Bolívar hecho a mano

sueño. Es venerada todos los años del 26 de diciembre al 6 de enero.
La Guardia Nacional la escolta en procesión, y la pasean en carroza
por el pueblo en su día. Después de la virgen comencé a hacerle
ador nos a la capilla y luego seguí con las distintas ta llas, ya sea de
rolas o de raíces. He hecho de todo lo que me dicta la imaginación
y estoy creando el Museo del Espejo donde la base es el nacimiento;
ahí también está Dorotea que es una eterna ena morada. He hecho
vírgenes, santos, cristos crucificados, sanisidros, luisgonzagas y
sansebastianes. Lo mío es hacer todo imaginario, como me salga
de mi mente. Cuando lo tengo bien imagi nario y estoy viendo las
sombritas en las rolas le voy sacando el orillito y de esa forma comienzo
a trabajar.
—Desde un principio he querido mucho a Bolívar y en esta talla
que está con María Teresa me pareció que ella era yo y que él me decía
esas cosas lindas que dicen los enamorados, porque él tam bién
era suave a pesar de que era hombre de ré gimen.
Rafaela Baroni de Cabezas
Simón y María Teresa
Cedro
Col. Museo Nacional de Arte Popular
En la cabeza de Manuel Cabrera se metieron de golpe
todos los caciques de Venezuela. De la pie dra grande
de caracoles donde está enclavado su busto del
Libertador, el primero hecho por un ar tista popular
y escoltado por el ejército, las voces de los indios se le entraron y tienen
a este muchachote de 32 años dándole vueltas a sus proyectos.
—Quiero hacer en tallas y esculturas a los indios que representaron
nuestra primera fuerza; ahora necesitamos esa fuerza pura
y virgen que ellos te nían, para levantar a esta Venezuela caída.
Como a los ocho años, en San Rafael de Buenavista yo hice mis
primeras esculturas.
—Papá era un hombre dedicado a la siembra de café, cambures,
yuca y caraota. Mamá tejía esteras de venas de cambures. Seis hermanos
somos; yo el mayor. Yo no pude ir a la escuela porque siempre
tuve que trabajar. Eran tiempos muy duros. A los diez años
yo pescaba el machete y picaba doce tercios de leña que bajaba en
burro aquí a Trujillo y vendía a tres lochas y real. Con eso compraba
chimó para papá, cigarro para mamá y comida con que nos alimentábanos.
Cuando no era leña eran cambures, hojas de plátano,
las esteras de mamá.
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Manuel Cabrera
—Así más o menos, siempre me llegaron los 18 años y un día que
bajé a vender me agarró la re cluta. De burros y leña nunca supimos.
Me llevaron a San Cristóbal y me dieron una metralleta, la
19575. Como yo me aburría haciendo guardia en la garita, me buscaba
unos pedacitos de palo y con una cuchillita hacía esculturitas.
Había regalado muchas a los compañeros y militares cuando un
día me mandan comparecer ante el coronel. Tenía una figurita en
la mano y me dice: ¿Ud. hizo esto, sol dado? Y apenas yo moví la cabeza,
él siguió: ¿por qué lo tenemos ahí pasando frío en vez de darle
apoyo? Me llevó de servicio a su casa en donde me dio siete rolas y
herramientas para que trabajara.
—Yo lo hacía con mi metralleta siempre guindada porque era mi
deber. En nueve meses le hice las esculturas de él, de sus hijas, de su
esposa y de sus mamás de ellos dos. Al terminarlas todas se veían
preciosas y él estaba muy orgulloso. Llevó a otros oficiales a verlas y
me dijo: usted queda de baja. Vaya a seguir con su arte, y cuando de
civil me fui a despedir de él me dio cinco mil bolívares. Se llamaba
Paulino Macías Vadillos.
—Después del servicio militar comencé a hacer muñequitas de
madera virgen sin pintar, las guin daba en un palo junto con matas
de orquídea y las salíanos a vender por las calles de Trujillo.