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Paraísos del Saber

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Cuenta Camino que la amistad con el Nobel peruano se afianzócuando se fue a vivir a París y su madre, preocupada por su futuro,decidió actuar de inmediato: le pidió a su hijo que buscara a VargasLlosa, ya instalado en la capital francesa, y le entregara un mensajeen el que, entre otras cosas, le pedía al escritor para que “cuidaraa Federico en la ciudad <strong>del</strong> pecado”. Era 1961, y la química entreambos fue espontánea.Dos años más tarde, en una Navidad junto a su esposa Cecilia, Caminorecuerda que recibió la visita en su departamento de VargasLlosa y de Julia Urquidi, con quien estaba casado entonces. Emocionado,el novelista traía bajo el brazo una copia de La ciudad ylos perros, y los miró con detenimiento antes de anunciarles: “Es elsegundo ejemplar que he recibido y quería dárselo a ustedes”. Parafinalizar la escena, lo firmó con una dedicatoria muy cariñosa. Caminono tuvo que esperar mucho para que el presente se convirtieraen una genuina pieza de colección. Por presión <strong>del</strong> Gobierno peruano,en las librerías de España se requisaron todas las copias de esaprimera edición. En Lima, la novela fue considerada “abominable”,y desencadenó una serie de vetos e, incluso, quemas <strong>del</strong> libro. Portamaña odisea, el regalo ocupa un lugar preferencial en la biblioteca<strong>del</strong> filósofo. “Mario tiene el primer ejemplar jamás publicado y yoconservo el segundo”, señala, como quien comparte un secreto.El libro como estímulo, inspiración para los sentidos. Esa es la mejordefinición que tiene “Fico” para describir la experiencia de la lectura.El olor —gracias al cual es capaz de definir el origen francés,inglés o alemán <strong>del</strong> ejemplar—, la textura, el sonido de las páginas,todas son muestras de un territorio de sensaciones donde el misterioy el encantamiento de la vida confluyen sin frenos. Novalis decíaque “la Filosofía no era sino nostalgia, un deseo apremiante de encontrarseen casa”. Y en ese espacio sagrado, Camino se encuentracobijado, rodeado de sus fieles compañeros.Si para Nietzsche filosofar era vivir en la intemperie y en la másabsoluta soledad, en su caso, Camino mira el mundo desde otraperspectiva. Desde otra ventana. Una que tiene la forma de unabiblioteca y se siente y respira como un hogar.272

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