Bolívar hecho a mano

la cruz de mayo, las empanadas de cazón, que culminaron en una
exposición el año 79 en la galería La Trinchera.
—Para hacer un tapiz tengo que enamorarme de la idea y fijarla
bien en la memoria, porque no sé dibujar ni una raya. Luego voy
recortando las fi guras con tijeras; las voy afinando hasta que quedan
con el movimiento y la proporción que quiero. Luego les pongo
los plieguecitos, vestidos, volanticos y el medio relleno. Pongo
la tela en el suelo y los voy ordenando. Luego los fijo con alfileres
y les doy una costura a máquina. De ahí comienza el pro ceso del
bordado. Puntada a puntada, hilo a hilo, voy dándoles la forma y la
expresión. En cada tapiz me demoro de cuatro a cinco meses.
—Bolívar siempre fue un hombre solitario; por eso siempre lo
hago acompañado para que no se sienta solo. En las escenas lo pongo
como otro de mis muñequitos, con cacheticos y todo. Quiero
borrar esa imagen fría, dura, negruzca, de las estatuas de las plazas.
Quiero hacerlo ciudadano como todos. Lo comencé a hacer como
regalo a mi esposo que es admirador de él, y siempre había querido
tener un Bolívar hecho a mano.
N
adie pensaría que estas muñecas tan alegres y
tan despiertas nacerían de la soledad. Nadie
pensaría al verles la cabeza tan alzada y los ojos
tan vivaces que nacerían del desconsuelo. Nadie
pensaría al ver este alegre mundo de damas primorosamente
vesti das con todos los colores del universo, que serían modeladas
del luto. Como nadie llegará jamás a creer que la laboriosidad de
los bachacos haría mover las manos de Virginia Vargas para crear
ese mundo de personajes como del tiempo de mamá cuando joven.
—De niña, a los diez años, yo me sentía muy sola y hacía figuritas
de barro para entretenerme y con solarme y tal vez por eso cuando
hace seis años murió mi esposo y me sentí muy sola, fue que comencé
a hacerlas otra vez.
Virginia de Vargas
montoncito de tierra de bachacos y me gustó. Me provocó agarrar
esa tierra porque la vi tan suavecita y limpiecita y se parecía a granitos
de arroz. Con el montoncito en la mano comencé a amasarla
como jugando, y así hice una virgen y una mulita. Una amiga que
vio una de esas piecesitas la llevó para mostrarlas a un señor que
trabajaba en el museo y él me dijo: “Señora Ud. trabaja muy bien
esto y yo quiero en cargarle un nacimiento. Yo no quería, pero él
in sistió. Con mucha paciencia y delicadeza lo hice y es ése que está
ahí en la fotografía”.
—Eso me alentó y desde entonces he hecho como diez nacimientos.
También como cuarenta vírge nes y también sanantonios, siete
he hecho; son los que más me gusta hacer porque me quedan muy
bien como yo los veo.
Uvi
Gloria al bravo pueblo
Tapiz / 140 x 108 cm.
Col. particular
—Nací el año veintiocho y creo que fue por Navi dad porque me
gusta mucho hacer y comer hallacas; creo que fue el 22. Tengo cinco
hijos: Livia del Carmen, Miriam, Coromoto, Pedro José, Macario
Antonio y María Auxiliadora. Además cuatro nietos. Con
ellos y mis figuritas me siento ahora feliz.
—Un día caminando para distraerme y calmar los nervios, pasé
por un solar donde la lluvia me obli gó a detenerme. En eso vi un
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—Yo hago mucho de imaginación. Me digo voy a hacer a fulano y
comienzo a pensarlo y una vez bien pensado empiezo a modelarlo
y da la casua lidad que queda bien parecido a la persona; un poco
más gordo porque la tierra se desliza, pero siempre queda parecido.
—La tierra hay que prepararla. Si está mojada hay que ventilarla.
Si está seca hay que molerla y cer nirla para quitarle las asperezas y
las piedritas. Una sabe que la tierra está lista para modelarla por