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AguaTinta Nº17

Las Vanguardias - Septiembre de 2016

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Nacido para reinar<br />

El caso es que el niño Vicente creció sabiéndose<br />

destinado a dejar huella de su paso por este mundo. Gran<br />

ejemplo de profecía autocumplida. Habiendo escogido<br />

la poesía como motor de su vida, trazó desde muy<br />

temprano el itinerario a seguir, el que incluía estar en el<br />

sitio adecuado, en el momento preciso, rodeado, claro<br />

está, de los nombres que sirvieran a su propósito. Ese<br />

espacio, ciertamente, no era el ambiente conservador de<br />

Santiago. Al igual que los de su madre, gran anfitriona de<br />

tertulias literarias, sus ojos siempre estuvieron puestos<br />

en París. Y, como ella, supo convertir su hogar, donde<br />

fuera que éste se emplazara, en centro de convite de<br />

grandes intelectuales. Pero antes de arribar a la Ciudad<br />

Luz, donde ya había estado brevemente en su niñez, iba<br />

a dar que hablar en el ambiente literario local.<br />

Tras seguir estudios de Literatura en la Universidad<br />

de Chile, en 1911 publicó Ecos del Alma, dedicado a su<br />

“niña del alma”, Manuela Portales Bello, quien un año más<br />

tarde se convertiría en su primera esposa. Los cuarenta<br />

y cinco poemas que componen esta opera prima escrita<br />

entre 1910 y 1911, es decir, cuando tenía 17 y 18 años de<br />

edad, si bien reflejan una tendencia modernista, son una<br />

muestra de las muchas influencias de entonces, tanto<br />

en la forma, con cuartetos endecasílabos, redondillas,<br />

sonetos, versos alejandrinos y de métrica libre, como en<br />

el fondo, con alusiones religiosas y a la eterna y fortísima<br />

presencia de su madre, María Luisa Fernández. En 1913<br />

publica La gruta del silencio y Canciones en la noche,<br />

que incluye el caligrama Triángulo armónico. Parte de<br />

los poemas que dieron forma a este último habían<br />

aparecido en la revista que el propio Huidobro fundó y<br />

dirigió: Musa joven.<br />

Triángulo armónico, 1913.<br />

Pero es durante el año siguiente que el poeta<br />

que aún alternaba diversas firmas, inicia el torpedeo<br />

sistemático de la norma social y poética. Signado como<br />

Vicente García Huidobro Fernández y publicado por<br />

la Imprenta de Chile perteneciente a la orden jesuita,<br />

lanza Pasando y pasando. Crónicas y comentarios, una<br />

descarnada crítica a la propia orden y a la casta de la que<br />

él mismo provenía. La obra fue rápidamente requisada y<br />

enviada a la hoguera, salvándose muy pocos ejemplares<br />

a medio chamuscar, por lo que hasta hoy es muy difícil<br />

conseguir uno de ellos. ¿De dónde provino el mandato<br />

de quema? Muy probablemente de su entorno familiar,<br />

si no de los propios jesuitas que, a la sazón, eran un<br />

mismo bloque. Según Teitelboim, el hecho gatilló una<br />

toma de decisión: “Los culpables serían castigados.<br />

Resolvió que era más democrático aparecer con un solo<br />

apellido en vez de tres. Y que sepan los savonarolas<br />

y los del Auto de Fe que él es un hombre libre que el<br />

mundo conocería como Vicente Huidobro. Nada más. Y<br />

nada menos” (3) . 1914 es también el año en que dicta la<br />

famosa conferencia Non serviam, su primer manifiesto,<br />

en el que hace explícita su opinión estética: “Hasta ahora<br />

no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus<br />

aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de<br />

nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros<br />

pies o nuestras manos? Hemos cantado a la naturaleza<br />

(cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos<br />

creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en<br />

tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos<br />

creadores”. Y anuncia una “nueva era”, advirtiendo: “No he<br />

de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás<br />

de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero<br />

yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que<br />

no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré<br />

mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas (...).<br />

Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra,<br />

no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a<br />

tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo<br />

único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero<br />

ya tengo edad para andar solo por estos mundos. Por<br />

los tuyos y por los míos” (4) .<br />

Son los esbozos del Creacionismo, nombre que,<br />

en todo caso, no surge de su autor, sino de su paso<br />

por Buenos Aires. Corría 1916 y, a poco de publicado<br />

Adán, Huidobro se entregaba a la satisfacción de dos<br />

necesidades: ampliar su universo y dar rienda suelta a un<br />

amor prohibido. Con el apoyo financiero de su madre,<br />

cruzó los Andes, dejando tras de sí a una aristocracia<br />

conmocionada: lo hacía acompañado de Teresa Wilms<br />

Montt, una viñamarina poseedora de grandes ojos<br />

verdes, un halo de misterio y un particular talento poético.<br />

Escaparon abandonando sus respectivos matrimonios e<br />

hijos. La fascinación de Huidobro fue completa:<br />

“Teresa Wilms es la mujer más grande que ha<br />

producido la América. Perfecta de cara, perfecta de<br />

cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de inteligencia,<br />

perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia” (5) .<br />

(3) Teitelboim, Volodia. Op. cit., pág. 9.<br />

(4) Huidobro, Vicente, Antología. Altazor y otros poemas. Empresa editora Zig-Zag, Santiago, 2014, págs. 15-16.<br />

(5) Nómez, Naín. Citando a Vicente Huidobro, en http://teresawilmsm.blogspot.cl/ (consultado el 17 de septiembre de 2016).<br />

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