Bolívar hecho a mano

doce años también tiene y mírelo qué derechito. Se trabaja así:
chas-chas-chas. Esto es saber el oficio.
José Belandria
—Todo artesano debe lavarse las manos y tener fe viva en el santo
que va a hacer y saber lo que fue en vida aquel santo. Todo artesano
debe escupir chimó, si no, no es buen artesano. El cigarro no sirve
para el artesano. Le hiere los ojos, le tupe la nariz, le estorba las
manos; lo de uno debe ser chimó porque deja las manos libres, permite
pensar frases, pensar música, pensar canciones.
—Yo hago todo esto porque soy Leo. A los Leo nos sobra la energía,
a los Leo nos gustan las cosas difíciles porque somos fuego y somos
sol; a los Leo nos gusta ser creativos, a los Leo nos gusta cumplir y
que nos cumplan; a los Leo nos gusta el quesillo y bastante.
—Si Venezuela hubiera seguido el ejemplo de Bolívar no iría tan
patrás. Cuando yo lo estoy tallan do, lo hago con mucho respeto,
como si fuera un santo. Y si fuera un santo, seguro que un padre lo
bendecía porque yo lo hago igualito; como era él.
Lorenza Bastidas
El Libertador sonríe
Saquisaqui
Col. particular
A
lto el hombre. Flaco, sereno y pausado, con esos
anteojos redonditos a uno le parece así como un
personaje de novela rusa. Habla asintiendo con la
cabeza y escucha con ese respeto que los andinos
le ponen a la conversación. Entonces uno cae en cuenta que los
brazos le cuelgan largos a los lados como a sus muñecos. Es la única
relación que uno descubre, porque no hay nada que asocie a este
campesino ceremonioso del sur de Mérida, con sus muñecos tan
singulares, tan vestidos a la europea. Uno piensa que si no fuera
porque José Belandria es flaco, no cabría en este pequeñito cuarto
que le sirve de taller donde todo tiene el orden y la pulcritud de sus
trabajos.
—Soy nacido en el 1915. El día no lo sé porque como no sé leer me
cuesta, aunque creo que fue en octubre. De cumpleaños no me
preocupo por que mis hijas me hacen regalos de gratitud y complacencia
en cualquier día. Hijos tengo siete. Yo nací en un pueblito
llamado Canaguá lejos de aquí en Mérida como a seis horas.
—El asunto de los muñecos lo empecé a hacer atrás como hace seis
años. Empecé a lo menos de noche, porque estaba trabajando en
una compañía como vigilante y como no podía dormirme, pasaba
cortando pedacitos de madera para entretenerme. Entonces en los
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días largos de viernes a domingo se me ocurrió una vez hacer muñequitos
y empecé a darle lentico porque tiempo tenía y sobraba.
Con mucho cuidado les iba haciendo las formas; le acomodaba
la nariz por ser, y se las lijaba con mucho cuidado y así seguía con
todas las formas. Los primeros que hice fueron maromeros, que
son esos jugueticos que Ud. le aprieta los palitos y ellos bailan en la
cuerdita. En el día en casa de una hija, hacía estos otros muñequitos
que son de cuerpo.
—Desde hace nueve años que me vine de los pue blos del sur donde
trabajaba la agricultura, no hago otra cosa que esto. De allá me
vine para mandar me operar de una hernia que se me vuelvió a reproducir
por una mala fuerzada. Este trabajo me gusta porque no
ocupa fuerza física y es como un alivio para la mente el hacerlo.
—Yo a mis muñecos los hago de una madera que llaman saus. Los
pienso mucho para dibu jarles el vestido y eso es para que me queden
de manera diferente. Yo al comenzar a hacerlos ya me imagino
si van a ser varón o hembra, si va a ser gordo o flaquitico; mis muñecos
los pienso según el gruesor de la madera. Para pintarlos yo uso
el creyón porque no riega por la vena que es esta rayitica que Ud. ve
aquí. Si le echa tinta, por ahí es que no entra y se riega y no le deja el