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educación para la vida<br />
«Lo que sucede es que las consecuencias físicas,<br />
que por desgracia serán posiblemente<br />
mortales, aunque me siento relativamente<br />
bien, no me importan tanto. Lo peor es que<br />
tengo la frustración de que me han timado.<br />
(...) Hay una frase evangélica que dice ‘no temáis<br />
a los que os quitan la vida del cuerpo,<br />
sino sobre todo a los que os quitan la vida de<br />
Dios’. A mí me han quitado la vida del cuerpo,<br />
pero la otra creo que, gracias a Dios, la he recuperado<br />
bastante desde que me dijeron que<br />
tenía VIH».<br />
A mí una de las cosas que más me sublevan<br />
contra la sociedad es, en el tema de la VIH,<br />
que ponen como remedio el preservativo, o,<br />
respecto a los drogadictos, cuya muerte es<br />
terrible, una jeringuilla limpia, nueva. Tengo la<br />
impresión de que es un auténtico crimen eso,<br />
porque al hombre hay que darle unos valores<br />
diferentes. Yo, gracias a Dios, he encontrado en<br />
los últimos años en mi vida gente que ayudan.<br />
No materialmente, que no lo necesito. Recuerdo<br />
la parábola del hijo pródigo. Este podía tener<br />
el SIDA, pero se levantó y volvió a la casa del<br />
padre. Me pregunto: Si a un chaval que está<br />
tirado por la calle le dan una jeringuilla nueva,<br />
¿no es el último crimen de una sociedad que<br />
deja tirada a la gente luego en la porquería?» 1 .<br />
«Yo observo una cosa, y es que las personas<br />
‘retrógradas’ (entre comillas) son las que de<br />
verdad ayudan a las personas caídas. Yo ahora<br />
(...) veo a las religiosas, a las Hijas de la Caridad,<br />
que cuidan a sus enfermos como auténticas<br />
madres. Ellas son las que me han comunicado<br />
que tengo ahora una encefalopatía. Sin embargo,<br />
observo a muchos compañeros que se han<br />
muerto ya de VIH y no han tenido mi suerte de<br />
tener fe desde pequeños. He visto a compañeros<br />
homosexuales a los que se les ha acelerado<br />
mucho la muerte, víctimas de una desesperación<br />
porque no veían sentido a su vida. Desde<br />
que ya no podían hacer uso del sexo, me ha<br />
dado la impresión de que había chavales que<br />
decían: “esto ya no tiene sentido”.<br />
Como seres racionales<br />
y libres, debemos tener<br />
las riendas de nuestra<br />
conducta y no dejarnos<br />
arrastrar por el halago de<br />
entregarnos a cuanto nos<br />
seduce<br />
26<br />
1 Cf. Alfonso López Quintás: La formación para el amor<br />
(San Pablo, Madrid 1995) 69-70, 82-83.