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Martínez

76-domingos

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76 domingos en nuestra querida, contaminada y única nave espacial<br />

Una cierta idea de Francia<br />

Como un incipiente monarca, exiliado en las islas Británicas,<br />

condenado a muerte por su propio gobierno y masticado pero no<br />

tragado (era realmente grande) por Churchill, y luego Eisenhower,<br />

el joven y prometedor oficial solo recibió como ayuda el permiso<br />

de hablarle a su país, ocupado y capitulante, desde Bush House. Su<br />

teoría sobre rescatar fuerzas y reagruparlas en “el imperio”, para<br />

lo que ya auguraba acertadamente como un largo conflicto de<br />

escala mundial, había sido incomprendida. Tampoco entendieron<br />

sus libros vanguardistas sobre la guerra de movimientos y la utilización<br />

de una novedad llamada tanques de guerra. Los alemanes<br />

sí le habían leído y estudiado; mientras sus superiores gerontocráticos<br />

se jugaban todo a la vieja estrategia de la guerra de posiciones<br />

con la Línea Maginot. Nada pudo detener a los “Panzer” ni a<br />

los “Stukas”... El propio Saint Exupéry, arriesgándose inútilmente<br />

sobre Arrás para fotografiar un frente tan fluido que, cuando regresaba<br />

con la información, ya no encontraba un Estado Mayor al cual<br />

entregarla, se sentía “como una copa de agua lanzada sobre un<br />

bosque en llamas...”. Poco a poco, escondiéndose en el sótano, en la<br />

buhardilla o en un rincón del granero, todo francés que se respetara<br />

como tal y tuviera un receptor de radio, iba recogiendo los mensajes<br />

de “aquella voz” que les hablaba de una Francia Libre, no rendida,<br />

combatiendo en la resistencia. Su nombre aparecería como grito de<br />

guerra escrito hasta en los vagones de los trenes “rigurosamente<br />

vigilados”. Así lo recordaría Gilbert Bécaud en Tu le regretteras. Era<br />

el poder del medio electrónico bien usado. Era, novedosamente, el<br />

medio de comunicación como teatro de operaciones alternativo.<br />

La misma arma que le permitiría, ya en la era de los transistores,<br />

llegar hasta cada soldado y suboficial en sus propias barracas, en<br />

el doloroso momento de luchar hasta contra sus propios camaradas<br />

de armas para solucionar el drama de Argel. Era el Je vous<br />

ai compris desde el legendario balcón. La misma actitud soberbia,<br />

irreverente y desafiante del Vive le Québec Libre... Y siempre como<br />

respuesta, los francotiradores... Era el mismo de “Esta vez casi me<br />

afeitan”, cuando luego de 101 disparos contra su automóvil en uno<br />

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