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038 Revista Evangelizar

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10 | <strong>Evangelizar</strong><br />

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO<br />

Evangelio según San Lucas (18, 9-14)<br />

“En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose<br />

por justos, se sentían seguros de sí mismos y<br />

despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:<br />

—«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era<br />

fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido,<br />

oraba así en su interior:<br />

“¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los<br />

demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese<br />

publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el<br />

diezmo de todo lo que tengo.”<br />

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no<br />

se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se<br />

golpeaba el pecho, diciendo:<br />

“¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.”<br />

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél<br />

no. Porque todo el que se enaltece será humillado,<br />

y el que se humilla será enaltecido.”<br />

Palabra del Señor.<br />

Pautas de reflexión<br />

La clave del Evangelio de hoy nos la da<br />

la expresión inicial “a algunos que, teniéndose<br />

por justos, se sentían seguros de sí mismos y<br />

despreciaban a los demás”, es decir el mal que nos<br />

sigue acompañando hasta ahora, los que se creen<br />

santos y desprecian a los que llaman pecadores.<br />

En el año de la Misericordia se nos ha<br />

insistido en el amor de predilección de Jesús por<br />

los pecadores, la Misericordia es el abrazo de amor<br />

de Dios para quien lo quiere, se siente necesitado y<br />

se deja abrazar; el Papa Francisco nos ha recordado<br />

que Dios no se cansa de perdonar sino que somos<br />

nosotros los que nos cansamos de pedir su perdón.<br />

Podemos mirar en los personajes del evangelio dos<br />

actitudes, una para rechazar y otra para imitar; el fariseo,<br />

ora con soberbia, se justifica, se considera perfecto, juzga<br />

y rechaza a los demás, es engreído ante Dios y ante los<br />

demás. El publicano se acerca con humildad, no se atreve<br />

ni a levantar la mirada, reconoce sus equivocaciones, clama<br />

a Dios su compasión, y dice el Evangelio, fue justificado, es<br />

decir, recibió la Misericordia de Dios.<br />

Ante Dios nadie está justificado, por el contrario<br />

todos estamos ante él como necesitados; como el publicano<br />

digamos con insistencia: “¡Oh Dios!, ten compasión de este<br />

pecador.” Humildad para recibir la Misericordia de Dios<br />

debe ser el empeño de esta semana.

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