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La piel del lagarto

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114-B<br />

Anoche se murió el viejo de al lado. Parecía que<br />

se estaba pudriendo desde abajo porque algo le<br />

estaba poniendo negros los pies y cada vez que le<br />

quitaban las gasas para limpiarlo el olor a caraotas<br />

podridas se hacía insoportable. El pobre viejo se<br />

fue encogiendo como un pajarito y tenía varios días<br />

soltando unos chillidos amortiguados por los gargajos<br />

que le caían hasta el pecho como una catarata<br />

de leche condensada. Vino una enfermera gorda y<br />

lo vio tieso y pálido, le agarró la muñeca como por<br />

no dejar y se volvió a ir; todos nos quedamos acurrucados<br />

en nuestras camas, al rato volvió con el<br />

médico de guardia que prendió la luz de la sala y<br />

se acercó a la cama <strong>del</strong> viejo. Me dio, no sé, algo de<br />

tranquilidad verle tantos bolígrafos en el bolsillo de<br />

la bata al muchacho que le quitó la sábana al viejo,<br />

miró los pies y dijo «carajo», le puso el estetoscopio<br />

en el pecho y esperó, no sé si escuchar algo, no<br />

sé si se quedó dormido, luego miró a la gorda y le<br />

preguntó «¿lo reanimamos?». Se cagaron de la risa,<br />

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