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cantemos al Señor<br />
H e r m e n e g i l d o S e v i l l a G a r r i d o<br />
Los que confían en el Señor<br />
son como el monte Sión:<br />
no tiembla, está asentado para siempre.<br />
Jerusalén está rodeada de montañas,<br />
y el Señor rodea a su pueblo<br />
ahora y por siempre.<br />
No descansará el cetro de los malvados<br />
sobre el lote de los justos,<br />
no sea que los justos extiendan<br />
su mano a la maldad.<br />
Señor, concede bienes a los buenos,<br />
a los sinceros de corazón;<br />
y a los que se desvían por sendas tortuosas,<br />
que los rechace el Señor con los malhechores.<br />
¡Paz a Israel!<br />
Este salmo fue escrito en un periodo en el que<br />
Jerusalén estaba ocupada por un ejército<br />
invasor. En medio de esta situación<br />
necesitaba imperiosamente confiar en<br />
el auxilio de Dios.<br />
Es sabido que los judíos atravesaron, en su historia,<br />
diversas fases cíclicas en su relación con Dios. En<br />
su alianza con el Señor, cayeron muchas veces en<br />
la infidelidad y la traición. Durante estos períodos era<br />
frecuente que pasarán por la invasión de pueblos paganos<br />
de su alrededor. Sin embargo, el Señor siempre se<br />
mantenía fiel a su alianza y ante el clamor de su pueblo,<br />
venía en su ayuda. Así, una y otra vez. Este salmo<br />
responde a uno de esas etapas.<br />
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