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sed santos<br />
Y de muchas maneras se expresa esta simbología<br />
como “la luz del rostro del Señor” (Salmo<br />
4, 7), “lámpara es tu palabra para mis pasos,<br />
luz en mi sendero…” (Salmo 119, 105), “tu<br />
luz nos hace ver la luz” (Salmo 36, 10), “el<br />
pueblo caminará…a la luz de tu rostro”, porque<br />
el Señor Dios es sol y escudo, él da la gracia<br />
y la gloria” (Salmo 83, 12), “Casa de Jacob,<br />
venid, caminemos a la luz del Señor” (Isaías 2,<br />
5), o en la bendición que da el Señor para el<br />
pueblo en Números 6, 25: “El Señor te bendiga<br />
y te proteja, ilumine su rostro sobre ti…”, y<br />
que luego se reproduce en el Salmo 66, 2-3:<br />
“Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine<br />
su rostro sobre nosotros…”<br />
En este contexto, la luz no es beligerante con<br />
las tinieblas y se hace instrumento de Dios para<br />
guiar al hombre hacia el Tiempo Nuevo. Los libros<br />
sapienciales también utilizan el concepto<br />
de la luz. En el Libro de la Sabiduría 7, 26, la<br />
sabiduría se asocia al atributo divino de la luz<br />
en cuanto que “irradiación de la luz eterna (de<br />
Dios) e imagen de su bondad”, y en 7, 29, se<br />
dice de ella que”…es más bella que el sol y<br />
supera a todas las constelaciones. Comparada<br />
con la luz del día, sale vencedora, porque la luz<br />
deja paso a la noche, mientras que a la sabiduría<br />
no la domina el mal”. Adviértase aquí como<br />
“la noche” se asocia con el mal y el atributo<br />
divino de la “sabiduría” se hace competir con<br />
el de la “luz”, al que se dice que supera porque<br />
el día que da paso a la noche, lo que nunca<br />
hace la sabiduría.<br />
Y dentro de este esquema competitivo y beligerante<br />
se nos ofrecen las sentencias de<br />
Eclesiastés. Así en 2, 12: “La sabiduría es<br />
más provechosa que la necedad, como la<br />
luz aprovecha más que las tinieblas”, y más<br />
adelante en 2, 14, abundando en el mismo<br />
sentido: “El sabio lleva los ojos puestos en la<br />
cabeza, pero el necio camina en tinieblas”.<br />
Aquí el binomio “sabiduría/necedad”, se corresponde<br />
con el de “luz/tinieblas”, y las tinieblas<br />
salen perdiendo sin que se adviertan<br />
los motivos o se den las razones para ello,<br />
simplemente se deduce que “es necedad<br />
andar en tinieblas”.<br />
Anuncios proféticos<br />
La tradición profética nos trae la escisión del<br />
mundo bíblico en dos partes: El pueblo elegido<br />
que es la luz, y los otros pueblos que<br />
caminan en las tinieblas. Pero ahora las tinieblas,<br />
de un modo claro y rotundo, se llevan<br />
la peor parte en este discurso, pues en la<br />
oscuridad que se profetiza se esconden las<br />
tinieblas de la muerte, la condenación y el<br />
castigo del cielo. Se obtienen conclusiones<br />
más benévolas al respecto en los anuncios<br />
específicamente mesiánicos, donde la luz<br />
que brilla en la oscuridad es la del Mesías<br />
que llega, pero no así en las profecías del<br />
“Día del Señor”, que son anuncio de un Dios<br />
colérico y terrible.<br />
La luz y las tinieblas salieron de las<br />
manos de Dios, y que ambas, igualmente,<br />
son necesarias para la vida y el buen<br />
orden del mundo creado<br />
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