hace alzar lacabeza y mantenerla quieta como las lagartijas. <strong>El</strong> aviónvuela a menos altura <strong>de</strong> la ordinaria y la claridad con quela doctora i<strong>de</strong>ntifica sus luces le hace pensarse a bordo,en una breve ensoñación <strong>de</strong> sustituciones, en una travesura<strong>de</strong> la imaginación, el juego <strong>de</strong>l abandono súbito <strong>de</strong>este <strong>lugar</strong>, para estar a tantos metros por encima <strong>de</strong>l puntoque ocupa en la realidad, como si en este mismo momentoestuviese contemplando la isla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allá arriba,muy lejos <strong>de</strong>l laboratorio con sus armarios blancos y elfrigorífico atiborrado <strong>de</strong> muestras, <strong>sin</strong> po<strong>de</strong>r suponer siquieraque una lagartija turquesa apoya sus patas <strong>de</strong> larguísimos<strong>de</strong>dos en el alféizar <strong>de</strong> zinc <strong>de</strong> una edificaciónprefabricada, <strong>sin</strong> imaginarse la existencia <strong>de</strong> lagartijascomo ésta, ni pensar que ella misma ha <strong>de</strong>seado convertirseen lagartija, <strong>sin</strong> mayor interés que un vago y brevesobresalto visual ante la forma irregular <strong>de</strong> la isla en medio<strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong>l mar, una figura con un vago centrodispersa en muchas prolongaciones, erizada <strong>de</strong> escollosy ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> islotes, las enormes mor<strong>de</strong>duras <strong>de</strong> lasensenadas, al norte, en una el pequeño muelle, con unaestribación artificial que se alarga en su seno, no muy lejos<strong>de</strong> la torre <strong>de</strong>l antiguo fortín al que llaman castillo, lasplayitas que se extien<strong>de</strong>n al otro lado, los diminutos trazosblanquecinos <strong>de</strong> los yates inmóviles.Se ha <strong>de</strong>bilitado la importancia y el sentido <strong>de</strong> loscientos <strong>de</strong> especies vegetales, <strong>de</strong> las lagartijas únicas en elmundo, <strong>de</strong> las distintas familias <strong>de</strong> insectos, <strong>de</strong> los pájaros,<strong>de</strong> todos los animales marinos, y entre ellos los queella tutela, y hasta la propia isla, vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allá arriba,resulta solamente un gran peñascal misterioso que sólo12


podría humanizar el imaginarla como casual <strong>lugar</strong> <strong>de</strong> arribadapara algún náufrago <strong>de</strong>sesperado.Pero estoy aquí abajo, aquí abajo, piensa la doctoraGracia, buscando con <strong>de</strong>cisión sentir la realidad <strong>de</strong> la islay <strong>de</strong> su encaje en ella, encontrarse por fin en paz con elmundo, en armonía con lo ajeno.Sabe, por una fotografía vista muchas veces, que laisla, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el aire, es una pequeña masa <strong>de</strong> roca perdidaentre la inmensidad azul oscura, apenas tiene la consistencia<strong>de</strong> una mancha muy asimétrica, pasajera, casi imperceptiblemientras el avión la sobrevuela, pero tú estásaquí abajo, en la tierra firme, no en esa casa <strong>de</strong> la ciudad ala que llega continuamente el ruido <strong>de</strong>l tráfico en la avenida,no en la sala a la que tu madre, en la <strong>de</strong>mencia, llamaa menudo para insultarte, no en el cuarto vecino al <strong>de</strong>una hija arisca, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se hizo adolescente nuncate mostró afecto, <strong>sin</strong>o en este <strong>lugar</strong> casi secreto, protegidapor un mar <strong>sin</strong> límites visibles, dispuesta con firmezaa convertirte en lagartija.Hay biólogos que se han especializado en el estudio<strong>de</strong> los caracoles, yo cuando era estudiante <strong>de</strong>bería haberelegido como tema <strong>de</strong> mi vida profesional un pequeñoreptil como éste, un lepidosaurio, tan vivaracho, incansablebuscador <strong>de</strong> insectos y larvas, tan gracioso, pero si yano tengo tiempo ni tranquilidad para estudiarlas científicamentesí puedo apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellas, que me ayu<strong>de</strong>n a intentarmi metamorfosis, a pasar <strong>de</strong> mi círculo al suyo paraencontrar en ellas la disolución <strong>de</strong> mi ansiedad.No es fácil esa transformación, esa incorporacióndirecta a una vida <strong>de</strong> pequeño reptil perdido entre los espaciosnaturales. La memoria está encendida con furor13


<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros y es difícil extinguirla, como esos vorace<strong>sin</strong>cendios <strong>de</strong> los veranos que las gentes, los bomberos,los helicópteros, intentan aplacar. Un incendio que,como el infernal, nunca se consume, se alimenta continuamente<strong>de</strong> sus propias brasas en un acarreo circular einacabable.Su madre siempre <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa, durante casi todo eltiempo <strong>de</strong> su recuerdo lejana, cuando no adusta, reprendiéndolapor insignificancias, una lazada mal hecha, elpeinado rebel<strong>de</strong>, una mancha en el zapato, su risa, su manera<strong>de</strong> tomar la sopa, <strong>de</strong> andar, su abandono en la lectura,loca <strong>de</strong>l todo al fin, tras muchos años <strong>de</strong> viu<strong>de</strong>z, parapetadaya en su casa como en una fortaleza, tras la basuramaloliente y un rencor incomprensible.Su madre, en los últimos tres años, llamándola porteléfono para <strong>de</strong>cirle tú no eres mi hija, eres una mala puta,una zorra, tú no eres doctora, todo es mentira, quieresengañar a todo el mundo, mala puta, pero te voy a <strong>de</strong>nunciar,todo el mundo va a saber quién eres <strong>de</strong> verdad, inmersacon ferocidad tan acendrada en un <strong>de</strong>lirio senil,que su actitud tiene algo <strong>de</strong> esplendor trágico, si no fuesecapaz <strong>de</strong> herir con tanta eficacia en el sentimiento, <strong>de</strong> suscitaren ella tanta congoja.La memoria no pue<strong>de</strong> amputarse, la madre viviendoentre basura, negándose a visitar ni a recibir médicos, llenasu casa <strong>de</strong> ratones frente a las protestas <strong>de</strong> los vecinos,dando <strong>de</strong> comer a las palomas en el patio <strong>de</strong> luces sobrelos ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ros con sorpren<strong>de</strong>ntes argumentos ecológicos,<strong>de</strong>clarando una ternura hacia los animales que nopue<strong>de</strong> disimular su regocijo ante las <strong>de</strong>yecciones que ensucianla ajena ropa tendida.14


Todavía una semana antes, la Hermana Preferida laha llamado para quejarse una vez más, la comunidad <strong>de</strong>vecinos dice que va a <strong>de</strong>nunciarla, están <strong>de</strong>sratizando lacasa pero ella no les <strong>de</strong>ja entrar en el piso y yo he visto <strong>de</strong>bajo<strong>de</strong> los muebles platitos <strong>de</strong> comida, con este calor note imaginas cómo huele aquello, les da <strong>de</strong> comer queso,alimenta a los ratones, los está criando, aquello apesta. Ladoctora lo sabe porque ha ido a verla arrostrando los insultosy el rechazo, ha podido entrar alguna vez, cuando ledaba la gana <strong>de</strong> abrirle la puerta, ha olfateado ese hedor,ha visto la cocina don<strong>de</strong> se amontonan los platos y los vasossucios, los mendrugos, las mondas, fruta podrida, elsuelo tapizado <strong>de</strong> periódicos, trapos, cajas <strong>de</strong> cartón aplastadas,a lo largo <strong>de</strong> todo el rodapié una cenefa <strong>de</strong> los <strong>de</strong>tritusque ha ido acarreando el mucho tiempo <strong>sin</strong> barrerni fregar, no te pongas a limpiar, lárgate <strong>de</strong> esta casa, malaputa, pero tampoco aceptaba una asistenta, nadie que entrasea asear un poco aquel piso inmenso lleno <strong>de</strong> cagadas<strong>de</strong> ratón, todo lo tienen mordisqueado, todo roído, y ellano come más que pan, café y vino, ésa es su dieta, me exigióque le <strong>de</strong>volviese las llaves <strong>de</strong> casa, dijo que no quiereque vaya ni a verla, echó el seguro a la cerradura y me tuvodos horas a la puerta, llamando y llamando.Tienes que venir, tienes que ayudarme, hay que llevarlaa un médico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me echó <strong>de</strong> casa está muchopeor, no pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>senten<strong>de</strong>rte así <strong>de</strong> esto, no pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarmea mí sola, cargando con toda la responsabilidad,no pue<strong>de</strong>s ser tan egoísta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego yo me voy a largarunos días, necesito <strong>de</strong>scansar, si sigo aquí me daráun ataque, a veces noto el corazón que parece que se meva a reventar.15


Pero ella ya le ha dicho muchas veces a la HermanaPreferida que hay que iniciar un proceso judicial, que sisu madre no quiere que la vea un médico sólo un juez lapue<strong>de</strong> obligar. Claro que es muy difícil, pues esos mismosvecinos que ahora tanto se quejan no querrán meterse enlíos a la hora <strong>de</strong> la verdad, seguramente hasta se negarána testificar, y los jueces suelen <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r las convenciones<strong>de</strong> la Sagrada Familia, los ancianos <strong>de</strong>ben mantenerse ensus propias casas si ése es su <strong>de</strong>seo, inmersos en su locura,enloqueciendo a sus allegados y <strong>de</strong>udos, pero es la únicavía, la única manera, que la <strong>de</strong>nuncien, díselo, a ver si esverdad que la <strong>de</strong>nuncian, ojalá lo hagan, nos facilitaríanbastante las cosas.No le ha dicho que mientras ella, la Hermana Preferida,vivía en la casa <strong>de</strong> su madre, nunca le pidió ayuda nile parecía reprobable aquella actitud <strong>de</strong> oposición y rechazo<strong>de</strong> la madre hacia la hija mayor, pues la Hermana Preferidaasumía como algo natural ese trato diferente que lamadre tenía con las dos, no se lo ha dicho ni piensa <strong>de</strong>círselo,acepta con amargura el papel familiar que le ha tocado.Hay que ir a un juez, insiste, <strong>de</strong>nunciar el caso, intentarmeterla en una resi<strong>de</strong>ncia. Pero la Hermana Preferidano quiere ni hablar <strong>de</strong> eso, se muestra tajante: qué resi<strong>de</strong>ncia,<strong>de</strong> qué estás hablando, lo que mamá necesita esque la vean, que la reconozcan, que la mediquen, y que alguienesté con ella cuidándola, en su casa, en la casa <strong>de</strong> todasu vida. En el tiempo frío se la pue<strong>de</strong> llevar a un buenísimohotel <strong>de</strong> la costa, eso sí, pero nada <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncias, loque mamá necesita es que sus hijas, las dos, eh, las dos, laayu<strong>de</strong>mos, no sólo yo, como <strong>de</strong> costumbre, en estos momentostan difíciles.16


No era posible que la Hermana Preferida fuese tandistinta, no era posible que siempre se atase bien los lazosy estuviese bien peinada y con las uñas limpias, queno se manchase nunca los zapatos, también ella soltabacarcajadas, también ella sorbía las cucharadas <strong>de</strong> sopa,y corría por los pasillos, y se escarbaba las narices, y <strong>de</strong>jabael camisón tirado junto a la cama, y le costaba ducharse.La única diferencia estaba en la falta <strong>de</strong> afecto, ca<strong>sin</strong>o se atreve a pensar en la palabra amor, en el rechazoque ella nunca había podido compren<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eraniña, qué cruz contigo, qué fastidio, <strong>de</strong>berías apren<strong>de</strong>r<strong>de</strong> tu hermana, ella sí que es limpia, ella sí que se aplica,tú acabarás <strong>de</strong> fregona, mientras la Hermana Preferida lamiraba <strong>sin</strong> ninguna piedad, <strong>sin</strong> po<strong>de</strong>r disimular el orgullo<strong>de</strong> aquella elección indiscutible.Para consolarse, a veces pensaba que era como en loscuentos, como si su madre fuese en realidad su madrastra,envidiosa <strong>de</strong>l testimonio <strong>de</strong> un pasado ajeno que ella representaría,un pasado que se negaba a aceptar benévolamente,ella era hija <strong>de</strong> otra mujer, había nacido en otraciudad, su padre se había trasladado cuando aún era muyniña y se había casado con esta señora, había tenido conella otra niña, y la madrastra no podía soportar a la hija<strong>de</strong>l primer matrimonio <strong>de</strong> su marido. Era el personaje <strong>de</strong>un cuento y esa i<strong>de</strong>a la confortaba un poco, porque loscuentos están hechos para que podamos conocer la tristezay el dolor <strong>sin</strong> sentirlos directamente, y si vivimos <strong>de</strong>ntro<strong>de</strong> un cuento la pena no duele ni sangra.Después <strong>de</strong> esa última charla telefónica, muy extensa,se había sentido otra vez contaminada por la vidaque había <strong>de</strong>jado atrás, pero quería liberarse <strong>de</strong> nuevo,17


era también el atar<strong>de</strong>cer y había sido una jornada tranquila,rutinaria, análisis <strong>de</strong> aguas, verificación <strong>de</strong> unas algasraras, casi <strong>sin</strong> hablar en todo el día con la Alegre Rosita,su joven ayudante, impregnada <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>nsidadnatural <strong>de</strong> la isla don<strong>de</strong> los recuerdos no <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> teneralveolo posible, porque era sólo presente, siempre presente,el espacio-tiempo en su dimensión exacta <strong>de</strong> infinito<strong>sin</strong> extremos, <strong>sin</strong> principio ni fin, que los seres humanossólo po<strong>de</strong>mos vislumbrar con melancolía.También aquel día se había sentado en el escalóny las lagartijas fueron asomando <strong>de</strong> sus escondrijos pararo<strong>de</strong>arla. Por un momento pensó si aquel gusto por cebara los pequeños reptiles, su simpatía hacia ellos, no secomunicaba con la locura materna, ese disparate <strong>de</strong> la casallena <strong>de</strong> ratones que se multiplicaban gracias a su tutela,esos platitos <strong>de</strong> queso que la Hermana Preferida había<strong>de</strong>scubierto, los patios sobrevolados por tantas palomasque venían a comer a los alféizares las pastas, el arroz y losgranos que la madre enloquecida les ofrecía varias vecescada jornada.Pero las lagartijas no pertenecían a ningún <strong>de</strong>sarreglo,a ninguna plaga, estaban ya dadas como una piezamás <strong>de</strong> aquel espacio <strong>sin</strong> mudanzas importantes don<strong>de</strong>la felicidad o la tristeza no tenían <strong>lugar</strong>, ni esos recuerdosempeñados en seguir ardiendo <strong>sin</strong> consumirse, los<strong>de</strong>splantes <strong>de</strong> su hija, los caprichos, los portazos, la músicaa todo volumen en la madrugada, las ausencias, losretrasos, o simplemente el no llegar y no avisar, <strong>de</strong>jándolacolgada con la comida <strong>de</strong> cumpleaños y luego tirandoal suelo el regalo, un jersey <strong>de</strong> lana, pues menudamierda.18


Si no fuese por la cercanía tan dolorosa, por lo insoslayable<strong>de</strong> la herida, que no la <strong>de</strong>jaba serenarse, podríaaceptar que a ella, por el mero entramado familiar,le había tocado formar un puente penoso entre dos <strong>de</strong>safectosaguzados por las circunstancias <strong>de</strong>l tiempo, el <strong>de</strong>una mujer anciana amargada en el territorio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>teriorofísico y mental y el <strong>de</strong> una muchacha en la que todavíano había acabado <strong>de</strong> fermentar el <strong>de</strong>sasosiego rabiosoque pue<strong>de</strong> traer la adolescencia. Sin embargo, senegaba a encajarse como gozne <strong>de</strong> aquellos dos batientes,a ser un puro instrumento mecánico obligado a soportar,por un azar biológico y social, dos actitu<strong>de</strong>s tanadversas hacia ella.Consi<strong>de</strong>raba que ser lagartija es carecer <strong>de</strong> todo esepatrimonio <strong>de</strong> recuerdos ardiendo en el bosque <strong>de</strong> la memoria,ese fuego que cuando se extingue sólo <strong>de</strong>ja espacioscalcinados que abrasan como las quemaduras reales<strong>de</strong> la piel. Ser lagartija es no saber, sentir el sol, correr a lacaza <strong>de</strong> un pequeño insecto, pertenecer a esa curiosida<strong>de</strong>lemental que no pue<strong>de</strong>n corromper ni la inteligenciani el amor.La lagartija, tras un brusco giro, <strong>de</strong>saparece con rapi<strong>de</strong>z<strong>de</strong> su campo <strong>de</strong> visión. Las luces <strong>de</strong>l avión se alejanentre parpa<strong>de</strong>os y la doctora se recrea en la seguridad <strong>de</strong>su situación, aspira el aroma a pinar y romero que se esparceen la tar<strong>de</strong>, que es ya su propio hálito, luego recuperacon lentitud la visión <strong>de</strong>l laboratorio, recoge los instrumentos,coloca cuidadosamente los cultivos en lasestanterías <strong>de</strong>l armario, enjuaga los vasos y los cacharros,antes <strong>de</strong> guardar las vísceras <strong>de</strong> la foca en los gran<strong>de</strong>sfrascos y atar la bolsa sobre el cuerpo muerto, antes <strong>de</strong>19


cerrar el armario frigorífico y empezar a lavarse las manos,percibiendo <strong>sin</strong> embargo todavía en su imaginaciónesa imagen <strong>de</strong> una lagartija, una lagartija que sigue <strong>de</strong>ntro<strong>de</strong> ella mirándola con sus ojillos curiosos, como elsímbolo <strong>de</strong> algo completo, terminado <strong>de</strong>l todo, que sólola vida inconsciente consigue ofrecer en su plenitud.20


20.00Llaman a la puerta y abren <strong>sin</strong> esperar contestación.Ahí está el cuerpo gran<strong>de</strong> y un poco encogido <strong>de</strong>l arqueólogo,el Hombre <strong>de</strong> los Tesoros, sus piernas peludas sobresaliendo<strong>de</strong> los pantalones cortos con muchos bolsillos,los gran<strong>de</strong>s pies incrustados en unas sandalias <strong>de</strong>cuero amarillo que han conseguido domesticar hasta la<strong>de</strong>formación, un sombrero <strong>de</strong> paja en la cabeza, un bolsopequeño colgando <strong>de</strong>l cuello, en una mano el bastón concontera <strong>de</strong> hierro.Permanece en el umbral observándola callado, enuna actitud que ella no sabría interpretar si él fuese unreptil, una <strong>de</strong> esas lagartijas amistosas que cada tar<strong>de</strong> seacercan a ella, pero que significa que está aguardando elfinal <strong>de</strong> unos movimientos ya conocidos, que han <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>ra una acción también acostumbrada. La doctoraGracia se seca las manos y le mira con una sonrisa, parafacilitar la excusa que enseguida formula, dice que hoyno va a acompañarle, que ha tenido un día fatal, que estámuy fatigada, bajará a la playa a darse un chapuzón, a versi se relaja, para irse enseguida a la cama.<strong>El</strong> Hombre <strong>de</strong> los Tesoros no se mueve tampoco y respon<strong>de</strong>con la misma convicción, le asegura que también él21


ha tenido un día malo, infausto, pero que no hay que perdonarla copa y un poco <strong>de</strong> charla con los amigos, no lallama doctora, como suele hacer, con una solemnidad <strong>de</strong>broma amistosa, la llama por su nombre, Ángela, y aña<strong>de</strong>que cuando se acerca la noche todo <strong>de</strong>be apaciguarse.En la vida <strong>de</strong> la doctora hubo alguien parecido al Hombre<strong>de</strong> los Tesoros, también con el cuerpo ancho y gran<strong>de</strong>sorejas, y la mirada escrutadora, y esa manera <strong>de</strong> hablar tanconvincente, el médico que durante una temporada fue suconfesor, en los peores momentos <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> la nena y <strong>de</strong> lasagresiones telefónicas maternas, como si, a pesar <strong>de</strong> todo,el refugio <strong>de</strong> la isla no pudiese impedir que algunos residuos<strong>de</strong> su vida anterior se escurriesen hasta ésta a través <strong>de</strong>ciertos resquicios que la imaginación nunca pue<strong>de</strong> taponar<strong>de</strong>l todo. Aquel médico tenía, tiene, esta misma forma <strong>de</strong>accionar, más con el cuerpo que con los brazos o las manos,una modulación <strong>de</strong> la voz que parecería severa si no resultasesiempre un poco jocosa.En la actitud <strong>de</strong>l Hombre <strong>de</strong> los Tesoros hay una firmezatan <strong>de</strong>cidida que la doctora Gracia no se siente conánimo para insistir en su negativa y se quita al fin la bata,saca <strong>de</strong>l frigorífico un yogur y se lo toma con rápidas cucharadas,sigue luego al arqueólogo monte abajo, hacia elbosquecillo que hay que atravesar siguiendo el sen<strong>de</strong>roserpenteante, el camino que, en la otra punta, a sus espaldas,termina en el único faro <strong>de</strong> la isla, pero que, en la direcciónque llevan, conduce al muelle y al campamentomilitar, tras la bifurcación que se abre al final <strong>de</strong>l arbolado.<strong>El</strong> Hombre <strong>de</strong> los Tesoros no utiliza el bastón comoapoyo, <strong>sin</strong>o para cruzar, <strong>de</strong>sbrozándola, una espesura invisible,con fuertes mandobles que golpean las piedras22


y azotan los matojos <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino, junto a la sombraya apelmazada <strong>de</strong>l pinar. Continúa hablando <strong>sin</strong> <strong>de</strong>jar<strong>de</strong> andar, repite que una copita y un poco <strong>de</strong> conversaciónes lo mejor para que cada día engrane con el siguiente, diceque hay que procurar que la rueda siga girando <strong>sin</strong> sobresaltos.Claro que sabe que ella está fastidiada, que anoche lemataron una foca, pero a él se le ha venido abajo la únicaparte <strong>de</strong>l templo que parecía bien conservada, y al <strong>de</strong>cir loúltimo ha vuelto un poco la cabeza y tuerce la comisura <strong>de</strong>la boca, con ese gesto que muchos utilizan para mal<strong>de</strong>cir.Todo <strong>de</strong>splomado, las piedras <strong>de</strong>sperdigadas, un <strong>de</strong>sastre.Han estado cavando allí <strong>de</strong>masiado, no hay otra explicación,menos mal que tengo fotos <strong>de</strong>l conjunto, perobasta que quieras tener cuidado con algo para que las cosasse tuerzan, aunque gracias al <strong>de</strong>rrumbe apareció esto,y en la palma <strong>de</strong> su mano muestra un pedacito herrumbroso,un fragmento <strong>de</strong> fíbula, el pequeño tesoro <strong>de</strong> hoy.La doctora ha visto muchas veces en esa misma palmatrozos <strong>de</strong> objetos que alguna vez tuvieron forma y presenciay que la <strong>de</strong>voción <strong>de</strong>l arqueólogo consigue evocar concerteza hasta darles una realidad gloriosa <strong>de</strong> pieza única,irrepetible. Son los tesoros. A esta hora dorada hay en elbosque atmósfera <strong>de</strong> arboleda mágica, y en el hombreque se ha <strong>de</strong>tenido para mostrarle su hallazgo también ungesto <strong>de</strong> cuento <strong>de</strong> hadas, como si en su mano no hubieseun pedacito <strong>de</strong> metal ajado por el tiempo <strong>sin</strong>o un verda<strong>de</strong>rotalismán capaz <strong>de</strong> sortilegios po<strong>de</strong>rosos.Siguen caminando y empieza a oírse cada vez más claramenteel po<strong>de</strong>roso ja<strong>de</strong>o <strong>de</strong>l motor electrógeno, instaladoal final <strong>de</strong>l pinar, en esa bifurcación <strong>de</strong>l camino que,23


por un lado, lleva al minúsculo caserío <strong>de</strong>l muelle y, porel otro, al campamento militar. Pero todavía no han llegadoallí, están en el centro <strong>de</strong>l pinar, no es posible ver elhorizonte, quien no conociese el <strong>lugar</strong>, engañado por laaparente espesura <strong>de</strong>l arbolado, podría pensar que la masavegetal se extien<strong>de</strong> muchos kilómetros alre<strong>de</strong>dor, unaenorme porción <strong>de</strong> tierra y no el pequeño cuerpo <strong>de</strong> la isla,un peñascal casi <strong>de</strong>snudo.<strong>El</strong> asunto <strong>de</strong> la foca muerta y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rrumbe <strong>de</strong>l murete<strong>de</strong> las ruinas paleocristianas hacen que el arqueólogose olvi<strong>de</strong> por una vez <strong>de</strong> recordar el <strong>lugar</strong> que atraviesan,el espacio don<strong>de</strong> al parecer se amontonaban los muertos,en los primeros años <strong>de</strong>l siglo diecinueve, cuando la islafue utilizada como campo <strong>de</strong> concentración para los soldadosfranceses prisioneros en una batalla memorable y <strong>de</strong>portadosallí.Casi diez mil, los trajeron en barcos y aquí los <strong>de</strong>jaronabandonados a su suerte, se olvidaron <strong>de</strong> ellos, la situaciónfue haciéndose cada vez más terrible, las fuentesles permitían beber agua dulce pero el hambre mató a lamayoría, al parecer hubo quien acabó recurriendo al canibalismo,<strong>de</strong> la Cova <strong>de</strong>l Amic hay una leyenda, dicenque su morador invitaba a la gente a comer y era él quiense comía a sus invitados, los mataba a traición, duranteun tiempo amontonaban los muertos aquí, para concentrarla pestilencia, eran tantos que ya no había ni don<strong>de</strong>enterrarlos, en un sitio tan rocoso a<strong>de</strong>más como éste.Los metieron aquí y adiós, ahí os las arregléis, la historia<strong>de</strong>l mundo es sobre todo <strong>de</strong>spiadada, no han pasado todavíadoscientos años, yo me conmuevo siempre que pasopor este sitio.24


La gente era como ha sido siempre la gente, la condicióninteligente, el progreso material, no llevan consigoel progreso moral, cada generación humana está preparadapara causar el mismo horror que cualquier otra <strong>de</strong> susantecesoras, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el origen mismo <strong>de</strong> la especie, piensala doctora, los humanos somos mucho más sanguinariosy crueles que las lagartijas, porque estamos acosados porla inclemencia <strong>de</strong> sentirnos tiempo, algo que se extingueenseguida.De la rabia <strong>de</strong> saberse tiempo sale toda la furia, elodio es tiempo, el hambre es tiempo, el ser humano concibeel infinito en forma <strong>de</strong> tiempo que transcurre <strong>sin</strong> concluir,como el infierno para nosotros es tiempo, tiempo <strong>de</strong>sufrimiento que no se agota, somos incapaces <strong>de</strong> imaginarnosfuera <strong>de</strong>l tiempo, las pasiones son tiempo, <strong>de</strong> purotiempo están hechas tanto la esperanza como la <strong>de</strong>sesperación,la avaricia, la crueldad, a la doctora Gracia ni le <strong>de</strong>sazonani le reconforta saberse tan lejana <strong>de</strong> la emoción<strong>de</strong>l Hombre <strong>de</strong> los Tesoros, doscientos años son para la islaigual que doscientos siglos, al fin se lo come todo, loscuerpos <strong>de</strong> aquellos prisioneros han rodado por esta mismala<strong>de</strong>ra, el Hombre <strong>de</strong> los Tesoros ha sido capaz <strong>de</strong>reconstruir los sucesos, la isla se fue llenando <strong>de</strong> cadáveresy los supervivientes eran figuras flacas, harapientas, comofantasmas titubeantes que los pescadores vislumbrabancon miedo y compasión <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mar, que andaban al acechounos <strong>de</strong> los otros para matarse y <strong>de</strong>vorarse, en una situaciónasí uno no tiene por qué imaginarse horrores concretosporque cualquier acción espantosa es posible.Pero a la doctora Gracia lo que le conmueve realmentees ver el zanjón lleno <strong>de</strong> matorrales, tomillo, romero,25


las pequeñas jaras <strong>de</strong> la isla, las innumerables especies vegetalesque, a pesar <strong>de</strong> la estructura rocosa, cubren el terrenoen muchos puntos, apretujadas las unas contra lasotras, astrágalo, tomillo, seguro que las sustancias vitales<strong>de</strong> aquellos cuerpos han servido para ayudar a la fructificación<strong>de</strong> los sucesivos vegetales, rubia, hipericón, loscuerpos humanos somos al fin y al cabo un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong>minerales, <strong>de</strong> elementos que la tierra reutiliza <strong>sin</strong> asco nirespeto, con la naturalidad <strong>de</strong>l jardinero que prepara elcompost con los restos orgánicos para abonar luego susplantas, a la isla los muertos le dan igual, seguro que laslagartijas curiosas correteaban por encima <strong>de</strong> los cuerposcuando salía el sol, se alimentarían <strong>de</strong> las larvas que lasmoscas <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> generar, a los que enterraron la tierralos habrá <strong>de</strong>vorado directamente, los que arrojaban<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el acantilado habrán sido unos bultos pasajeroscontra el azul oscuro <strong>de</strong>l agua que golpea en las rocas <strong>de</strong>la orilla, se habrán hundido, más tar<strong>de</strong> habrán flotado,sus ropas <strong>de</strong>shaciéndose en el vaivén <strong>de</strong> las olas, sus cuerpos<strong>de</strong>scomponiéndose, troceándose, sus sustancias habránalimentado a los peces, a los crustáceos, a los moluscos,el tiempo sólo habrá existido para esos restos <strong>de</strong>lo que fueron seres humanos con memoria y sentimientos,al fin la inmovilidad <strong>sin</strong> plazo <strong>de</strong> la isla prevalece,y sus lagartijas verdiazuladas <strong>de</strong> cabecitas <strong>de</strong> repente alzadasy curiosas.Uno <strong>de</strong> los primeros días <strong>de</strong> su paseo, el arqueólogola hizo internarse con él en el pinar para mostrarle un monumentoconmemorativo <strong>de</strong> aquel holocausto, erigidopor los compatriotas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>portados muchos años <strong>de</strong>spués,una especie <strong>de</strong> obelisco muy ancho en su base.26


La doctora comprendió que el obelisco había sidoconstruido en un punto <strong>de</strong> la la<strong>de</strong>ra que, en el momento<strong>de</strong> su erección, permitía su visibilidad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy lejos,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la misma boca <strong>de</strong> la ensenada. Cuando las formas<strong>de</strong> la isla comenzasen a ser perceptibles, aquel poliedroblanquecino resaltaría entre la parda materia rocosa y lososcuros matorrales, pero con los años el pinar ha crecidoy ahora el monumento no sólo es invisible a pocos pasos,<strong>sin</strong>o que está totalmente cubierto por las ramas <strong>de</strong> los pino<strong>sin</strong>mediatos, que se apoyan en su masa para hacer másnutridas sus copas. Sin prisas ni plazos, al final la isla confirma,fortalece su rotunda indiferencia.La arboleda presenta mayor <strong>de</strong>nsidad en la parte <strong>de</strong>la falda <strong>de</strong>l monte que está a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro, perohacia el lado <strong>de</strong>l mar empieza a <strong>de</strong>spejarse un poco, hayuna senda casi inapreciable que baja entre peñas y matorraleshasta la pequeña playita, el <strong>lugar</strong> don<strong>de</strong> la doctoraGracia suele bañarse.Esa playita está <strong>de</strong>sierta, como <strong>de</strong> costumbre, es unespacio <strong>de</strong> la bahía que nadie frecuenta, los soldados sebañan en un roquedal cercano a su campamento, las tripulaciones<strong>de</strong> los yates utilizan éstos como trampolinespara zambullidas cercanas a los propios cascos, y la doctoraGracia se arrepiente <strong>de</strong> haber cedido ante la insistencia<strong>de</strong>l Hombre <strong>de</strong> los Tesoros. Podría estar ahora bañándoseahí, <strong>sin</strong>tiendo en todo el cuerpo la sutileza <strong>de</strong>lagua cálida que es otro <strong>de</strong> los elementos <strong>de</strong>l <strong>lugar</strong> <strong>sin</strong>tiempo, ni prisa, ni alma.Se baña todas las mañanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> levantarse y legusta también hacerlo a esta hora <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer. Un día,<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua, percibió la extrañeza <strong>de</strong>l bañador y se lo27


quitó, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces siempre se baña <strong>de</strong>snuda, paraque toda su piel recoja el tacto directo <strong>de</strong>l agua. Una vez<strong>de</strong>scubrió en una peña a uno <strong>de</strong> los centinelas, atraído <strong>sin</strong>duda por esa <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z femenina que tanto reclama laatención <strong>de</strong> los varones, se <strong>sin</strong>tió algo turbada, pero enseguidarechazó el sentimiento, el soldado nunca más volvióa ser visible, o al menos ella no se ocupó <strong>de</strong> prestar atencióna su posible presencia, porque el baño es un rito <strong>de</strong>olvido, <strong>de</strong> ensimismamiento, <strong>de</strong> entrega a esa parte acuática<strong>de</strong> la isla, un rito que hay que practicar también <strong>sin</strong>mente, aceptando sólo los estímulos físicos, como los peces,las anémonas o las lapas.No se piensa en nada más que en flotar, en respirar,entre el fluido salado <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vino toda la vida, asumiendosu tibieza como un nutriente que alimenta nuestraparte exterior y nos ayuda a <strong>de</strong>spojarnos <strong>de</strong> intimidad,fortalece nuestra piel para acorazarla, para convertirlatambién en una <strong>de</strong>fensa contra las <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l recuerdo,entre el silencio que hace más claros los aleteos <strong>de</strong> lasgaviotas o las suaves sacudidas <strong>de</strong>l agua sobre la arena. Unvistazo a la bahía pue<strong>de</strong> hacer más acusada la sensación<strong>de</strong> aislamiento, <strong>de</strong> soledad y silencio, en la media distancialos yates que cabecean con suavidad amarrados a lasgran<strong>de</strong>s boyas, al otro lado la pinada que el sol iluminafrontalmente en la mañana, o don<strong>de</strong> la sombra comienzaa espesarse en la tar<strong>de</strong>. Y tú flotando allí con el mínimoesfuerzo, casi como si fueses una rama, un pedazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra,un objeto inerte, <strong>sin</strong> voluntad, al albur <strong>de</strong>l bamboleo<strong>de</strong> las ondas.Una noche muy calurosa había bajado hasta la playitailuminando el sen<strong>de</strong>ro con la linterna. Al entrar en el28


agua, <strong>de</strong>scubrió que sus movimientos producían señalesfosforescentes, resplandores que sus miembros generaban,como súbitas estelas, como rasponazos voluminosos,en todas las formas y extremos <strong>de</strong> su superficie. Movía lasmanos y un remolino <strong>de</strong> chispazos florecía alre<strong>de</strong>dor endiminutos fuegos artificiales. Era una noche muy estrelladay el embeleso la hizo sentir que el agua alcanzaba todoel espacio y que el cielo estaba lleno también <strong>de</strong> otras pequeñasfosforescencias similares a las que su cuerpo eracapaz <strong>de</strong> provocar.Pero incluso fuera <strong>de</strong>l agua la vida en la isla era unainmersión continua. Estaba sumergida en un fluido entrematorrales y arboledas, peñascos y acantilados, con las lagartijascomo turquesas vivientes y los sapitos ver<strong>de</strong>s quese resguardaban en el cobertizo <strong>de</strong> las herramientas, y loslirones que a veces era posible advertir en sus ocasionalescarreras, y esa inmersión la salvaba <strong>de</strong> todas las posiblesagresiones, le permitía apropiarse <strong>de</strong> la fortaleza <strong>de</strong> la isla,le concedía su firme, inasequible impasibilidad.Así, las llamadas <strong>de</strong> la Hermana Preferida se veíancomo un patético guiñol ajeno, aquellas historias <strong>de</strong> unavieja loca alimentando ratones y palomas parecían propias<strong>de</strong> la parte tenebrosa <strong>de</strong> un cuento maravilloso, y laausencia <strong>de</strong> la Nena Enfurruñada, que a los veintidós añosno quería crecer, apenas merecía ese encogerse <strong>de</strong> hombroscon el que hay que saludar a las cosas que <strong>de</strong>bemosver pasar <strong>sin</strong> remedio. Y también lo que sucedió doscientosaños antes, esa gente hambrienta muriendo <strong>de</strong> abandono,rompiéndose las uñas en el esfuerzo <strong>de</strong> arrancarlas lapas o <strong>de</strong> sacar los cangrejos <strong>de</strong> sus agujeros, los fluidosputrefactos <strong>de</strong> los cadáveres que empaparían la tierra29


entre los tomillos. Y con ello, todo lo que, en la escala <strong>de</strong>los antecesores humanos, pudiese llegar a los primeros visitantes<strong>de</strong> la isla, <strong>de</strong> quienes no quedaba otra muestra queunas piedras dudosas, algún fragmento cerámico, una esquirlaoxidada.Al salir <strong>de</strong>l bosque, el Hombre <strong>de</strong> los Tesoros no olvidahoy la alusión a otro tópico cotidiano. Esa peste, esamaldita peste, murmura mientras ro<strong>de</strong>an la caseta <strong>de</strong>l equipoelectrógeno que, entre el traqueteo po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>l motor,<strong>de</strong>ja salir por la pequeña chimenea humo negro, espeso,que marca las ramas <strong>de</strong> las cercanas encinas con unapátina <strong>de</strong> rotunda suciedad.<strong>El</strong> arqueólogo se quejó una vez, ante el Apuesto Oficialque manda el <strong>de</strong>stacamento militar, <strong>de</strong> esa contaminaciónpermanente, que parece una burla al paraje naturalprotegido por tantas leyes y or<strong>de</strong>nanzas. Pero ese equipoelectrógeno es el que instaló en su día la Autoridad Competente,recordó el teniente, y a<strong>de</strong>más todos uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n<strong>de</strong> él para el consumo eléctrico <strong>de</strong> sus lámparasy laboratorios, mi gente pue<strong>de</strong> arreglárselas <strong>sin</strong> luz, el ranchose cocina con butano y no hacen falta bombillas entreretreta y diana, si uste<strong>de</strong>s quieren mando parar el motor,y el arqueólogo mostró el gesto fastidiado <strong>de</strong> quien no teníaargumentos, habrá que esperar a que traigan un grupomenos contaminante, a que pongan paneles solares, a queinstalen algún molino eólico, aunque habría que escuchara los ecologistas si ven instalarse aquí alguno <strong>de</strong> esos molinos,concluyó el arqueólogo, con bastante incoherencia.Ahora vuelve a musitar qué pestazo, qué asco <strong>de</strong> pestazo,mientras <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n por el sen<strong>de</strong>ro hasta el caseríoque se alza no muy lejos <strong>de</strong>l antiguo fortín con su torreón30


vigía, lo que llaman el castillo, cuatro o cinco edificios pequeñosjunto al muelle. <strong>El</strong> sol ya está oculto por el montey sólo en la parte más lejana <strong>de</strong> la bahía, la que se abre almar, relumbra la luz directa <strong>de</strong>l fulgor dorado. En el aguamás cercana hay un brillo grisáceo <strong>de</strong> metal, una opacidadpeculiar, como si el agua estuviese siendo sustituida poruna cubierta sólida, impenetrable, que acentúa el aspecto<strong>de</strong> fragilidad <strong>de</strong> los motoveleros amarrados a las gran<strong>de</strong>sboyas anaranjadas.31

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